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El crítico Hilario J. Rodríguez explora en su reciente libro Gracias por no ir al cine (Innisfree, 2017) unas estructuras rizomáticas que ya había ensayado en anteriores títulos como Nostalgia del futuro. Contra la historia del cine (Micromegas, 2016).
A través de pequeños ensayos, que funcionan a modo de capítulos, se ordenan las tres secciones que conforman este libro: Mistificaciones, Petite Planéte y Redes. En ellas Rodríguez nos invita a pensar y aprender a leer las imágenes, que se acompañan de leyendas, gracias a las cuales adquieren nuevos significados y contextos. Según el autor, las imágenes que aceptamos son las que no sancionan nuestras fantasías, siendo precisamente ésas las que nos permiten avanzar entre nuestros conocimientos y suposiciones. Las imágenes son entendidas como puntos de partida y no de llegada. De ahí el peso que tienen en las páginas de Gracias por no ir al cine: a través de ellas se rastrean las historias del cine (clásico y contemporáneo) y del arte.
Si, como escribía Benjamin, las citas son «salteadores de caminos que irrumpen armados para arrebatar la convicción que alberga el ocioso paseante», cada una de las que inician los ensayos de Hilario J. Rodríguez nos sorprenden y despojan de la seguridad de los derroteros por los cuales nos conducirá el autor a lo largo de su desarrollo. En ellos, además del peculiar montaje de fotografías y textos (muestra de una escritura de formación politécnica), se hace explícito un cuestionamiento de la jerarquía entre los textos y los subtextos (en ocasiones los pies de página se acerca en extensión el cuerpo principal del ensayo). De este modo, dirigiendo la escritura hacia el terreno del ensayo y convirtiendo la lectura en una continua fuente de documentación, ésta deviene lectura ampliada, con varias capas narrativas, incluyendo abundantes pies de página en los que se interrelacionan múltiples referencias al cine, la pintura, la literatura o hechos y personajes históricos (así, por ejemplo, conocemos al funambulista Philippe Petit que cruzó, en 1974, sobre una cuerda tensada hasta ocho veces la distancia que separaba las terrazas de las Torres Gemelas). Rodríguez no se olvida de prestar atención a la visión occidental –de mirada colonizadora– que el cine ha tenido de culturas no europeas como las de África, Latinoamérica, Turquía o China.
En definitiva, Hilario J. Rodríguez nos propone, en este nuevo libro, insistir en la búsqueda de la intertextualidad y el diálogo entre las artes, para así conseguir ampliar nuestro punto de vista más inmediato. La intención no es otra que modificar nuestra mirada –y hacerlo en un momento de especial domesticación cultural– a través del cuestionamiento de las reglas y los valores establecidos. Ésa es la ayuda que nos ofrecen las referencias cinematográficas, artísticas y las lecturas presentes en Gracias por no ir al cine.
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Me lo prestó una amiga y lo leí en tres días. Es un libro brillante y riguroso. Muy buena esta reseña.