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Elecciones generales del 28 de abril
La campaña más intoxicada
El ascenso de Vox en las encuestas se enmarca en el auge de una nueva industria: la compra-venta de datos, la segmentación de públicos y la difusión de fake news personalizadas a través de Facebook y WhatsApp. El objetivo: condicionar el voto de millones de personas.
Todos los partidos, uno detrás de otro, se pusieron de acuerdo en modificar la Ley de Protección de Datos. Todos habían oído hablar de Cambridge Analytica, de la manipulación informativas en las elecciones de Brasil y, por supuesto, del referéndum del Brexit. Y se pusieron de acuerdo en un artículo, el 58 bis. Un cambio sobre una ley gris que, sin embargo, abre más la puerta a la manipulación de procesos electorales, empezando por las generales del 28 de abril. Algo que lo cambia todo y sobre lo que no se sabe mucho.
“No parece muy inteligente, lo que parece es bastante oportunista”, opina la periodista experta en tecnología, Marta Peirano, que en abril presenta su libro El enemigo conoce el sistema. El 58 bis nació para que los grupos políticos puedan hacer campañas diferenciadas, elaborar perfiles, segmentar públicos, que permitan lanzar mensajes personalizados o más ajustados a las necesidades de campaña. Ahorrar en publicidad en los buzones —lo más caro de las campañas— y eliminar otros intermediarios.
Con el sistema electoral vigente, y las herramientas de perfilado que aporta nuestra huella digital, la búsqueda de los votos se transforma completamente respecto a los procesos anteriores. Elena Gil, abogada especialista en protección de datos, cree que es arriesgado decir que las prácticas que ampara la nueva norma no se hayan usado anteriormente, porque, en este caso —como en el dopaje en el deporte— las trampas van por delante de las regulaciones, “lo que sí es realmente nuevo es que por fin tomamos conciencia”. La norma, indica Gil, abre la puerta a que se popularicen estas prácticas.
El caso de un adolescente que ha recibido, a sus 17 primaveras, mensajes de tres partidos en campaña, evidencia que la carrera comenzó hace meses. Y el escenario predominante es WhatsApp
La fórmula se repite. El partido pone sus bases de datos a disposición de empresas de marketing dedicadas al análisis de datos y vendehumos. Legalmente no pueden ceder los datos, y cualquier empresa incurriría en un delito si usa esas bases posteriormente, pero en campaña los partidos pasan los datos a esas agencias, que los analizan cruzándolos con la huella digital de los sujetos de interés: qué compra, qué vende, con quién interactúa, a qué dedica el tiempo libre. Plantean campañas segmentadas —la palabra se repite una y otra vez—, aportan una serie de conclusiones y soluciones, en forma de campañas específicas o abiertas que tenga “perchas” para esos consumidores de oferta electoral.
Contra esto, la ley establece como única garantía el derecho de oposición, pero el problema, indica Gil, es que no es tan sencillo, ya que los legisladores no lo han puesto fácil. Gil forma parte del Grupo Secuoya, una plataforma de abogados, que ha puesto en marcha la Lista Viernes, para que la ciudadanía solicite que no se utilicen sus datos en ese proceso de “spam político”. En pleno proceso de financiación —a través de una campaña de crowdfunding—, la lista solo funcionará, indica esta abogada, “si mucha gente se inscribe y comienza a hacer presión social para pedir garantías y transparencia a los partidos”. El problema, señala Gil, es que, al contrario que con las empresas comerciales, para las que existe la Lista Robinson, la legislación no obliga a los partidos a consultar estos listados, de manera que, quien se apunte, no puede estar seguro de que sus datos no serán usados en la campaña.
El caso de un adolescente que ha recibido, a sus 17 primaveras, mensajes de tres partidos en campaña, evidencia que la carrera comenzó hace meses. Y el escenario predominante es WhatsApp. La red de mensajería instantánea, propiedad de Facebook, tiene una ventaja comparativa para los partidos: su total opacidad. “Es totalmente imposible saber de qué habla el público en WhatsApp”, explica Daniel Gayo-Avello, investigador en social media. “Eso significa que si se usa la aplicación de mensajería como vector para difundir desinformación no se puede saber hasta que alguna persona traslada ese bulo a Twitter o Facebook.
La propuesta de X.net es sencilla: rastrear el dinero hasta encontrar quiénes se benefician de la desinformación: casi siempre Gobiernos e instituciones como los partidos políticos
Los analistas además, insisten en que el bulo y su desmentido —que puede provenir de medios convencionales o de agencias de verificación como Maldita o Newtral— se transmiten por vías distintas. Más específicamente, alcanzan burbujas o comunidades distintas y compartimentadas para que no se toquen. Normalmente, el bulo —sólo cuando alguien ha pagado para su difusión— encuentra más público que su desmentido.
