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Literatura
África y la novela negra se citan en el festival Aridane Criminal
El cálido final del mes de enero fue el momento escogido por Aridane Criminal para desembarcar por cuarto año consecutivo en el municipio palmero de Los Llanos de Aridane. Este festival chiquito de novela negra, dirigido en sus tres ediciones anteriores por Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971), llegaba a la edición de este año tocado por la pérdida: el “comisario” Ravelo fallecía, víctima de un infarto que nos lo borró del paisaje, hace apenas un año. Pocos días antes, acababa de pasar el testigo de la dirección al periodista Eduardo García Rojas (Santa Cruz de Tenerife, 1964). Aún con el gusto del duelo en los labios, Aridane Criminal se las arregló para regresar en 2024 y, en homenaje a quien —al golpito— le dio forma, reiterar su apuesta por señas distintivas como un espacio africano programado con la Cátedra Cultural Antonio Lozano de Género Criminal (Universidad de La Laguna).
El hueco que Aridane Criminal consagra a África es una sección muy peculiar del festival, que ostenta el nombre del escritor Antonio Lozano y obedece a la vocación tricontinental y la africanidad evidente de Canarias
Inaugurado en 2022 con la nigeriana Oyinkan Braithwaite, el hueco que Aridane Criminal consagra a África es una sección muy peculiar del festival, que ostenta el nombre del escritor Antonio Lozano (Tánger, 1956) y obedece a la vocación tricontinental y la africanidad evidente de Canarias. Su protagonista el mes pasado fue Lauren Beukes (Johannesburgo, 1976), una creadora elogiada por referentes literarios como Stephen King o James Ellroy y que firma una biografía ecléctica que incluye periodismo, televisión, cómic, guiones y documentales. Su novela Las luminosas llegó a la pequeña pantalla como serie de la mano de Elisabeth Moss y otra de sus novelas, Zoo City, recibió, entre otros galardones, el prestigioso Arthur C. Clarke.
“Alexis Ravelo, además de ser un magnífico escritor, fue también un lector con mucho olfato”, señala García Rojas por correo electrónico. “De ahí su entusiasmo por dar a conocer las literaturas negras y criminales que se escriben en África, un continente que no suele estar presente en los festivales que en España se dedican al género”.
“Creo que los autores canarios, como la mayor parte de la población, viven de espaldas a África. Pocos autores la tratan”, dice el profesor Javier Rivero Grandoso
Profesor universitario y cómplice necesario del festival, Javier Rivero Grandoso (Santa Cruz de Tenerife, 1987) completa: “En general, creo que los autores canarios, como la mayor parte de la población, viven de espaldas a África. Pocos autores la tratan. Antonio Lozano, Pablo Martín Carbajal y poco más”. Y se extiende mencionando a algunos personajes casi anecdóticos, como el Dudú senegalés de Ravelo, en la serie de Eladio Monroy.
Touré y Monroy
Cuando Rivero Grandoso presentó a Beukes ante el público de Aridane Criminal el pasado 21 de enero, tenía a su espalda el cartel que rendía tributo a ese Ravelo clarividente, con sus gafas caladas, el cigarrillo atrapado entre dos dedos y vigilando, con una mixtura de socarronería y cariño, el diálogo entre sudafricana y tinerfeño. El año pasado, el mítico Sterling Hayden era el protagonista de la cartelería, pero Grandoso se situaba en el mismo lugar y con la misma excusa, aunque con la misión de inaugurar el festival con otro enamorado de África, Jon Arretxe (Basauri, 1963).
Arretxe ha elegido a un detective-vidente burkinés radicado en Euskadi como el héroe de una saga que inició en 2012. La serie Touré cuenta con diez títulos, empezando por 19 cámaras y terminando, de momento, por Mañas de lagarto, que aparecerá en español esta primavera. Su protagonista es ahora también el protagonista de una serie coproducida por TVE y EITB que se estrenará en breve en La 1.
Eladio Monroy, el detective emblemático de Ravelo, y el Touré de Arretxe coinciden en la ficción en la última entrega de este último gracias, precisamente, a Aridane Criminal: la idea surgió entre las copas y charlas de la edición del año pasado y el repentino fallecimiento de Ravelo precipitó la decisión y una escritura en clave de homenaje. Gracias a los canarios, el autor vasco le cogió gusto a asentarse en el popular barrio de La Isleta, en la capital grancanaria, a departir con migrantes africanos y personas que se relacionan, coexisten y trabajan con ellos. El resultado del roce es una obra donde Monroy y Touré se dan la mano en Gran Canaria.
“La novela negra se caracteriza por el análisis social —asegura la escritora Carmen J. Nieto—, en este sentido, considero que la inmigración no puede quedarse fuera del retrato que hacemos de la sociedad actual”
Arretxe es una deliciosa anomalía. Los inmigrantes africanos suelen estar desaparecidos de nuestra literatura u ocupar la plaza de víctimas o delincuentes, parte de un atrezo borroso. Algo que autores como Carmen J. Nieto (Arucas, 1973) remedian con textos que intentan dotarles de profundidad y voz. “La novela negra se caracteriza por el análisis social”, abunda ella por correo electrónico. “En este sentido, considero que la inmigración no puede quedarse fuera del retrato que hacemos de la sociedad actual. Aparece no solo como parte del paisaje social, está presente para hacernos reflexionar sobre las etiquetas que le ponemos a las personas. Realmente no todas las personas somos iguales, ni siquiera todos los migrantes son tratados de igual manera”.
