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En el número de junio, la revista de El Salto abordó la crisis del turismo, que a lo largo de este mes se ha intentado sortear aun a costa de la seguridad de la población en zonas como las islas Baleares y Canarias. En julio, El Salto propone abordar una cuestión tan básica para definir nuestro modelo de sociedad como es la sanidad. Durante la crisis del covid-19 no se han puesto herramientas para que una parte significativa de las personas que se han encargado de curarnos y cuidarnos salgan de la precariedad. No se han prohibido los contratos por días y por semanas, por ejemplo, algo que incurre en las prácticas de temporalidad que han contaminado hasta casi pudrir el mercado laboral en España.
Más allá de que las condiciones de los sanitarios son clave en un momento en el que la posibilidad de un rebrote de la enfermedad del coronavirus es una amenaza tangible, es la hora de modificar el rumbo y garantizar condiciones de trabajo dignas para el conjunto social. Salir de las dinámicas que han convertido la mitad del trabajo asalariado en empleo precario es la clave para poder pensar en un futuro de democracia y libertad. Eso es lo que nos estamos jugando en el comienzo de esta década.
Tras el shock de las primeras semanas, el contraataque de las élites se ha producido de forma mucho más elocuente que en la etapa de las manifestaciones en coche y las protestas en el madrileño barrio de Salamanca. Las peticiones de “seguridad jurídica” —un eufemismo para pedir que se no se tomen medidas redistributivas— o los ataques al compromiso de derogar la reforma laboral muestran que la recuperación económica no se producirá sin conflicto. El propio significante de recuperación debe ser motivo de disputa: no podemos permitirnos que la recuperación se produzca en los términos del ciclo 2012-2020, ya que entonces no se recuperaron las clases populares sino los márgenes de beneficio.
Las grandes fortunas saben que el objetivo de evitar los despidos es demasiado importante para que el Gobierno escatime las ayudas. El dinero público va a ser el pilar sobre el que se edifique esa recuperación económica. La cuestión es para qué van a servir esas inyecciones de capital.
Los sectores del gran capital pujan porque esas subvenciones y créditos fluyan hacia los negocios como siempre. Se ha visto con la industria armamentística, la automovilística y el turismo. No cambiar de modelo económico implica que los sectores que más contribuyen a la violencia y al calentamiento global —dos fenómenos íntimamente relacionados— mantengan cierto margen de beneficio a costa del empobrecimiento de cada vez más capas sociales. Transformar el modelo económico para hacerlo menos subordinado al ladrillo y a la precariedad y mucho más dependiente y volcado en el fortalecimiento de los servicios públicos —educación, sanidad y un sistema de dependencia y cuidado en el que todo está por hacer— ha dejado de ser un reto o un horizonte deseable: ahora mismo es una necesidad.
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Como se nota que no lees ni un ápice de noticias y repites los "mensajes" de los iluminados. Han saqueado y desmantelado la sanidad pública y resulta que ahora la culpa es de los que ni gobiernan ni mandan. Tiene bemoles la verdad. La sanidad cada vez tiene menos profesionales porque se opta por privatizar para el negocio de los amiguetes del poder hace más de veinte años que lo vienen haciendo.
estya sanidad publica que abandono a los que cotizarosn 50 años, no gracias