Desinformación
El 20 de marzo, el colectivo X.net publicó el borrador de su informe Fake you: Fake news y desinformación, un trabajo que quiere ser “un arma contra la falsificación informativa” y que su coordinadora, Simona Levi, quiere presentar antes de la campaña electoral ya que “la situación es más grave de lo que parece”. La propuesta de X.net es sencilla: rastrear el dinero hasta encontrar quiénes se benefician de la desinformación: casi siempre Gobiernos e instituciones como los partidos políticos, denuncia este colectivo.Es toda una industria, señalaba Levi en la rueda de prensa de presentación del informe, que se basa en un sistema vertical: “Las fake news —bulos o desinformaciones— que cambian percepciones lo hacen como fruto de una inversión fuerte”, indica esta investigadora. Por 3.500 euros, un partido puede adquirir un millón de robots sociales o bots, los más conocidos de entre los dispositivos de pastoreo digital. Su utilidad es variada: desde lo más sencillo —aumentar la masa de seguidores de una celebrity, partido o institución— hasta difundir etiquetas para conseguir ser tendencia en las redes sociales, pasando por lo más futurista: contestar desde la provocación o la adhesión —gracias al machine learning—, intoxicar debates sanos e influir en los medios convencionales.
“La sociedad ya es consciente de que ciertas prácticas intrusivas pueden ser manipulación, pero nunca sentimos que nosotros somos sujetos de manipulación”, señala Gil
Las imágenes de las granjas de bots españolas muestran filas de móviles conectadas a una consola desde la que se mueven cientos de miles de perfiles. El menú que ofrecen incluye bots, ciborgs, prácticas de astroturfing o flodeo. Palabras de novela ciberpunk para un tiempo en el que todo el mundo es susceptible de ser manipulado. “La sociedad ya es consciente de que ciertas prácticas intrusivas pueden ser manipulación, pero nunca sentimos que nosotros somos sujetos de manipulación”, señala Gil.
La parte opaca de la oferta de perfilado y análisis es explotada de forma diferente en los tres principales canales: Twitter, Facebook y WhatsApp. En Twitter, “quizá el mayor problema sea la capacidad de grupos pequeños que, usando medios automáticos —bots y cuentas falsas—, pueden fijar la agenda y obligar a los medios a tratar temas que no formaban parte del plan original de los candidatos”, indica Gayo-Avello.
Facebook se ha convertido en el eje sobre el que han girado los escándalos de manipulación más importantes de la historia. A partir de unos pocos euros, una noticia falsa, descontextualizada o agresiva, puede recorrer los muros de la comunidad previamente seleccionada. En los últimos tres meses de la campaña electoral estadounidense de 2016, la red social de Mark Zuckerberg difundió 20 noticias que fueron más leídas, compartidas y valoradas que las 20 más exitosas de los medios tradicionales. Las 20 entran en la definición de noticias falsas.
WhatsApp se hizo célebre con las elecciones brasileñas, en las que la desinformación pasó bajo el radar hasta las últimas semanas de campaña, cuando ya era tarde. Peirano explica que uno de los últimos esfuerzos “fue engañar a la gente sobre cómo votar” y para disuadirles de acudir a los colegios electorales. “Las campañas clandestinas por WhatsApp no son una herramienta que hayamos tenido antes, tampoco se parece a ninguna”, señala esta periodista de Eldiario.es. La clave es la capacidad de enviar un mensaje masivo, de forma rápida y sin garantía de veracidad. Peirano lo lleva al extremo: “Puedes hacer una campaña diciendo que Pedro Sánchez mata perros por las noches. Una campaña de marquesinas tiene que ser aceptable, una en WhatsApp no”.
“Seguir el dinero”, insiste Levi, quien plantea la necesidad de una legislación que ataque la financiación de quienes propicien la difusión de informaciones falsas, que aplaque a los monopolios que invierten grandes cantidades de dinero en la manipulación y que fije los criterios económicos bajo los que los partidos se plantean campañas oscuras de propaganda, una puerta abierta a la corrupción informativa. Porque, como señalan desde X.net, la clave no es que una información sea falsa, sino cómo, cuándo y entre quién se difunde.
