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Iglesia católica
Adolfo Martínez, víctima de abusos de la Iglesia: “La sotana da un poder especial”
Adolfo Martínez estudió, como interno, en el colegio de los carmelitas de Villarreal (Castelló). Asegura que durante su estancia allí sufrió maltrato físico continuado. Uno de los castigos más recurrentes que recibía, dice, era permanecer de rodillas en el pasillo mientras sus compañeros dormían. Asegura que esas horas allí plantado le permitieron ser testigo directo de los abusos cometidos por el padre Armell, ya fallecido.
Nos espera frente a una estación de metro de València. Luce un pin de la CGT en la boina y conjunta el negro y rojo en su vestimenta, colores del sindicato que le ha prestado apoyo en la lucha por visibilizar los abusos denunciados. Hablador desde el primer momento, no elude ningún tema de conversación ni rehúye preguntas. Detalla lo vivido y lo recordado con pelos y señales, sin amago de querer dejar de hacerlo por mucho que este no sea el primer medio que se ha interesado por su historia. Suya y de muchos otros.
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El diario El País destapó su caso. En el artículo, tanto Adolfo como dos de sus antiguos compañeros, víctimas de abusos sexuales, pusieron voz a lo que ocurría dentro del centro. Desgraciadamente, antes de que el texto viera la luz, los otros dos hombres fallecieron. Su falta deja recaer una presión sobre los hombros de Adolfo que le impide alejarse y enterrar lo sucedido. Aunque vive en Cuenca, sigue acudiendo a charlas, protestas y acciones que buscan que se reconozca lo ocurrido, que se deje de tapar.
De su etapa en Villarreal, insiste en el recuerdo de los castigos, y entra en el detalle en el nocturno mencionado arriba: durante esas horas, narra, pasaban los compañeros que el padre Armell llamaba y se dirigían a su cuarto. Uno de los que desfilaba por allí era su amigo Pedro, que más tarde le contó lo que ocurría dentro. Juntos decidieron llamar al obispado de Segorbe para denunciarlo. Esa misma tarde, la Guardia Civil se presentaba en el centro en busca de aquellos que habían llamado. Con la mano abierta y en alto y el ceño fruncido bajo el tricornio, amenazaron con llevar a Adolfo y Pedro al calabozo si no olvidaban las acusaciones, asegura. Tuvieron que acabar el curso allí.
Nadie os creía.
Nos costó mucho llamar al obispado. Y que esa misma tarde se presentara la Guardia Civil para amedrentarnos… Te quitan las ganas de denunciar, es muy complicado. No solo a nivel judicial, a nivel social era muy difícil también, la gente no se creía que un cura fuera capaz de hacer eso. A mi padre le costó dejar de pensar que la razón por la que yo no quería volver al internado era que no quería estudiar. Mi madre, de 93 años y que ha sido siempre de misa diaria, sigue sin acabar de creérselo hoy en día.
Había otro chico que tenía madre soltera, con pocos recursos, y con un hermano que también estudiaba allí. El colegio, además, le pagaba parte de los gastos. Estuvieron abusando de él durante años
Eráis chavales que estabais lejos de casa, sin otra opción que estar allí.
Nosotros por lo menos teníamos un pueblo donde volver, una buena situación familiar. Allí había otro chico que tenía madre soltera, con pocos recursos, y con un hermano que también estudiaba allí. El colegio, además, le pagaba parte de los gastos. Estuvieron abusando de él durante años. Yo, si salía huyendo y cogía un bus sabía que en la calle no me quedaría. Sí, me pegarían dos castañas por escaparme, pero tenía un techo. Ese chico no, le tenían comiendo de la mano. Él acabó con problemas de alcoholismo, drogas, se suicidó, todo porque no tenía dónde huir. Y no quiero saber lo que haría el padre Armell cuando lo enviaron a Santo Domingo con las misiones para quitárselo de encima.
Tuvisteis que acabar el curso allí entonces...
Mi padre me pidió que me quedara, que ya que quedaban dos o tres meses de curso, no lo perdiera. Después de haber hecho acusaciones tan graves contra uno de los curas, no nos pusieron ningún problema para seguir allí. Si hubiera sido mentira, nos habrían expulsado al momento, sobre todo a Pedro. A muchos les echaron por menos.
¿Cómo se afronta seguir en el mismo sitio donde habéis sufrido esos abusos?
Pedro me dijo que si algún día, después de verle entrar, le oía gritar, que entrara a la habitación sin pensármelo, que ese tío estaría intentando abusar de él. Y no lo tengo superado. Me acuerdo perfectamente, y hace ya 47 años, de cómo me pegaba y de todo lo que me decía. O de algunos de sus castigos. Si decías una palabrota, te daban un taco de madera, que tú mismo hacías en la clase de dibujo, y te lo ponían en el cuello cuando salías al pueblo. Eras una oveja con un cencerro. A mí 'solo' me pegaban, no me quiero imaginar a los que tenían además lo otro. Algo así no se supera nunca en la vida.
Estoy seguro que gracias al testimonio de mi amigo Pedro se libraron muchos, que ayudó a mucha gente. Por eso ahora, cuando me piden un testimonio, lo doy con pelos y señales
Casi cincuenta años después, contáis vuestro caso en El País, ¿costó dar ese paso?
Yo moví ficha por mi compañero Pedro, que falleció antes de que el artículo de El País viera la luz. Él a mí me demostró, con 11 años y en unas circunstancias muy jodidas, que hay que dar ese paso. Hay que tener mucho valor para hacer lo que él hizo, denunciar en aquel momento. Yo sé que no habría sido capaz. Estoy seguro que gracias a eso se libraron muchos, que ayudó a mucha gente. Por eso ahora, cuando me piden un testimonio, lo doy con pelos y señales.
Y ahora que el Defensor del Pueblo está investigando el caso, le dan la medalla de oro de Villarreal al colegio.
No me lo creía cuando leí la noticia. Y ya cuando vi que habían votado a favor todos menos Compromís me quedé a cuadros. No entendí por qué, sobre todo ahora que está abierta la investigación. Si dictamina que no hay caso pues ya le da usted la medalla al colegio, pero es que ni se esperaron. Desde el colegio lo tenían a huevo también, salir en el escenario y recordar a las víctimas cuando recogieran la medalla, pero tampoco.
Estamos en 2023, se supone que España es un país aconfesional, pero hay una impunidad total y absoluta
Parece que vuestra lucha sea una lucha contra todo un sistema.
Es pegarte contra un muro. Estamos en 2023, se supone que España es un país aconfesional, pero hay una impunidad total y absoluta. Duele mucho y es muy jodido de tragar. Después de 47 años, empezar otra vez con esto te remueve mucho. Y ahora resulta que quieren hacer santo al obispo de Segorbe, el que nos mandó a la Guardia Civil a amedrentarnos. La sotana da un poder especial.
¿Hay alguna victoria posible?
Ahora parece que en Alemania están juzgando a los encubridores y eso está muy bien. Aun así, no hay victoria posible, no hay reparación al daño moral. Que pusieran una placa en la entrada a la capilla del colegio que pusiera “en honor a los que sufrieron abusos por parte de miembros de la Iglesia”, eso me valdría.