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Perdonen si me pongo pesado con el tema de la guerra de Ucrania, pero es que me parece la manifiesta pulsión de muerte de la contemporaneidad “primermundista” y espanta ver con qué éxito está siendo invisibilizada por los dirigentes y partidos políticos sistémicos. Por supuesto, con el concurso de los medios de (des) información masiva, colaboradores necesarios en la creación de esta burbuja de indiferencia.
Aparte de la omisión criminal con los miles de muertos ucranianos y rusos, es como si la guerra no estuviese condicionando todas las esferas de nuestra vida cotidiana. Una penetración que comprende el asombroso —para los padrones europeos— encarecimiento del coste de vida, las políticas estatales de asignación de recursos —un día sí y el otro también— al frente bélico y a la industria de guerra, y el paralelo avance de las medidas de recortes en el campo social, la naturalización de la creciente violencia policial, así como el involucramiento de España en la estrategia de la OTAN (la última cumbre de esta organización criminal se celebró en Madrid; además nuestro país es uno de los principales exportadores mundiales de armas).
Los partidos de izquierda se esmeran en ocultar que los “fondos europeos de cohesión” están condicionados al alineamiento con el belicismo de la OTAN, dirigida por el imperialismo yanqui de toda la vida
Es por otro lado atronador y vergonzante el silencio de los partidos de izquierda, que también pretenden que aceptemos el marco de lo supuestamente “posible” en el ámbito de la UE, sin confesar que como contrapartida es menester la complicidad activa con uno de los bandos responsables por este crimen de lesa humanidad. Se esmeran en ocultar que los “fondos europeos de cohesión” están condicionados al alineamiento con el belicismo de la OTAN, dirigida por el imperialismo yanqui de toda la vida.
Mientras, la “izquierda rojiparda” alimenta la ilusión de que tras el otro actor bélico, el capitalismo mafioso con apelación pos estalinista pan rusa de Putin pueda alentar el nacimiento de un mundo mejor. “Multipolar” le llaman. Que les pregunten a los disidentes, a los objetores de consciencia para incorporarse a filas, a las feministas, a las minorías LGTBI y a muchos/as más por esa “esperanza”. Eso, sin hacer mención a la devastación ecológica que garantizan sus políticas de matriz capitalista neodesarrollista.
¿Cómo pretenden estas “izquierdas” que, en este clima de envilecimiento general, de “sálvese quién pueda”, de “cada uno por sí y dios por todos”, no crezca la nube negra fascista que sobrevuela los cielos europeos? ¿Cómo quieren que la privatización de la vida no se abra camino sin freno, y se perciba como “natural” que los bancos y las empresas del IBEX35 aumenten sus beneficios en niveles obscenos, mientras buena parte de nuestros trabajadores —con flamantes contratos indefinidos— tienen que elegir entre comer o pagar el alquiler?
¿No sospechan que la actual atmósfera insolidaria, racista, xenófoba, negacionista de la violencia machista, se parece demasiado a la claustrofóbica sensación de opresión y de “encierro” que atravesaba la sociedad alemana en los momentos previos al ascenso del nazismo?
Que cada uno vote —o deje de hacerlo— conforme a lo que su consciencia, o sus cálculos, le indiquen, pero ¿cómo esperan que creamos que —en este marco y con acuerdos de despacho obtenidos entre gallos y medianoche— se pueda detener la ola fascista con el mero ejercicio del voto? ¿Están ciegos, o pretenden que lo estemos nosotros y nosotras? ¿No sospechan que la actual atmósfera insolidaria, racista, xenófoba, negacionista de la violencia machista, se parece demasiado a la claustrofóbica sensación de opresión y de “encierro” que atravesaba la sociedad alemana en los momentos previos al ascenso del nazismo? ¿Ninguno de nuestros brillantes intelectuales es capaz de ver la inspiración goebbeliana —de manual— en las políticas de fake news que se lanzan desde las usinas de la derecha y la ultraderecha?
Animémonos a debatir y compartir este presente atroz con quienes tengamos a nuestro alcance, para intentar que se perciba que en climas de apatía social —como este— comenzaron las dos guerras mundiales que nos precedieron. Con la importante diferencia de que en ninguna de ellas había potencias con armamento nuclear.
Antimilitarismo
Guerra Antimilitarismos demasiado pequeños para guerras demasiado grandes
En este contexto incierto, un pequeño equipo de personas, que se han sentido interpeladas por esta deriva criminal, se ha propuesto hacer algunos programas en torno a la guerra de Ucrania. Utilizan como referencia el tema “Centro de gravedad permanente” que el compositor Franco Battiato lanzara en 1985. Se emite a través de Canal Red.
Entre la crítica y el debate, si aún no nos han anestesiado del todo, sería genial que recuperáramos el espíritu del “No a la guerra” de la invasión a Irak y el deseo de tomar las calles para exigir a nuestros gobernantes el fin de este crimen continuado y obligarles a empeñar esfuerzos en una salida negociada, para detener esta masacre de incierto desenlace.
“¡Guerra a la guerra!”
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¡¡BRAVO!!
Este sí que es un discurso necesario, uno que debería estar repitiéndose una y otra vez, porque nos va la vida en ello.