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Memoria histórica
La cárcel-museo de Badajoz
Jeremías Bentham fue un abogado inglés del siglo XVIII que quiso dotar de un sentido industrial a las cárceles y a los presos. Ideó el panóptico, una prisión circular, sin rincones, en la que el carcelero se situa en su centro y desde ahí controla a toda la población reclusa, irradiando su vigilancia. Así se economiza en vigilantes. Para sacarle rendimiento a los penados, propuso también que caminen sobre una rueda y así pongan en marcha telares y ruedas hidraúlicas. La redención por el trabajo en la era industrial.
Cuando Bentham soñó su panóptico no pudo imaginar que algún día uno de ellos sería un museo, como el MEIAC, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporaneo, en Badajoz. Antes de encerrar pinturas y otras obras, el museo cárcel-panóptico encerró personas. Entre 1970 y 1979 fue el destino obligado de más de mil seres humanos con carácter afectivo ajeno al exclusivamente heterosexual.
Cuando Bentham soñó su panóptico no pudo imaginar que algún día uno de ellos sería un museo, como el MEIAC, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporaneo, en Badajoz. Antes de encerrar pinturas y otras obras, el museo cárcel-panóptico encerró personas
Mientras que los jueces enviaban a la prisión provincial de Badajoz a los considerados “homosexuales activos”, los “pasivos” eran enviados a la de Huelva. Unos y otros se declaraban de tal modo para estar más cerca de sus familias. En estas condenas, que fueron más allá de los días de la dictadura, participaron jueces, médicos, psiquiatras, policías, trabajadores sociales y carceleros que aún siguen prestando sus necesarios servicios o disfrutan de merecidos retiros, sin que el tiempo les haya juzgado o tenga visos de juzgarles. El Estado sabe cuidar a sus esbirros.
Después, el verano de 1978 llenó de COPEL el museo-cárcel-panoptico de Badajoz. COPEL es dignidad; COPEL es esperanza; COPEL es Coordinadora de Presos en Lucha. Autogestionaria, solidaria, combativa, el Estado acabó con los motines de la COPEL mediante la dispersión y la heroína, sobre todo la heroína, diablo vestido de ángel, que hizo su entrada en las cárceles para no abandonarlas nunca más.
A día de hoy España es el país de Europa occidental con mayor número de mujeres presas. De estas ni se habla, porque no se las ve. En las páginas de respeto de “El Látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco”, libro de Fernando Olmeda, figura la siguiente ilusión ácrata: “Me gusta mirar las cárceles, las iglesias y los cuarteles, porque sé que algún día desaparecerán”.
Amech Zeravla.