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Medio ambiente
Un verano sin las salinas del Cabo de Gata
“Lo que han hecho es un crimen por el que no va a pagar nadie”. Luis, uno de los últimos pescadores tradicionales del Cabo de Gata, se queja de la situación en la que se encuentra desde principios de julio de este año las salinas, un símbolo de la zona. El pasado mayo unas lluvias torrenciales produjeron un desprendimiento que acabó taponando el canal que lleva el agua a las salinas. Según el informe publicado por Grupo Ecologista Mediterráneo sobre la situación, “La causa han sido una serie de sucesos, difícilmente previsibles, favorecidos por la falta de mantenimiento de las instalaciones, pero con efectos peligrosos para la conservación del ecosistema salinero”.
La desecación de las salinas, que comenzó a identificarse como total desde principios de julio, ha provocado la fuga de las miles de aves que las utilizan como lugar de paso en sus migraciones o como hábitat permanente, especialmente los flamencos: “Es muy doloroso ver a diario como cada vez hay menos flamencos en un cielo que siempre estaba muy poblado de ellos, y los que hay yo veo que están tomando otro rumbo”, comenta Luis. La situación es especialmente grave, ya que son los meses de julio, agosto y septiembre los que registran un mayor número de aves migratorias en este paraje natural, animales que este año han tenido que desviar su camino hacia otras zonas de la provincia como Punta Entinas-Sabinar.
Las salinas son un espacio de dominio público. Sin embargo, según la Ley de Costas, las empresas pueden solicitar concesiones para la explotación y el mantenimiento del proceso salinero. Desde hace años se encuentran explotadas por la Unión Salinera, perteneciente al grupo empresarial francés Salins, dueño de todas las salinas del mediterráneo en el Estado español. La empresa, según datos de E.inforrma, tiene unas ventas anuales que alcanzan los 300 millones de euros.
Las salinas de El Cabo de Gata es una de los espacios salineros más pequeños con los que cuenta la multinacional, una explotación que desde hace años cuenta con un nivel de explotación muy bajo, por lo que la propia empresa ha reconocido que no le sale rentable seguir explotando económicamente este enclave. “Es una instalación abandonada a su suerte. En sus tiempos llego a tener más de cien personas empleadas y en la actualidad solamente quedan tres”, indican desde Grupo Ecologista Mediterráneo.
Empresas como estas reciben subvenciones de fondos europeos para el mantenimiento de espacios salineros, pero la doble titularidad ha hecho difícil identificar qué responsabilidades son de las instituciones y cuáles las de la empresa.
“Lo que han hecho es un crimen por el que no va a pagar nadie”, Luis, pescador y vecino de Cabo de Gata
La situación ha provocado una oleada de manifestaciones y acciones de grupos ecologistas y de la población en general durante todo julio para pedir la inmediata solución del problema. La movilización ha conseguido reunir más de 16.000 firmas y ha conseguido hacer la presión política necesaria para fomentar una acción por parte del Gobierno andaluz.
Solución tardía e insuficiente
El pasado 5 de agosto, el consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, Ramón Fernández-Pacheco, visitó las Salinas y anunció el inicio de las obras de Unión Salinera para reparar el canal. El final de los trabajos y, por tanto, la vuelta del agua a las salinas está prevista para mediados de otoño. Pero Luis se queja de que “el daño ya está hecho”. Según señala, para entonces la época de mayor número de visitas de aves migratorias a la salina ya habrá acabado.
Manuel Pérez, desde Ecologistas en Acción, comenta: “Está bien que se hayan puesto a solucionar, pero es insuficiente, pedimos que la conservación de la salina se divida de la explotación de la misma para que situaciones como estas no vuelvan a ocurrir”.
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La estampa de este verano en el Cabo de Gata está rota sin la imagen de las salinas abarrotadas de aves que tanto visitantes como originarios buscan para contemplar. “Es un espacio que atrae a otro tipo de turismo que no es el de playa, uno menos abrasivo, por lo que también es una fuente económica para la región”, comenta Pérez.
La desecación de las salinas se une a las problemáticas del Cabo de Gata relacionadas en su mayoría con el gran proceso de turistificación que ha vivido la zona desde los años 70: el Algarrobico o el proyecto de hotel en la playa de los Genoveses son algunos de los ejemplos más recientes. La barca de Luis es la última que descansa a pie de playa en la zona: “Yo quiero una playa en la que quepamos todos, mi barca y también las sombrillas”, sentencia.