Coronavirus
El cuidado de la infancia en los hogares: un trabajo esencial e invisible durante el confinamiento

¿Será este el momento para incorporar en las políticas públicas españolas la merecida prestación universal por menor a cargo implementada en casi la totalidad de Europa para reconocer la dimensión monetaria de los trabajos de cuidados invisibles en la cuantificación capitalista? 

Niños y confinamiento por coronavirus
Dos niñas miran un programa infantil durante los días de confinamiento por coronavirus. Dani Gago
9 abr 2020 09:07

Cuando vayamos saliendo de este momento crítico epidemiológico planea la implantación de una renta mínima de emergencia para todas y todos. Medida necesaria para amortiguar las consecuencias del encierro en la futura salud pública de millones personas. Salud de la que bebe nuestra fortaleza inmunológica.

Renta mínima de emergencia, sí, pero el trabajo de cuidados de nuestros menores o trabajos maternos, ese que estamos haciendo para mantener la cordura logístico-emocional en los hogares, ese trabajo que hacemos en las casas de manera no externalizada, toda esa cantidad de tareas implícitas en el cuidado de las niñas y niños, gratis.

Nada de remuneración que refuerza los roles de género —premisa del igualitarismo feminista— pero su anclaje se sitúa en el macho-lío-patriarcal inoculado a sangre, basado en el no reconocimiento de su dependencia respecto a todas las actividades que articulan los trabajos maternos y en la no cuantificación del valor económico de las mismas. Las cuales están integradas, entre otras tareas, por la planificación alimentaria, orden/logística, manejo psicológico, salubridad, acompañamiento, resiliencia doméstica, condiciones para el buen todo vital, educación.

Hablamos del trabajo contingente, conectado con lo real, con la finitud de los cuerpos, con el hecho de generar condiciones de bienestar para continuidad de los mismos. Trabajos, gratis, que están sosteniendo gran parte de la cordura social durante el confinamiento y que asombrosamente siguen siendo trabajos no remunerados, trabajos negados y devaluados. Gratis, porque son cargas asumidas por los cuerpos “mujeres” de manera no externalizada dentro del espacio doméstico.

Renta mínima de emergencia, sí, pero los trabajos maternos o trabajos de cuidado de nuestros menores, gratis.

Dicen que esto de excepcionalidad social revela las aguas subterráneas inconscientes que siempre han existido. Esas que movilizan nuestros deseos, a su vez movilizan las dinámicas que construyen lo humano. Rescatando a Donna Haraway, también las que construyen el parentesco interespecie en el Chthuloceno, me pregunto por qué cuidar de las criaturas de nuestra especie, cuidar de todos esos cuerpos necesitados de nuestros cuidados para su supervivencia, no puede alcanzar la legitimidad que ya es reconocida al cuidado de las criaturas de otras especies (nuevo paradigma en marcha que aboga por la creación de vínculos familiares interespecie). ¿Qué pasa con el trabajo materno durante un tránsito tan intenso como el que atravesamos donde la libertad civil del libre movimiento está restringida, libertad imprescindible (la de moverse fuera de nuestros espacios domésticos) para generar una condiciones de bienestar psicofísico en el desarrollo de nuestras criaturas?

¿Será que el gesto político de no reconocer los derechos fundamentales de la infancia durante esta crisis sanitaria, el hecho de no abrir el espacio para incluir sus bionecesidades básicas, es una continuidad del insignificante apoyo por parte de las políticas públicas hacia los trabajos maternos al ser asumidos en 95% por los cuerpos “mujeres”?

Me asalta la duda de si el debate interno por parte del Gobierno y Ministerio de Sanidad para flexibilizar el confinamiento donde se equiparan las necesidades no prioritarias de las adultos —la posibilidad de hacer deporte cerca de sus domicilios— a los derechos fundamental psicofísicos de la infancia, corresponde a un histórico postfascista que no logramos resolver. Una tradición macho-circundante donde impera la lógica de que las necesidades del paterfamilias —el que está asalariado mayoritariamente— están por encima del resto de cuerpos. Alimentando las ficciones del turbocapitalismo en su culto al autodisciplinamiento físico. Es decir, si no produces no tienes significación política, y como la infancia “no produce” se niegan sus necesidades reales contingentes.

