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Editorial
Donde quepa todo el mundo
Una de las disputas de nuestro tiempo trata sobre cómo gestionar y reconocer la diversidad en los movimientos políticos y sociales. Se trata de una discusión, la mayor parte de las veces delirante, sobre qué hacer con la disolución del sujeto obrero clásico, que a su vez es una reducción al absurdo de movimientos del pasado que fueron plurales, que se basaron en el trabajo invisible de las mujeres y que, más veces de las que se quiere recordar, fueron resultado de la intersección de distintos sujetos de lucha.
El problema es que estamos en una época en la que solo la reducción al absurdo puede colocar “memes” en los discursos dominantes, tertulianos en el monopolio de la libertad de prensa y, en fin, una unidad básica de significado reconocible y digerible en la mesa de la ciudadanía.
“No puedo creer que esté protestando por la misma mierda” es uno de esos memes que aciertan a usar el mismo lenguaje breve y autoconclusivo que se requiere hoy para conectar con la emotividad social. Es la pancarta de una feminista en una manifestación en Reino Unido, pero vale para nuestro contexto: es difícil de creer que, en el siglo XXI, sea necesario explicar que los derechos humanos no son negociables, que la ideología nazi-fascista no debe poder acceder a canales de expresión o que las personas trans tienen que tener salvaguardados sus derechos laborales, su seguridad personal y su libertad.
La disputa sobre la diversidad puede ser una oportunidad para reconocer y engancharse con los sujetos que, a día de hoy, están conquistando derechos, autoorganizándose y transformando su situación
En cualquier caso, la disputa sobre la diversidad puede ser una oportunidad para reconocer y engancharse con los sujetos que, a día de hoy, están conquistando derechos, autoorganizándose y transformando su situación. Las trabajadoras de hogar son uno de esos movimientos que marcan una nueva perspectiva para la lucha feminista, los derechos laborales y las políticas inclusivas de migración. Probablemente no haya otra movilización que ejemplifique mejor qué es la llamada interseccionalidad de las luchas y por qué el potencial de cambio que guarda esta transversalidad supera, a eones de distancia, cualquier panfleto, artículo o diatriba sobre quiénes son los culpables de las penas y miserias del hombre blanco.
Ningún proyecto político de izquierdas que no parta de la necesidad de articulación de todos los sectores ahogados por el capitalismo, el racismo y el patriarcado tiene posibilidades reales de crecimiento
Ningún proyecto político de izquierdas que no parta de la necesidad de articulación de todos los sectores ahogados por el capitalismo, el racismo y el patriarcado tiene posibilidades reales de crecimiento en unas sociedades que, en sus generaciones más jóvenes, han aprendido la crucial importancia de no excluir ni apartar a nadie por el hecho de ser quienes son. Los proyectos de la llamada “izquierda rojiparda”, en cambio, sí pueden, potencialmente, estorbar en la construcción de movimientos amplios de transformación. Aunque se haga pesado “protestar otra vez por la misma mierda”, nos tememos que será imprescindible hacerlo las veces que sea necesario para sortear la maldición de la memoria de pez con la que convivimos.