Daniel Gayo-Avello matiza que no hay “datos duros” que permitan afirmar que la influencia de Facebook y WhatsApp fue determinante en las elecciones de Brasil y EE UU, aunque apunta que el principal impacto es el cocktail de tecnología con métodos políticos maliciosos: “La gran diferencia es que ahora la segmentación puede hacerse con mayor precisión, la propaganda puede ser más intrusiva y la desinformación constituye una parte importante —si no la mayor— de la dieta informativa de la ciudadanía”.
bots y medios convencionales
En esa carrera, los partidos que concurren a las elecciones generales no están obligados a desglosar su gasto en comunicación, lo que dificulta saber hasta qué punto la inversión en técnicas de pastoreo y spam influyeron en campañas como la de 2016. El informe Fake You ha determinado que los cuatro principales partidos de ámbito estatal utilizaron robots sociales, algo que como señalan desde X.net supone un riesgo por su capacidad para influir “en la información en los sistemas de redes sociales, sino que también intervienen peligrosamente en el mundo real”.Daniel Gayo-Avello introduce otra variante y es que, pese a que el Big Data —inteligencia de datos— ya se presenta por los expertos como una herramienta más efectiva que la vieja demoscopia para calibrar tendencias de cara a las elecciones, su capacidad predictiva es limitada “máxime cuando gran parte de la información difundida es falsa y muchas cuentas supuestamente personales son bots automatizados”.
El último elemento fundamental devuelve la responsabilidad de la difusión de mensajes en campaña a los medios tradicionales, especialmente al triángulo formado por los grandes grupos españoles: Prisa (Cadena Ser, El País), Mediaset (Tele5) y Atresmedia (La Sexta, Antena 3, Onda Cero).
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Covadonga 2.0
Rafael Bardají no es un gran orador, es un gran neocón. Es también una referencia del lobby pro israelí en España, enlace con el Partido Republicano —uno de los pocos en la esfera conservadora española que apoyaban sin cortapisas a Trump— y ahora con The Movement, la franquicia creada por el ideólogo de ultraderecha Steve Bannon en Europa para la difusión de la agenda neoconservadora. Su adaptación de esa agenda le ha llevado a decir que Vox propiciará un acontecimiento que llama “Covadonga 2.0” contra la expansión del islam en Europa. Bardají también es un hombre de Aznar, actor poco memorable en las conversaciones para la declaración de guerra a Iraq —basada en la desinformación sobre las armas de destrucción masiva— publicista y experto en marketing de profesión. Además, es uno de los fichajes estratégicos de Vox.
Son los propios partidos quienes contribuyen a cuestionar las informaciones fidedignas o veraces, conscientes de que la pérdida de credibilidad puede ser utilizada para esquivar informaciones comprometedoras
Estados Unidos
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Bardají no es un hombre con carisma y tampoco está desinformado. En marzo, su perfil de Twitter daba espacio a noticias de El Matinal, Caso Aislado, u Outono, medios que referenciaban informaciones de Breitbart o Info Wars, los sitios web puestos al servicio de la nueva derecha estadounidense. Pero su fuente principal de noticias es el polémico OkDiario. En el último mes, Bardají compartió una noticia de El Matinal sobre una supuesta auditoría a la Junta de Andalucía en la que habría aflorado una estafa de 4.000 millones durante el mandato de Susana Díaz. Nada que se pueda leer en otro medio, nada que se pueda explicar —una auditoría de ese calibre no se hace en dos meses—, nada que nadie le haya reprochado a Bardají, con un modesto número de seguidores en Twitter (3.255).
En el perfil del cerebro publicitario de Vox abundan los retuits de perfiles como “El Castigador” o “Ciudadano Cualquiera”, tuiteros afines a Vox que se presentan como opinadores anónimos, azotes de herejes y vehículos para la difusión de la campaña de Vox contra el “voto útil” de la derecha.
El uso de Vox de las redes sociales y WhatsApp está siendo intenso, la dificultad para rastrear el alcance de esa “campaña oscura” de comunicación contrasta con lo fácil que permean en los medios de comunicación mensajes que no formaban parte del debate político y que comienzan a copar programas de TV y tertulias de radio. Es un ejemplo el anuncio de que el líder del partido ultra, Santiago Abascal, pretende abrir los permisos de armas para que se extienda el comercio de pistolas y rifles. Un objetivo que solo satisface a un sector muy determinado de población, que eclipsa datos objetivos como que España está a la cola de la UE en protección social.
Políticas a la carta
Mientras Abascal elude ir a debates y demasiada exposición en abierto para no quedar en evidencia —como de hecho ha pasado cuando se le ha preguntado sobre temas como el Brexit—, la sospecha es que Vox está aprovechando todas las vías abiertas por las cadenas de WhatsApp. La fórmula, de nuevo, es la segmentación, que explica asimismo la búsqueda de candidatos que cumplan perfiles determinados en circunscripciones con problemáticas específicas o comunidades preexistentes —militares, de pequeños terratenientes o con una bolsa de padres separados—. Elena Gil explica cómo la personalización de mensajes tiene como objetivo principal trabajar con emociones, ya que “cada vez nos movemos por sentimientos que por datos objetivos”. Unas horas antes de que diera comienzo la campaña electoral, Vox no había presentado su programa de Gobierno.Amplificar modelos de pensamiento no mayoritarios para hacerlos pasar por tales, poner en marcha emociones antes de que se tome la decisión sobre el voto, encontrar nichos de malestar antes que hacer una campaña. Combinar soledades para generar un falso movimiento social que opere unido solo una vez: a la hora de ir a votar.