Y prosigue: “Los menores que viven en el piso no tienen la misma consideración que los hijos de los protagonistas. Siguiendo los cánones de la novela negra, no existen los finales felices y el personaje que trata de romper ese muro de separación es eliminado. No nos interesa escuchar la voz que nos recuerda que todos somos iguales en torno a la palabra”.
Anticolonialismo
Burkina Faso, la patria de Touré, es también el país donde se sitúa El caso Sankara, de Antonio Lozano, un repaso de la historia antiimperialista reciente de ese país, narrada en clave negra y que, junto con otra novela de Lozano, Donde mueren los ríos, son lecturas esenciales para comprender las migraciones africanas hacia el Norte global, el proverbial y turbulento empobrecerse de un continente que parece no levantar cabeza y el devenir reciente del Sahel y África Occidental.
El autor de origen tangerino, radicado en las islas durante décadas, no se contentó con dar su versión de los hechos y expresar su amor por África en formato viajero, novela, cuento y dramaturgia: también tradujo y promocionó la obra de Moussa Konaté (Kita, 1951), autor maliense de género negro cuyo deceso se produjo en 2012 y del que acaba de publicarse en español la novela La huella del zorro. Rivero Grandoso nos recuerda que, entre otras muchas cosas, debemos a Lozano, fallecido a principios de 2019, el haber puesto África en el radar de Ravelo.
El periodista, escritor y guionista José Luis Ibáñez (Barcelona, 1961) conoció a Alexis Ravelo en BCNegra, en 2012, a instancias de su comisario Paco Camarasa. El escritor canario llegaba a Cataluña con su camarada y paisano José Luis Correa del brazo, protagonistas ambos de una sección denominada Islas Negras. Fue la edición que se concedía el Pepe Carvalho a Petros Markaris y Ravelo contaría que, cuando departía con su admirado novelista griego, este se iluminó de nostalgia feliz al explicarle que conocía Canarias a través de Lozano y que se había dorado al sol de Agüimes en una de las innumerables iniciativas culturales que éste organizaba en su municipio de adopción.
“Una parte de Alexis, que yo creo que es la más íntima de él, es francófona, sobre todo, de Jean-Patrick Manchette”, asevera Ibáñez frente a un cortado, durante una de sus visitas a Las Palmas de Gran Canaria. “Manchette está muy ligado con el anticolonialismo francés. Tiene por ahí varios títulos dedicados al tema anticolonial, a cómo Francia ha metido las zarpas en África, se cargó líderes, apresó líderes, apoyó a dictadores y demás. Esa parte de Alexis, sorprendentemente, es muy poco divulgada, muy desconocida de él. Lo que significó todo el tema de la descolonización africana. Supongo que debía suponer que nos pillaba un poco lejos a pesar del Sáhara y de Guinea Ecuatorial”.
Ibáñez aventura que ese interés por los desheredados de la tierra que nos quedan más cerca no es muy común en nuestro país y que, en España, “nos hemos olvidado de que tuvimos América como colonizadores, de que hubo esclavos en Cuba”. “Pasaba incluso con Camarasa, de izquierdas, represaliado, que había estado en la cárcel su mujer, Montse”, precisa removiendo su cortado. “Creo que es una especie de olvido general que tenemos por el tema colonial. Pero en Alexis estaba presente porque su gran tema era la injusticia y por esa formación suya con escritores franceses anticolonialistas y sus raíces con la novela francesa negra. Aparte de que Alexis era muy canario y el tema africano era inevitable. Trabajar en el tema canario y no hablar de tema de inmigración y de relación con África es imposible”.
“La relación de explotación y expolio que se ha desarrollado con África no suele relacionarse directamente con la inmigración, al menos de cara a la opinión pública”, tercia Carmen J. Nieto, discípula de Ravelo, al fin y al cabo. “Me interesa indagar en el grado de responsabilidad que puede tener el ciudadano occidental medio con su modo de vida diario con respecto al empobrecimiento y empeoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos que viven en los distintos países africanos”.
Ella es también una habitual de Aridane Criminal y concibe su ficción situada en Canarias, con un ojo puesto en África, como Ravelo. Apunta que elige poner el foco en “nosotros”, en nuestra sociedad, aunque también podría fabular con personajes situados en el continente de al lado. Pero prefiere mostrar “cómo afecta nuestro modo de vida al continente africano y cómo luego tratamos de segregarlos mediante adjetivos para no asumir la responsabilidad de las muertes que se producen no solo en las rutas migratorias sino en los países de origen a causa de los movimientos políticos y económicos propiciados por los países desarrollados”.
“Una novela no es un ensayo ni un tratado filosófico”, concluye Nieto. “A través de la narración de una historia se pueden reflejar los desequilibrios que se perciben en la sociedad, pero debe ser el lector el que sepa ver esas señales”.