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La irrupción con tanta fuerza en las elecciones europeas de un agitador xenófobo, que basa su discurso en esparcir bulos, ha cogido por sorpresa a todo el espectro electoral. Gran parte de este ni conocía la cara de este señor. Pero el fenómeno va mucho más allá de nuestras fronteras: responde a la falta de opciones de futuro, al descrédito de la política y de los medios de comunicación, al fracaso de las fuerzas políticas tradicionales y al poco recorrido efectivo que han tenido las nuevas.
La falta de expectativas, de proyectos creíbles y propuestas diferentes que muestren que existen esos futuro posibles, es lo que alimenta la desesperación de esas personas que acaban en las manos de estos vendedores de humo. Da igual que te llames Javier Milei, Amadeo Llados o Alvise Pérez. Los tres responden a un mismo hartazgo y una misma tesis: “Lo que has tenido hasta ahora no te ha funcionado, pues yo te ofrezco algo nuevo”. Y en ese punto da igual lo que ofrezcan, siempre habrá gente que, ante la desesperación y un futuro incierto, caiga en sus redes y se crean su discurso.
Para los más jóvenes, y para muchos de los no tan jóvenes, también han sido falsas las soluciones propuestas por el bipartidismo en los últimos 40 años y lo han sido también las promesas de la nueva política
Los discursos que dicen que vas a ser rico por levantarte a las 5 de la mañana a hacer burpees, que la economía va a ir mejor si se eliminan los impuestos y el Estado o que se va a acabar la fiesta de los políticos y vas a conseguir trabajos por votar a un difusor de bulos racistas que dice que va a expulsar a los inmigrantes tienen algo en común: nadie lo ha aplicado antes. Son nuevos. Se alejan de todo lo que has visto e intentado hasta ahora.
¿Son las tres falsas? Sí, ¿y qué? Para los más jóvenes, y para muchos de los no tan jóvenes, también han sido falsas las soluciones propuestas por el bipartidismo en los últimos 40 años y lo han sido también las promesas de la nueva política. Entonces, llegado ese momento, ¿por qué no probar algo nuevo? Si el kirchnerismo y el macrismo ha fallado estrepitosamente, ¿por qué no probar la motosierra de un zumbado? Si estudiar una carrera o tener un trabajo no te asegura ni tan siquiera que puedas pagar el alquiler y tener una vida digna, ¿por qué no probar a levantarme a las cinco de la mañana a matarme en el gimnasio como hace un tipo que luce un Lamborghini? Si los partidos hasta ahora no me han mejorado la vida ni mostrado un futuro posible que sea algo mejor que el de nuestros padres, ¿por qué no votar a un racista que viene con absurdas recetas para que se les acabe la fiesta a esos que te prometieron cosas que no se cumplen?
Si dices que vas a reducir los precios de la vivienda, a reducir la desigualdad y a asegurarles un trabajo digno y no lo consigues, has fracasado y ahí es donde aparecen los monstruos
Desde que la socialdemocracia abrazó la tesis del libre mercado y de la privatización de los servicios públicos tras el éxito de Thatcher y Reagan, los bipartidismos de todo el planeta han dejado en manos del capital la acumulación del beneficio mientras se pauperiza la vida de las mayorías sociales. Unos y otros han tratado la vivienda como un bien de mercado, contenido las mejoras laborales, dejado que las grandes empresas arrasen a las pequeñas, privatizado y pauperizado los servicios públicos, empeorado la enseñanza pública en favor de la concertada y privada, cargado sobre las espaldas de los de abajo los rescates y crisis que provocaron unos pocos y, en general, han cercenado las posibilidades de un futuro digno a las jóvenes generaciones y a las no tan jóvenes que se han quedado descolgadas en las crisis y en las recetas de austeridad que llevamos sufriendo desde 2008.
