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Feminismos
Las raíces del movimiento #MeToo en los derechos de las mujeres trabajadoras
Heroína olvidada de principios del siglo XX, Rose Schneiderman organizó a las mujeres para luchar por leyes que las protegieran del acoso y agresión sexuales en el trabajo.
Cuando surgen nuevos movimientos de protesta, la gente mira a la historia en busca de lecciones de activistas y pensadores que vinieron antes. Todos nos subimos a los hombros de aquellos que lucharon, se sacrificaron y se organizaron para impulsar una sociedad más humana.
#MeToo [“Yo también”, hashtag utilizado en una campaña iniciada en EE UU en 2017 para denunciar el acoso y la agresión sexual] es un movimiento de este tipo. No sólo ha generado conciencia sobre la omnipresencia del acoso y agresión sexuales —particularmente a mujeres— sino que es un ejemplo de lo que sucede cuando aquellos que son relegados a un estatus de ciudadanía de segunda clase se unen para expresarse.
La historia está llena de mujeres valientes y heroicas que lanzaron cruzadas para la liberación de las mujeres y los derechos de las trabajadoras, y campañas contra la violación y otras formas de agresión sexual. Estas mujeres fueron escritoras y pensadoras tales como Sojourner Truth, Susan B. Anthony, Charlotte Perkins Gilman, Ella Baker, Betty Friedan, Dolores Huerta, y muchas más.
La historia está llena de mujeres valientes y heroicas que lanzaron cruzadas para la liberación de las mujeres y los derechos de las trabajadoras, y campañas contra la violación y otras formas de agresión sexual
Otra de ellas es Rose Schneiderman, una precursora olvidada del movimiento #MeToo, quien organizó a las mujeres para luchar por leyes que las protegieran, entre otras explotaciones, del acoso y agresión sexuales por parte de hombres de mayor rango en sus espacios de trabajo.
Activismo por las mujeres trabajadoras
El 25 de marzo de 1911, un incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York mató a 146 trabajadoras, en su mayoría mujeres inmigrantes y adolescentes. Una semana después, activistas celebraban un acto en la Ópera Metropolitana de Nueva York para conmemorar a las víctimas.Con 29 años, Schneiderman —inmigrante judía, trabajadora fabril, organizadora sindical, feminista y socialista— se levantó para hablar. Habiendo visto a la policía, los tribunales y los políticos alinearse con los empresarios textiles contra los trabajadores, ella se cuestionó si mejores leyes supondrían una diferencia si no se aplicaban.
“Sería una traidora hacia a estos pobres cuerpos quemados si viniera aquí a hablar de camaradería. Os hemos probado, buena gente del público, y hemos visto que sois insuficientes”, dijo Schneiderman a 3.500 oyentes.
“No es la primera vez que chicas han sido quemadas vivas en la ciudad. Cada semana, me entero de la muerte prematura de una de mis hermanas trabajadoras. Cada año, miles de nosotras quedamos lisiadas”, dijo Schneiderman a un público formado por trabajadoras y reformadores de la ciudad de clase media y alta. “Hay tantas de nosotras para un puesto de trabajo que importa poco si 146 de nosotras ardemos hasta la muerte”.
De sólo metro y medio de altura, de cabello rojo encendido, Schneiderman era una oradora hipnótica. Su discurso encendió a las trabajadoras textiles en la balconada y a las mujeres adineradas en las primeras filas.
Sus primeros años
Nacida en Polonia, Schneiderman llegó a Nueva York con su familia judía ortodoxa en 1890. Tenía ocho años. Dos años después, su padre murió de meningitis. Para llegar a fin de mes, su madre alojó inquilinos, cosió para vecinos, y trabajó de chapuzas. Pero aun así la familia estaba obligada a depender de la caridad para pagar el alquiler y la comida.Con 13 años, Schneiderman dejó la escuela para ayudar a su familia. Encontró trabajo como dependienta en una tienda, lo que se consideraba más respetable que trabajar en un taller de ropa, en parte porque las trabajadoras del comercio sufrían menos acoso sexual. Pero tres años después, tomó un trabajo mejor pagado pero más peligroso fabricando gorros en una fábrica de ropa.
De las más de 350.000 mujeres de la mano de obra de la ciudad, alrededor de un tercio trabajaban en la manufactura, fabricando y empaquetando cigarros, montando cajas de papel, fabricando velas, y creando flores artificiales, pero la mayor concentración de mujeres trabajadoras —aproximadamente 65.000— trabajaban en la industria textil.
Schneiderman creía en la construcción de un movimiento de hombres mujeres para cambiar la sociedad, pero ella también reconocía que las mujeres trabajadoras se enfrentaban a explotación extra (acoso sexual incluido) por parte de los empresarios y los líderes sindicales. Así, puso especial énfasis en organizar a las mujeres y luchar por leyes que las protegieran.
Schneiderman se unió a la lucha por el voto femenino, una causa que muchos líderes sindicales masculinos —e incluso algunas sindicalistas— consideraban secundaria respecto a la batalla por los derechos de los trabajadores. Y ella trabajó para forjar alianzas con reformadoras de clase media y feministas de clase alta, como Frances Perkins y Eleanor Roosevelt.
En 1903, con 21 años, Schneiderman había organizado su primer sindicato, el Sindicato de Fabricantes de Gorros y Sombreros Socialistas Judíos Unidos, y había dirigido una exitosa huelga. En 1906, era vicepresidenta de la sección neoyorkina de la Liga del Sindicato de Mujeres (WTUL, por sus siglas en inglés), una organización fundada para ayudar a que las mujeres se sindicaran. En 1908, Irene Lewisohn, una judía alemana filántropa, ofreció dinero a Schneiderman para completar su educación. Schneiderman rechazó la beca, explicando que no podía aceptar un privilegio que no estaba al alcance de la mayoría de las mujeres trabajadoras. Sin embargo, aceptó la oferta de Lewisohn de pagarle un salario para convertirse en la principal organizadora de la WTUL de Nueva York.
