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Feminismos
Ana Bernal Triviño: “Los bulos y la desinformación ponen en riesgo el apoyo social a las víctimas”
A principios de otoño Ana Bernal Triviño, reconocida periodista feminista, presentaba el libro No manipuléis al feminismo: una defensa contra los bulos machistas. En ese marco conversamos con ella sobre el rol de los medios en el auge y blanqueamiento de discursos misóginos. Pero también abordamos un debate nada fácil, el que enfrenta a los feminismos en torno a la prostitución.
Escribe en prensa, sale en la televisión y tiene miles de seguidoras y seguidores en las redes sociales. Este otoño publicó el libro No manipuléis al feminismo: una defensa contra los bulos machistas (Planeta, 2019) y anda de acá para allá, entre presentaciones, sus clases en la universidad o sus visitas a los platós: Ana Bernal Triviño es una feminista muy mediática.
Cuando le pregunto cómo lo lleva se incomoda y comenta que no es algo que ella haya calculado, que es su trabajo. Comenta además que se ha ido retirando de las redes sociales, donde era muy activa, pero que siempre habrá otras para tomar el relevo. “En las redes me he sentido a veces bastante intimidada y me quita energía esa parte. Intento centrarme mucho en las mujeres víctimas, intento huir de conversaciones que no llevan a nada”, argumenta.
Es verdad que el sistema tiende a buscar caras, personalizar, proponer referentes, ¿Cómo se lleva esto en un movimiento plural, diverso y colectivo?
Depende mucho de tu profesión, si soy periodista y salgo en televisión y tengo una red social con muchos seguidores, pues evidentemente en mi caso me iban a asociar a esto. Pero yo tampoco quiero que la gente se olvide de lo que he hecho antes, llevo diez años escribiendo sobre derechos humanos, sobre recortes sociales, sobre desahucios…
Es cierto que a partir de los últimos 8M los medios de comunicación apuestan más por contenidos referentes a los derechos humanos de las mujeres y es ahí donde yo me sitúo. Pero, por ejemplo, ahora he dejado de hacer reportajes o hacer entrevistas, sé que hay otras compañeras que dan voz a otras y que siguen haciendo cosas que yo no puedo hacer. Ahora me he centrado en algo que me da menos visibilidad que es mi trabajo como profesora, trasladando estos contenidos de igualdad y género a la Universidad. Para mi este es un trabajo de semilla, de creación de conciencia, y que también me reconforta.
En efecto en los últimos años ciertos medios han asumido una perspectiva más feminista. Pero muchos otros (y a veces los mismos que hasta cierto punto incorporan esta mirada) reproducen contenido machista de manera descarnada.
Son medios que intoxican y desinforman, y para mí esa es la antítesis del periodismo. Se habla mucho de la libertad de expresión, pero se habla poco de respetar la libertad de las personas que tienen unos derechos humanos que han de ser protegidos. Yo siempre digo que los derechos humanos no se debaten sino que se defienden. Me irritan mucho los medios de comunicación que plantean los derechos —en este caso los de las mujeres — como un tema a debate. No se puede hacer.
Se habla mucho de la libertad de expresión, pero se habla poco de respetar la libertad de las personas que tienen unos derechos humanos que han de ser protegidos
Es una línea roja. Creo que la gente debería conocer el contexto, falta mucha memoria histórica en España, feminista, y también sobre los derechos humanos y en qué consisten. Que fueron una alternativa, una unión entre naciones para intentar salvaguardar un mínimo de dignidad entre los seres humanos, y esa línea cada vez se va cruzando más.
Ahí hay una implicación, obviamente, de los medios de comunicación que no han sabido ejercer, con responsabilidad, la función y el compromiso social que deben tener: pues son quienes crean opinión pública. A veces pienso que de aquí a nada nos volveremos a encontrar debates sobre la esclavitud intentando justificarla como libre elección. No, hay cuestiones donde tenemos que analizar los contextos y las circunstancias y falta precisamente eso, mucho contexto, en los medios de comunicación. Y cumplir con las recomendaciones para los medios de comunicación de la propia Ley de Violencia de Género.
La cuestión es que al final seguimos a gente, leemos medios, que reafirman nuestra visión. Pero hay toda otra esfera ideológica, de sentido, que sigue a sus medios y reproduce sus discursos. ¿Cómo aspirar a transformar algo si las conversaciones funcionan en paralelo?
