We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
California
Jornaleros del siglo XXI: odio de clase
El odio de clase es ese sentimiento irreductible y primario que hace que desees la muerte de tu jefe cada vez que le miras a los ojos y le respondes con una sonrisa mentirosa.
Llevamos ya un par de semanas en Estados Unidos y la situación se está poniendo divertida. El país de las oportunidades nos golpea continuamente en nuestras caras tostadas al sol de la Mar Bella, esa nudista y decrépita playa barcelonesa.
Los amaneceres son pintorescos debajo de los puentes, árboles y callejones en los que pasamos las noches a la espera de encontrar un trabajo. Pero estamos bien, a mí no me molesta esta vida de bajos fondos. Entre la desesperación pueden suceder cosas maravillosas. Como aquella noche que dormíamos en un parque y un personaje estuvo merodeando a nuestro alrededor, observándonos desde detrás de unos arbustos con su bici destartalada, su chupa naranja y un cigarro en la mano. Supongo que me tendría que haber sentido amenazado por la mirada persistente de este varón robusto mientras yo trataba de dormir plácidamente, pero al contrario, me recordaba las felaciones de Limonov a su colega afroamericano en los parques de Nueva York después de arduas peleas. Así que, en lugar de perturbarme, en mi cara se esbozaba una sonrisa maliciosa. Es difícil querer estar vivo y no buscar similitudes con vidas hasta tal punto trastornadas.
Danzábamos al más puro estilo Miquel Iceta y, sobre todo, expropiábamos todo lo que se cruzaba ante nuestros ojos inyectados en sangre
En situaciones como éstas, cuando estás con los bolsillos vacíos, miras al abismo, te devuelve la mirada y no te asustas, la vida toma tintes mesiánicos. Si no tienes nada, qué más da 8 que 80. Y a nosotros el dinero se nos terminó la semana pasada, así que ahora, ¿qué tenemos que perder, si no hay mañana? De esta forma lo planteamos la noche que nos colamos en una fiesta de reggae para recaudar fondos y con toda la imprudencia que nos caracteriza respondimos sí a la pregunta de si éramos los voluntarios que se encargaban de la seguridad. ¡Madre mía!, qué pringaos son los oenegeros. Desde el momento en que nos enfundamos la chupas con las letras de seguridad en la espalda, aquello se convirtió en un espectáculo dantesco. Pedíamos identificación arbitrariamente y porque sí a todo el mundo, danzábamos al más puro estilo Miquel Iceta y, sobre todo, expropiábamos todo lo que se cruzaba ante nuestros ojos inyectados en sangre. Una vez sembrado el caos, huimos los primeros, como las ratas ante los barcos que se hunden.
La temporalidad y la inestabilidad no son categorías nuevas del capitalismo, son los cimientos sobre los que se ha fundadoBuscar trabajo en las montañas californianas es bastante desconcertante, aquí no hay Infojobs, Job Today o Linkedin. Aquí para buscar trabajo en las plantaciones tienes que recuperar el método que era mainstream en el siglo XIX pero que ahora sólo se lleva entre inmigrantes. Esto funciona como en el bar Yakarta de la madrileña Plaza Elíptica: te pones enfrente del bar a esperar que aparezca un campesino con gorra – aquí no eres nadie si no llevas gorra – con una camioneta de tres metros de alto y un barrigón que se deposita entre sus piernas y parece un planeta pequeño. Amablemente le preguntas si necesita tus servicios, a lo que él responderá “¡No!” y la intriga sólo consiste en si lo hará con desprecio o no. Y así van transcurriendo los días, viendo la vida pasar en las puertas de los bares, hasta que te echan y tienes que ir al siguiente pueblo a disfrutar de la simpatía redneck. Al final de tanta repulsa, algún día suena la campana y ante la enésima pregunta, alguien te contesta “¡Sí!” y te carga en la parte de atrás de su camioneta. Se te pone la misma cara que pone un perro cuando saca la cabeza de la ventana, precisamente porque no sabes el infierno que te espera.
Sin apenas darte cuenta, te encuentras en medio de una montaña a bastantes millas de la civilización y tu jefe armado te expone las condiciones laborales. Si tienes un poco de suerte, te dejará dormir con tus 10 o 15 compañeros en el mismo sitio en que trabajáis, y si no en la tienda de campaña con el general invierno al acecho. Y todo esto a menos de 300 millas de Silicon Valley, el sitio donde Google y Facebook ponen toboganes a sus trabajadores para que sean felices mientras nos vigilan. Para que después algunos listillos de universidad nos vengan a hablar de precariado y cognitariado. Eso quizás lo serán sus estudiantes trilingües – al resto le toca revivir las condiciones del Manchester de los primeros textos de Engels. La temporalidad y la inestabilidad no son categorías nuevas del capitalismo, son los cimientos sobre los que se ha fundado, independientemente de que durante décadas nos ofreciera vacaciones pagadas y un aguinaldo en Navidad.Así que aquí, como trabajadores ilegales e inmigrantes que somos, cobrar deja ser algo obvio y natural de por sí para convertirse en toda una batalla proletaria. Lo aprendimos muy bien el día en que Paco, excurrela de la plantación y sicario del cartel Beltrán Leiva de Sinaloa, se presentó a las siete de la mañana con su bigote mejicano, su cara desencajada y su escopeta a cobrar los 1.500 $ que le debían. Ante lo que el cabrón de nuestro jefe no pudo hacer nada más que bajar la cabeza, abrir la cartera e irse con el rabo entre las piernas.
