Migración
Helena Taberna: “Los informativos anestesian, detrás de las horribles imágenes de Lesbos no hay reflexión”

La cineasta de Altsasu filmó, el pasado año, el documental Varados, un proyecto audiovisual en colaboración con la ONG Zaporeak donde retrata la vida de las personas refugiadas en Atenas y la isla de Lesbos. 

Helena Taberna 6 Por Barcenilla
La directora y guionista Helena Taberna en Bilbao. Luis Miguel Barcenilla

En 2016 la ONG Zaporeak se lanzó al Mediterráneo a alimentar dignamente a las personas refugiadas que se encuentran estancadas en Grecia. Personas que han huido de sus hogares y ahora se hallan bloqueadas (burocrática y humanamente) en los campos de refugiados de Lesbos o en los edificios rehabilitados de Atenas. Personas, sí. Personas cuyo futuro es ser eso mismo, al menos en el futuro temprano: refugiados y refugiadas. Helena Taberna, directora y guionista de aclamadas obras como Yoyes (2020), ha creado lo que denomina “cine de voluntariado” junto a Zaporeak. El resultado es un documental titulado Varados (2019) donde se ahonda en la situación de las personas refugiadas, sus rutinas y sus anhelos de futuro. Se fue a Grecia con un sonidista y un director de fotografía y volvió con una mirada nueva. 

¿Por qué presentar Varados ante la comunidad universitaria? 
Es una idea estupenda. Pienso, desde hace tiempo, que el cine debe ser una asignatura que se imparta en colegios, institutos y universidades. No puedo entender que, una sociedad tan imbuida en el lenguaje audiovisual, no se eduque en este área. No comprendo una sociedad que aspira a ser libre y culta sin espacio para el cine en las aulas.

Es otra forma de aprender.
Somos una sociedad analfabeta en lo audiovisual, no tenemos capacidad para resistir un relato. Solamente se comprende la literatura como estudio. El cine debería estar presente en el currículum educativo de forma sistemática, como parte del programa. La cultura y en especial el cine, desde la emoción, con la mayor fuerza transformadora, abre la puerta a otras miradas. Si me interesa un tema que he visto en pantalla, luego iré a informarme en libros y otras formas de documentación para completar esa mirada. Es papel del cineasta poner en marcha esa inquietud. Es un anhelo que el cine llegue como materia a la educación. Debemos empujar a las administraciones a que pongan en marcha estas ideas.

El conflicto vasco a través de Yoyes (2000); migración con Extranjeras (2003), su segundo gran trabajo; memoria histórica (y crítica al papel de la Iglesia durante la Guerra Civil) mediante La buena nueva (2008); la violencia de género con Nagore (2010); el mundo de las sectas con Acantilado (2016); y ahora Varados, sobre los refugiados, su vida cotidiana y su presente y futuro en los campos de hacinamiento griegos. ¿Qué pretendes con tu cine?
Siempre pertenecemos a sectas [ríe]. La pareja, el equipo de fútbol, el grupo religioso… Tendemos a unirnos por miedo. Y esa protección nos aleja de la libertad. En mi cine siempre está presente esa dicotomía: conciliar la libertad individual y la pertenencia al grupo.

Todo es crítica social, reflexión, ahondar en lugares y momentos.
Me gusta abrir puertas, no me interesa nada el cine como panfleto. Desde mi mirada, crear miradas. Yo pretendo que el espectador disfrute, entre en la historia. Busco transmitir la pasión que siento, que el espectador transite por lo que a mí me interesa. Por ello, disfruto tanto de la fase de documentación, de aprendizaje. 

Eso intentas (y creo que lo consigues) con Varados.
Sí, no me interesa el dramatismo. Quiero simplemente aportar mi mirada desde lo bello, que para eso somos cineastas.

La espera es terrorífica, peor que una cárcel. Al menos si te dan una condena, puedes tachar los días que quedan para salir.