Es una burbuja, y nosotras, claro, nos ubicamos en la burbuja de quienes respetan los derechos humanos, los derechos civiles en conjunto, y en frente tenemos a quienes no van a respetar los derechos humanos y están totalmente convencidos de que la realidad es así. Difícilmente vamos a convencer a estas personas: lo que tenemos que impedir es que ese grupo crezca.
Hay gente que está en un limbo, en cierta incertidumbre. Ante el blanqueamiento de la extrema derecha que han hecho los medios, hay que alertar a esas personas, avisarles de lo que implica la extrema derecha. Y eso no se hace poniendo sus declaraciones entrecomilladas de forma totalmente aséptica. Hay que decir: están mintiendo, están rebasando líneas rojas y eso en democracia no se puede tolerar. Es con ese grupo de personas más indecisas, que duda y que tienen una situación en la que quizás no han podido acceder a otras fuentes o conocimientos, con quienes hay que hacer pedagogía. La prensa durante mucho tiempo ha fallado en ejercer esa función pedagógica porque se vendió al mejor postor.
Y es que además —en el caso del feminismo— una mujer que es víctima no llega al feminismo a través de los libros, puede reaccionar a través de los medios de comunicación. Si ese medio le advierte de las señales de peligro y de que lo que le está ocurriendo no es algo suyo, sino que es estructural y que existe un patriarcado y existe un machismo que actúa de forma organizada puede hacer que esa mujer reaccione. Pero eso durante mucho tiempo se estuvo haciendo mal. A partir de los últimos 8M se empezaron a cuestionar más los titulares, hay progresos gracias a las compañeras que están en las redacciones.
Eso contrasta con lo que podemos oír en el terreno político, hay que recordar que en el debate electoral por ejemplo, nadie calló a Abascal, pero tampoco nadie reaccionó cuando Casado se inventó que en el Convenio de Estambul se dice que si una chica está bajo circunstancias tóxicas el consentimiento está anulado, nadie le llamó la atención, esos son los discursos que no podemos permitir ni tolerar.
Se habla de nueva ola patriarcal, ¿que la distingue del machismo de toda la vida?
Pues que está legitimada por la política. Yo empecé este libro en el año 2017, a raíz de un artículo que escribí que lleva el mismo nombre. Así como a nosotras nos unieron las redes sociales, ellos también se reforzaron a través de ellas: me preocupa particularmente el caso de los adolescentes, los youtubers que se dirigen a este público adolescente y que están dejando unas semillas de misoginia en su discurso de una forma muy fácil, que termina por calar.
De ese 2017 en el que este discurso se extendía por las redes sociales o en conversaciones privadas hemos pasado en 2019 a su legitimación en la esfera política. Los bulos o la desinformación que se lanzan desde estos partidos —como digo en el libro— intentan desprestigiar al movimiento feminista, pero nosotras ya estamos acostumbradas a las críticas y tenemos mucha caña y mucha espalda, duele pero seguimos.
De ese 2017 en el que este discurso machista se extendía por las redes sociales o en conversaciones privadas hemos pasado en 2019 a su legitimación en la esfera política
El mayor problema es que estos discursos ponen en riesgo el apoyo social a las víctimas que están en situaciones de violencia. Eso pretenden: ir restando apoyo social a las víctimas que han sufrido violencia que no solo son las mujeres sino sus hijos y sus hijas. Y entonces nos encontramos con recortes en partidas y leyes que se deben avanzar contra las violencias machistas. Si esto pasa es porque tenemos una derecha que no blinda a la ultraderecha, una derecha y un centro liberal que lo que hacen que funcionan en complicidad con este tipo de discursos. Y bueno, quien calla otorga.
Esta avanzada patriarcal puede acabar poniéndonos a la defensiva todo el tiempo. ¿Cómo sustraerse a los debates que quieren imponer y seguir avanzando?
Ese es el problema: volvemos a ver en la agenda conceptos que ya estaban asumidos y que se reconocían como transversales y estamos gastando parte de la energía en tener que justificarnos como movimiento. Eso supone también una pérdida de tiempo, sobre todo para las víctimas de las violencias machistas, para quienes están en una situación de incertidumbre, para las que cada día que pasa cuenta.
