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Memoria histórica
Queralt Solé: “Se ha logrado romper la barrera física y psíquica de entrar a las criptas de Cuelgamuros”
Para llegar al despacho de Queralt Solé, doctora en Historia Contemporànea por la Universidad de Barcelona y profesora en esta universidad, hay que atravesar un largo pasillo en el que las puertas de las oficinas de docentes se alternan con grandes carteles. Uno de ellos, icónico, muestra un pie calzado con una espardenya, que pisotea una esvástica de piedra hasta destrozarla. La foto, obra del fotógrafo catalán Pere Català, lleva por título Aixafem el feixisme (Aplastemos al fascismo, en catalán).
Eso es, en parte, lo que Solé, autora de diversas investigaciones sobre el valle de Cuelgamuros, considera que se está haciendo ahora en este lugar: resquebrajar, perforar, horadar, romper las barreras que impedían entrar a la basílica, gran símbolo de la dictadura franquista, para exhumar e identificar los restos de personas que fueron enterradas allí sin el consentimiento de sus familiares.
“Se ha roto la barrera psíquica y física de entrar a las criptas”, explica Solé, que ha asesorado al equipo de personas que, desde el pasado mes de junio, trabaja en la basílica para exhumar e identificar los restos de 128 personas cuyos familiares han solicitado que sean desenterradas del valle de Cuelgamuros, bautizado por el franquismo como Valle de los Caídos.
Solé, junto con un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona han logrado documentar y trazar el perfil biográfico de estas personas, para que las familias puedan completar la información que tienen sobre sus seres queridos.
Hasta ahora se ha logrado identificar los restos de diez personas: Víctor Blázquez, Valerico Canales, Emilio Caro, Ramón González, Flora Labajos, Celestino Puebla, Pedro Ángel Sanz, Gregorio Pérez, Raimundo Meneses y Rito Martín, además de otras dos personas no identificadas, todas ellas jornaleros republicanos procedentes de Pajares de Adaja y Navalmoral de la Sierra, en Àvila, que fueron asesinadas por falangistas en 1936. El pasado mes de agosto, los restos de estas personas fueron restituidos a sus familiares.
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Las criptas en las que se trabaja se encuentran a un lado de la nave central de la basílica, próximas al altar mayor y al lugar donde, hasta no hace tanto, estuvieron enterrados los restos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera. Las criptas, según explica Solé, están divididas en cuatro niveles, en cada uno de los cuales hay apiladas cajas de madera que contienen los huesos de personas que fueron trasladadas allí de manera forzosa. Cada caja está rotulada con el nombre del municipio del que procede, pero no consta el nombre de ninguna persona.
El traslado de los restos humanos al valle comienza en 1958, un año antes de la inauguración del monumento, cuando el Ministerio de Gobernación franquista, a través de los gobiernos civiles y de los ayuntamientos, pide información sobre las fosas que se encuentran en cada municipio. De esta manera, obtienen datos sobre dónde están situadas las fosas de soldados franquistas y se decide su traslado al valle, que había sido ideado para honrar a los caídos del bando vencedor.
Pero junto con estos datos, también se tiene conocimiento de las fosas en las que hay enterrados soldados y civiles republicanos, y algunos ayuntamientos solicitan que sean también vaciadas y trasladadas, porque aseguran que les molestan en los cementerios, o porque dicen que no saben qué hacer con ellas.
“No había demasiado criterio para elegir qué fosas serían trasladadas”, dice Solé. “Se decidía en función de cómo se recogerían para ser trasladadas al valle, es decir: por dónde pasa la carretera, que no sea demasiado difícil coger estas cajas para llevarlas a Madrid... Muy práctico, todo. Excesivamente práctico para estar hablando de restos humanos”.
Se estima que en el valle de Cuelgamuros hay actualmente enterradas más de 33.800 personas. De ellas, alrededor de 22.000 son soldados franquistas de quienes se conocen nombre y apellidos. El resto de personas, cerca de 12.000, quedan sin identificar, y la hipótesis que manejan Solé y su equipo es que muchas de ellas son republicanas, tanto soldados como civiles.
“Las familias reclaman sacar a sus muertos de allá por dignidad, por historia familiar, porque piensan que cómo puede ser que estén enterrados allá con sus enemigos”
Descarta, como se ha creído durante décadas, que haya enterradas en el valle gran cantidad de personas que murieron mientras trabajaban en su construcción. “Esto forma parte de la leyenda. Diversos estudios han demostrado que durante la construcción de los monumentos murieron una veintena de personas, y estas muertes fueron registradas en El Escorial (localidad de la que depende el valle). De lo que no tenemos datos es de las cifras de heridos, o de las muertes indirectas causadas por enfermedades como, por ejemplo, la silicosis por la aspiración de polvo”, explica.
Hasta el momento se trabaja para exhumar e identificar los restos de 128 personas, las familias de las cuales han solicitado que sean trasladadas del valle de Cuelgamuros. A la mayor parte de estas familias no se les informó de que sus parientes serían trasladados allí, ni se les pidió permiso, y en algunos casos se han enterado de que están en el valle después de haber emprendido por su cuenta un proceso de investigación, búsqueda y consulta de documentos históricos.
“Las familias reclaman sacar a sus muertos de allá por dignidad, por historia familiar, porque piensan que cómo puede ser que estén enterrados allá con sus enemigos”, afirma Solé. La doctora cree que poco a poco este reclamo se irá extendiendo a más familias, “como una mancha de aceite lenta”.
Un trasvase generacional
Entre las personas del bando republicano que permanecen en el valle de Cuelgamuros hay perfiles muy diversos: sindicalistas, anarquistas, comunistas, jornaleros, soldados, obreros, maestras... También hay muchas mujeres republicanas, aunque Solé afirma que la mayor parte de las mujeres enterradas en el valle son monjas que lo pidieron de manera expresa.
