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Ganadería
La Torca del Pozuelo
Recorrido por la Torca del Pozuelo, en Albacete, lugar en el que quieren construir las naves de cría, balsas de purines y demás instalaciones de una macrogranja de 140.000 cerdos.
Poco después de salir de Argamason (Albacete) en dirección al Pozuelo, un cernícalo nos embelesa con piruetas acrobáticas y vuelos rasantes sobre el sembrado. José Ángel, antiguo miembro de la Sociedad Albacetense de Ornitología (SAO) nos dice que es la variedad Primilla, que está en peligro de extinción y que procrea en esta zona, en la aldea de La Lossa y la iglesia de Pozuelo, todo un lujo.
Nos desviamos a la izquierda por el camino del Acebuche. Ahora una pareja de ratoneros planean sobre la loma preñada de esparto ante el correteo de los conejos. Atravesamos la cañada del Acebuche que verdea luminosos sembrados. Y llegamos al Acebuche, señorona soleada que junto a restos fantasmas de antiguos caseríos, observa impasible el coqueteo de los aguiluchos, y el corretear de perdices y conejos.
En el alerón una abubilla cabecea nuestra presencia. Continuamos rectos hacia Casas de Cañete, feudo del señorío, que debieron de oír el campaneo de cencerros y la vibración de la tierra cunado el trasiego de ganado del Sur al Levante. Amplias casas bien conservadas, con patio principal, planta baja, cámara y corral. Convivencia sostenible de animales y personas. Destaca un insigne palomar, desde donde repite la tórtola su estrofa. Portadas casquetudas cierran la aldea a cal y canto. Son las 10 de la mañana y la aldea parece dormitar.
Llamaron de madrugada, toda la casa está en calma
¡Esta gente que querrá que llaman de madrugada!
Iniciamos la marcha en dirección al pico Frontón (1.049 m). Tomamos el camino a la izquierda del lavajo, con fondo de agua y plantas, señal de invierno de lluvias; conversamos con un lugareño que va a labrar sus campos, quien nos indica el mejor camino y cuenta alguna historia mítica; entre almendros, dejando a la derecha el corral de Luciano, subimos campo a través hasta la cima.
La pareja nos cuenta que se dedica a la agricultura ecológica, viven allí con sus tres hijos, pero que tal vez tengan que dejarlo si prospera un proyecto de granja intensiva de cría de cerdos
Junto al punto geodésico, descubrimos una de las historias que nos contó esta mañana, una sima tapada con piedras. La leyenda dice que aquí cayó una mula y se ahogó y la lodaron. Desde lo más alto, un baño sensorial de olores, colores y sabores. Contemplamos picos, Castillo de Peñas, El Roble, Cabeza de Mahoma, Oriñuela, Morra del Pozuelo, Trifillas, Mugrón, Mont Pichel y Chinar; pueblos y aldeas, Pozuelo, Argamasón, Balazote, San Pedro, Casas de Cañete, El Acebuche, La Zarza, El Madroño, e innumerables aldeas y construcciones solitarias. Hace fresco y tenemos que volver a abrigarnos y resguardados en un chaparro al carasolete sacamos los bocadillos y Manu nos sorprende con un vino blanco, cabernet sauvignon, joven, de la última añada de Alpera. Excelente. Tenemos tiempo para tomarnos un té blanco calentito y repasar picos y llanos, mientras una nueva pareja de aguiluchos se enzarzan en el aire. ¡Estamos en mayo florido! Justo en esa dirección está la Cañada del Quintanar, donde las avutardas se reúnen para su pavoneo en época de celo.
Algo más entonados descendemos al encuentro del camino que llega a la Torca, unas alpacas en un sembrado delatan su posición. Estamos en medio del bosque mediterráneo, monte bajo con romero, tomillo, esparto, aliagas, espliego, arbustos y árboles como coscoja, enebro, carrascas, chaparros pinos y otras plantas de temporada, gamones, orquídeas, o variedades de jara. Y todo ello, aderezado con bancales de una siembra verde, luminosa, y ondulante.
