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Movimiento obrero
La Mano Negra en Extremadura: El montaje que acabó con el primer anarquismo obrero
La palabra compañero viene de compartir un mismo pan. El vocablo se adentra en la península ibérica con otras formas derivadas de latín hacia finales del siglo XI, pero es en la segunda mitad del XIX cuando aparece profusamente en la prensa de la época, como un calco de la palabra francesa compagnon, cuyo origen etimológico es el mismo.
En Francia, los compagnons eran trabajadores anarquistas. Agustín Leger, en su Journal d´un anarchiste (1895), narra la ayuda moral y a veces material que los compagnons se prestaban entre sí. Algunos se dedicaban a las “mudanzas a medianoche”, ayudando a las familias pobres a mudarse en secreto sin pagar el alquiler mientras el casero o la portera dormían. Como los bienes que se tenían eran tan pocos, la mudanza solía ser rápida y silenciosa.1
Con esta palabra, compañeros, se iniciaba el llamamiento que Francisco Pérez del Villar, agricultor de Villanueva de la Serena (Badajoz), publicaba en el periódico anarquista Revista Social, Eco del Proletariado, el 28 de diciembre de 1882. En la página 3 textualmente decía:
Compañeros: el Congreso obrero regional de la Federación española, que con tan brillante éxito se ha celebrado en Sevilla, como asimismo el Congreso de la Unión de los trabajadores del campo, cumplen con su deber dirigiéndonos su voz amiga a los agricultores de la Región española, induciéndonos a que cesemos en nuestra indiferencia por la asociación, pues solo el indiferentismo es la causa de todos nuestros males.
Por esto debemos unirnos, asociarnos y adherirnos a la Unión de los trabajadores del campo y de todos los oficios que quieran federarse.
¿No es triste que siendo esta Comarca muy productiva, y en particular esta ciudad, estemos los trabajadores agrícolas en completa miseria, hasta el extremo de ir descalzos por caminos y carreteras, teniendo que pedir limosna para poder alimentarnos? Cualquiera que visite su parte rural, verá que no contiene seres humanos, sino perros que aman y acarician a sus amos para que le den una migaja de pan o les tiren el sobrante de sus platos.
Y en estas dos Comarcas, en particular aquí en La Serena, donde el trabajador del campo se ha convertido en pequeño arrendatario o pequeño colono, le vemos trabajar todo el año para entregar una buena parte de sus cosechas al propietario, por lo cual, comúnmente, después de haber producido los mejores frutos, tienen que alimentarse con gazpachos, sopas y judías guisadas con poco aceite, y en tiempo de verano, con pan, sandía y otras frutas.
Ante tantas injusticias, despertemos, compañeros; sin nuestro trabajo y sin nuestra actividad sobre la tierra, esos que nos desprecian y nos escarnecen, nos maltratan y hacen de nosotros seres desgraciados e ignorantes, esos mismos no podrían vivir, porque no podrían alimentarse; nuestro trabajo les da la vida.
Sí, ellos nos aborrecen, pues es preciso que esto concluya, siendo aquel día el triunfo de la justicia sobre la tierra.
Para que podamos alcanzar esto, debemos ir con nuestros compañeros; debemos asociarnos y unirnos con todos los trabajadores y formar parte de la Unión de los trabajadores del campo y asociarnos con los demás; y todos juntos formaremos parte de la Federación de trabajadores de la Región española, cuyos principios anárquico colectivistas, significa la redención de la Humanidad. De esta manera vendrá un gran día, que, sin motines ni asonadas, sino por medio de la revolución social, podremos proclamar la propiedad colectiva de la tierra y de los instrumentos de trabajo, huyendo así de todo monopolio, de todo privilegio, y borrando del mundo para siempre la monstruosa explotación del hombre por el hombre.
Salud, Autonomía, Federación y Colectivismo.- Un agricultor.
Villanueva de la Serena 2 de Diciembre de 1882.”
