En el margen
Djibril Mbaye: “Cuando eres niño, ves pasar un avión y piensas: ‘¿cuándo me subo?’”

El percusionista y músico Djibril Mbaye proviene de una familia de griots. La música le ha permitido “buscarse la vida” tanto en su Senegal natal como en España, el país al que llegó hace más de dos décadas.
Djibril Mbaye
Djibril Mbaye. Foto: Sara Martín López
15 sep 2022 06:00

Nacido hace 48 años en Mbour (Senegal), a 40 km de Dakar en la carretera hacia el nuevo aeropuerto, Djibril Mbaye, percusionista y músico proveniente de una familia de griots llegó en el verano del 2000 a Mallorca con una empresa de artistas senegaleses para trabajar como músico en hoteles y discotecas durante el verano. Desde allí se escapó a Fuenlabrada (Madrid), donde comenzó a comprender que Europa no era el planeta perfecto soñado de niño cuando veía pasar un avión.

Compositor, actor y modelo, Djibril llegó a España en “tiempos de pesetas” y desde entonces no ha parado de luchar y trabajar para ganarse “una vida digna”. Creador del grupo Sicobana, con el que este verano ha estrenado el disco Tamala, es impulsor del proyecto Educa Africa y tiene también una marca de ropa, Sico-coleccion.

¿Cómo era Mbour cuando tú naciste?
Nací en Mbour, a 40 km. de Dakar, me criaron ahí, pero mi madre se fue a trabajar a Gabón por lo que me fui a los siete años con mis abuelos a Dakar. En Dakar estudié hasta la secundaria, crecí y empecé con la música. Yo no quería ser músico, solo quería ser músico para poder viajar sin tener que coger la patera.

Viví en Kaolack hace unos años y recuerdo de Dakar el viento en la noche. Hace menos calor que en Kaolack…
Yo lo recuerdo como una ciudad muy estresante, mucha gente, mucho coche, se trabaja más, es más estresante para vivir porque es la capital, es normal. Yo me he criado en Medina, en el barrio de Medina, en el barrio de Youssou Ndour, cerca de su casa, ahí me he criado.

¿Y cómo empiezas con la música?
Nosotros somos una familia griot. En las familias griot hay dos partes, unos son los que van a estudiar y al colegio y otros los que se dedican a la música. Yo me dediqué más a estudiar, pero tengo otros primos que tocaban desde pequeños. El hermano de mi padre era percusionista y también mi primo, al que me encontré en Madrid. Es el que comenzó a viajar a España. Yo estaba todavía en Senegal, vivía con mi madre y era el primogénito.

Tuve que dejar la secundaria porque la situación que vivía mi madre no era la mejor y no podían comprarme muchos materiales. Desde niño iba a aprender a tocar la percusión, en el barrio de Medina teníamos un grupo que se llamaba Asico Damels. Nos dedicábamos a animar los partidos de fútbol del barrio y allí empecé a tocar el djembe. Aprendí todo eso porque era una manera de salir, de viajar. Eso mucha gente no lo sabe, pero en Senegal hay muchos grupos que salían, sobre todo entonces, desde Senegal para venir a España. Bueno, hace mucho ya…

Lo entiendo. A la vez que aprendías una profesión, a tocar música, que te gustaba porque además tu tío era percusionista y vienes de una familia de gríots, también era una posibilidad de viajar y entrar en Europa.
Sí, cada año muchas empresas de las islas Baleares contratan grupos africanos para tocar para los “guiris” en los hoteles. Yo he venido con contrato y todo, pero primero me formé unos 10 años como músico en Dakar, en Douta Seck como musico para tener mi título como percusionista y en el centro cultural Blaise Senghor, donde va todo el mundo para formarse, para tocar, para bailar. Ahí es donde conocí al Albury, vivíamos en el mismo barrio y a otros muchos bailarines que me he encontrado luego en Madrid, ahí nos formamos. Es un centro cultural, pero aparte también nos sirve para trabajar porque los hoteles en Senegal cada fin de semana te contratan para actuar para los turistas que vienen. Hacemos lo mismo en Senegal y, claro, también se cobra dinero, aunque menos.

