Glasgow
La Estatua de Wellington, en la plaza Royal Exchange en Glasgow, Escocia, en una imagen de 2004. Jose Durán Rodríguez

Literatura
‘Historia de Shuggie Bain’: clase e identidad en el Glasgow de los años 80

Hasta 44 editoriales rechazaron la publicación de ‘Historia de Shuggie Bain’, de Douglas Stuart, una novela que acabaría siendo premiada por uno de los certámenes literarios más prestigiosos de habla inglesa y traducida a más de treinta idiomas.
5 ene 2022 06:00

Glasgow en la década de los 80 era una ciudad devastada y herida. La desindustrialización impulsada por los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher dejó a la ciudad sin sus astilleros y minas. La otrora potente industria siderúrgica de la urbe escocesa cayó de manera inexorable en el olvido e inmensas naves industriales fueron abandonadas para convertirse con el paso el tiempo en el refugio de pandillas juveniles adictas a la violencia y al alcohol. En ese extrarradio, brutal y sin esperanza, se desarrolla la Historia de Shuggie Bain de Douglas Stuart, una de las sensaciones literarias de 2020 que ese mismo año obtuvo el prestigioso premio Booker y que en 2021 fue publicada en castellano por la editorial Sexto Piso y en catalán por Edicions de 1984.

La infancia del autor le sirve para narrar la historia de su ‘alter ego’ Shuggie Bain, un niño amanerado y precoz, que crece en un entorno duro y hostil

Douglas Stuart, diseñador de moda residente en Nueva York desde hace más de veinte años, nació en Glasgow en 1976 en el seno de una familia de clase obrera empobrecida del barrio de Sighthill, suburbio del norte de la ciudad rodeado de grandes bloques grises de viviendas. La infancia del autor le sirve para narrar la historia de su alter ego Shuggie Bain, un niño amanerado y precoz, que crece en un entorno duro y hostil, primero en Sighthill y posteriormente en un barrio minero de casas apiñadas con el nombre ficticio de Pithead y que por las descripciones correspondería al barrio de Cardowan en las afueras del noroeste de la ciudad. La infancia de Shuggie Bain, marcada por una madre alcoholizada y por el rechazo social que sufre desde edad temprana debido al descubrimiento de su orientación sexual, trascurre en paralelo en unos años en los que la pobreza y el desempleo se cebaron en los barrios de clase trabajadora de ciudades como Glasgow.

Las reconversiones industriales de finales de los años 70 propiciaron en 1979, cuando Margaret Thatcher accedió al poder, una caída de la producción industrial del 10% y un aumento de la tasa del paro del 141%. En 1982, Gran Bretaña ya contaba con más de tres millones y medio de parados. Ello unido una la elevada inflación y a la subida generalizada de los precios provocó que amplios sectores de la población acabasen sumidos en la marginalidad y dependiendo únicamente del colchón de unas precarias prestaciones por desempleo. Esta situación de vulnerabilidad social se hizo notar de manera muy palpable en el norte de Inglaterra y en Escocia, donde la industria pesada y en especial la minería habían sido elementos de cohesión y progreso para comunidades enteras. Tras el desmantelamiento de ese tejido industrial no fueron pocas las comunidades y los barrios que quedaron excluidos de un Estado del bienestar que parecía tener los días contados. Fue en este crudo contexto social en el que creció Shuggie Bain, y como el propio autor describe en la novela, predominaba en los barrios obreros de Glasgow una sensación de frustración y fracaso que hizo que la falta de trabajo fuese sustituida por el alcohol.

Que lo personal es político subyace en la novela de Douglas Stuart a través de la desdichada historia de una madre y su hijo menor, atrapados ambos en una espiral de carencias no solo en lo material sino también en lo afectivo y en lo corporal

¿Pero es la Historia de Shuggie Bain una novela política? El mismo Douglas Stuart declaraba recientemente en una entrevista que su objetivo no era escribir un libro sobre política sino sobre el amor de un hijo a su madre, pero que no podía contar nada sobre el amor en el Glasgow de los 80 sin ser político. Es decir, que lo personal es político subyace en la novela de Douglas Stuart a través de la desdichada historia de una madre y su hijo menor, atrapados ambos en una espiral de carencias no solo en lo material sino también en lo afectivo y en lo corporal. Agnes Bain, con tres hijos y un segundo marido mujeriego y cruel que la maltrata psicológicamente, acabará agarrándose a la bebida como válvula de escape de una realidad gris y despiadada.

