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Elecciones
Una lloradita y a seguir
Escucho a la Fernanda de Utrera cantar por soleá:
“No llores tú flamenca mía
en la casa de los pobres
nunca reinará la alegría”
El día después de las elecciones lo paso esquivando a las vecinas de mi barrio, no puedo sostener sus miradas en las que puedo ver encarnada esta sentencia flamenca. Tras cuatro años viendo desaparecer los servicios públicos, viendo caminar a las hormigoneras y a los peritos por los parajes naturales, apartamentos turísticos en cualquier esquina del territorio, agresiones a cualquier tipo de disidencia y un abandono total a los barrios y los pueblos que construyen Andalucía pocas esperanzas había en que las miradas fuesen a cambiar de palo, a una alegría o una bulería.
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La realidad duele el doble cuando en la retaguardia se ha construido en estos años un imaginario del andalucismo que ha copado todo el ambiente cultural desde lo más underground a lo más mainstream. Una energía que ha querido reivindicar las resistencias políticas y las identidades que construyen Andalucía que no se ha traducido en votos a los partidos de izquierda. Más bien en votos a una derecha que ha sabido estar con los tiempos y atarse la verde y blanca al cuello para capitalizar el sentimiento de arraigo a la tierra que vertebra nuestro pueblo. Juanma Moreno se ha presentado como el marido perfecto. El tío perfecto que encaja en cualquier comida familiar de domingo, del que es imposible pensar que vaya a hacer algo contrario al bienestar de esta tierra. ¿Cómo me va a destrozar la casa, con lo bien que queda en las fotos y lo agradable que es en la sobremesa?
En días como estos en los que no se ve salida es importante sostener la impotencia y la tristeza, pero también hacerle un hueco a no dejarnos caer y valorar las resistencias que a pesar de todo siguen amaneciendo
Y la puntilla final, que vendan a este partido de derechas como al salvador de la sociedad frente al ascenso de la ultraderecha. Nos dejan con la obligación de tener que dar las gracias porque podría ser mucho peor, como si 14 diputados de la ultraderecha en el Parlamento no fuese una red flag del tamaño del Mulhacén.
Mientras, del otro lado del charco nos llegan imágenes de la emoción del pueblo colombiano al recibir la victoria histórica de Gustavo Petro y de Francia Márquez: gritos de euforia, lágrimas de felicidad, agradecimientos y abrazos que reciben a lo que se espera sea un tiempo de dignidad para la sociedad colombiana. En contra de una Europa cada vez más conservadora, América Latina está optando por gobiernos progresistas y sociales cuya línea política deja en pañales al panorama partidista de la Unión Europea.
A lo mejor es el momento de que Andalucía, que se encuentra, como bien recoge Carmela Borrego en su libro Encarnando el territorio, en una posición frontera, deje de mirar tanto a un norte que le lleva a adaptarse a un monolito cultural y político conservador y comience a ser humilde y aprendiz a la hora de mirar a los sures. La victoria del progresismo en Colombia es un ejemplo de “alegría en casa de los pobres” que no ha surgido por generación espontánea: forma parte del triunfo de un trabajo colectivo, social y político que va más allá de las urnas y que suma una gran cartografía de fracasos en la casa de los pobres. Márquez, antes que nada, es activista con décadas de trabajo e implicación a sus espaldas, que sabe que lo gubernamental es una pieza más de la política, pero ni de lejos la única. La gran abstención en Andalucía y el voto desilusionado de la izquierda nos hacen pensar que en el territorio puede haber quien piensa igual.
Colombia
Francia Márquez “El camino hacia la paz es la justicia social”
Según la propia Francia: “hay que ir de la resistencia al poder”. Y de resistencias tenemos una historia y un presente lleno en Andalucía. En días como estos en los que no se ve salida es importante sostener la impotencia y la tristeza, pero también hacerle un hueco a no dejarnos caer y valorar las resistencias que a pesar de todo siguen amaneciendo cada mañana pase lo que pase: los vecinos de un barrio con cortes de luz dando caceroladas en la calle, una jornalera que denuncia y grita al patrón a pesar de jugarse el puesto, unos bomberos que acampan frente al congreso, unas trabajadoras que recorren a pie toda Andalucía desenmascarando al gobierno, unas activistas que se tiran al Guadalquivir para reivindicar un mundo vivible para todas, dos chicas que se morrean frente a una concentración de la ultraderecha en la plaza de su barrio, una asamblea que libera un espacio de especulación para que las vecinas puedan tener espacios de encuentro...
No quiero romantizar, sino atisbar una cotidianidad a la que agarrarnos hecha de pequeños gestos. Solo así podremos cambiar el cante y que seamos las pobres la que hagamos reinar la alegría en nuestra casa.