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Sí, sí, sí, vamos, sobre todo los hoteles más importantes. Dakar es un sitio que tiene muchísimo turismo y también negocio, también hay mucho empresario que va a hacer algo y se queda una semana.
Claro, tú estás en un grupo y haces tu trabajo mientras esperas tu turno para viajar. Los viajes se hacen en verano y si te toca es como la lotería.

¿Pero eso quién lo decide? O sea, quién decide: cómo se reparte. ¿Se sortea, van los que más saben, los más mayores?
Era una empresa, se llama Ballet Negro-africano. Había un director, una secretaria, teníamos nuestras nóminas, teníamos todo. No era un sorteo, tú estabas ensayando todos los días para ver quién iba a salir, pero para nosotros era como si te tocase la lotería.

Yo salí, lo recuerdo muy bien, el 11 de mayo del año 2000. En ese viaje nos repartieron en Ibiza, en Las Palmas, en Tenerife y en Mallorca. Eran grupos de seis personas y a mí me tocó ir a Palma de Mallorca.

¡Esa es la primera vez que estás en España? En ese momento no hablarías castellano…
Nada, ni Fulanito. Nada. Cero.

Ahora conoces España de sobra, no hace falta que nadie te cuente nada. Lavapiés lo conoces perfectamente, igual que Madrid, pero, ¿qué pensaste de España al aterrizar en Mallorca?
Cuando llegamos nos dan un piso por seis meses y la convivencia con la población es escasa. Vas de casa al trabajo y la convivencia era con seis senegaleses. Cuando hablas con el turista es cuando vas a la discoteca por la noche y nada más. Vas a actuar y vuelves a casa. Claro, si vas al supermercado y quieres comprar, te tienes que buscar a vida. Teníamos gente también que nos ayudaba, los mallorquines que se encargaban de los grupos.

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Al principio había que buscarse la vida. Si quieres comprar un pollo, haces el gesto del pollo; si quieres preguntar antes de comer si es cerdo por ser musulmán, haces el gesto del cerdo también, porque no entiendes nada.

Así, lo hacíamos y la convivencia era entre nosotros. Te vas a actuar, te vienes y estás en casa.

¿Cómo fue esa convivencia con los otros senegaleses? ¿Qué tal esos seis meses?
Muy divertido. Nosotros estábamos muy felices. Acabábamos de llegar a Europa y parecía que estábamos en otro planeta. Nuestro sueño era viajar, descubrir Europa y estábamos muy contentos. Los primeros días que llegas a Europa estás en una nube, pero lo que pasa es que te vas acostumbrando. Al principio dices: “Ay, ¡qué bonito!” por todo, pero al final te acabas enterando que es como tu país con la diferencia de que estás trabajando. Tienes trabajo y ganas dinero, nada más.

¿Qué significa lo de que estás como “en otro planeta”?
Por ejemplo, nosotros de pequeños soñamos siempre con viajar a Europa. ¿Cómo será Europa? Los blancos… Sueños de niño. Ves pasar un avión y piensas: “¿Cuándo subo?” y llega la primera vez que subes en un avión y te bajas en un aeropuerto nuevo… Todo lo ves bonito, es llegar a un país nuevo, a Europa. La realidad no la sabes, al principio todo es una maravilla.

¿Y cuándo llega el momento en que te empiezas a enterar un poco de la realidad?

Yo en Palma de Mallorca no me enteré de nada, porque hemos venido, hemos trabajado, era muy bonito, los barcos, los turistas… Yo de la realidad de Europa me empecé a enterar cuando llegué a Madrid. En Palma de Mallorca tenía de todo, tenía un trabajo, tenía nómina, todo iba muy bien.