¿Y los nuevos partidos? Pues algunos no han sabido llevar sus promesas a realidad en un marco global donde los Estados cada vez tienen menos competencias, donde los poderes judiciales están diseñados para proteger a las élites y donde ni una mayoría absoluta como la que obtuvo Syriza te da la oportunidad de salirse del redil marcado por los mercados y las instituciones supranacionales a su servicio. Tampoco hay que olvidar que muchos se han preocupado más de vender los parches como avances gigantes para seguir sacando rédito político y asegurarse la reelección. Es decir, si dices que vas a reducir los precios de la vivienda, a reducir la desigualdad y a asegurarles un trabajo digno y no lo consigues, has fracasado. Da igual que hayas conseguido pequeños avances. Has fracasado y ahí es donde aparecen los monstruos para sacar rédito de tu fracaso y de la desesperación de la gente.
No es una cuestión de “los jóvenes se tragan todos los bulos”, sino de que las promesas políticas de las últimas décadas por parte de todos los espectros políticos han resultado un fracaso
Si la izquierda te dice que subiendo algunos impuestos o con una insulsa ley de vivienda se repartirá más la riqueza, bajarán los precios de la vivienda y viviremos mejor, pero no funciona; si la derecha te dice que bajar algunos, liberar suelo y atrayendo inversiones se conseguirán esos mismos objetivos y resulta ser un desastre, pues es normal que venga alguien que dice que “eliminando los impuestos y el Estado” es como se lograrán esas metas y haya gente que, ante la desesperación, apoye esas nuevas opciones. El fracaso de la política que han presenciado hasta el momento les deja a los pies del caballo.
No es una cuestión de “los jóvenes se tragan todos los bulos”, sino de que las promesas políticas de las últimas décadas por parte de todos los espectros políticos han resultado un fracaso y, por lo tanto, esos jóvenes las leen como noticias falsas que se tragaron en su día o que se han tragado los que siguen votando a los viejos partidos. Se ven como portadores de una nueva verdad, la buena.
Una de las cosas que sí que tengo claro es que debemos dejar de insultar al votante encandilado por opciones de ultraderecha
El sesgo de confirmación, ese que hace que creas los mensajes que coinciden con lo que tú ya piensas con anterioridad, también funciona para afirmaciones simplonas como “todos los políticos son iguales”, “tú vales mucho, el culpable de que no te vaya bien es lo que te rodea” o “si no triunfas es por culpa del Estado y sus impuestos”. La nueva extrema derecha, trumpista y youtuber, ha sabido jugar bien esas cartas y se han montado una buena fiesta particular a base de engañar a la gente, polarizar a la sociedad y generar un mayor descrédito en las instituciones tradicionales.
¿Y qué hacemos?
Eso es lo que me pregunto cada día. Y no sólo tras los resultados de las europeas, sino porque nos come el avance de la extrema derecha y porque me revuelve por dentro ver que entre la juventud se haya puesto de moda ser de derechas y reaccionario como si fuera lo punky, lo transgresor y contrario al sistema. El racismo, el machismo, la homofobia y el más puro conservadurismo rancio se han convertido en formas de rebeldía en le imaginario de las nuevas generaciones. Eso es muy peligroso y deja totalmente descolocado a la izquierda.
Una de las cosas que sí que tengo claro es que debemos dejar de insultar al votante encandilado por opciones de ultraderecha, a los chavales que se levantan por la mañana a hacer burpees, a los que alaban la cultura de los criptopelotazos o a los que se tragan un bulo. Hay que apuntar a los discursos, pero no disparar a los que se los tragan. Decir que tragarte un bulo en la era de la desinformación, del descrédito total de la prensa convencional y de los algoritmos que juegan con tus sesgos cognitivos es ser un idiota es despreciar la maquinaria ideológica a la que nos enfrentamos y es alejar, cada vez más, a aquellos que necesitamos para darle la vuelta a esta endemoniada tortilla. Pero, sobre todo, es no empatizar y entender lo que pasa por las cabezas de esos chavales o de los no tan chavales que sólo ven un futuro incierto. Hace falta más empatía, ser más didácticos en vez de pasarnos el día en una eterna confrontación que nos aleja más de ellos.
La izquierda necesita imaginar nuevos retos, futuros y metas que sean creíbles y atractivas
Apunta al criptogurú o al burpeesgurú que engaña a esa gente joven que no ve un futuro, pero no insultemos al que cae en sus redes. A esa gente hay que ofrecerles un futuro, un camino que seguir, unos movimientos valientes que den resultados palpables o, por qué no, nuevas utopías que nos ayuden a marcar el camino a seguir. Pero tienen que ser creíbles y nuevas, las que se dicen en campaña pero no se ejecutan en el BOE no sirven ya para nada.