¿Cómo atraer y atornillar en una butaca a quien ya no se asusta cuando los informativos televisivos informan (cada vez en menos tiempo) del hambre, el hacinamiento, el dolor, la muerte? ¿Nos hemos insensibilizado?
Los informativos nos han anestesiado, detrás de las imágenes horribles de Lesbos no hay reflexión. A mí me interesa la espera, el cómo viven, la rutina. Esa espera es terrorífica, peor que una cárcel. Al menos si te dan una condena, puedes tachar los días que quedan para salir. 

La espera, en Varados, es angustiante hasta para el espectador.
Eso traté de abordar con el tempo de la vida de los protagonistas. Que exista un ritmo, pero que el espectador sienta la espera.

¿Por qué interesa tan poco lo que ocurre en Grecia?
Los movimientos migratorios forman parte de la conformación de las sociedades. De alguna forma eso aprendimos del pasado. La sociedad contemporánea le debe mucho a los movimientos poblacionales. Me sorprende que toda una generación de jóvenes europeos no tenga curiosidad por lo que está ocurriendo en Lesbos. Me sorprende que no se tome la referencia de la Guerra Civil española o Sarajevo, cuando Susan Sontag y el resto de intelectuales pusieron su foco y cambiaron toda la sensibilidad. Y esa sensibilidad mundial tomó partido. ¿Por qué estamos tan muertos en Europa? Es un momento de mucho interés si los humanos estuviéramos vivos [ríe].

Varados es un título muy sugerente. ¿El refugiado no tiene más futuro que seguir siéndolo? ¿Quiénes son?
No tienen ni nombre ni apellidos. Una vez despojados de humanidad, ¿qué son? Ya nada. Es una maldición. Luego llegan, además, los incendios de Moria. Ese campo de refugiados que parece una cárcel de alta seguridad americana. Además, desde los grandes medios de comunicación nos presentan a los refugiados como una masa uniforme de zombis de la que protegernos.

Cuando llegan todos juntos en Varados, en la noche.
Estábamos grabando allí, en Moria. Apagamos las luces del coche. Comenzamos a ver la llegada de los refugiados. Ese momento me sigue conmoviendo a día de hoy.

Y luego viene el fuego.
Es increíble. No da tiempo a que Varados repose o remueva. Porque esta pieza tiene un efecto sanador. Realmente no sé por qué pasa, pero pasa. Cuando la vemos saca lo que a mí me sacaba cuando la estaba haciendo, algo profundo y duro. Solidaridad porque somos. Desde ahí se genera la solidaridad verdadera.  

Yo no iba a ayudar en su deshumanización grabando la miseria. Te enseñan su vida, su mejor plato de falafel, su casa.

El campo de refugiados de Moria fue pensado para 3.100 personas. Llegó a albergar 20.000. Actualmente hay alrededor de 7.000 hombres y mujeres. ¿Con qué ataques a los derechos básicos te has encontrado realizando Varados? Según un informe del Grupo de Acción Comunitaria, el 43,2% no tienen ni 2 metros cuadrados para sí mismos.
Todo lo que puedas imaginar. Parejas separadas: separan a los hombres de las mujeres. Muchas veces aíslan a los hijos… no sé. Es todo muy dramático, pero yo no perseguía el dramatismo, perseguía ayudar a la causa. Filmé lo mejor, no quería aumentar la deshumanización grabando la miseria. Cuando quieres devolver la dignidad a un amigo, él no se va a presentar como persona sufriente, tú debes tener la sensibilidad para saber qué está mal. Cuando grabo a los protagonistas de Varados, ellos preparan la comida más rica. Te enseñan su vida, su mejor plato de falafel, su casa. 

¿Qué importancia tienen los movimientos sociales locales en Grecia, las redes vecinales, la solidaridad? Sabemos que la respuesta ha de ser de las instituciones públicas, pero al final, ¿solo el pueblo salva al pueblo?
Hay movimientos políticos muy interesantes, pero efectivamente la ayuda proviene del de al lado. Se ayudan entre ellos, como se ve en Varados. Los griegos están muy castigados económicamente, no es criticable. Es verdad que los edificios okupados son lugares sanos, pero luego hay personajes y lugares oscuros. Hay traficantes y manipuladores. Gran parte de la pedofilia europea se reúne allí aprovechando la situación de necesidad de los jóvenes. También influyen los movimientos de extrema derecha. No todo es solidaridad y ayuda.