Y encima ahí teníamos una casa, nos daban un coche, nos llevaban, nos traían…

La verdad es que era un momento muy bonito, directamente de Senegal a Palma de Mallorca. Mucho turista, a la playa, a la discoteca.

Me acuerdo especialmente de una ciudad que era preciosa, Alcudia.

Mi primo me dijo que me comprase el billete, vino a buscarme y me llevó a su casa, en Fuenlabrada. Con él viví un año, era también músico y ahí fundamos nuestro primer grupo junto con otro primo que estaba en Ibiza

¿De esos viajes no se escapaba nadie?
Yo mismo lo hice, ¿tú qué te crees? ¿Sabes lo peor? Entonces era tiempo de pesetas, pagaban a la empresa y ellos nos pagaban en Franco Cefa (CFA). Yo hacía dos espectáculos, con un día de descanso y me pagaban 200€ al mes. ¡Era increíble! Tienes dieta y algo para gastar, pero ganabas muy poco. No te pagaban casi nada. Y, ¿sabes lo peor? A los seis meses te tienes que volver a África. Ahí te pagan la otra mitad del dinero. Si tú no vuelves a Senegal, no cobras el resto. Yo lo que hice fue no volver a Senegal y me da igual decirlo: me levanto por la noche, preparo mis cosas, cojo una mochila, lo juro, compro mi billete y me vine a Madrid. Hablé con mi primo y me dijo: “No vuelvas. Si vuelves, es muy difícil que vengas de nuevo porque para conseguir el visado es un rollo”.

¿Tu primo fue a buscarte? Porque de Madrid en ese momento tampoco sabrías nada de nada.
Sí, mi primo me dijo que me comprase el billete, vino a buscarme y me llevó a su casa, en Fuenlabrada. Con él viví un año, era también músico y ahí fundamos nuestro primer grupo junto con otro primo que estaba en Ibiza en la misma empresa y ahora este año ha estado en el Rey León. También se vino a Madrid, formamos un grupo que se llamaba Mamá África e hicimos una gira por toda España en el 2001. En esa época éramos tres rastas.

¿Cómo era Madrid cuando llegaste hace ya más de 20 años, cómo ha cambiado esta ciudad?
Lo pasé un poco mal al principio, estuve el primer mes vendiendo en la calle películas y CD’s. Se me habían caducado los papeles, no tenía casi dinero y me cogió la policía. Mi primo me dijo que me ayudaba con el alojamiento y las necesidades, porque me fui de Mallorca sin la mitad de mi dinero, pero que para enviar a mi familia cogiese unas pelis para vender. Vendía en Plaza Castilla y un día me vio la policía, salí corriendo, pero me pillaron, me ficharon, me tuvieron tres días en el calabozo de la comisaria y, de repente, me soltaron. Me dije: “Ni de coña. No voy a volver a vender CD’s” porque me pusieron una orden de expulsión y luego, claro, al final para presentar los papeles me jodió un poco, tenía que quitar la expulsión para poder conseguir los papeles. Una amiga de mi pareja me hizo un contrato de trabajo como si yo trabajase en su casa y conseguí los papeles. Eran los tiempos de Aznar, en 2002, ahí empecé la historia.

¿Qué sentiste cuando te detuvieron?
Cogí un cabreo… No entendía cómo por buscarme la vida en la calle, me metían en un calabozo. Me pareció muy feo y pensé: “Yo soy artista, voy a empezar a buscarme la vida como artista”. Con mi primo, como acabábamos de formar el grupo, teníamos poco trabajo, pero poco a poco empezamos a hacer giras por toda España y vivíamos de la música.

Teníamos también clase de percusión en Leganés, viajábamos mucho, trabajábamos en las discotecas. Nos hemos dedicado toda la vida a la música. Yo he trabajado como pintor en Segovia, porque soy pintor. Mi padre me enseñó, en Senegal pintaba casas. En España he trabajado como pintor en Segovia, tres meses en un Burger King y no he trabajado en nada más que en la música.

