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Filosofía
Populismo: un concepto tóxico
El concepto de populismo resulta inadecuado para la política española. Carente de arraigo en nuestra tradición política, es asimilado por amplios sectores sociales a planteamientos alejados de la democracia. Es un concepto definitivamente marcado de modo negativo desde el poder.
El concepto de populismo ha desembarcado en los últimos tiempos en la política española con unos efectos altamente perniciosos, tóxicos. Afortunadamente, su reivindicación por ciertos sectores se halla muy limitada a ámbitos fundamentalmente teóricos y no ha alcanzado a la política cotidiana.
La crítica del concepto
He de precisar que de lo que hablo es del concepto, no de la práctica política. Como explicaré a continuación, mientras la propuesta política que se deriva del populismo me parece adecuada para el desarrollo de posiciones antagonistas, críticas, el concepto, absolutamente contaminado desde el poder y, de ese modo, asimilado a prácticas antidemocráticas, aunque ello pueda ser injusto e inadecuado, se convierte en un verdadero lastre, en un obstáculo que añadir a la ya extensa lista de obstáculos que debemos afrontar. Es cierto, sin duda, que la política es, entre otras cosas, una lucha por la apropiación de los conceptos y de las palabras, puesto que, como nos recuerda el Comité Invisible, el lenguaje no es un instrumento de descripción, sino de construcción del mundo. Pero hay batallas que es mejor no dar, pues están perdidas de antemano. Es lo que creo que ocurre con el concepto de populismo.
En primer lugar, cabe decir que el concepto de populismo ha sido apropiado por el poder y desprestigiado, ya que se ha asimilado a planteamientos políticos de carácter no democrático. Estamos acostumbrados a escuchar la calificación de populistas hacia todos aquellos actores políticos que desde lo políticamente correcto se pretende desprestigiar. Lo que, por otro lado, lleva a la identificación como populistas de posiciones de extrema derecha y de izquierda alternativa.
El concepto de populismo ha sido apropiado por el poder y desprestigiado, ya que se ha asimilado a planteamientos políticos de carácter no democráticoPor otro lado, es un concepto tan marcado que la lucha por su reapropiación se me antoja vana. Si precisamente desde el populismo se habla de significantes vacíos que hay que resignificar, aquí lo que nos encontramos es con un significante lleno, repleto, desbordante de connotaciones negativas.
Además de ello, podemos añadir que es un concepto que carece de arraigo en nuestra tradición política. Si en Suramérica el populismo ha tenido un recorrido innegable, en España en particular y en Europa en general es un concepto que no resulta operativo en ningún sector social. Frente a otros conceptos que también pueden resultar problemáticos, como los de comunismo, o marxismo, que cuentan con una amplia tradición en nuestro país y con los que ciertos sectores políticos se sienten identificados, el de populismo es un concepto importado e injertado en nuestra política sin necesidad alguna. No hay sectores que se reclamen del populismo, más allá de esos ámbitos teóricos, especialmente universitarios, en los que ha anidado. La operación de reivindicación que se hace de ese concepto desde estos sectores carece de una base social que la sustente y por ello resulta impertinente.
Impertinente e innecesaria, como decía más arriba. Innecesaria por cuanto la propuesta política que se cobija bajo el concepto de populismo, al menos tal como se maneja en nuestro país, ha venido siendo planteada desde antiguo desde otras posiciones. En efecto, ya en el entorno del 68, y desde teóricos como Marcuse o Sartre, empezó a pensarse la cuestión de los nuevos sujetos de transformación social. Conscientes de la estrechez de la referencia exclusiva a la clase obrera como sujeto revolucionario, una clase obrera que estaba sufriendo los efectos de lo que Marx denominó la subsunción real, como consecuencia del desarrollo final del modelo fordista, ambos teóricos se aplicaron a la reflexión en torno a las nuevas contradicciones del capitalismo, las nuevas exigencias políticas y los nuevos sujetos que auspiciaban. Así, la ecología, el feminismo, el pacifismo, las minorías, los estudiantes, emergen con sus reivindicaciones, que no deben ser entendidas como sectoriales, sino como expresión de una lucha común planteada con diferentes acentos. Podríamos ver aquí una anticipación de la idea populista de la cadena de equivalencias entre reivindicaciones políticas dispares. Y sin necesidad de remontarnos tan atrás y recogiendo planteamientos mucho más actuales, toda la teorización en torno a la cuestión de la construcción de la multitud puede tener, según como sea abordada, una gran cercanía con el planteamiento populista. Claro que para ello hay que dejar de lado lo que nosotros entendemos que no son sino matices que no debieran impedir entender que hay un proyecto compartido. Me refiero, por ejemplo, a la cuestión de la denominación del sujeto político. Pues mientras el populismo, como su etimología indica, apuesta por denominar a ese sujeto pueblo, desde otras posiciones teóricas apostamos por la denominación de multitud. Desde luego, el que esto escribe no hará cuestión de principio de algo tan irrelevante.