La proclama de Francisco Pérez del Villar certifica lo que el profesor Carlos Seco Serrano señaló tantas veces en sus estudios sobre el obrerismo de la segunda mitad del siglo XIX: la toma de conciencia de clase de una masa obrera que pasa de ser instrumento a sujeto. Moderados y progresistas, ambas caras de la misma moneda de la revolución liberal, utilizan a su antojo al rebaño que brama y pisotea en sus embestidas violentas de la oposición contra el grupo político en el poder, si bien no dudan en aliarse contra dicho rebaño cuando de lo que se trata es de frenar su empuje como clase unida y transformadora de las condiciones alienantes de su época.2
España también contaba con la mayor masa obrera agrícola del continente, con cerca de cuatro millones de familias dedicadas a las tareas del campo
Jornaleros, braceros, pastores, tajoneros, pegujaleros y gañanía en general se pasaron de mano en mano el escrito de Pérez del Villar entre finales de 1882 y principios de 1883. La hoja volandera corrió por los campos y pueblos de la Serena, llevando el credo bakuninista a los corrillos que leían o se hacían leer los periódicos al caer la noche, a la luz de un candil junto a los chozos, en mitad de llanos y dehesas.
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El ascenso al Gobierno, en 1881, de los Fusionistas -la coalición de partidos liberales liderada por Práxedes Mateo Sagasta -, había traído un tímido aperturismo después de la época de clandestinidad que dio al traste con la FRE, la Federación Regional Española, heredera inmediata de la Primera Internacional, sucedida por la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española) y por la UTC (Unión de Trabajadores del Campo), en ese momento las mayores organizaciones obreras de toda Europa, con más de 60.000 afiliados. Cabe decir que España también contaba con la mayor masa obrera agrícola del continente, con cerca de cuatro millones de familias dedicadas a las tareas del campo. La FTRE, en su reciente congreso de septiembre de Sevilla, había acordado dedicar mayor actividad al fomento de la propaganda, emprender una campaña a favor de las ocho horas por jornada de trabajo y fomentar las huelgas solidarias.
La respuesta al escrito de Pérez del Villar no se hizo esperar. Por la Revista Social del 29 de marzo de 1883, página 3, sabemos que él fue el autor del escrito, porque así lo reconoce, y que a su llamamiento acudieron 80 trabajadores de la comarca de la Serena, para “formar parte del núcleo organizador”.
La FTRE y la UTC eran conocidas como La Asociación entre las familias más humildes y pobres de la península. Las coplas que corrían por campos, fábricas y talleres decían:
Todas las niñas bonitas
tienen en casa un letrero,
con letras de oro que dicen,
¡por un asociado muero!
Le pregunté a mi morena
que por qué me despreciaba,
y me contestó serena
¡que en La Asociación entrara!
Si quieres vivir a gusto
con tus derechos colmados
¡cásate con un obrero
de los buenos asociados!”3
El 8 de febrero de 1883, Francisco Pérez dirigió un oficio al alcalde de Villanueva, Julián Muñoz Gutiérrez, comunicándole que el día 20 se reunirían para constituir una Sociedad.4 Estaba previsto que la reunión se celebrara en un local de la calle Castelnovo, ubicación que conocemos gracias a un documento facilitado por el Archivo Histórico de Villanueva de la Serena y por su siempre amable archivera, Jara Mena, documento de certifica todo lo aquí narrado y cuyo contenido más adelante ampliaremos.
