Estados Unidos
Un empresario en el epicentro de la plutocracia: crónica prolongada del tío Gilito y sus fechorías

La plutocracia ha engordado y no entra en su viejo traje, quiere otro y otro y otro y otro. La democracia es débil.
Donald Trump -banderas EE UU
Donald Trump. Foto de Brian Copeland
13 nov 2024 05:59

Había una vez un tipo que se montó al carro de la riqueza acelerada, una ecuación con la que centró sus negocios hoteleros y de entretenimiento en la élite más poderosa de Manhattan hasta tenerlos de su lado y con la cabeza bien alta exigió no pagar impuestos a los mandatarios. Porque sí, porque él lo valía y venía a salvar las ruinas de la crisis de los 70-80. Con esta estrategia, a la que se le dio conformidad en sus primeros años, el tipo logró levantar ladrillos de fachada ostentosa, replicar casinos, comprar los edificios que se le antojaba y hasta engendrar un culebrón de su vida íntima. Crear su primer imperio fue pan comido. Por supuesto, se cubrió de oro.

Ese prototipo de caradura ambicioso, enfermo de egolatría y con un as siempre bajo la manga es un calco de muchos otros. Y casi siempre tienen un corto recorrido. Pero esta vez la andadura fue muy lejos. Ido de moral, con su tupé intacto y una oratoria propia del mejor de los charlatanes quiso ser el presidente de la que se considera la primera superpotencia global.

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Apelando al orgullo americano se colocó una gorra cuyo eslogan decía “Make America Great Again”. En esta frase metió todo su odio por los inmigrantes, el rancio ideal norteamericano, su exaltación ultraconservadora y se puso a blasfemar como un descosido sobre cualquier asunto que no fuera el crecimiento del dólar y cómo amasar fortunas y limpiar la sangre americana hasta que solo quedaran los “bien nacidos” made in USA. A sus blasfemias incorporó el tono exacerbado digno de los fascistas. Se acostumbró a salirse con la suya. Vaya si se acostumbró.

En ocasiones parecía una caricatura andante, pero ese personaje llegó a ser presidente de Estados Unidos en el año 2017. Un tío Gilito tan real como la vida misma.

Nunca le abandonó el ademán chulesco y las barbaridades a punto de boca; en cuatro años fue capaz de recortar las contadas coberturas de salud para personas necesitadas, negar el cambio climático y desmarcarse de todas las regulaciones ambientales, disminuir los impuestos a sus colegas de las corporaciones (y a los ciudadanos para buscar la medalla inmediata), vender armas a Arabia Saudita, separar familias con la ley fronteriza entre México y Estados Unidos y si fuera poco construir un muro de separación, conspirar en una pandemia, restringir la entrada de refugiados, violar las libertades civiles, aranceles y una lista memorable. Llegan los siguientes comicios y pierde la Casa Blanca. Pero alguien así no puede aceptar la derrota. Difama fraude electoral y es cuando perpetra un golpe de estado dos meses después de no ser reelegido. El tío Gilito se autodetermina el gobernante a toda costa. Artefactos explosivos y muertes por disparo para una jornada que parecía surrealista, la imagen de Hollywood pero con mucho que temer.

Noche electoral, cierran los centros de votación. Unas horas interminables. Google habilita un contador al ingresar en el buscador que parece un marcador de la NBA

Continúa sus andaduras, el hombre de negocios no se aparta, funda su propia red social a la que llama “Truth Social”. Un canal que alimenta con rencores y antipatía a todo lo que se le atraviesa por la sien. No puede faltar el patriotismo enfermizo en bucle. En otro alarde, diseña su marca de ropa y complementos. Una horterada muy apropiada de magnates con el orgullo caliente. En este tiempo fuera de juego, aprovecha los populismos al máximo.

Así pasan los meses hasta que en mayo de 2024 se convierte en el único expresidente del país juzgado y condenado con 34 causas. Un récord que solo el viejo tío Gilito es capaz de aglutinar. Entre los delitos, un cóctel molotov. Falsificaciones de documentos con los que amañó el proceso de las elecciones de 2016, abuso sexual o asalto al Capitolio.

Las fechorías y la gravedad de muchos actos tocan techo, o eso parece. El juicio multitudinario es uno de los más relevantes jamás vividos. Él en cambio se limpia el polvo y sonríe increpando a medios y jueces. Está listo para presentarse de nuevo como candidato republicano. Ni la justicia ni ningún desajuste lo pueden suprimir. Dos meses después, un intento de asesinato fallido en Pensilvania vuelve a favorecerle. De ser un empresario y político corrupto, misógino, negacionista y héroe de la patria con capa caída; pasa a ser el pobre tío Gilito que quisieron aniquilar y toma una forma hasta entrañable en las portadas de la prensa. Tan erguido, tan en busca de su zapato, con la oreja sangrante como símbolo de suerte, íntegro y valiente hacia un intento fallido de un adolescente que muere acribillado en su maquiavélico plan casero.

Tiene por delante una campaña casi ganada, le basta con cuatro palabras. El Tea Party saca la vajilla especial para el festejo de los meses venideros. Las zapatillas que pone a la venta una empresa de la que es propietario con la imagen de su mejilla ensangrentada y el puño en alto exclamando “lucha,lucha,lucha…” es el espejo de la psicopatía que entraña.

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En un salto llega noviembre de 2024, los enfrentamientos hacia la candidata demócrata son repetidamente televisados o colocados en redes sociales, aburren. Nadie (sensato) piensa que el regreso del tío Gilito y sus fechorías tenga vuelta de hoja.

Noche electoral, cierran los centros de votación. Unas horas interminables. Google habilita un contador al ingresar en el buscador que parece un marcador de la NBA. Los números se mueven con ajetreo. La cosa se pone fea. Fin de la noche, holgadamente rebasa los 270 votos electorales para lograr la presidencia. 295, tiro libre.

En el exterior se sorprenden, si se dieran una vuelta por Luisiana, Texas, Nevada o Arizona podrían ver cómo la realidad siempre avisa a gritos.

La democracia se ejerce. La democracia conlleva la responsabilidad de todos y todas ante la urna, arma de decisión masiva. Ucrania. Oriente Medio. Europa. El mundo. ¿Que en qué me afecta esto a mí? 47 intentos de conciliar una sociedad fracturada. Cadenas metálicas resonando. La plutocracia ha engordado y no entra en su viejo traje, quiere otro y otro y otro y otro. La democracia es débil. Donald Trump. Querido cretino. Detestable cretino (nos dejamos de ironías). La democracia se encuentra en coma profundo.

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El blog de luchas sociales a lo largo del planeta, conflictos internacionales y propuestas desde abajo para cambiar el mundo. El Salto no comparte necesariamente las opiniones volcadas en este espacio.
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