Stuart demuestra que el relato de la clase obrera es asimismo la historia de la ternura y el afecto como corazas ante las violencias del ámbito familiar y social, así como las de un sistema que hunde a los más débiles en el pozo de la desesperación

Su tercer hijo, Shuggie Bain, será quien más sufra la adicción de su madre a la bebida tratando de cuidarla y protegerla frente a una sociedad permisiva respecto el alcoholismo entre los hombres pero que ejerce de juez impecable cuando se trata de una mujer. Esa misma sociedad que, a su vez, condena al ostracismo y a la humillación permanente a Shuggie Bain por no cumplir con los cánones estéticos y culturales de la masculinidad normativa. Esa interrelación entre clase e identidad de género y sexual en un barrio obrero del Glasgow de los 80 convierte el libro de Douglas Stuart en una novela profundamente política. Eso sí, una novela que, lejos del manifiesto y la proclama política, se desliza por el abrupto terreno de los sentimientos, pero también por el del dolor y la amargura. Douglas Stuart demuestra que el relato de la clase obrera es asimismo la historia de la ternura y el afecto como corazas ante las violencias del ámbito familiar y social, así como las de un sistema que hunde a los más débiles en el pozo de la desesperación.

Darren McGarvey publicó Safari en la pobreza (Capitán Swing, 2019) en 2017. Rapero y escritor criado en Pollok, barrio del sur de Glasglow, McGarvey quiso reflejar en su aclamado ensayo la vida en los barrios marginales de Gran Bretaña y el origen de la ira de esa parte de la población. El autor escocés aborda un safari por la pobreza en los barrios de la clase trabajadora más castigada de Gran Bretaña lejos del paternalismo y del cliché que a veces tanto abundan en textos de teóricos y articulistas del progresismo academicista de clase media.

Darren Mcgarvey coincide con Douglas Stuart a la hora de desentrañar el porqué de las violencias en las calles de las periferias urbanas como el reverso de la moneda y el resultado de una violencia sistémica e institucional normalizada tras décadas de olvido y de hacinar a una parte de la clase obrera a los márgenes de las ciudades. Aspirar a una mejor vida y a salir del barrio fue y es el deseo de miles de familias trabajadoras que sienten como una derrota personal vivir bajo el estigma de habitar en según qué zonas. Salir del hoyo, una realidad que choca con la idealización acrítica y estética de las periferias, hoy tan en boga entre quienes no han crecido ni vivirán jamás en esos barrios de los que acostumbran a escribir tan a menudo.

En la novela de Douglas Stuart tenemos además un polvorín social añadido que nos remite a la división cultural y religiosa ente católicos y protestantes que tuvo su máxima expresión en el conflicto político que vivió Irlanda del Norte entre las décadas de los años 60 y 90. Obviamente, Glasgow no es comparable a Belfast o Derry ni Escocia a Irlanda del Norte. Sin embargo, la ciudad escocesa era y es una ciudad dividida entre católicos de origen irlandés y protestantes partidarios de Gran Bretaña.

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Sin llegar al extremo de la segregación norirlandesa entre ambas comunidades, el Glasgow de Shuggie Bain es una ciudad fracturada socialmente en la que los recelos y odios entre unos y otros están al orden del día. Una muestra de ello es el fragmento de la novela en la que se cuenta cómo Catherine, hermana de Shuggie Bain, es atacada por una pandilla juvenil en una fábrica abandonada. Tras ser sentir el filo de una navaja en su rostro, los agresores le preguntan si es del Celtic o del Rangers. Más allá del futbol y de la afición por uno u otro equipo de la ciudad, lo que en realidad preguntan a Catherine es por su origen, si es católica o protestante. Porque, como es sabido, cada equipo representa a una comunidad, el Celtic a los católicos y el Rangers a los protestantes. Y como ella misma medita, esa era una pregunta imposible. Porque de equivocarse, le grabarían “una sonrisa de Glasgow”, una cicatriz de por vida de oreja a oreja. Si acertaba, “tal vez solo la violasen”.