Grecia
Cómo han vencido al fascismo en Grecia

Amanecer Dorado, partido de extrema derecha griego, está vendiendo sus sedes y ni siquiera su web está ya en funcionamiento. 

La perspectiva de género atraviesa la situación migratoria. Según el informe del Grupo de Acción Comunitaria, el 36,2% de las mujeres refugiadas entrevistadas han sufrido acoso con indicios, sugerencias o amenazas de agresión sexual.
La mujer es siempre el Sur del Sur. Si un refugiado está abajo, por debajo está la refugiada. Pero todo esto lo he querido tratar desde la luz, más que desde la oscuridad. Cuando los personajes hablan de prostitución son filmados desde atrás, de espaldas. De alguna manera la sombra cae sobre ellos y les ensucia. No me apetecía tirar la sombra sobre ellas, cuando son ellos quienes como consumidores son los culpables.

Como el suicido.
También está presente, pero de la misma forma, no quería poner ahí el foco. Eso sería sensacionalista. No me interesa alimentar prejuicios y clichés.

La competitividad entre mujeres, por ejemplo.
En Varados ellas se ayudan. Parecen no tener límites ni techos de cristal. No compiten entre ellas, aspecto siempre presente en el cine. Es rarísimo que, en la ficción, dos amigas se ayuden. Hay estereotipos que se refuerzan, antiguos, que dan grima y que en la vida real no ves.

La mujer es siempre el Sur del Sur. Si un refugiado está abajo, por debajo está la refugiada.

¿Qué significa la noche en Varados?
Es la llegada. El frío. Es el momento de la reflexión que dejo al espectador. Los protagonistas, además, se encuentran en ese momento de espera que es la noche. Una noche oscura y larga.

¿Que se sepa y no se actúe es violencia institucional?
Las instituciones son cómplices de esa violación de derechos humanos. Pero nosotros como personas y no como instituciones nos tenemos que sentir interpelados. No sé, se me ocurre viajar allí, hacer voluntariado, echar una mano, rehabilitar casas okupas… Yo he aprendido mucho allí. Y me planté con un sonidista y un director de fotografía.

La verdadera solidaridad de la que hablabas.
Sí. Aunque a mí la caridad, la bondad y todos estos términos me dan miedo. Me interesa lo que allí ocurre porque es la realidad y porque va a marcar el futuro. Conocer otros personajes y otras historias. 

¿Mantienes la relación con esos personajes?
Mohammed Ali Madanieh está en Alemania, sigue esperando a sus hijas. Jamal Alkaed, el boxeador, recibió los papeles, montó una cafetería en Atenas, pero no le fue bien. El joven, el cocinero, está en zona oscura, con drogas… una persona tan bonita, con tanta ilusión por la cocina… Es una pena. Una de las chicas está en la universidad.

Sin techo, dices.
Es que no conciben el techo de cristal que tenemos aquí. Cuando yo era pequeña era impensable que llegara a ser directora de cine.

¿Ser mujer directora de cine sigue siendo una barrera?
Es sorprendente, pero sí. Estamos en un momento distinto donde todo parece estar bien. Pero si observas la foto del Cine, de la Academia, verás 100 hombres y 10 mujeres.

No podemos perdernos a la mitad del talento, y no lo estamos perdiendo. No nos podemos perder la mitad de la mirada sobre el mundo.

En Euskadi también.
Sí, sí. Y yo he nacido en una casa donde se nos escuchaba. Sin embargo, la inercia es la inercia. Deben ser los poderes públicos los que garanticen el equilibrio del desequilibrio histórico. No podemos perdernos a la mitad del talento, y nos lo estamos perdiendo. No nos podemos perder la mitad de la mirada sobre el mundo.