Respecto a seguir avanzando, creo que pasa porque estemos muy unidas. Creo que también hace falta entre nosotras mucha memoria histórica del propio movimiento feminista, sobre todo en España que tiene la particularidad de que provenimos de una dictadura, parte de la semilla de esa dictadura y de ese germen sigue estando, no es algo que nos pille de lejos.
Mi madre fue educada con la sección femenina, yo he visto cómo parte de esa educación franquista, machista, influía en mi madre, incluso yo he pillado algunos coletazos de aquello porque obviamente mi madre también me ha educado a mí. Tenemos que retomar esa memoria, ver qué partidos podemos tomar como aliados, cuáles no, y respetar sobre todo esa agenda feminista que las mujeres anteriores pusieron en marcha.
Incluso hoy mismo, cuando hablamos de temas como la pornografía o la prostitución, estamos recuperando debates de los años 70, y estamos recuperando conceptos, estamos volviendo a hablar de violencia sexual, que es un concepto que expuso el feminismo radical de los años 70. Creo que hace falta mucha memoria histórica para hacer esta unión y respetar el trabajo que se ha hecho hasta ahora.
En el último año hay debates que están asumiendo entidad de cisma. ¿No son fértiles las discusiones? ¿cuáles son sus límites?
Pienso que los debates son fértiles porque siempre es bueno hablar entre nosotras pero no tienen nada de fértil si no tenemos memoria histórica feminista y no sabemos de dónde venimos. Aquí hago una crítica muy fuerte a la izquierda, a partir de los años 80 se instala el discurso posmodernista y parte de ese discurso recala en la izquierda que considera que todo es capitalismo excepto cuando se trata del cuerpo de la mujer.
Primero hay que dejar muy claro, yo que me defino como absoluta abolicionista, que el abolicionismo no es prohibicionismo, sino que va en contra de la figura del putero y del proxeneta, que persigue crear una nueva educación no patriarcal en la que los hombres aprendan que las mujeres no son objetos que puedan ser consumidos.
Tenemos aquí una situación muy especial porque España es de los principales países en Europa en consumo de prostitución. Me aterra cuando escucho a referentes como Federici o Davis, que hablan de la abolición de las cárceles pero no de la prostitución. Pienso: ¿pero no sabe Angela Davis que las mujeres negras de Nigeria pasan el desierto en unas condiciones infrahumanas y son violadas en la frontera para que se acostumbren a ser penetradas después en los puticlubs de España o de Europa, ¿piensa en ellas? Me da la sensación de que no, porque sino hablaría de otro modo. Mujeres a las que someten a vudú, amenazan a sus familias, les arrebatan a sus hijos. Eso es lo que hay detrás de las redes de trata y la prostitución.
Hay que dejar muy claro que el abolicionismo no es prohibicionismo, sino que va en contra de la figura del putero y del proxeneta, y persigue crear una nueva educación no patriarcal en la que los hombres aprendan que las mujeres no son objetos
Además la prostitución de los años 80 no es la de ahora, a partir de 1992 en España se definió un tipo de prostitución en la que la demanda es cada vez más alta porque no se ha cambiado la estructura masculina de pensamiento, provocando el drama de las víctimas de trata. Hablamos de que no hay esclavitud a día de hoy, pero persiste en estas mujeres y lo mismo ocurre con los vientres de alquiler.
Me asusta leer determinadas cosas que apuntan a regularizar la prostitución, sabiendo por ejemplo cómo han quedado las compañeras en Alemania. No entiendo que no se defiendan leyes como la de Suecia, que no penaliza a la mujer. Esto ha de ir en paralelo a otros frentes como mejorar la Ley de Extranjería, para que no haya tantas mujeres que ante su situación de pobreza e irregularidad se vean en esta situación como única opción.
Nos hemos metido en plena controversia. Me pregunto si dentro de este debate, que en cierto modo está quebrando los feminismos al menos hoy y aquí, ¿no es posible asumir que hay distintas visiones y pensar en un programa de mínimos a compartir? ¿hay una frontera a partir de la cual ya no se puede caminar juntas?
(Suspira). Si es sobre el tema que yo te he planteado antes, de la prostitución, para mí es que estamos hablando de derechos humanos. El propio Parlamento Europeo ha descrito la prostitución como una situación que daña la dignidad de la mujer. Y eso es lo mínimo, si te lees realmente la resolución del Parlamento Europeo hace un buen reflejo de todo el drama que conlleva la prostitución. Por otro lado, no hay que obviar que es funcional a un imaginario colectivo masculino, Por ejemplo: ¿Por qué hay mujeres refugiadas que las graban y las utilizan como contenido pornográfico? Porque existe ese imaginario del hombre que da por hecho que la mujer puede estar a su disposición en el momento que él desee, es una situación de poder.
