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Inteligencia artificial
La IA, una tecnología con tanto potencial como falsos mitos
La Inteligencia Artificial (IA) es una tecnología que ha pegado un gran golpe sobre la mesa en el último año. La irrupción de ChatGPT ha sido un auténtico terremoto que ha llegado para quedarse. En el recuerdo están películas y series que nos mostraban como un asistente de voz (Jarvis, en la película ‘Iron Man’) o en el caso más futurista, un robot humanoide (‘Yo robot’), eran capaces no solo de interactuar con humanos, sino llegar a hacernos dudar sobre si lo eran realmente, o no.
A esta pregunta se la conoce como el ‘test de Turing’. Es decir, según Alan Turing, un matemático británico de principios del siglo XX, si una persona tras un muro interactúa con un ser humano y seguidamente con una máquina y no es capaz de distinguir quien es quien, la máquina habrá superado el test Turing al haber conseguido imitar las habilidades mínimas de un ser humano.
Es más, aunque la IA ha evolucionado a pasos agigantados, aún es pronto para decir que se haya conseguido ese potencial, ya que, si bien el recorrido y la trayectoria de la industria indica que se podrá alcanzar, no se sabe cuándo. Los mitos que rodean a esta tecnología bien se podrían equiparar al escepticismo que ordenadores e internet generaron en su día en nuestra sociedad. Sin ir más lejos, a principios de este siglo ya se preveía que internet iba a destrozar ciertas industrias pero que, por otro lado, iba a crear otras necesidades laborales. Casos como la caída de Blockbuster en EEUU o los tradicionales videoclubs en España son un ejemplo que, sin embargo, no han significado ni el fin de la sociedad tal y como la conocíamos, ni un desarrollo tecnológico que se saliera de control.
Los mitos que rodean la IA se podrían equiparar al especticismo que en su día generaron los ordenadores e Internet.
Ahora bien, la IA es una herramienta en la que ocurre igual que con cualquier otra tecnología: regularla no debe ser una duda, debe ser un objetivo. Su potencial es tan amplio que, antes de que surjan avances, el alarmismo social se dispone a condenar lo que todavía no se ha realizado. El miedo al progreso tecnológico es un ciclo que el ser humano ha tenido que afrontar desde sus inicios, y ha marcado hasta épocas de nuestra historia. Pero lo más preocupante de este miedo a nivel social es el desconocimiento. La IA no es (que se sepa) un ente que pueda pensar, y reconocer su propia existencia por sí misma de la misma manera que lo hace un ser humano. Se trata, más bien, de un conjunto de órdenes e información que posee un programa, el cual necesita de una continua intervención humana para su mejora y evolución.
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Luego el verdadero peligro de la IA está en la meta de su desarrollador, tal y como ocurre con internet, donde se dan ciberataques, o en el plano de la realidad, donde, por ejemplo, los utensilios de cocina pueden llegar a ser utilizados como un arma.
Por otra parte, también es cierto que la ignorancia entorno al funcionamiento de las cosas lo recubre en ocasiones de un halo de cierto misticismo. Con la IA esto ocurre de forma exponencial, cuando, en realidad, la IA se construye en base a una serie de cálculos y algoritmos que, mediante un entrenamiento, pueden supuestamente llegar a imitar o superar la acción humana. Un ejemplo de inteligencia artificial sería el entrenamiento al que están siendo sometidos algunos programas que, a base de analizar imágenes de lunares, con una simple foto podrían identificar si es benigno o no.
También es cierto que este entrenamiento debe estar supervisado por un equipo humano para que el aprendizaje no se realice de forma errónea. Luego, teniendo en cuenta que esta única tarea aplicada en el sector de la IA es toda una odisea, imaginemos el trabajo que supondría imitar las habilidades o capacidades generales de un ser humano. Francamente, parece una tarea cuanto menos complicada a medio plazo, pero nada descartable a largo plazo.
En el plano geopolítico, países como Estados Unidos y China lideran la carrera en el campo de la IA, invirtiendo importantes recursos tanto en investigación como en aplicaciones prácticas. Las grandes compañías tecnológicas también desempeñan un papel crucial, desarrollando sistemas de IA avanzados y promoviendo su integración en diversos productos y servicios. Algunas de estas compañías son Microsoft, Amazon, Alibaba, Apple, o Google, entre otras.
Por tanto, se puede afirmar que la IA es una tecnología poderosa con un potencial muy significativo, pero también está rodeada de falsos mitos que generan temores que, en su gran mayoría, son fruto del desconocimiento. Es importante comprender sus alcances y limitaciones para aprovechar al máximo sus beneficios, pero también sus peligros. La IA en principio, no debería reemplazar a corto plazo al ser humano a nivel laboral, pero es inevitable que se produzca una transformación en la que desaparezcan ciertos oficios y aparezcan otros. Ya pasó con la locomotora, la imprenta o internet.
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En definitiva, si bien aún es pronto para gritar “¡que viene el lobo!”, nunca estará de más prevenir, antes que curar.
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