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Israel
Un ministro a lo Clint Eastwood
A pesar de que este ciclo de campañas electorales y parlamentos divididos lleve cuatro años produciendo una repetición monótona e insalvable de editoriales sobre la bipolaridad de Israel, parece ser que entre la confusión intangible de la rutina sobresalen, a veces, elementos que dan a las ideas manidas nuevo lustre, pero que al mismo tiempo obligan a los actores más viejos a espabilarse ante el vigor de la actualidad.
Obviamente, la última y más potente de dichas apariciones ha sido la figura de Itamar Ben Gvir, el personaje que durante la campaña electoral aupó a su partido, El Sionismo Religioso, a los mejores resultados de su historia. Tanto es así que solo hay que mirar la facilidad con la que su fenómeno ha encontrado cabida en los análisis que todas las corresponsalías en Israel han tenido que mandar a sus oficinas centrales tras las elecciones del 1 de noviembre. Y no es que tuvieran alternativa, porque las dinámicas políticas del último lustro, aun a pesar del interés que puedan suscitar sus cambios sutilísimos a los frikis de la política israelí, habrían vuelto a cristalizarse tal cual si no fuera por la intervención de Ben Gvir. Ha llegado el vaquero racista y mataindios pegando tiros para salvar el espectáculo.
En estos últimos cinco años nunca había soplado el viento tan a favor de un gobierno de Netanyahu. No obstante, es un viento que no controla, y eso le asusta, acostumbrado como está a entender la política como su tablero personal
Ahora comienzan las negociaciones para formar gobierno, tarea por fin encomendada al incansable Benyamin Netanyahu, acusado por corrupción y figura central del tempestuoso clima electoral israelí, ya sea por identificación o por oposición. Bibi, como se le conoce cariñosamente, ha comenzado su ronda de consultas con los que deberían ser sus socios naturales, es decir, todos aquellos que no echan pestes con la mera idea de facilitarle el retorno a la presidencia. Se trata, mayoritariamente, de la constelación de partidos ortodoxos y ultranacionalistas, cuyas diferencias teológicas y políticas a veces se confunden entre sí. Es por la aparente naturaleza conservadora de este bloque, y por la propia estela de Netanyahu, por lo que los titulares provenientes de Israel no paran de repetir algo que, por más obvio que sea, no deja de ser verdad: Israel se encamina al gobierno más derechista de su historia.
Sin embargo, ahora que las diferentes partes se tienen que sentar a negociar comienza a manifestarse algo que no debería sonar tan antinatural, a saber, que las derechas también tienen enconadas enemistades y que los políticos antiguos siempre tendrán traiciones aguardando contra los advenedizos, aun cuando sus seguidores llamen a una alianza ciega.
Israel
Elecciones en Israel Netanyahu gana las elecciones y podría gobernar con el supremacismo
Ya hay algunos tabloides que afirman que las desavenencias entre los socios, como la poca predisposición de entregar el Ministerio de Hacienda a Smotrich, compañero de partido de Ben Gvir, están fundamentadas en las presiones ejercidas por el gobierno de Estados Unidos para alejar a Netanyahu de la esquina radical e impedir que ministerios claves caigan en manos de los “colonos” o los “ultraortodoxos”. Pero, sin obviar estas razones, me inclino más a pensar que todo esto se trata de una calculada maniobra de Bibi que busca apagar las ascuas de pasión ultraderechista que arden desde la noche electoral. En estos últimos cinco años nunca había soplado el viento tan a favor de un gobierno de Netanyahu. No obstante, es un viento que no controla, y eso le asusta, acostumbrado como está a entender la política como su tablero personal, en el que podrá perder o ganar, pero siempre dictando las reglas.
Las negociaciones continúan y ya se verá qué resultado cosechan, tanto para unos como para otros. Pase lo que pase, Itamar Ben Gvir, el hombre de los titulares, será también el hombre del próximo gobierno. No puede albergar Netanyahu esperanzas de lo contrario, por mucho que le gustaría. La derecha verdadera, valiente, honesta, está representada ahora por ese hombre que lleva su arma personal a la Knesset, que defiende la pena de muerte, que apoya la anexión, que promueve el destierro de ciudadanos israelíes, que justifica el asesinato de Rabin, y que además hace todo eso en voz alta y sin ningún ápice de vergüenza. Bibi es ahora el cobarde, el mentiroso, el realpolitik, al que han adelantado por la derecha. Aparte de ser el gobierno más derechista de la historia, el próximo gobierno también será el más molesto para Netanyahu, ansioso de recuperar para sí el título de campeón indiscutible de la derecha, arrebatado por esa especie de Clint Eastwood bufonesco.