Organización y política
Los esfuerzos organizativos de Schneiderman entre las inmigrantes prepararon el camino para una huelga de 20.000 trabajadoras de la confección en 1909 y 1910, la más grande hasta el momento de mujeres trabajadoras estadounidenses. La huelga, principalmente entre mujeres judías, ayudó a hacer una fuerza formidable del Sindicato Internacional de Trabajadoras de la Confección (ILGWU, por sus siglas en inglés). Las mujeres de clase alta de la WTUL —a las que Schneiderman llamaba la “brigada del visón”— recaudaban dinero para la caja de resistencia, abogados y fianzas, e incluso se unieron a las afiliadas en los piquetes. Schneiderman fue una figura clave en la movilización de esta diversa coalición en nombre de la histórica legislación laboral aprobada por la asamblea legislativa de Nueva York tras el incendio de Triangle.En 1911, ayudó a fundar la Liga de Asalariadas por el Sufragio Femenino. “Mantengo que humanizar la industria es tarea de la mujer”, dijo en una manifestación por el sufragio. “Debe empuñar la papeleta para este propósito”. De esta forma, movilizó a las mujeres trabajadoras para pelear por el derecho al voto.
Aunque a menudo encontró difícil lidiar con la condescendencia, antisemitismo y antisocialismo de algunas de las sufragistas ricas, persistió y en 1917 las mujeres consiguieron el derecho a votar en el Estado de Nueva York.
Cuando la asamblea legislativa estatal dominada por los republicanos intentó derogar parte de la legislación laboral post-Triangle, Schneiderman, la WTUL y la Liga Nacional de Consumidores organizaron con éxito a las mujeres con su reciente derecho a voto para oponerse al intento y después derrotar a los legisladores contrarios a los derechos laborales en las elecciones de 1918.
En 1927, la asamblea legislativa de Nueva York aprobó un histórico proyecto de ley que limitaba la semana laboral de las mujeres a 48 horas. Y en 1933, la asamblea legislativa aprobó una ley de salario mínimo
En 1920, Schneiderman se presentó al Senado de EE UU por el Partido Laborista. Su programa proponía la construcción de vivienda sin ánimo de lucro para los trabajadores, la mejora de las escuelas de los barrios, propiedad pública de servicios de energía y de mercados de alimentos básicos, y sanidad financiada por el Estado y seguro de paro para todos los estadounidenses. Su campaña, sin éxito, aumentó su visibilidad e influencia tanto en el movimiento obrero como feminista.
Posteriormente elegida presidente de la WTUL nacional, pasó a centrar su atención en la legislación de salario mínimo y de jornada laboral de ocho horas. En 1927, la asamblea legislativa de Nueva York aprobó un histórico proyecto de ley que limitaba la semana laboral de las mujeres a 48 horas. Y en 1933, la asamblea legislativa aprobó una ley de salario mínimo.
Aliados en posiciones importantes
Una de las aliadas más cercanas de Schneiderman fue Eleanor Roosevelt, quien se unió a la WTUL en 1922, contactando por primera vez con mujeres de clase trabajadora y activistas radicales. Dio clases, recaudó fondos y participó en los debates políticos y acciones legislativas de la WTUL. Como primera dama, Roosevelt donó los ingresos de sus programas de radio de 1932-1933 a la WTUL y difundió la WTUL en sus columnas de prensa y discursos.Schneiderman era regularmente invitada a Hyde Park a pasar tiempo con Roosevelt y su marido, Franklin D. Roosevelt. Las conversaciones de Schneiderman con éste sensibilizaron al futuro gobernador y presidente sobre los problemas a los que se enfrentaban los trabajadores y sus familias.
En 1933, tras su toma de posesión como presidente, FDR designó a Schneiderman para la Junta Consultiva Laboral de la Administración Nacional de Recuperación, la única mujer en ejercer ese cargo. Ella escribió las normas de la Administración Nacional de Recuperación para todas las industrias con mano de obra predominantemente femenina y, junto con Frances Perkins, jugó un papel importante en dar forma a la Ley (Wagner) Nacional de Relaciones Laborales, la Ley de Seguridad Social y la Ley de Normas Laborales Justas, que estableció el salario mínimo y la jornada de ocho horas.
Cuando las mujeres hoy afirman “me too”, deberían incluir a Rose Schneiderman entre sus agradecimientos
Como secretaria de trabajo del Estado de Nueva York de 1937 a 1943, nombrada por el gobernador Herbert Lehman, Schneiderman hizo campaña por la extensión de la seguridad social a las trabajadoras domésticas, por igual salario para las mujeres trabajadoras, y por el valor comparable (dar a mujeres y hombres la misma remuneración por trabajos diferentes que tienen valor comparable). Prestó apoyo a las campañas sindicales entre el creciente número de trabajadoras de servicios en el Estado: empleadas de hotel, trabajadoras de restaurantes, y trabajadoras de salones de belleza.
Schneiderman se retiró como presidenta de la WTUL en 1950 y murió en 1972, justo mientras la segunda ola del feminismo estaba surgiendo como un poderoso movimiento político. Este, también, tuvo que lidiar con las divisiones de clase y raza entre las mujeres, pero sus filas pronto incluyeron un importante componente de mujeres trabajadoras.
Cuando las mujeres hoy afirman “me too”, deberían incluir a Rose Schneiderman entre sus agradecimientos.