Extrema derecha
Alvise, Trump, Jones, Negre y una diferencia de ocho años

En las elecciones de 2016, Trump alardeaba de no pagar impuestos y ganó las elecciones. Alvise Pérez y los agitadores mediáticos repiten la misma estrategia “antisistema”.
Alvise culpable
Fragmento del vídeo donde Alvise Pérez reconoce que no ha pagado impuestos.
Yago Álvarez Barba

@EconoCabreado

Coordinador de la sección de economía

28 sep 2024 07:15

El 26 de septiembre de 2016, hace ocho años, Hillary Clinton y Donald Trump se vieron las caras en un debate en la carrera por las presidenciales. La candidata se veía confiada ante el empresario gañán al que veían como un bufón con pocas posibilidades de hacerle frente. Cuando llegó la hora de hablar de impuestos, Clinton sacó lo que pensó que sería la artillería final que acabaría con el empresario. Trump se había negado a publicar sus declaraciones fiscales, tal y como habían hecho todos los candidatos a presidente desde la década de los 70, pero Clinton había conseguido una declaración de años atrás cuando su oponente la tuvo que facilitar para pedir una licencia para un casino.

“Lo que muestra es que usted no ha pagado los impuestos federales sobre la renta”, acusaba Clinton. A lo que Trump, con firmeza y sin dubitar, contestaba: “Eso demuestra mi inteligencia”. La candidata demócrata se quedó sin habla. No replicó. No dijo nada más al respecto. La nueva narrativa sobre los impuestos que ha escalado a las altas esferas políticas le había dejado sin argumentos posibles. Un candidato a presidente vacilando de no pagar impuestos en un debate que veían millones de estadounidenses y otros millones fuera del país. Lo que ocurrió en las siguientes elecciones ya lo sabemos. Trump dió la sorpresa y se convirtió en presidente.

El 26 de septiembre de 2024, exactamente ocho años después de aquellas palabras, el agitador que ha saltado a la arena política en el Parlamento europeo tras ser respaldado por 800.000 votantes, volvía a usar la misma estrategia. La misma narrativa anti impuestos, la misma retórica anti establishment. Tras destapar ElDiario.es que Alvise Pérez había recibido 100.000 euros para su campaña de manos de un empresario de las criptomonedas al que había prometido mediar y hacer lobby para favorecer su industria y sus negocios, el eurodiputado alardeaba de no haber pagado impuestos por esa cantidad y defendía la evasión de impuestos como una forma de defenderse del “terrorismo fiscal del Estado”.

“Todo impuesto que podáis evitar pagar, no lo paguéis”, dice Alvise en el vídeo en el que tira mano de los tópicos y de una falsa conciencia de clase que llama a los autónomos y a los que no llegan a final de mes. “¿Qué autónomo no lo ha hecho?”, dice el agitador de extrema derecha, como si cualquier autónomo emitiera facturas por valor de 100.000 euros y como si el delito por el que se le señale no es tan sólo el de fraude por no declarar dicha cantidad, sino por financiación ilegal de partido político. 

Alvise Pérez, los Javier Negre y el resto de manipuladores de la extrema derecha racista que han surgido en los últimos años en nuestro país no son más que imitadores o alumnos de los estadounidenses

Podríamos escribir párrafos y párrafos sobre las tonterías que dice Alvise en el vídeo pero, por desgracia, posiblemente desmontarlas una a una me funcione entre su electorado de la misma forma que le funcionó a Hillary Clinton su ataque a Trump. “Los datos no ganan al relato en casi ninguna batalla”, me explicó el periodista y escritor Andrew Marantz en una entrevista el año pasado. Marantz pasó varios años entre los seguidores de Trump, la extrema derecha norteamericana y la nueva ola de agitadores y esparcidores de bulos y teorías de conspiraciones para dar a la luz su obra Antisocial. La extrema derecha y la ‘libertad de expresión’ en internet (Capitán Swing, 2021).

Extrema derecha
Andrew Marantz “Los datos no ganan al relato en casi ninguna batalla”
El periodista de The New Yorker pasó tres años investigando a los principales generadores de odio y teorías conspiranoicas de la extrema derecha estadounidense.

Cuando leí el libro me di cuenta de que los Alvise Pérez, los Javier Negre y el resto de manipuladores de la extrema derecha racista que han surgido en los últimos años en nuestro país no son más que imitadores o alumnos de los estadounidenses que Marantz detalla en su libro, pero con ocho o diez años de retraso. Las técnicas usadas en los últimos años, su desarrollo político y comunicativo, así como sus estrategias de generación de odio, polarización y racismo son exactamente iguales. Pero van unos añitos por detrás de sus maestros norteamericanos.

Uno de los personajes al que Marantz analiza en su libro es Alex Jones, el agitador con canal de Youtube, Infowars, que fue condenado por inventarse una teoría conspiranoica y alentarla durante años. Jones se inventó que el tiroteo en un colegio de Connecticut, el Sandy Hook, en diciembre de 2012 era un montaje para acabar prohibiendo las armas y acusó a los padres y madres de los 20 niños y niñas asesinadas de ser actores que formaban parte de la farsa. Aquellas familias llevan más de 10 años recibiendo amenazas por parte de los seguidores de Jones que se creyeron la descabellada historia. Jones fue condenado en 2022, diez años después de la tragedia, a pagar más de 1.000 millones de dólares en indemnizaciones a las familias por el daño que les había causado con su constante acoso.