¿Hace falta un #MeToo en el cine español? Es conocido el movimiento de denuncia dentro del cine de EE.UU, pero también hubo un 'Yo también' entre las escritoras mexicanas. ¿Por qué no se ha dado aún aquí?
Es jodido. Aunque a mí me parece más interesante el movimiento de mujeres cineastas. Junto a Icíar Bollaín o Isabel Coixet creamos la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA) con el propósito de dar la vuelta al planteamiento: no victimizarnos y reivindicar un lugar, exigirlo. Todas sabemos, con nombres y apellidos, los productores que han abusado o acosado. Una vez, sin ir más lejos, me preguntaron si tenía permiso de mi productor. ¿Permiso? ¿Yo? Yo era la directora. A mis compañeros no les han pedido ningún permiso de un tercero. No fui dócil y pagué un precio, aquella persona tenía mucho poder. Recibí un castigo. Si no llega a ser por la fuerza que tengo, no hubiera levantado cabeza.

Todas sabemos, con nombres y apellidos, los productores que han abusado o acosado.

Disculpa esta pregunta, pero, ¿cómo te atreviste a hacer Yoyes hace 20 años?
Me encanta esta pregunta. Hace unos años cuando me lo planteaban pensaba “¡Qué tontería! ¿Por qué valiente?”. Yo solamente quería aportar mi mirada sobre ese personaje de interés social. Luego, tras algunos coloquios, me di cuenta de la soledad tan grande que tuve cuando me lancé a hacer ese largometraje. Cinco años de mi vida entrando y saliendo del proyecto, muchísimos obstáculos y cientos de anécdotas para hacer esa película. Tuve la necesidad de hacerlo, de hacer Yoyes

Pero ni siquiera es tu primera idea de largometraje.
No. Primero fue La buena nueva, pero la Iglesia llamó a mi productor y lo paralizó todo. Mejor ir a por una cosa sencillita, en vez de Guerra Civil, Yoyes [ríe].

¿Hubiera tenido sentido rodar Yoyes ahora y no entonces, en el durante?
No, lo interesante de Yoyes era contarlo en ese momento. La pena es que no se hayan hecho más proyectos durante. Patria ahora no, Patria hubiera tenido más fuerza en ese momento.

Aunque Yoyes también tiene vigencia ahora. Yo me fijaba en el cine irlandés y en cómo hurgaba en los conflictos, en ese momento, con el IRA. Tiene un interés muy grande para los historiadores que una película se haga para retratar el momento que se está viviendo, pero también interesa cómo ha llegado hasta ahora el relato.

¿Tiene sentido entonces ahora Patria?
No me parece mal que se cuente un hecho si no se ha podido contar antes. Pero yo hice Yoyes en ese momento. Me quedo con que pude contribuir al proceso de paz.

Con una Ana Torrent gigantísima en el papel protagonista.
Pues no estuvo nominada a nada… [ríe] ¿sabías eso? Y ninguna sala de Euskadi la estrenó. Yo me preguntaba cómo era posible eso, con el amor que le tenía a mi pueblo. Pensé incluso proyectarla en el Guggenheim para devolverle el sitio. No había manera... Todo eso se podrá estudiar en unos años.

La proyección en sala ahora es como un concierto. Es muy emocionante.

¿Y presentarla de nuevo?
Pues es que es moderna, Yoyes es más moderna que la serie [Patria].

Actualmente Varados se puede ver en Márgenes y Mujeres de cine, plataformas de cine independiente bajo demanda. ¿Cómo influye en la creación de cine saber que parte de su consumo será en plataforma? 
Bienvenido sea. Pero yo construyo los relatos para la producción en sala, con esa energía que se forma en la emisión, esa emoción colectiva. La proyección en sala ahora es como un concierto. Es muy emocionante.

Adaptarás la novela de Isaac Rosa, Feliz Final. ¿Qué te interesa del amor?
En todo mi cine el amor está como motor. Incluso en Varados. Me he dado cuenta de cómo estamos entendiendo el amor en las parejas contemporáneas. Lo mal que debemos amar para que el final sea un duelo. Mi teoría es: el amor existe, el amor se acaba y no hay culpables. Desde ahí, repensarnos.

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