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Parecía que pedir subidas de impuestos a las grandes empresas y fortunas era una cosa de comunistas bolivarianos hasta que lo ha pedido Joe Biden, el FMI y la OCDE. Parece que los grandes poderes públicos globales se han vuelto locos y quieren deshacer todo lo construido para sus mejores amigos, las élites globales. Parece que una ola de solidaridad social se ha apoderado de los históricos defensores del liberalismo económico global que se reúnen en Washington o Bruselas. Pero no, no nos lo acabamos de creer.
Desde nuestro punto de vista, lo que parece es que el sistema globalizado al servicio de unos pocos y los sistemas fiscales diseñados para castigar a los de abajo mientras los de arriba reparten dividendos están tocando fondo. Los “impuestos progresivos”, cimiento clave de todos los Estados y democracias modernas, se han desfigurado entre una maraña de ingeniería fiscal, bonificaciones a millonarios y paraísos fiscales en los corazones de nuestras economías y geografías. Pero, lo que es peor, también pierden batallas en la guerra cultural que nos declaró hace tiempo el neoliberalismo. Solo hay que ver a mileuristas defendiendo que no se les cobre el Impuesto de Patrimonio a los ricos para darse cuenta de ello.
Los acuerdos de gobierno hablan de subir los impuestos a las Socimi y Sicav pero en la realidad estamos más cerca de que se bonifique la renta a los caseros
En el Estado español se han aprobado en los últimos años el impuesto a los servicios digitales (tasa Google) o el Impuesto a las Transacciones Financieras (tasa Tobin), con unas estimaciones de recaudación de entre 1.000 y 2.000 millones anuales. Pero, al mismo tiempo, se manda a Bruselas un documento donde se proyecta un sistema de peajes por las carreteras públicas para recaudar 1.200 millones. Se plantean impuestos ecológicos al consumidor, como este de las carreteras o el de los plásticos de un solo uso, para recaudar lo suficiente con el fin de cuadrar las cuentas públicas, mientras las grandes empresas contaminantes se van a llevar gran parte del pastel de lo fondos europeos para “proyectos verdes” a la vez que pagan tipos efectivos de Impuesto de Sociedades menores que los que abona cualquier pyme. Los acuerdos de gobierno hablan de subir los impuestos a las Socimi y Sicav pero en la realidad estamos más cerca de que se bonifique la renta a los caseros. Pedro Sánchez y Unidas Podemos entonan el “claro, claro, eso ya lo pedíamos nosotros” cuando escuchan a Biden hablar de subir impuestos a las multinacionales… pero el BOE sigue sin darnos esa alegría.
Aquí nos la jugamos contra el “cambiarlo todo para que nada cambie”. Apretar un poquito a los de arriba, pero sin desmontar el gran tinglado de la ingeniería fiscal y la elusión de impuestos, mientras que los de abajo siguen sufriendo las consecuencias de una nueva crisis y muriendo por la asfixia de los impuestos regresivos y la falta de servicios públicos. Aires de solidaridad y de “mano dura con las empresas” que pueden convertirse en políticas de austeridad y continuo vasallaje con el rico antes de que nos demos cuenta. Nos estamos jugando que la fiscalidad justa y regresiva se convierta en algo de tiempos pasados.
Los vientos de cambio en Estados Unidos o en la OCDE invitan a soñar con un mundo más justo. La victoria aplastante de partidos neoliberales que perdonan impuestos a sus amigos ricos provoca pesadillas. Se nos presenta una batalla entre los que intentan que siga la senda neoliberal de las últimas décadas, los que quieren cambiar un poco las cosas porque se han dado cuenta de que es insostenible y quieren mejorar resultados electorales, y los que rechazan la necropolítica fiscal y lo quieren cambiar todo.
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…Todo cierto, pero -como siempre- la información llega tarde; ya estamos en la siguiente fase para esquilmar el dinero de la plebe. Ahora viene la INFLACIÓN, que es el impuesto para pobres.
(La nueva izquierda es hija intelectual de El Principito y las profundas obras de Paulo Coelho. No tienen conocimientos financieros, ni científicos, ni legislativos, ni filosóficos. Cautivo y desarmado, el ejército rojo está viendo la tele).