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‘Regina & Celeste’: la reconstrucción del cuerpo a través de la palabra cruda
Regina & Celeste: una correspondencia es una obra que rompe etiquetas y estereotipos del mundo LGTBI, que se cuestiona el género y hasta la condición del ser.
Cada vez que se empieza un libro, arrancan los motores de una máquina que nos llevará a un lugar nuevo. A veces ese es un lugar común, esperable; otras es fantástico, y entonces se juega. Algunas, pocas, ese lugar desconcierta, seduce, remueve emociones lejanas que, aunque no te correspondan, te acarician y sacuden. Una abre Regina & Celeste: una correspondencia (La uÑa RoTa, 2019) y todas esas sensaciones le atraviesan y rompen porque no es un libro al uso. Es una correspondencia. Una correspondencia privada hecha pública. Una correspondencia por correo electrónico llevada a cabo entre Regina Fiz y Celeste González —entonces Mauricio— entre 2013 y 2016. Una correspondencia que surge de la cruda necesidad de conectar, de compartir, de reír, exasperarse, excitarse y recrearse. Una correspondencia viva.
Regina Fiz y Celeste González trabajan con sus cuerpos. Sus cuerpos son arma y cebo. Por un lado de la pantalla, Regina, performer que busca respuestas a través de piezas que llevan al límite a sus monstruos y deseos. Por el otro, Celeste, bailarín profesional “de-formación” y renombre que continuó su camino creando en la constante búsqueda de experiencias “trans-formadoras” a través del teatro y la performance. “El cuerpo es una constante en mi vida”, comenta Regina a El Salto, “creo que ha habido momentos en los que me he definido a través del cuerpo y otros en los que el cuerpo es el resultado de mi pensamiento, de mis deseos…”. A su vez, Celeste, “como cuerpo creador de subjetividades y de ficción”, dice que “somos y debemos ser los únicos responsables de nuestro relato vital”.
La identidad se convierte, correo a correo, en una necesidad indefinible que juega con la mirada ajena. En esa reconstrucción del propio yo, apunta Celeste que “la mirada del otro completa y también define. Es como un premio”. Por su parte, Regina señala que su cuerpo siempre ha sido reflejo de su identidad: “Creo que la identidad es algo personal de cada individuo. Es esa suma de identidades la que construye la sociedad. El cuerpo como contenedor, como forma, como reflejo de un interior lleno de contradicciones, fracasos y aciertos, de conmociones sociales y políticas; pero creo que la definición de mi cuerpo, de cada cuerpo, corresponde al dueño de ese cuerpo. Nadie tiene potestad para construir la identidad de otro”.
“Puta fue el primer nombre de mujer con el que fui bautizada durante un apareamiento y el primero también del proceso disfórico posterior a la catarsis infecciosa”. Celeste a Regina, 5 de julio de 2013
La realidad de las autoras se sale de las páginas tal que, cuando Celeste le cuenta a Regina un nuevo relato de sus amantes en el que la sexualidad no quiere —menos mal— ser normativa o cómo el estradiol aumenta por dentro, por fuera, o cuando la prostitución y la adicción salen a escena, ahí estamos, sentadas a su lado, oliendo su café negro en taza blanca, preparándonos para salir a correr y a esperar la respuesta. Del mismo modo, escuchamos cada canción que —casi— siempre suena cuando Regina escribe y nos ponemos su peluca roja, prótesis y zapatos rojos y detestamos y amamos a Wagner porque “nunca termina de explotar” y nos cansamos de viajar pero no de follar en pasado, presente y —esperemos— futuro.
“No sé por dónde empezar. ¿Por Thiago? ¿Por la calva de la coronilla? ¿Por la depre hormonal? (Hasta aquí escribí el viernes por la mañana, me interrumpieron y no pude continuar”. Regina a Celeste, 26 de enero de 2014
Como lectores, somos voyeurs en la privacidad más descarada. “Para mí es como estar dentro de un caleidoscopio”, señala Regina al respecto. “No soy consciente, incluso hoy, de lo que hemos hecho. Soy plenamente consciente de la parte privada, del intercambio de las cartas en un momento muy concreto de soledad y dolor por parte de las dos”.