Más vale tener odio que tener miedoEn estas semanas durmiendo entre callejones y parques, haciendo de seguratas y trabajando en condiciones feudales, finalmente hemos aprendido una lección de Paco. Lo importante no es si formas parte de un sindicato, si tienes un contrato indefinido o si trabajas en una cooperativa. Lo importante es el odio de clase, ese sentimiento irreductible y primario que hace que desees la muerte de tu jefe cada vez que le miras a los ojos y le respondes con una sonrisa mentirosa. Ese odio que te hace sentir que no tienes muy claro lo que eres pero que te hace tener totalmente claro que no tienes nada que ver con la empresa, que sus beneficios no son tus beneficios. Porque no hay jefes buenos o malos, hay jefes y con eso no hay conciliación posible, aunque la debilidad de nuestra posición nos haga agachar la cabeza en muchos momentos. El odio al enemigo es necesario para vivir y no aceptarlo causa mucha frustración. Ese odio es liberador cuando se puede compartir y nos hace reconocernos entre nuestros hermanos. Para nosotros lo bueno no es llegar puntual, desayunar mientras trabajamos y salir los últimos, para nosotros lo bueno es pedir bajas continuamente, robar todo lo posible sin que nos pillen y actualizar el Instagram en horas de curro. A la mierda la moral del trabajo. Durante todos esos días currando de jornaleros, cuando nos levantamos pensamos en Paco y nos repetimos una frase muy popular en la Alemania de los 70’, “Más vale tener odio que tener miedo”.
Para leer la primera parte, Camino hacia California: https://www.elsaltodiario.com/el-sobresalto/nos-ibamos-a-california-enfermos-de-la-fiebre-verde-pero-la-noche-anterior-nos-liamos-y-esto-es-lo-que-paso
Relacionadas
Especulación urbanística
Qué ha pasado con las ciudades y países que han limitado el precio del alquiler
¿A qué ciudades se refería la vicepresidenta Nadia Calviño cuando decía que la regulación de precios del alquiler no había funcionado? Repasamos de la mano del Sindicato de Inquilinos de Catalunya qué modelos existen y a cuáles está mirando el Gobierno de coalición.
Incendios
Una tormenta perfecta: California en llamas
Sin acción global para combatir el cambio climático, California va a tener que acostumbrarse al humo. Como en los últimos años, el escenario de esta tormenta perfecta va a replicarse: un ambiente seco después del verano, vientos impredecibles y violentos, y líneas eléctricas en estado decadentes.
Cine
Crítica > ‘En los 90’
Cero conciencia sobre la condición masculina, ¿alguna vez te has planteado si podríais haber dormido en un parque siendo mujeres? ¿Os importa pensar en eso? ¿Se puede decir algo como "con su bigote de mexicano"? ... Madre mía. ¿Se puede llamar 'redneck' a la gente de California? ¿así sin matices? ¿Qué categorías identitarias se usan super free y qué condiciones subalternas no se están atendiendo?
Guay la crónica, pero de lo que me da cuenta es de una manera de observar que me parece tristilla, por lo que augura para "las otredades".
Y cada vez que subes una escalera hay que recordar a quien esta en silla de ruedas, y antes de comer rezar por los niños etíopes que se
mueren de hambre...o al estilo de loss demócratas de ayer, cada vez que se hable de política hay que condenar a ETA.
Triste e inútil la religion de la corrección política neoizquierdista.
Cuanto mas se degrada la vida y el desierto se expande, mas importancia toman estas gilipolleces
ESTO VA DE BLOGEROSMILENNIALSVESTIDOSDEKINKIS VS. OENEGISMOPROGRESÍAYJORDIHURTADO?
PUES YO LO TENGO CLARO: LARGA VIDA A JORDI HURTADO (Y A KARLOS ARGUIÑANO)
Para mí que detras de la jerga millenial y la actitud macarra escondeis una soberbia y una pedantería infinitas.
Es divertido
Tras leer las dos primeras partes quería solicitar medio-formalmente ser becario en El Salto.
Prometo escupir religiosamente vuestros cafés cuando me los pidáis y sonreíros luego (tengo hoyuelos, no notaréis mi odio).
Un saludo.
Y no ha hecho más q empezar... Yo pa la semana que viene espero FUEGO!
Empezastéis flojillo pero con esta segunda parte lo habéis petao. Llamadme fanhater.