¿Cuál es la diferencia de esos primeros años en Madrid con los primeros meses en Mallorca? ¿Y con el sueño que tenías de pequeño en Senegal?
Palma de Mallorca me abrió la puerta para entrar a Europa, pero yo me quedo con Madrid porque ahí empezó la realidad. Al principio era duro, pero ganaba más, me pagaban en Madrid en un espectáculo de una noche lo mismo que ganaba en Mallorca en un mes. En Madrid ya tocaba espabilar y empieza la realidad.

Pero, ¿qué es la realidad?
Buscarse la vida. Tienes que pagar una habitación. Cada fin de mes había que tener dinero, mandar a la familia, había que comer. Esa para mí es la realidad: si no tienes papeles, ¿cómo buscas dinero? Por eso fui a vender CD’s y me salió mal, lo que me ayudó fue la música, los festivales que hacíamos, los conciertos. Yo pensaba que sin tener papeles se podía trabajar, pero resulta que no. Si no tienes papeles, nadie te contrata, no puedes trabajar y eso es una parte de la realidad que es durísima.

Todo eso está muy relacionado con la ley de extranjería…
Nosotros cuando estamos en África, eso no lo pensamos. Piensas que vas a conseguir trabajo sin problema al llegar a Europa, pero hay un procedimiento, ¿no? Eso es lo que te vuelve loco, encima recién llegado a un país, pensar que vas a tardar tres años en conseguir los papeles y te preguntas: “¿Cómo lo hago? ¿Qué hago?”

Por eso nosotros los africanos tenemos que agudizar el ingenio, porque el sistema funciona así: si tú no tienes un papel en el que venga escrito tu nombre y una fecha de caducidad, no puedes buscarte la vida. Fíjate, yo a veces me he preguntado: “Si no fuese la música, ¿cómo voy a comer?” Los sin papeles se están buscando la vida, eso que dicen de robar, de delincuencia, no es verdad. Yo en dos años o tres años sin papeles nunca he robado a nadie, con mi música y con mi cultura, he salido adelante, pero te preguntas: “¿Por qué tenemos que sufrir, por qué tenemos que aguantar eso?”.

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Tenemos que esperar un trozo de papel con fecha de caducidad para empezar a hacer nuestra vida. Bueno, luego he tenido una pareja y he vivido con ella y además ella me ha ayudado muchísimo también, pero yo no he venido aquí para buscar una blanca de la que vivir y he tenido la suerte de ganarme la vida dignamente.

Da igual que te den una habitación gratis, comida gratis, cada mes tú tienes unos gastos, tienes que mandar dinero a tu familia. Hay mucha gente recién llegada en las puertas de los mercados. ¿Por qué lo hacen? Porque no tienen papeles. Hay muchos africanos tocando en las escaleras del metro. ¿Por qué lo hacen? Porque no tienen papeles. Yo siempre intento ponerme en la piel de cada uno y esas situaciones te duelen.

¿Qué es para ti Madrid? ¿Cómo la definirías?
Madrid es el Dakar de Europa. En Madrid para sobrevivir hay que buscarse la vida, nada se regala. Hay una variedad tremenda, aquí se han juntado andaluces, africanos, chinos. Hay que ser muy duro y estar muy cualificado.

Siendo artista, no voy a despreciar otros trabajos, pero este hecho me ha dado muchos privilegios, muchas oportunidades. He entrado en muchos sitios en los que creo que, si no fuera artista, no me hubieran tratado igual de bien. He dormido en hoteles de 4 estrellas y he tenido reconocimiento. Si no es como: “¿Qué hace aquí este negro?”. Pero si vas como artista ya les cambia la cara. Vas a un festival y te tratan bien, todo el mundo te saluda, todo el mundo te habla.