Del mismo modo que me preocupa que la ultraderecha rebase líneas rojas y ponga a debate Derechos Humanos, me duele el doble, el triple, el cuádruple, que dentro del propio movimiento feminista estemos debatiendo sobre la línea de los derechos humanos, sobre todo porque el feminismo es de clase, y estos temas de los que hablamos afectan, marginan y condenan a esa situación a las mujeres pobres.
Pero también desde el regulacionismo, que se define como proderechos, se habla de los derechos de las trabajadoras. También ubican su discurso en el marco de la protección de los derechos de las mujeres empobrecidas.
Claro, lo que a mi me gustaría saber es ¿cuántas de esas regulacionistas se dedican a la prostitución?¿Ellas dejarían que su cuerpo fuera penetrado cuando no les apetezca? ¿Quedarían a manos de un proxeneta que se lleve el dinero y les deja las deudas? En el libro recojo varios ejemplos de países donde se ha regularizado la situación. Lo que ha pasado es que se han aumentado las víctimas de trata, se potencia que las mujeres pobres sigan al servicio de los hombres pobres o ricos de las naciones, se supone, desarrolladas. Yo cuestiono que un país que permite esta situación se pueda llamar desarrollado.
Creo que estas compañeras utilizan un discurso muy falaz, porque precisamente en Suecia, las compañeras que quieren seguir ejerciendo prostitución lo siguen haciendo. O cuando escucho a algunas prostitutas protestar porque no existe el epígrafe de prostituta en Hacienda, pues en realidad hay muchas que no quieren, porque si luego quieren dejar la prostitución prefieren que eso no aparezca en su vida laboral. Además, la profesión de periodista tampoco está cómo epígrafe. Yo me tengo que dar de alta como escritora para ser autónoma y eso no implica que no esté cotizando. Cualquiera de ellas puede ser autónoma y por tanto tienen acceso a cotización, a sus derechos sociales.
Para mí la prostitución deshumaniza el cuerpo de la mujer, y lo que el regulacionismo alimenta es que esa situación pervivaPara mí la prostitución deshumaniza el cuerpo de la mujer, y lo que el regulacionismo alimenta es que esa situación perviva. Y es una situación que casualmente a la derecha le gusta. Nos tachan a las abolicionistas de puritanas cuando precisamente la iglesia católica abolicionista no ha sido, ha preferido dejar a esas mujeres en un limbo. Y dentro de las izquierdas, rescatando de nuevo esa memoria histórica, no había mujeres más de izquierdas en este país, antes de la llegada de Franco, que las que estaban representadas dentro de la CNT con el movimiento de Mujeres Libres, tú coges cualquier libro, cualquier revista de Mujeres Libres y en ningún momento te alabarán la explotación del cuerpo de la mujer a través de la prostitución.
Es a partir de los años 80 llegan esas discursos posmodernistas como te decía. Yo le diría a esas compañeras de izquierdas que quieren regularizar la prostitución que entonces vayan de la mano de Ciudadanos en las manifestaciones, porque piden lo mismo.
Bueno, no quiero entrar en debate porque te estoy entrevistando, pero ¿realmente piensas que las diferencias en esta cuestión imposibilita hasta este punto marchar juntas, cuando hay tantas cosas en común en la defensa de los derechos de las mujeres?
Creo que hay otros muchos temas dentro de la educación sexual, la violencia, en los que obviamente vamos de la mano. Que tenemos que estar sobre todo con las mujeres que han sufrido violencia, las compañeras que han sufrido violaciones, ahí, obviamente, sí que vamos todas juntas. Pero el feminismo tiene una agenda, y pienso, ya desde los años 70 estamos hablando de esto y seguimos igual. Y si yo fuese una mujer en situación de trata y viese a todas las compañeras perdiendo el tiempo, debatiendo, en lugar de defender mi situación, dejo de creer en el feminismo, siempre lo he pensado. Y digo esto precisamente porque he charlado con varias víctimas de trata y me han explicado que no se sentían representadas por un movimiento que las estaba condenando a seguir en esos puticlubs de carretera.
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