La Mano Negra es el tinglado inventado por el Gobierno y las oligarquías rurales para acabar con el asociacionismo obrero de carácter anarquista. Jornaleros andaluces, sobre todo de la zona de Jerez y de Cádiz, fueron acusados de pertenecer a una asociación secreta de tintes macabros
Tras la petición de Pérez del Villar, el alcalde consultó con fecha de 3 de marzo al Gobernador de la provincia, comunicándole que un grupo de agricultores se quería reunir con el fin de discutir las bases bajo las que pretendían establecer una asociación. El Gobernador contestó al alcalde que debía remitirle, para examinarlo, el reglamento por el que se quería regir dicha sociedad.5
Por aquellos días ocupaba la primera plana de la prensa nacional y provincial el asunto de la Mano Negra, el tinglado inventado por el Gobierno y las oligarquías rurales para acabar con el asociacionismo obrero de carácter anarquista. Jornaleros andaluces, sobre todo de la zona de Jerez y de Cádiz, fueron acusados de pertenecer a una asociación secreta de tintes macabros, un plan urdido desde las altas esferas que aún hoy día apesta y que acabaría con varias sentencias de muerte y con un sambenito puesto a la clase obrera, a la que bastaba asustar desde entonces con este fantasma y sus terribles consecuencias cada vez que pretendía organizarse. Como figuraba en unos versos publicados en la Crónica de los Trabajadores de la Región Española, libro 1, página 91, referente a 1882-1883:
En el teatro del mundo
y en el de la Mano Negra
unos hacen los papeles
y otros dirigen la escena.
La Serena no era la única comarca extremeña que mostraba interés por el asociacionismo obrero. Por la Revista Social sabemos que había también focos de obrerismo organizado de carácter anarquista en Plasencia, Torrejoncillo y Olivenza. El Partido Socialista Obrero, fundado en Madrid de modo clandestino en 1879, apenas contaba con adeptos. Los anarquistas españoles, antiautoritarios y apoliticistas, tenían por autoritarios a los socialistas de Pablo Iglesias, partidarios de la participación política, y si antes les denominaban adormideras, por vivir en el sueño iluso de creer que el Gobierno cambiaría desde el momento en que se hicieran con él, desde la Conferencia de la Haya de 1872 les llamaban también Karlistas, aplicando de este modo el mismo despectivo epíteto a los partidarios del comunista Karl Marx que a los reaccionarios monárquicos cuyo lema era Dios, Patria y Rey.6
Había también focos de obrerismo organizado de carácter anarquista en Plasencia, Torrejoncillo y Olivenza. El Partido Socialista Obrero apenas contaba con adeptos. Los anarquistas españoles, antiautoritarios y apoliticistas, tenían por autoritarios a los socialistas de Pablo Iglesias
El alcalde de Villanueva denegó la petición de Pérez del Villar, y en consecuencia los obreros no se reunieron ni en público ni en privado. Lo sabemos porque así lo contó el mismo Pérez del Villar en su escrito en la Revista Social del 29 de marzo siguiente. Sin embargo, Muñoz García no limitaría el ejercicio de su alcaldía a esta prohibición.
El asunto de la Mano Negra estaba cada vez más caliente. Entre finales de febrero y principios de marzo aumentaron de modo vertiginoso las detenciones de trabajadores a los que se acusaba de pertenecer a la inventada organización. En menos de una semana, las cifras saltaron de 300 detenidos en Jerez y Cádiz (27 de febrero de 1883) a más de 3.000 en Cádiz (3 de marzo).7 Noticias como la de la Mano Negra respondían, además, al “noticierismo” de la época, el nombre con el que se conocía el estilo de numerosos periódicos burgueses dedicados a crear noticias morbosas, amarillistas, que tenían más de falso que de verdad, similares a lo que hoy conocemos como “sensacionalismo” y que tanto vende en cualquier medio de comunicación.
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Noticias como la de la Mano Negra respondían al “noticierismo” de la época, el nombre con el que se conocía el estilo de los periódicos burgueses dedicados a crear noticias morbosas, amarillistas, similares a lo que hoy conocemos como “sensacionalismo”
Finalizada la época de la aceituna, los campos se preparaban para comenzar la siembra. La agitación entre los campesinos era cada vez mayor, acicateados por el hambre, que no se saciaba ni cuando había trabajo. Merece la pena detenernos para relatar las condiciones de su alimentación y modo de vida.