Al ver el sufrimiento que muestran los padres víctimas del acoso de Jones tras la muerte de sus críos, no pude evitar acordarme de lo que presenciamos este verano en España, uno de los episodios más infames de los últimos años en referencia a la generación de odio, bulos y acoso. Un niño de tan solo diez años era asesinado en una localidad de Toledo. Los Alex Jones españoles, algunos con acreditación en el Congreso, no tardaron en hacer correr el bulo de que el asesino era un migrante para buscar el estallido social racista y fascista como el que ocurrió en Reino Unido tras un bulo similar. El portavoz de la familia pidió que no se utilizara el asesinato del pequeño para levantar el odio racial. Los agitadores le señalaron y la campaña de acoso fue brutal durante días.

Los datos, las verdades, las realidades, lo que nos afecta en nuestro día a día no mata al relato de esta panda de propagandistas racistas de la extrema derecha

El documental sobre Alex Jones mostraba la escalofriante cifra de que el 24% de la población estadounidense creía que el tiroteo en Sandy Hook era una farsa, tal y como el canal de Jones había insistido en decir durante años. Hace unos días, el Barómetro del CIS mostraba que el 30,4% señala a la “inmigración” como principal problema del país, aunque al preguntar por los problemas que afectan personalmente a las personas encuestadas, la inmigración bajaba al quinto puesto. Los datos, las verdades, las realidades, lo que nos afecta en nuestro día a día no mata al relato de esta panda de propagandistas racistas de la extrema derecha.

El caso estadounidense nos muestra dos cosas. La primera es que, tal y como señalaba Marantz, los datos se están quedando atrás en la guerra contra los relatos y el relato sobre la fiscalidad y lo necesario de los impuestos están perdiendo fuerza entre algunos sectores. La otra enseñanza que debemos aprender, sobre todo del caso de Alex Jones, es que la mejor forma de parar esta sangría democrática es a base de buen periodismo, acciones judiciales y sentencias. Si hace falta legislar, perfecto, pero sinceramente creo que las leyes que tenemos ahora son más que suficientes para sentar en un tribunal a aquellos que se dedican a esparcir odio y al acoso selectivo. Ojalá tomen nota de esto de los poderes judiciales. Aunque, visto lo visto, el poder judicial en España es más parte del problema que de la solución.

No tengo la solución sobre cuál es el cambio en nuestra narrativa sobre cómo convencer a esos chavales enamorados del relato anarcocapitalista que ven en los youtubers o en el zumbao que está llevando a Argentina a un agujero más profundo. Ojalá la tuviera, le doy muchas vueltas. Pero lo que está claro es que la extrema derecha ha sabido imitar unos discursos anti Estado y anti establishment que cazan la atención de aquellos que tienen necesidades básicas, han visto mermadas sus condiciones de vida o su poder adquisitivo y aquellos que ven como cierta clase política y social del país no pasa ninguna de las penurias que ellos pasan.

“Lo que está en juicio es el sistema… que os condena a un sueldo de mierda, a un alquiler de mierda y a una vida sin futuro”. Así ensalza Alvise su narrativa antisistema que tan bien ha funcionado a los agitadores estadounidenses. ¿Y cómo no va a funcionar? Si los partidos a los que confiaron sus votos no son capaces de acabar con la precariedad laboral, facilitarles un acceso a la vivienda asequible y, en resumen, mostrarles un futuro esperanzador.

Y ahí, precisamente, es dónde se ve la forma de acabar con los Alvise, los Negres y los Trumps de turno: dando un futuro a aquellos que sienten que no lo tienen. Regular el alquiler para que el rentismo inmobiliario no siga sangrando a las clases sociales. Aumentar sueldos, a golpe de Decreto si es necesario, y generar un reparto justo del trabajo, aunque a la patronal no le parezca bien.

Unos partidos de izquierda que le conceden a los Alvise de turno la posición de “radicales” o anti establishment están condenados al fracaso, a convertirse en establishment o al ostracismo político

Deberían ser los sectores de izquierda y los partidos que pretendan defender sus ideas en el Congreso quienes enarbolen el discurso antisistema, identificando el sistema como lo que es: generador de desigualdades, acaparador de la riqueza en las manos de unos pocos, bondadoso con los rentistas y los poderosos, cruel con los trabajadores y las clases obreras. Unos partidos de izquierda que le conceden a los Alvise de turno la posición de “radicales” o anti establishment están condenados al fracaso, a convertirse en establishment o al ostracismo político al ver como algún Trump, sea el payaso que tenemos ahora de eurodiputado u otro, les destrone y se lleve a su bolsillo el voto de esa clase precaria que no ve futuro.

Estados Unidos nos muestra el camino. Ya se han recorrido varios de esos ocho años que llevamos de ventaja y la diferencia temporal se va a empequeñecer porque la extrema derecha aprende de los errores y las victorias de Trump para mejorar sus estrategias. No nos queda mucho tiempo. Una ley de vivienda, regularizar los alquileres, regularizar a los cientos de miles de personas migrantes en situación irregular, generar empleo mediante el reparto del trabajo y la reducción de jornada, el avance en las políticas feministas de igualdad y, en resumen, la conquista de derechos, la mejora del estado de bienestar y el futuro de la gente es la mejor forma de acabar con estos nuevos y tan peligrosos fenómenos de la derecha. Que una sociedad tan individualista y que practica un capitalismo tan salvaje como la norteamericana haya caído y vuelva a caer en las manos de alguien como Trump es algo casi natural, pero no permitamos que eso pase en España. No perdamos más tiempo, que ocho años se pasan volando y ya vamos tarde.

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