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Editorial
De sentido común
¿Existe un sentido común escorado a la izquierda? O, como dice el partido neofascista Vox, ¿hay un marxismo cultural imperante que opera en el cuerpo social independientemente de si gobierna Aznar o Zapatero, Rajoy o Sánchez? La respuesta está en el Mediterráneo: no, no lo hay.
El tiempo y las encuestas dirán si Pablo Casado es capaz de devolver al sector conservador a una situación previa a la campaña contra “los enemigos de España”. De su discurso durante la sesión de investidura a Sánchez, no obstante, es posible recuperar una preocupación, una especie de reflexión que ha despertado los demonios familiares de la derecha española. Casado le reprochó a Sánchez haber desplazado a la izquierda el eje de la política española con su moción de censura. Según el líder del PP, eso generó la reacción de la ultraderecha, la escisión de Vox, y arrastró a su propio partido a una batalla de ideas para defender lo que hoy, como ayer, es irrenunciable para la derecha: la defensa de la monarquía y la unidad de España.
Partiendo de la base de que una batalla de sentencias y detenciones no es exactamente una batalla de ideas —este verano los condenados por la pelea en un bar de Altsasu cumplirán mil días en la cárcel—, el debate es pertinente. ¿Existe un sentido común escorado a la izquierda? O, como dice el partido neofascista Vox, ¿hay un marxismo cultural imperante que opera en el cuerpo social independientemente de si gobierna Aznar o Zapatero, Rajoy o Sánchez?
La respuesta está en el Mediterráneo, en el CIE de Valencia, donde el 15 de julio de 2019 falleció Marouane Abouobaida; en la persecución mediática de los menores extranjeros no acompañados. La respuesta es no. No hay un sentido común de izquierda, no habrá un consenso progresista hasta que no haya una respuesta social abrumadora ante la violación de los derechos humanos en las fronteras y la condena a muerte en viajes a través del desierto y del Mediterráneo. No opera un sentido común progresista en la persecución en redes sociales que están sufriendo las personas trans. Tampoco obedece a un sentido común de izquierda la discriminación laboral que sufren las empleadas de hogar en el sistema de la Seguridad Social.
En la última década, el debate público ha sufrido oscilaciones. El llamado “15M de la derecha”, que tuvo lugar en torno al discurso del rey Felipe VI el 3 de octubre de 2017, dos días después del referéndum del 1 de octubre, dio el pistoletazo de salida a una reivindicación del orgullo autoritarista que se extendió hasta la fotografía de Colón de febrero de 2019. El autoritarismo y el individualismo han sido en toda Europa una respuesta automática a la crisis de 2008, y España no ha sido ninguna excepción.
Algunos sectores de la izquierda han asumido como propias las demandas de un nuevo sentido común autoritario frente al mestizaje cultural y la diversidad que define la postmodernidad. El riesgo es evidente. Pisar el freno de las conquistas de los sentidos comunes feministas, LGTBI, de personas racializadas o diversas para volver a una clase obrera mitificada es un error de alcance. Cerrarse en torno a la mistificación de una clase obrera nativa que ha de defender sus intereses frente a una ofensiva de alteridades abstractas es elegir la ceguera ante quienes integran, en gran medida, las clases trabajadoras de aquí y ahora: miles, millones de personas, de cuerpos diversos, que tejen desde la precariedad nuevas narrativas, nacientes lógicas de resistencia.
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Lo de alejandrino es un culto eufemismo. Yo opino que no está bien redactado, dobre todo el último párrafo.
Me siento abrumado, empequeñecido y estupidificado, que culto docto y adornado pensamiento. Pero no se entiende muy bien. Esto es un alejandrino con palabras atadas especialmente el último párrafo, el concluyente y brillante de contenido cero. Si quieres decir algo lo dices, si se trata de un sudoku lo adviertes. No te veo capaz de corregir mi ignorancia.
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Olvídemonos del monigote del trumpismo verdigualdo y centremonos en conbatir el verdadero peligro que supone el trumpismo montapollista naranja.