El pan que se daba a los jornaleros y gente de labor en los campos andaluces y extremeños, el pan de los compañeros, era de color moreno, desagradable al paladar y picado de paulilla (langosta y otros insectos). Pan y gazpachos era su alimentación básica. El pan iba “a cuenta”, es decir, se descontaba del salario que se satisfacía al final de la siembra o de la siega. Según los burgueses, este salario se negociaba en la plaza entre propietarios y trabajadores; según los jornaleros, se fijaba en los casinos y las grandes casas entre los dueños de las tierras.
Terminada la siega “se miran los semblantes de los trabajadores y su modo de andar, y son en un todo puro esqueletos”
Por cada diez hombres se les daba una panilla (medida equivalente a la punta de un cuerno) de aceite malo por comida, y todo el vinagre y ajo que quisieran. Por cada 20 daban una oveja para el día de descanso, cada 10 días, si bien como se dice en una monografía del salario de los trabajadores del campo, publicada en el mismo número de la Revista Social donde Pérez del Villar hizo su llamamiento a la comarca extremeña, esto lo habían viciado los propietarios, porque no les convenía, y en lugar de la oveja pasaron a dar una puchera, una olla de carne, tocino, legumbres y hortalizas. Blasco Ibáñez, en su novela La bodega, que narra los hechos que llevaron a la insurrección de Jerez de 1892, cuenta que en ocasiones los agricultores y sus familias se veían obligados a comer las reses que se murieran por enfermedad, entrándoles unas terribles diarreas que les obligaban a estar saliendo y entrando de los chozos durante la noche, sin que nadie pudiera dormir.
Las jornadas en el campo iban desde las 14 horas en otoño hasta las 17 en verano. Descansos de media hora escasa para el almuerzo, una para la merienda y cuatro cigarros de 15 minutos. Terminada la siega, sigue la Revista Social, “se miran los semblantes de los trabajadores y su modo de andar, y son en un todo puro esqueletos”. Manda entonces el burgués al agrimensor de la casa, y éste hace la mensura a caballo por los linderos de sus tierras. Luego, en presencia y conveniencia de sus amos, “hace la fe”, un documento que certifica el trabajo realizado, y la entrega a los trabajadores para que ajusten sus cuentas. El burgués les descuenta el pan, a mayor precio del que se vendía en la plaza, y el aceite que tomaron en demasía.
Como consecuencia, sacan el jornal que allí mismo se vuelve a regular, entre 6 y 12 reales por trabajar 17 horas diarias. Si no están de acuerdo, se llama a otro agrimensor que les roba de nuevo, compinchado con la plaga del burgués, también conocido como gangrena o peste de la sociedad.
Hacia finales de verano y en la temporada de invierno, se daban los grandes paros forzosos, “quedando reducidos a la miseria y teniendo que mendigar un mendrugo de pan, de cortijo en cortijo, y éste le niegan en la mayor parte de los mismos”.
El crecimiento de las organizaciones obreras a finales de 1882, tras el congreso de Sevilla de la FTRE y de la UTC, hacía temer a la oligarquía que las huelgas perjudicaran la época de la siembra, que estaba a la vuelta de la esquina
No todos los trabajadores tenían un mismo trato y consideración. Los arreadores y aperadores eran tenidos, junto a los capataces, por “negreros sin conciencia y orgullosos explotadores, más que los mismos burgueses, no perteneciendo estos infames más que a la clase trabajadora, pues de entre ellas son sacados para desempeñar estos cargos y empuñar el látigo para extenderlo sobre sus mismos compañeros”. Estos goberniches arengaban a los trabajadores empujando a unos, enalteciendo a otros, “y armando bulla para que, antes de que se quede la faena por hacer, queden los obreros cansados y extenuados por las fatigas del polvo y del calor”. Todo ello por un miserable jornal incapaz de apagar el hambre de sus desconsoladas familias.