Si no produces no tienes significación política, y como la infancia “no produce” se niegan sus necesidades reales contingentes.

Ser testigos de esta esperpéntica situación, ¿podrá ser el revulsivo para establecer futuras condiciones de bienestar y desarrollo para la infancia ajustadas a los estándares de respeto a los Derechos de las Niñas y Niños, como sujetos de pleno derecho, ya integrados en la práctica social de países vecinos como Alemania, Países Bajos o Escandinavia? ¿No ser capaces de priorizar lo que es prioritario acerca de los procesos de autorregulación y del deseable desarrollo de las estructuras emocionales, físicos y psíquicas en la infancia estará imbricado con la devaluación del cuerpo “mujer”?

Cuando se logren hacer test masivos a toda la población, ¿tendrán prioridad las familias que han sufrido la mayor carga durante el confinamiento para poder acelerar su incorporación a la rutina ordinaria, y así descargar las tensiones domésticas acumuladas durante este tránsito de excepcionalidad social donde los cuerpos “mujeres” han asumido jornadas doble y triples de trabajo? Porque lo propio a un estado de bienestar sería calibrar el hecho de producir el menor impacto en las familias diversas que están atravesando esta crisis con unas cargas de trabajo continuas en el seno familiar. Familias monoparentales, familias divorciadas, familias con diversidad funcional, familias migrantes, familias con organizaciones afectivas no nucleares, familias con necesidades diversas, familias habitando en espacio reducidos.

¿Se estarán planteando los comités pertinentes que las estrategias de desescalada del confinamiento prioricen en el apoyo logístico, económico y psicológico a las familias donde una o dos progenitoras son trabajadoras sanitarias (dado que el 85% de la comunidad sanitaria son “mujeres”)? ¿Serán conscientes que los cuerpos de estas “mujeres” sanitarias son los que están sosteniendo el mayor peso de esta grave crisis desde un escenario laboral empobrecido y estrangulado debido a los últimos 10 años de recortes y privatizaciones en la Sanidad Pública?

¿Será este el momento para incorporar en las políticas públicas españolas la merecida prestación universal por menor a cargo implementada en casi la totalidad de Europa de manera independiente a la renta mínima de emergencia para reconocer —al fin— la dimensión monetaria de los trabajos maternos invisibles en la cuantificación capitalista que asumen de forma mayoritaria los cuerpos “mujeres”?

Igual es esta crisis global la que va a facilitar comenzar con esa transición paradigmática, que tanto ansiamos, respecto a los trabajos maternos. Igual podremos comenzar a cuantificar el valor económico de estos trabajos como trabajos que sostiene la excepcionalidad social y la estable rutina ordinaria. Esa que tenemos que articular de nuevo, esa que debería trascender los falo-espejismos de un sistema depredador con la infancia y con los cuerpos “mujeres”.


Luisa Fuentes Guaza es investigadora y coordinadora del grupo de estudios sobre maternidades en MNCARS y fundadora de Futuridades Maternales

 


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#56232
10/4/2020 13:25

Hola,

es curioso que esto mismo pensaba yo pero sin saberlo verbalizar: el "olvido" de la infancia entre tanta medida militar y policial (y tan poca sanitaria) denota un aire ultramachista que se filtra entre las líneas de leyes y decretos como cuando la basura huele mal por el pescado que reside en el fondo desde hace tiempo.

No es el mundo que quiero dejar a mi hijo.
Pero hay algo bueno: somos muchos los hombres (bueno... no lo sé!! quiero pensar!! ojalá!!) que detectamos ya este tipo de aromas machistas.
Cuando nuestros legisladores actúan instintualmente (como están actuando ahora víctimas del miedo) se olvidan muy rápido de la igualdad.... ¿Igualdad? Ahora no toca (aquí en la España del imno a las ocho, no toca; en el Portugal vecino sí toca).

Paz!

- l

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