Aquí me he encontrado a muchos artistas de mi país, a los que he conocido allí, como Alburi, Ibrahima Seck mi primo que trabaja ahora en Rey León y también a gente de Louga .

Y, ¿cómo es el ambiente entre los músicos africanos?
Tendríamos que cuidarnos y valorarnos más, porque a los artistas nos pasan muchas cosas. Pero tú sabes cómo son las empresas, llaman a cinco grupos y el que lo hace más barato es el que toca. Eso es una faena.

En esa época, imagino que la mayoría del público eran blancos.

Sí…

¿Crees que entendían algo de lo que estaban escuchando o viendo o es como cuando la gente va a ver flamenco, que no para de decir: “Olé y olé”?
Una cosa es entender, otra cosa es sentirlo. Muchas veces la gente, aunque ahora viaja mucho más que antes, lo siente más que lo entiende.

El mundo ha evolucionado, hay mucha gente que viaja a África a aprender a bailar, a tocar. Después de los espectáculos, la gente viene y te pregunta: “¿Eso qué es? ¿Cómo se llama? Tú ahí vas entendiendo, yo llevo 20 años en Madrid y aún la gente viene y me pregunta cómo se llama el instrumento y lo siguen llamando tambor. Va a ser así siempre, generación tras generación. Nuestro trabajo es educar a la gente porque no todo el mundo tiene la posibilidad de viajar a África. Por eso creamos también Educa África, para concienciar a los niños y niñas.

He entrado en muchos sitios en los que creo que, si no fuera artista, no me hubieran tratado igual de bien. He dormido en hoteles de 4 estrellas y he tenido reconocimiento. Si no es como: “¿Qué hace aquí este negro?”

¿En qué consiste el proyecto Educa África? Explícame por qué se te ocurre, cómo lo organizas, cuál es el objetivo
Educa África se me ocurrió porque estaba muy cansado. Iba a los conciertos, me aplaudían, volvía a casa y me daba cuenta de que la gente no entiende muy bien la cultura. Te preguntas qué han aprendido y te das cuenta de que no han aprendido nada.

Un concierto no es dar charlas, no es dar talleres, es diferente. La gente viene para divertirse. Un amigo de Inglaterra, hacía el proyecto allí en los colegios y me lo pasó. Para cambiar la cultura hay que tirar de las raíces, desde abajo, en la infancia. Educa África no es dar conciertos, es un taller, una charla hablando de lo que es África, los recursos que tienen, que desde niños hasta mayores lo ignoran, de lo que se llevan los presidentes africanos, lo que Europa depende de África, porque hasta España tira de Marruecos para sobrevivir estando al lado con el pescado o la fruta. En África tenemos petróleo, oro, piedras preciosas, muchos recursos.

Los talleres son para niños, a partir de 6 años, y personas mayores también. Los hemos dado en colegios, institutos, centros culturales, ayuntamientos, casas de mayores, etc. Hemos trabajado con Cruz Roja, con el Ayuntamiento de Madrid…Nosotros le enseñamos la cara negativa y positiva, porque África tiene dos caras, negativa y positiva. Estamos peleando para dejar ver también la cara positiva. Cuando llego a los colegios y pregunto qué saben de África, me responden todo lo negativo: pobreza, guerra, hambre. Y les digo: “Muchísimas gracias. Eso no es África. Hoy os vamos a enseñar lo que es África”.

Frente a los tópicos de pobreza, guerra, hambre, ¿tú qué les expones?
Mar, pescado, cola cao en el desayuno. El móvil que utilizamos, los ordenadores y todo, ¿de dónde viene el coltán? Muere gente todos los días en Congo para que podamos utilizarlo.

Lo que más me duele es cuando la gente da por supuesto que has venido en patera, yo siempre digo: “¿Cómo voy a venir en patera con mi tambor? ¡Se va a mojar!” y se ríen. Pero hay gente que llega en patera y otra que no.