El crecimiento de las organizaciones obreras a finales de 1882, tras el congreso de Sevilla de la FTRE y de la UTC, hacía temer a la oligarquía que las huelgas perjudicaran la época de la siembra, que estaba a la vuelta de la esquina. Había dos tipos de huelga, la científica, que era una acción concertada por todos los trabajadores, emprendida como forma de hacer cumplir sus demandas de cambio, y la de dignidad, que era la que se llevaba a cabo como una acción de defensa por parte de los obreros ante los abusos cometidos por los patronos.8
Citando como fuente un despacho recibido esa misma tarde, daba cumplida cuenta del asunto implicando también a las mujeres, a las que acusaba de ser las “encargadas de hacer los trabajos de propaganda, llevando su influencia al hogar doméstico”
El 5 de marzo el país se despertó con la noticia en varios periódicos nacionales de que en Olivenza, provincia de Badajoz, también se había encontrado un peligroso foco de la Mano Negra. El Fígaro, El Día, El Globo, El Correo Militar… todos ellos diarios de Madrid, explotaban el “noticierismo” con la novedad de que la Mano Negra prolongaba sus garras hasta Extremadura, con las detenciones en Olivenza, limítrofe con Portugal, de tres individuos a quienes se les halló bastante documentación internacionalista. El Correo Militar, citando como fuente un despacho recibido esa misma tarde, daba cumplida cuenta del asunto implicando también a las mujeres, a las que acusaba de ser las “encargadas de hacer los trabajos de propaganda, llevando su influencia al hogar doméstico”.9
La “psicosis” era tal que incluso se llegó a detener a trabajadores por el mero hecho de leer periódicos anarquistas, como anunciaba El Día de la misma fecha en su página 2, cuando varios obreros de Jerez fueron detenidos mientras leían la Revista Social.
En Olivenza se recibían paquetes del periódico colectivista La Autonomía, fundado en enero de 1882 en Sevilla por Juan Méndez y órgano de expresión de la UTC. Conocemos su difusión en Olivenza porque al mismo tiempo que se detiene en esta localidad a los supuestos miembros de la Mano Negra, el juez de la misma ordena la detención en Sevilla de Méndez, por ser el remitente de tales periódicos a la ciudad pacense fronteriza. El juez solicitó la conducción de Méndez desde Sevilla hasta Olivenza, si bien esta nunca se produjo, cumpliendo prisión en la capital andaluza hasta mayo de 1883.10
Una vez saltó la alarma que alertaba de la presencia de propagandistas de la Anarquía y del Colectivismo por tierras extremeñas, las autoridades se aprestaron a cortar de raíz cualquier conato de organización, amparados por los caciques provinciales y locales
El 6 de marzo los periódicos anuncian que el Fiscal Jefe de la Audiencia de lo criminal de Badajoz, Francisco Martín Luna, ha salido para Olivenza. Las diligencias instruidas, como anunciará la prensa, revelan que los detenidos en Olivenza son sombrereros andaluces oriundos de Sevilla, Córdoba y Antequera (algunos periódicos, como El Imparcial del 8 de marzo, hablan de once detenidos). La Unión de sombrereros, federada a la FTRE, era una potente asociación obrera con más de mil asociados y asociadas que acababa de celebrar su congreso estatal los días 21, 22 y 23 de septiembre de 1882 en Sevilla. Fulistas, planchadores, arrazadoras o toscadoras, guarnecedoras o forradoras, sacadoras, etc. proclamaron en dicho congreso “la Anarquía, la Federación y el Colectivismo”, declarando que la huelga “no es el fin que perseguimos, sino un medio que, usado con prudencia y tino perfecto, encamina al trabajador a la unión con sus hermanos”.11 Entre los acuerdos adoptados en este congreso se encontraba el de la propaganda, de ahí que algunos de los miembros de dicha asociación recorrieran los campos andaluces y extremeños llevando La Idea allí donde no había esperanza.