En cuanto saben que sus conversaciones pueden publicarse, la correspondencia cesa. “Algo hace que nos retrotraigamos y se interrumpe esa conversación que nos traíamos entre manos que al inicio era una necesidad”. Para Celeste, en cambio, hoy esa es una realidad distinta. “Cuando se edita el libro ya habían pasado tres años desde nuestro último email”, cuenta. “Mi cuerpo cambia en esos tres años, mi situación personal y política también. Tengo DNI con nombre y sexo cambiados. Como mutante, ya me encuentro en otra fase. Esta distancia hace que no me identifique plenamente con lo escrito”.
La sobreexposición que supone que estemos asistiendo con pase VIP a sus vidas se conjuga para las autoras como un acto más de fidelidad a sus respectivas personas. “Soy una mujer que se desnuda siempre —mantiene Celeste—, es la única forma que entiendo de hacer las cosas”. Para Regina, esa exposición significa que “ahora, quien lo desee tendrá acceso a algo privado e íntimo que antes solo yo decidía con quién lo compartía. Un momento muy concreto de nuestras vidas de ha convertido en un paisaje extendido frente a esa ventana”.
Esa ventana sin cortinas ni persianas que difuminen la visión invita a querer adoptar esa transparencia sin que el miedo a la no aceptación interrumpan la motivación. De hecho, para Regina la aceptación no es impedimento. En cambio, centra sus pensamientos y acciones en “el deseo, la necesidad, ser yo misma, estar presente y activa para poder generar diálogos, otras vías de discurso que permitan activar la crítica, trabajar con la búsqueda de la libertad como consecuencia. Desterrar el miedo de los cuerpos, de la sexualidad. Desactivar las definiciones restrictivas que encasillan y cercenan. Romper los límites siempre es conveniente y la primera aceptación pasa por una misma”.
“Tanto que contar que no me atrevo a escribir nada por miedo y pereza a estar horas escribiendo. Escribir se ha convertido en un acto de voluntad. Con dos parches de hormonas pegadas al culo, como llevo hoy, la voluntad desaparece y sin embargo, aparecen todos los viejos amantes”. Celeste a Regina, 21 de noviembre de 2015
Regina & Celeste: una correspondencia es, en suma, una obra que escapa a la indiferencia. Las sensaciones que suscita y revuelve en el interior de cada lector son únicas. El afecto y agradecimiento son reacciones comunes. Cuenta Celeste una anécdota en la que, en un acto público en el que se encontraba, se le acerca una mujer, se presenta y le da las gracias por el libro, ya que “ha hecho que tenga más ganas de follar y me ha unido más a mi pareja”. Una reacción que Celeste califica de “fantástica”.
Esta es una obra que rompe etiquetas y estereotipos del mundo LGTBI, que se cuestiona el género y hasta la condición del ser. El lector asiste pues a una apertura plena, a la visión de otra capa de la realidad, a un cambio en el que se produce el desdibujamiento de M, en el que sale a la superficie C, en el que vivimos la atención y pasión de R. Se trata de una pieza viva que va más allá del producto cultural, sino que se convierte en arma contra lo establecido.
Así reflexiona Regina en relación a la cultura: “La cultura es una palabra obsoleta, debe entrar en reposo, está maltratada y carece de valor. La cultura para el contexto sociopolítico es marca. Tenemos cultura gastronómica, cultura mainstream, cultura digital, cultura del entertainment, hasta tenemos ministerios de cultura…, pero nada de eso nos significa, nada de eso nos construye ni nos hace ser más críticos. Creo que el combate está abierto. Continúa abierto desde las trincheras, desde el cuestionamiento constante del poder y del estado. El Estado es inmóvil por naturaleza, teme todo lo desconocido. Vivimos atenazados por el miedo, controladas por el consumo, y solo en lo marginal podemos mover las conciencias, convertir el cuerpo en arma y las palabras en balas; disparar desde la trinchera para protegernos y ser certeras, atinar en el blanco de la institución que es cada vez más conservadora y pacata”.