Marta Peirano subraya cómo la clave es la generación de un estado de desinformación en el que no se sepa —o no importe— lo que es verdad o mentira. Los medios de comunicación ven perder su legitimidad en una huida hacia adelante definida por su trabajo para estar en —y generar riqueza para— las redes sociales. Y son los propios partidos quienes contribuyen a cuestionar las informaciones fidedignas o veraces, conscientes de que la pérdida de credibilidad puede ser utilizada para esquivar informaciones comprometedoras. Así, cuando el Grupo Prisa publicó que Vox había desviado donaciones a través de militantes, Abascal dijo que era un “invento progre”, y cuando El Mundo recogió una propuesta de Pablo Casado sobre incentivos a mujeres sin papeles que den a sus criaturas en adopción, el candidato del PP se defendió del escándalo calificando la información de “fake news”. Lo mismo dijo el 10 de abril cuando, tras una entrevista, Eldiario.es publicó que Casado pretende bajar por primera vez el salario mínimo interprofesional a raíz de una entrevista en Onda Cero.
Entre las alertas que las fuentes consultadas consideran que han saltado ya están la destrucción del debate político sano, el fin de los programas políticos, la discusión en torno a datos que cada ciudadano ha recibido por separado —y que posiblemente sean contradictorios— y la banalización de la información. En Nueva ilustración radical, la filósofa Marina Garcés apunta que uno de los síntomas de la delegación en la inteligencia artificial, en el algoritmo, es el empequeñecimiento de los seres humanos. A la vez que brotan formas de autoorganización y nuevas redes, también aumenta la tendencia “a la segmentación, a la disgregación, a la conformación de micromundos y a la autorreferencialidad”, apunta Garcés.
La epidemia de soledad es, para Peirano, lo que está detrás de la creación de burbujas: “Hacer campañas diferentes para gente diferente, lo que significa es que el país no está diciendo colectivamente lo que le parece mejor”. En lugar del pensamiento único, una especie de pensamiento a la carta, dirigido por quienes tienen más capacidad de atraer la atención y sin garantías de que sus mensajes sean examinados y escrutados por el conjunto de la población. Todos los partidos se pusieron de acuerdo para no poner límites a los nuevos tiempos, pero algunos tienen mucho más que perder con este modelo.
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Es necesario hacerle la campaña a VOX también en El Salto? Es que no hay otra cosa que la maldita diarrea dialéctica de esta peña? Putas elecciones de mierda, joder.
COMPARAR A VOX CON PODEMOS A LA QUE SE REFIERE A SU POSIBLE SUBIDA DE ESCAÑOS ES COMO POCO DE ESTAR DESINFORMADO.PODEMOS SUBIÓ POR EL ASTÍO Y EL 15 M,VOX SUBIRÁ(ESPERO QUE NO TANTO COMO PODEMOS) POR SER OPORTUNISTA Y APROVECHAR LOS MEDIOS,LA MENSAJERIA INSTANTANEA(WASAP)Y EL DESCONOCIMIENTO Y ARREGLARLO TODO CON LOS COJONES.
se nos ha ido de las manos el fenómeno VOX, es imparable y va a arrasar, como pasó con Podemos
Fuera de tema, han detenido a un tipo en Londres en una embajada... ¿no vais a sacar nada del asunto?
Está claro que llegará un momento en que está cloaca de mentiras se regule (como en una depuradora de aguas). Pero mientras tanto será la selva. ¿Hasta cuando?
Pues como se regule por ley la mentira van a tener que cerrar todos los medios de comunicación sin excepción, incluido éste.
Magnífico y acertado artículo, que hace un buen diagnóstico del peligroso fenómeno. La cuestión es que el propio neoliberalismo, que ha entrado en la fase necropolítica, ha estrechado/dificultado/cerrado las posibles salidas. El gran capital, en manos de muy pocos, tiene todo el poder mientras todos los demás pelean entre sí. En mayor o menor medida todos somos conscientes del caos, pero la esperal de fuerzas desatadas son incontrolables y se necesitaría una especie de catársis en forma de shock más o menos traumático que nos haga tomar conciencia como humanidad.
Buen análisis, entramos en la era de las fake y me parece que aún no hay garantías ni medios para controlar todo esto en campaña