Como expresó Clara E. Lida en su estudio sobre La Mano Negra, las oligarquías dirigentes, respaldadas abiertamente por el Gobierno de Sagasta, se ocuparon de reprimir toda protesta y amenaza con implacable energía. La burguesía liberal, ya fueran moderados o progresistas, no iba a tolerar asociaciones obreras en el agro extremeño, aún falto de ellas, a la vista de su éxito en los campos andaluces. Una vez saltó la alarma que alertaba de la presencia de propagandistas de la Anarquía y del Colectivismo por tierras extremeñas, las autoridades se aprestaron a cortar de raíz cualquier conato de organización, amparados por los caciques provinciales y locales.
El 7 de marzo de 1883 el domicilio de Francisco Pérez del Villar, agricultor de Villanueva de la Serena, residente en la calle del Concejo, número 68, fue registrado por la Guardia Civil por orden del juez de 1ª Instancia de Villanueva de la Serena, Francisco de Frías Villalobo, actuando tras denuncia del alcalde de la localidad, Juan Muñoz García. Se acusaba a Pérez del Villar de instigar y pertenecer a una sociedad secreta, pues no disponía de los reglamentos o estatutos de la asociación que pretendía crear y para la que había solicitado permiso de reunión, términos establecidos en las leyes sobre asociaciones del momento. La actuación del alcalde reflejaba una artimaña para acabar con la asociación aún no reconocida, pues la acusaba de ejercer el derecho de reunión sin disponer del reglamento que el Gobernador civil aún no había visado por estar aún a la espera de que le fuera remitido.
La Guardia Civil procedió a detener a unos cuantos obreros, mientras que uno de los principales agitadores, un tal Juan Titos, al que se le hallaron cartuchos de dinamita, se dio a la fuga, perseguido por los campos de la Serena por la Guardia Civil a caballo
El mismo 7 de marzo, el periódico con mayor tirada y más influyente de la España del momento, El Imparcial, de Madrid, dirigido por Eduardo Gasset Artime (abuelo del filósofo Ortega y Gasset), y ligado a la Unión Liberal, publicó un telegrama enviado desde Don Benito en el que se daba noticia de que un foco importante de La Mano Negra había sido descubierto en Villanueva de la Serena, provincia de Badajoz.
El telegrama fue remitido por Ramón Hermida desde Don Benito, pueblo colindante a Villanueva, quien informó de que en el domicilio de quien era secretario, Francisco Pérez del Villar, fueron hallados numerosos documentos que certificaban la existencia de una sociedad obrera internacionalista no reconocida legalmente, que ya estaba operando, con numerosos listados y relación de asociados que abonaban una cuota. También había indicios de que preparaban una huelga con intención de solicitar una mejora de los salarios en los tiempos que se acercaban de la siembra. A resultas de todo ello, siempre según el improvisado corresponsal Ramón Hermida, la Guardia Civil procedió a detener a unos cuantos obreros, mientras que uno de los principales agitadores, un tal Juan Titos, al que se le hallaron cartuchos de dinamita, se dio a la fuga, perseguido por los campos de la Serena por la Guardia Civil a caballo.12
Por el documento que obra en poder del Archivo Histórico de Villanueva de la Serena, sabemos que los detenidos de aquel 7 de marzo fueron, en un primer momento, Francisco Pérez del Villar y otros 22 compañeros, con quienes pensaba crear el núcleo organizador de la sociedad obrera federada a la FTRE y a la UTC. El descubrimiento de los listados que la Guardia Civil halló en su domicilio hizo que entre ese día y el siguiente la cifra de detenidos ascendiera a 128 trabajadores, todos ellos vecinos de la comarca de la Serena, implicados con la asociación.
Los detenidos fueron Francisco Pérez del Villar y otros 22 compañeros, con quienes pensaba crear el núcleo organizador de la sociedad obrera federada a la Federación de Trabajadores de la Región Española, y la Unión de Trabajadores del Campo
Estos hechos son también conocidos por lo que se vertió de un modo vertiginoso en la prensa, regional y nacional, a partir del 8 de marzo, en la que es difícil dirimir entre lo falso, lo verdadero y lo fantasioso, todo ello a raíz de la entusiasta intervención del espontáneo periodista de Don Benito, que no dudó, dejándose llevar por su animosidad contra los obreros, en lanzar a los cuatro vientos la noticia de que la Mano Negra no solo actuaba en Andalucía, sino que también había desplegado sus malas artes conspiratorias por las tierras de Extremadura, donde hasta la fecha los campesinos vivían en paz y armonía con sus señores (a juicio de estos últimos).