La pregunta se tiene que acabar, estamos en 2022, el mundo ha avanzado, por favor. Tú no puedes seguir aguantando que te hagan esas preguntas gilipollas. Ya hay libros, hay internet, hay que investigar.

Sicobana es el grupo que lideras desde hace años, han sido años duros por la crisis. ¿Cómo va ahora el proyecto? ¿Tú qué crees que aporta Sicobana como grupo?
Psicobana nació hace 10 años y lo que hacemos es principalmente música tradicional. Es extraño, pero a la gente le atrae más lo tradicional que lo moderno. Ahora bien, Sicobana tiene dos caras. Ahora estamos trabajando con Nerea, que es un cantante español. Acabamos de sacar un disco, se llama Tamala y en él hay una canción, “Ceuta”, dedicada a todas las personas que saltan la valla. Tamala significa “El camino”. Porque tú coges un camino y no sabes lo que te vas a encontrar, lo único es que hay que estar preparado y ser duro.

Vamos a pedir a todo el mundo que lo compre, porque además parte del dinero se va en ayudar a los niños de Senegal, a los talibé. Nadie puede salvar el mundo, yo no quiero salvar a nadie, pero sí podemos ayudar, yo quiero ayudar. Creo que hay que intentar aportar.

Con Sicobana hemos tocado por toda España, pero Andalucía y el parque Bioparc son nuestra segunda casa, ahí tocamos cada verano desde hace ya 10 años. Ahí también vendemos nuestra ropa de Sico-colección.

Además del grupo, tienes una marca de ropa, Sico-coleccion, ¿qué tipo de prendas podemos encontrar?
La idea de Sico-colección es trasladar también la cultura, porque África no es solo música o la comida, también están las telas, los colores. Este es nuestro último proyecto, trabajamos sobre la tela y nuestro objetivo es conseguir tener una galería en Madrid, una tienda, y no vamos a hacer más proyectos porque al final no paro.

Estamos trabajando también en nuestra página web, por el momento se puede comprar a través de Instagram o de Facebook.

La ropa se hace desde Senegal y es una manera también de ayudar a dar trabajo a gente allí. Hay todo tipo de prendas, infantil, de hombre, de mujer, zapatillas. Nosotros lo que queremos es hacer toda la ropa moderna a través de las telas africanas: americanas, pantalones de chándal, bombers, camisas, sudaderas, todo tipo de cosas. Igualmente, si quieres modernizar la decoración de tu casa, podemos hacer cojines, cortinas o colchas. Nosotros nos encargamos. También alquilamos ropa para películas, publicidad o eventos. Con Aïcha Camara hemos hecho todo el vestuario de su cortometraje, “MYA”.

Esa es otra de tus facetas: la de actor y modelo. ¿Cómo empiezas en ese mundo? ¿Y en qué trabajos has colaborado en ese sentido?
Sí, “MYA”, el corto de Aïcha es una de los cortos en los que he salido. Eso empieza cuando nos proponen al grupo hacer una película con Loles León, “Descongélate”. Esa fue mi primera película. Después empiezan a ofrecerme hacer publicidad y estar en los festivales.

He hecho tres cortometrajes, el primero se llama “Todos mis padres”, el segundo es “Hipertensión” de Taito y es extranjero y el tercero el de Aïcha Camara. Otro que también hice fue uno con Ayuda en acción, dirigido por Pascual. También he salido en “La que se avecina”.

Y en publicidad también he trabajado, pero no me dedico al mundo actoral al 100%. Si me llaman, bien, pero yo soy músico.

¿Cómo terminarías esta entrevista?
Diría que ya es tiempo de mentalizarnos, que somos nosotros, somos África y tenemos mucho trabajo por hacer. Hay que ponerse las pilas, seguir para delante y trabajar por nuestra tierra. Tenemos deberes y derechos y tenemos que saberlo.

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