La izquierda necesita recomponer sus metas y sus vías para conseguirlas. Somos muy buenos haciendo análisis y balance de situación, pero estamos totalmente perdidos a la hora de proponer caminos para lograr la consecución de futuros que iluminen un poco la precaria oscuridad en la que se encuentran algunos. La izquierda institucional no puede dedicarse a poner parches a los problemas y la izquierda de la calle no puede quedarse quieta a la espera de que la institucional se lo solucione. La izquierda necesita imaginar nuevos retos, futuros y metas que sean creíbles y atractivas (competir contra un Lamborghini y una mansión en Miami no es fácil) y se tiene que hacer pronto, porque Argentina nos muestra hasta dónde pueden llegar los monstruos y Europa está lleno de ellos.
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Hay algo que me parece muy importante en el artículo, y que se menciona como de pasada, y es " la maquinaria ideológica a la que nos enfrentamos" que obedece a la lógica del Capital (con mayúsculas) y tiene un poder abrumador, mayor que en ninguna otra época.
La gente, los jóvenes, no son tontos, pero tenemos (todos) una losa encima que nos hace creer en una realidad diferente de la "Real" y nos mantiene en un marasmo de confusión, desinformación y desunión.
Con esa ventaja juegan (siempre lo han hecho) y por eso nos pasa lo que nos pasa.
¿Que hacer? La pregunta no es nueva y, por desgracia (de momento) no tiene respuesta clara: Cada uno lo que pueda.
OPINIÓN
Alvise, Milei, Llados y el fracaso de la política para ofrecernos un futuro.
Me ha parecido un análisis acertado a la vez que esclarecedor de la situación política que se está viviendo en una gran parte de la Europa del desarrollo postbélico del siglo XX. La Europa que, tras la conflagración mundial, acertó a levantarse de entre las ruinas de una civilización,que a punto estuvo de sucumbir ante los totalitarismos; un modelo de progreso económico y social que no ha tenido parangón en ningún otro rincón del orbe. Si entonces nos fue posible despegar desde un territorio devastado, resulta incomprensible que ahora - que somos uno de los lugares del mundo con más desarrollo (económico, social y cultural)- no podamos ajustar un modelo de desarrollo sostenible e ilusionante para la mayoría de los europeos y resto de personas que llegan a nuestros países con la esperranza de un proyecto de vida illusionante y comprometido con nuestro modelo. ¿No será que el capital se ha ensoberbecido y ha entendido que no necesita ninguna corrección de tipos social? ¿Es todo el campo orégano para hacer caja, caiga quien caiga? Lamentable, verdad?
La izquierda lo que debe de hacer es terminar de una vez el duelo por la caída del muro de Berlín y los errores que cometió el régimen soviético y asumir que, aunque sea desde posiciones "reformistas" debe recuperarse la proyección al futuro del comunismo cambiando lo que haya que cambiar. Ya vale de medianías o conceptos "anticapitalistas" o "anarquizantes" desprovistos de capacidad teórica. Puede que sea doloroso en un primer momento, que se nos aparte, pero a largo plazo el ser claro y decir la verdad debería ser positivo, al fin y al cabo. como dijo Rosa, solo hay dos opciones reales: Socialismo o Barbarie.
La "izquierda" sería bueno que dejara de coaligarse con el partido del creador de los GAL, y un tal Alfonso Guerra que dijo; "bueno Hitler tendría sus cosillas pero acabó con el paro...". ¿Y si abanderamos la bajada de impuestos previa supresión de subvenciones a iglesias, partidos y sindicatos? la "izquierda" debe vivir de sus propias cuotas de afiliación o desaparecer: "será una izquierda autofinanciada o no será".
La izquierda no está para bajar impuestos, sino para que estos sirvan para el reparto justo de la riqueza.
A estas alturas parece que no hemos entendido nada.
No me extraña lo que nos ocurre.
Pues me parece una propuesta muy interesante y de relevancia.