Ya arriba de la Torca, mis compañeros se sorprenden ante tanta maravilla, una hondonada circular con tres alturas marcadas por paredes de piedra, a modo de circo romano, con distintos tipos de vegetación. Antonio, un amigo de La Solana, me contó que venía de niño con su abuelo y sigue siendo uno de sus lugares especiales, aquí tenían huerto, frutales, sembraban melones, cereales, lentejas. Lo recuerda como algo muy entrañable, aunque en su gesto me parece ver algo de contrariedad que no me aclara. A veces se quedaban a dormir en el cuco que hay en el extremo sur, ¡oh maravilla!
En el itinerario que hemos realizado, especialmente en los alrededores de la Torca, se construirían naves de cría y balsas de purines que serían esparcidos por toda la zona
Aún quedan variedades arbóreas, arbustivas y otras plantas, y hasta lirios a punto de abrir. Cada uno de los niveles contenía la erosión y servía para diferentes cultivos. Y para postre el Cuco, con dos plantas, en la de arriba para descanso de los campesinos y la de abajo para sus animales, con pesebre, chimenea donde poder cocinar o calentarse si el calor animal no fuera suficiente, una estaca donde colgar el cesto de la cebada, la merienda o el capote.
A la planta de arriba se accede por sendas escaleras de piedra exteriores que llegan hasta una puerta, cuyos restos de chapa y madera con cerradura de hierro yacen en el exterior. Desde la planta baja, piedra a piedra ha ido creciendo y estrechándose hasta culminar en una última piedra, punto geodésico de la obra. Realmente una maravilla. Los palos que separaban las dos plantas han sido serrados, y aún puede verse el buen estado de los escasos restos que permanecen incrustados, parece sabina, y no tenemos claro porque lo hicieron si para evitar que pegaran fuego o por otro motivo. A la planta baja se accede por una puerta de medio punto, y delante, a modo de terraza, unos lirios a punto de abrir, una gran carrasca y una noguera en medio de la hondonada sembrada de cebada que delata un subsuelo húmedo. A la izquierda sube el camino, cerca del cual hay unas cuantas colmenas que liban el romero florido.
De regreso por la Cañada Real, descubrimos un enebro bonsai recubierto de nuevos brotes que lo hacen muy peculiar. La Cañada a veces es Cordel, y en la mayoría del tramo un camino, pero imaginamos cuando la trashumancia llevaba miles de cabezas que inundarían todos los campos circundantes.
Llegados a la Casa de Cañete con encontramos con una pareja joven con tres niños que regresan del paseo mañanero, y mientras nos cambiamos las botas, salen de un corral con el cesto de los desperdicios recién ofertados a las gallinas Inma, su bebe y su madre. Nos asomamos a ver el aren de gallinas en el corral del suelo de hita, picoteando y un rojo gallo con blancas plumas en su cola que instintivamente pisa fuerte mirándonos y cantando.
La madre les sale a abrir arrebujada en su bata,
¿Esta gente que querrá?, ¡que viene de madrugada!
Tras el saludo la conversación deriva a la casa familiar, mediada por el chorizo ahumado leonés y cervezas fresquitas que después de la sudada son de agradecer. Son la 1:15 y hemos andando 10,4 km, con un desnivel de 240 metors. El cielo sigue soleado con nubes algodonosas.
La pareja nos cuenta que se dedica a la agricultura ecológica, viven allí con sus tres hijos, pero que tal vez tengan que dejarlo si prospera un proyecto de granja intensiva de cría de cerdos. Dicen que en el itinerario que hemos realizado, especialmente en los alrededores de la Torca, se construirían naves de cría y balsas de purines que serían esparcidos por toda la zona. A nuestro entender, una catástrofe medioambiental, ¿cernícalos, avutardas?¿personas? Y que han convocado aquí, en Casas de Cañete, para el próximo domingo día 13 a las 9.30 horas un paseo sensorial y de denuncia del proyecto, que podrá realizarse en familia, con rutas, juegos, chocolatada y risoterapia incluida. En fin, ¡un planazo!
También nos cuentan que algún corredor de fincas de la zona está haciendo ofertas golosas a la propietaria del Acebuche para subsanar algunas limitaciones espaciales de los que adolece el proyecto, pero que pincha en hueso. Menos mal.
¡Larga vida a la Torca!