“Ha habido un trasvase entre generaciones de una identidad ideológica. Independientemente del partido o sindicato del que formasen parte, se trata de una identidad antifranquista, antifascista, republicana“
Lo que sí observa Solé es que, en el caso de los familiares de republicanos, hay una fuerte continuidad ideológica entre ellos y sus antepasados. “Ha habido un trasvase entre generaciones de una identidad ideológica. Independientemente del partido o sindicato del que formasen parte, se trata de una identidad antifranquista, antifascista, republicana, que pasa a formar parte de su lucha familiar. El hecho de reclamar que se saque a sus muertos de un lugar donde están de manera obligada refuerza esta identidad política. Entonces, la recuperación de los restos debe entenderse como la culminación de una lucha política. No partidista, pero sí política”, señala la experta.
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Para ella, la entrega a los familiares de los restos de estas personas enterradas en Cuelgamuros “cierra un círculo de lucha y de duelo”. “No han podido hacer un duelo normal, desde lo más básico, que es tener un lugar al que ir a homenajear a tus muertos, hasta lo más abstracto, que es imaginarte a esa persona en un lugar que no es el que le toca, donde piensas que no debe estar”, afirma.
Además de las excavaciones, para que la identificación pueda realizarse es necesario que los familiares donen una muestra de ADN que pueda compararse con el que se extraiga de los restos óseos. La identificación se suele realizar a través del ADN mitocondrial, que solo se transmite por vía materna. Pese a todo, no siempre se puede extraer una muestra genética de los huesos, ya que depende de su estado de conservación, lo que supone una dificultad añadida.
“Es un proceso duro”, afirma Solé. “He visto a muchas personas ya mayores que han ido a donar al banco de muestras genéticas y preguntan si será un proceso rápido... y ya son conscientes de la dificultad que tienen por su edad, de que puede que no lleguen a ver la identificación. Y es ambiguo porque, dentro de la tristeza, está la esperanza de que el hecho de dejar la muestra genética podrá servir en algún momento para identificar a su padre, a su abuelo... La ciencia les permite esta posibilidad que, para algunas personas, es un consuelo”, dice.
Una guerra judicial
Las dificultades para recuperar e identificar a las personas enterradas de manera forzosa en Cuelgamuros no han sido solo de carácter técnico. Obedecen, según Solé, a dos factores: la falta de voluntad política de sucesivos gobiernos, por un lado, y la guerra judicial abierta por las asociaciones franquistas, por el otro.
En este sentido, destaca el papel que han tenido tanto el Secretario por la Memoria del actual gobierno en funciones, Fernando Martínez, como la vigente ley de Memoria Democrática, aprobada en 2022, para el inicio de los trabajos en el valle.
Señala, también, las constantes trabas burocráticas que han supuesto los recursos de las asociaciones franquistas que, amparadas en la legislación sobre patrimonio o sobre los sentimientos religiosos, han intentado bloquear las excavaciones. El último de estos intentos de bloqueo fue rechazado a finales de septiembre por la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que consideró que paralizar los trabajos “generaría un evidente perjuicio al derecho de las víctimas a la verdad y la reparación”.
Solé lamenta que el derecho de las familias a recuperar los restos de sus seres queridos y enterrarlos donde deseen dependa tanto del gobierno de turno en cada territorio. A nivel autonómico, ve con preocupación las consecuencias que puede tener la entrada de la extrema derecha en los gobiernos sobre los trabajos de exhumación en lugares emblemáticos como las fosas del cementerio de Paterna, en València. No obstante, confía en la fortaleza de las asociaciones por la memoria histórica y de algunos ayuntamientos que se muestran a favor de estas acciones.
Un gran espacio educativo
Y una vez acaben los trabajos de exhumación, y todas las familias que lo deseen hayan podido solicitar que se busque allí a sus familiares, ¿cuál debería ser el futuro del valle de Cuelgamuros?
“El valle de Cuelgamuros es un muy buen lugar educativo. No invertiría mucho dinero en que se vea como nuevo, pero sí en conservarlo“
Solé, que ha estudiado el valle durante décadas, y ha publicado diferentes artículos e investigaciones sobre este espacio, lo tiene claro. “El valle de Cuelgamuros es un muy buen lugar educativo. No invertiría mucho dinero en que se vea como nuevo, pero sí en conservarlo, porque a través de este monumento se entiende todo lo que pretendía la dictadura: la imposición, la superioridad, la mezcla entre nacionalismo y religión, el nacionalismo español... El valle te hace sentir pequeña, estás en un lugar que tiene la voluntad de someter. La cultura que quiere transmitirte es absolutamente religiosa y, además, masculina, porque todo en el valle es masculino”, expresa.
Destaca que el valle en su conjunto permite entender el franquismo desde todas las vertientes, porque concentra diferentes aspectos: los intereses económicos y empresariales, el hecho de que se utilizara a presos para su construcción, las condiciones de miseria en las que vivían esos trabajadores -documentadas gracias a excavaciones arqueológicas recientes- o el hecho de que sea una comunidad religiosa benedictina quien gestionase el espacio.
”Sin explicar las consecuencias de cuarenta años de dictadura y una transición que se ha demostrado que estuvo mal hecha, sin un proceso de la verdad, hay demasiadas cosas que no se podrán entender”
“Creo que debería utilizarse para explicar lo que fue la dictadura, porque la dictadura como tal, lo que comportó y lo que comporta actualmente, no está explicada en ninguna parte. Sin explicar las consecuencias de cuarenta años de dictadura y una transición que se ha demostrado que estuvo mal hecha, sin un proceso de la verdad, hay demasiadas cosas que no se podrán entender”, sentencia.