La propuesta política del populismo resulta adecuada, con ciertos matices, a las necesidades de la práctica actual, pero el concepto se convierte en una rémora para el avance de las posiciones políticas que desde el mismo se pretenden alentarPor otro lado, el populismo ha mostrado un especial empeño en desarrollar una política transversal, superadora del eje izquierda-derecha. Resulta razonable privilegiar los contenidos políticos sobre su adjetivación. Quiero decir que poco importa que un sujeto se califique de izquierda o de derecha, pues, como recordaba Marx, las cuestiones se dirimen en la práctica y, en este caso, la práctica se sustancia en el apoyo de ciertas políticas. Cuando estalló el 15-M, en muchos de los actos que convocábamos, al menos en Zaragoza, mucha gente decía no ser ni de izquierda ni de derecha, cosa que, he de reconocer, en un principio me irritaba. Sin embargo, pronto entendí que si estaba en ese espacio era porque buscaba algo, políticamente hablando, que modificara la realidad existente, lo cual suponía un paso tremendamente importante. Sin embargo, ese empeño en borrar ese eje ha sido, en cierto modo, un empeño vano, fallido, desde el mismo momento en que desde posiciones populistas se ha sentido la necesidad de hablar de un populismo de izquierdas y otro de derechas, como ha hecho Chantal Mouffe para diferenciar lo que suponen Marine Lepen o Donald Trump de las posiciones que representa Podemos o la revolución bolivariana.
La paradoja del populismo
Finalmente, quiero señalar lo que entiendo que es una grave paradoja que, en un determinado momento, afectó al populismo. En la pretensión de construir un sujeto político se hizo entrar en crisis al sujeto ya existente. Dicho de otro modo, y en términos más clásicos, para intentar hacer crecer ese sujeto, formado de manera casi espontánea a partir del 15-M, hacia la derecha, o hacia sectores menos politizados, se consideró no solo prescindibles, sino directamente contraproducentes, a ciertos sectores de la izquierda que nos sentíamos plenamente identificados con el proceso político que se estaba viviendo. Algunos vivimos con estupor cómo se nos vetaba por nuestra mochila izquierdista. Además de una posición sectaria, que negaba en la práctica lo que proponía en la teoría, construir un sujeto plural, abierto y múltiple, se amputaba una parte importante de su apoyo en aras de conseguir una expansión incierta y que nunca llegó a producirse.
En definitiva, mientras que entendemos que la propuesta política del populismo resulta adecuada, con ciertos matices, a las necesidades de la práctica actual, el concepto se convierte en una rémora para el avance de las posiciones políticas que desde el mismo se pretenden alentar. Por ello es por lo que consideramos el concepto de populismo como un concepto tóxico, inadecuado para el proyecto político que es tan urgente desarrollar.
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Lo reconozco soy un miserable, en su significado de pobre, hijo de miserables y nieto de miserables y mis hijos no llevan mejor camino. Para colmo, no lo puedo evitar, no entiendo de corrientes transversales y sigo siendo de izquierdas. Cuando leo un artículo como este me entran ganas de vomitar. Dentro de mi más profunda ignorancia sigo creyendo en la lucha de clases. Me disgustan las personas que actúan de una manera y dicen pensar de otra. Que un representante de la casta universitaria, que se ha reproducido endogámicamente, heredando las estructuras franquistas, niñito de colegio de curas, hijo de papa y de mama, con un exorbitado sueldo, comparado con mi mísera pensión, repita la misma idea un y otra vez me resulta insultante. Los martillos reales producen lesiones de muñeca y la hoces dolores de espalda. Los figurados solo pedantería
Ud. no ha vivido jamás la realidad,nadie ha deseado jamás ser un sujeto carente de recursos vitales, como para tomarlo como sistema de vida, al contrario todos queremos ser autosuficientes, luego pensaremos nuestro ideal político social, ud. cree que la lucha de clases es la solución, pero no lo es, pues ud. solo desea alcanzar de alguna manera esa condición de vida, que no es excluyente, sino,aspira ble, nuestra situación no debe condicionarnos a ser "rebeldes frustrados" de por vida...