El miedo a la organización criminal trotaba ya desbocado por los campos y pueblos de Extremadura, mientras 128 trabajadores se hacinaban, como ganado, en la cárcel vieja de Villanueva de la Serena y otros cuantos en la de Olivenza.
Como veremos en un próximo artículo, donde seguiremos narrando los avatares y penurias de Francisco Pérez del Villar, que acabaría en el penal de San Agustín de Valencia y desde donde se definiría a sí mismo como “mártir del proletariado”, las pruebas vendrían a echar por tierra las falsas acusaciones, si bien el escarmiento cundió ejemplo y se cebó con quienes, movidos por la extrema miseria, habían soñado con un mundo nuevo de compañeros, donde esta palabra significara algo más que compartir el pan de sus desgracias.
Extremadura
El bibliocausto extremeño
La destrucción de libros y la censura fueron dos características esenciales del franquismo. En Extremadura, bibliotecas y kioscos de prensa fueron arrasados por una hueste brutal interesada en borrar cualquier vestigio cultural de la República.
1 Cita en John Merriman, El Club de la Dinamita, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2020, p. 73, traducción de Ana Useros.
2 Carlos Seco Serrano, “La toma de conciencia de la clase obrera y los partidos políticos de la era isabelina”, en La revolución de 1868, coord.. Clara E. Lida, Iris M. Zavala, New York, Las Americas Publishing Company, 1970, p. 26.
3 El Siglo Futuro, Diario Católico, 13-03-1883, p3. También en Constancio Bernardo de Quirós, El espartaquismo agrario andaluz, Madrid, Ed. Turner, 1974, p 54.
4 Revista Social, Eco del proletariado, 29-03-1883, p3. Testimonio de Francisco Pérez del Villar.
5 La Crónica, Badajoz, Periódico democrático de intereses morales y materiales, 3-3-1883, p 3.
6 Miklós Molnar y Juan Pekmez, Anarquismo rural en España y la revolución cantonalista de 1873, en Henry A. Landsberger, ed., Rebelión campesina y cambo social, Barcelona, Crítica, 1978, p. 224.
7 Clara E. Lida, La Mano Negra. Anarquismo agrario en Andalucía, Madrid, Ed. Zero, 1972, digitalizado por la Biblioteca Virtual Omegalfa, junio de 2015, p. 4.
8 Miklós Molnar y Juan Pekmez, artículo citado, p. 236.
9 El Correo Militar, Diario de la Tarde, Defensor de los intereses del ejército y de la armada, 5-03-1883, p. 2.
10 Crónica de los trabajadores, Libro I, p 95, donde se da noticia de su detención el 17 de marzo de 1883 y se critica que haya de ser trasladado de Sevilla a Olivenza, conducción en cuerda de presos que tardaría 10 días en hacer el camino. En la Crónica de los trabajadores, Libro I, p. 127, se da noticia de su libertad con fecha de mayo de 1883.
11 Crónica de los trabajadores, Libro 1, p. 47.
12 En el documento manuscrito por Francisco Pérez del Villar que se encuentra en el Archivo Histórico de Villanueva de la Serena, su autor da como fecha de detención el 8 de marzo de 1883, si bien la consulta de la prensa de aquellos días ya señala en periódicos del día 7 de marzo la detención de Pérez del Villar. Aunque no ha sido posible la consulta de El Imparcial del 7/3/1883, la fuente de dicho periódico y las referencias al telegrama enviado desde Don Benito por Ramón Hermida aparecen en otros periódicos de aquel día y de los siguientes.