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Guatemala
“Para que las mujeres podamos participar en política tenemos que romper con el silencio, la vergüenza y la culpa”
La diputada guatemalteca Sandra Morán aborda la resistencia que plantea el feminismo ante la ola ultraderechista que amenaza la región, en cruzada contra los derechos sexuales y los movimientos sociales y dispuesta a concesionar gran parte del territorio para la explotación de sus recursos
Es conclusión de discusiones que tuvimos en el movimiento de mujeres feminista de la Alianza Política del Sector de Mujeres y ha sido un aporte que hemos dado a los movimientos en toda América Latina. Y yo ahora incluyo el estado, que tiene el poder que los actores usan en favor de sí mismos y de sus propios intereses, y si no lo disputamos les dejamos a ellos la toma de decisiones y nosotros seguimos en la reacción y en el sueño de construir pero no con esa posibilidad.
¿Se ha conseguido algún avance en estos casi tres años que llevas en el Congreso en alguna de estas luchas por vuestras iniciativas de ley desde Convergencia?
Para mí el tema de las iniciativas de ley es importante porque nos ayudaría si pasaran pero también el proceso mismo de construcción de la ley es importante porque nos permite articularnos, organizarnos, poner sobre la mesa la discusión pública y la problemática a la que se refiere la ley. Por ejemplo, la ley de violencia sexual contra las niñas y el hecho de que el Estado las fuerce a ser madres y a tener un embarazo cuando son niñas de 10 u 11 años; o el tema de que hay gente que se siente con el derecho de no permitir o cuestionar la existencia misma de las personas trans son dos temas grandísimos que han evidenciado el conservadurismo.
“Somos un estado muy pequeño, si seguimos dando licencias de exploración estamos hablando de un país destruido y con una conflictividad enorme porque la población está defendiendo su territorioTambién presentamos una iniciativa de ley de moratoria minera e hidroeléctrica porque Guatemala es un país con muchísimas licencias: hay más de 160 licencias de exploración, que quiere decir que podría convertirse en explotación y somos un territorio muy pequeño que ya está siendo afectado y si seguimos dando licencias estamos hablando de un país destruido y con una conflictividad enorme porque la población está defendiendo su territorio. Yo llevé esta propuesta al presidente pero por supuesto que no le interesó porque su perspectiva es abrir el espacio territorial a la inversión.¿Qué barreras te has encontrado como mujer y feminista en estos casi tres años de ejercicio de poder institucional y político?
Nosotras en el Sector de Mujeres concluimos que estas barreras tienen que ver con lo que hoy se llama interseccionalidad, pero nosotras hablamos de eso hace muchísimos años y es que en este sistema interactúan el patriarcado, el colonialismo, el capitalismo, donde la base es el patriarcado.
Por tanto nosotras nos enfrentamos a leyes, a ideas y a mecanismos que ese sistema genera. En ese sentido, para que las mujeres podamos participar tenemos que romper un mecanismo que el sistema crea en nosotras, que es el silencio, la vergüenza y la culpa. También hay que romper con los mecanismos que están en la familia, en la comunidad, en la sociedad porque se supone que la política o la participación no son para mujeres. Pero ese camino vamos abriéndolo.
Guatemala
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En el caso de Guatemala la ultraderecha siempre ha estado, y es el anticomunismo radical que llegó al poder y ha matado a miles, ha secuestrado a miles y ha masacrado a miles con la intención de mantenerse en el poder. Lo que sucede hoy es que estamos viendo una ultraderecha fascista, conservadora y organizada a nivel mundial. Esa es la diferencia, están absolutamente organizados con profesionales, tienen congresos de familia donde se juntan a generar ideas y tomar decisiones y detrás de ellos hay gente con mucho dinero. Es una acción mundial, por eso hoy la vemos con mucha fuerza en todos lados, que por cierto empezó aquí en España hace muchísimos años. Cuando empezó, alguien dijo “tengan cuidado de lo que está pasando”. ¿Y qué está pasando? El avance de los derechos de las mujeres, el avance de los derechos de la diversidad sexual, el avance de la participación de las mujeres. En aquel entonces hubo un sacerdote que dijo “miren, cuidadito esto va en contra de los valores cristianos y va a poner en tela de juicio todo lo que creemos”.
En el caso de Guatemala la ultraderecha siempre ha estado. Lo que sucede hoy es que estamos viendo una ultraderecha fascista, conservadora y organizada a nivel mundial.¿Cuáles son los mecanismos de represión que está usando el poder en Guatemala para ir en este camino?
En Guatemala la izquierda es muy débil, ha sido muy afectada por la contrainsurgencia, y hay muchísimo miedo y terror. En el año 2012, nosotros, los organizados, ya sentíamos la vuelta de los militares al gobierno, solo que vestidos de civil y empezaban a cerrarse los espacios políticos. El presidente y la vicepresidenta terminaron en la cárcel y nosotros lo vivimos muy amenazados, esperando que mataran a alguien que pudiera tener impacto. En 2015, con el levantamiento ciudadano, había un cartel muy importante donde decía una mujer “nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Y eso fue importantísimo porque entonces la gente empezó a recobrar la voz en un marco de miedo y terror a hablar.
Guatemala
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A Jimmy Morales, que es el presidente del actual gobierno desde enero de 2016, lo eligieron porque dijeron a la población que tal vez era bueno ya que no tenía experiencia y nos salió peor de lo peor. Tenía una alianza, y eso lo sabíamos nosotros, con los militares asesinos. Entonces ellos siguen esa línea, y han matado a compañeros de las comunidades. No son los liderazgos nacionales los que están matando, son los locales. Con los liderazgos nacionales están haciendo la persecución política pero también legal. Entonces estamos en esa línea, esas son las nuevas herramientas porque en la historia de Guatemala no teníamos presos políticos, nosotros tuvimos asesinados y secuestrados. Hoy hay presos políticos. Ahora tenemos esa amenaza permanente de denuncias y de usar el estado de derecho en favor de sus intereses, que siempre lo han hecho, pero ahora también para criminalizar.