Las diferencias entre católicos y protestantes no dejan de tener un visible carácter de clase. Los católicos, residentes generalmente en el East End, en las urbanizaciones de mineros o en barrios como Germiston o Sighthill, fueron la población más afectada por el derrumbe del tejido industrial de la ciudad. Como plasma Douglas Stuart, muchos de ellos acabaron entregándose a la bebida en los Miners Clubs, otros tantos consumían sus prestaciones sociales y los más afortunados pudieron reciclarse en otros sectores del mercado de trabajo.

Entre los protestantes también hallamos una clase obrera precarizada, pero por lo general ocupan una posición social y laboral más acomodada. No en vano, recordemos que en los enconados derbis entre el Celtic y el Rangers uno de los cánticos de la afición del equipo protestante dedicados a sus adversarios es “You haven’t got any money”. O lo que es lo mismo: “No tenéis nada de dinero”. Este sectarismo con tintes clasistas sobrevuela en la novela de Douglas Stuart como un reflejo de la ciudad en la que creció. El propio Shuggie Bain, hijo de un protestante y de una católica, sentirá a lo largo de su infancia como las broncas domésticas entre sus progenitores acababan siempre con el desprecio mutuo hacia la religión y el origen de cada uno de ellos.

Con anterioridad a Douglas Stuart, varios han sido los autores que han plasmado la vida de la clase obrera británica en sus obras. Escritores que obtuvieron el reconocimiento de la crítica literaria como Alan Sillitoe en los años 50 o Irvine Welsh en los 90. Pero Douglas Stuart aporta un elemento que no ha sido del todo explorado en la novela social y de clase. Este no es otro que el de reflejar las diversidades en el seno de la misma clase obrera. De manera muy común, la literatura sobre los barrios obreros está impregnada de referencias a la rudeza en las calles e incluso a unas masculinidades violentas y tóxicas. Es evidente que esa es una realidad, con su trasfondo social y cultural, que se da entre las clases populares y por lo tanto sería absurdo negarla. Pero al mismo tiempo, la novela de Douglas Stuart viene a constatar que la clase obrera es mucho más diversa respecto al prototipo que se ha trazado de ella. Películas como Billy Elliot (2000) y Pride (2014) ya abordaron esas identidades invisibilizadas y tras ellas lo que consigue Douglas Stuart es dar más visibilidad a esas realidades en un marco literario basándose además en su propia experiencia personal.

La infancia de Shuggie Bain no fue nada fácil. Sufrió los vaivenes de una madre alcohólica a la que amaba y adoraba, a la vez que sentía el menosprecio y las burlas de los chicos de su edad porque se trataba de alguien diferente. El machismo, el acoso escolar, la homofobia y las violencias estructurales tanto en el hogar familiar como en las calles conforman el desolador paisaje urbano del Glasgow de los 80 descrito por Douglas Stuart.

Hoy, cuando los debates acerca de las diversidades han adquirido un papel activo en la política o los movimientos sociales, la industria editorial sigue anclada en un relato clásico de la sociedad. De hecho, a Douglas Stuart le costó lo indecible encontrar una editorial que publicase su novela. Sencillamente, no se entendía ni se asimilaba una historia así en un contexto de clase obrera. Hasta 44 editoriales rechazaron una novela que acabaría siendo premiada por uno de los certámenes literarios más prestigiosos de habla inglesa y traducida a más de treinta idiomas. Quizás ese mundo editorial tan elitista tome conciencia a partir de ahora de la importancia de la diversidad y de que, efectivamente, en la clase obrera conviven múltiples realidades y miles de niños como Shuggie Bain.

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