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Armas nucleares
¿Una nueva “Guerra Fría” en un planeta cada vez más cálido? II
Artículo publicado originalmente en Common Dreams.
Viene de la primera parte.
¿La libertad de repostar?
Resulta que los países industrializados empezaron, en esencia, a hacer la guerra a nuestro mundo a finales del siglo XVIII, pero no tuvieron ni idea de que lo estaban haciendo hasta bien entrado el siglo XX. Hoy en día, sin embargo, no debería ser ningún secreto que la humanidad está en guerra a sabiendas -y no hay nada “frío” en ello- con y contra nuestro propio mundo. Lamentablemente, en Estados Unidos, los principales políticos de uno de los dos partidos mayoritarios parecen decididos no sólo a negarse a reconocer esa realidad, sino a apoyar la emisión de carbono a la atmósfera de formas cada vez más importantes. Sus más destacadas figuras, especialmente Donald Trump (cuya campaña presidencial estáfinanciada en gran medida por la industria de los combustibles fósiles) y el fracasado y tambaleante Ron DeSantis, están, de hecho, notablemente ansiosos por negar la realidad de nuestro mundo actual. Peor aún, parecen empeñados en fomentar un mayor desarrollo y uso del carbón, el gas natural y el petróleo a una escala asombrosa, mientras destrozan las regulaciones existentes para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero.
De hecho, desde el corazón del país petrolero de Texas, como informó el New York Times, DeSantis anunció un plan que llamó “la libertad del combustible”. Prometió “eliminar las subvenciones a los vehículos eléctricos, sacar a Estados Unidos de los acuerdos mundiales sobre el clima -incluidos los acuerdos de París- y cancelar las promesas de emisiones netas cero”. También prometió aumentar la producción estadounidense de petróleo y gas natural y “sustituir la frase cambio climático por dominio energético” en las orientaciones políticas.“
De hecho, desde el corazón del país petrolero de Texas, como informó el New York Times, DeSantis anunció un plan que llamó ”la libertad del combustible“. Prometió ”eliminar las subvenciones a los vehículos eléctricos, sacar a Estados Unidos de los acuerdos mundiales sobre el clima -incluidos los acuerdos de París- y cancelar las promesas de emisiones netas cero“. También prometió aumentar la producción estadounidense de petróleo y gas natural y ”sustituir la frase cambio climático por dominio energético“ en las orientaciones políticas.”
Y en esa ceguera, Trump y DeSantis no son los únicos. En 2022, las principales naciones del G20 que se reunieron en la India destinaron la cifra récord de 1,4 mil millones de dólares (¡sí, no es un error de imprenta!) a subvencionar de diversas formas los combustibles fósiles, más del doble que en 2019. Mientras tanto, los beneficios de las principales empresas de combustibles fósiles han aumentado precipitadamente, gracias en parte, sin duda, a la invasión de Ucrania por Vladimir Putin. Y China, a pesar de liderar el desarrollo de fuentes de energía alternativas ecológicas, también sigue utilizando más carbón que el resto del planeta junto, mientras construye aún más centrales eléctricas de carbón.
Los resultados de tal enfoque -sí, bélico- del planeta han sido dolorosamente obvios este año. Al fin y al cabo, el hemisferio norte vivió en 2023 el verano más caluroso de su historia y el hemisferio sur el invierno más caluroso. Cada mes de verano (junio, julio y agosto) batió su propio récord mundial de calor y 2023 fue el año más caluroso jamás registrado. 2024, sin duda, lo va a superar.
Además, durante varios meses, las aguas oceánicas del mundo también están acostumbradas a batir récords de temperatura, calentándose si no literalmente hasta el punto de ebullición, al menos hasta niveles asombrosos. Al sur de Florida, en julio de 2023, las temperaturas del agua superaron los 101 grados Fahrenheit. Ese agua cada vez más caliente ayudó a producir tormentas cada vez más potentes y con más precipitaciones. Mientras tanto, los niveles de hielo marino en la Antártida cayeron a nuevos mínimos. Cada verano, países como Grecia sufren devastadoras versiones tanto de incendios como de inundaciones, mientras que en 2023 una Libia cada vez más reseca experimentó una tormenta que el cambio climático había hecho 50 veces más probable, con precipitaciones tan asombrosas que dos presas se derrumbaron y las aguas resultantes arrasaron una cuarta parte de la ciudad costera de Derna.
Sin embargo, hoy en día apenas importa dónde se mire. Incluso Australia ha vivido el invierno más caluroso de su historia y una primavera de incendios potencialmente “catastrófica”. Los datos también sugieren que, sean cuales sean los extremos del momento actual, el futuro nos depara cosas mucho peores.
Los datos también sugieren que, sean cuales sean los extremos del momento actual, el futuro nos depara cosas mucho peores.
En ese contexto, pensemos en el hecho de que los dos mayores emisores de carbono del planeta, China y Estados Unidos, ahora plenamente conscientes de lo que están haciendo, no parecen poder imaginar trabajar juntos de ninguna manera para hacer frente a una catástrofe que puede resultar, en las próximas décadas, el equivalente en cámara lenta de una guerra nuclear.
La nueva guerra caliente
¿Una nueva Guerra Fría? No cuenten con ello. Sinceramente, ¿cómo puede alguien hablar de una nueva guerra fría con la cara seria en un planeta donde la guerra cada vez más caliente de la naturaleza está a la orden del día, y donde se está haciendo demasiado poco? Mientras tanto, a partir de este momento, las guerra claramente calientes no hacen más que empeorar, ya que los militares emiten cada vez más carbono, que, resulta, es lo que hacen los militares. Al fin y al cabo, el ejército estadounidense es el mayor emisor institucional de gases de efecto invernadero del planeta, más que algunos países.
El hecho de que el presidente que libra una nueva Guerra Fría con China parezca un faro de cordura comparado con la absoluta locura climática de los republicanos dice mucho de nuestro mundo. Al menos, ha tomado algunas medidas necesarias para frenar los combustibles fósiles, a diferencia de su predecesor presidencial. Y sin embargo, en un mundo que se calienta mes a mes, la cordura sugeriría -o al menos debería sugerir- que los dos mayores emisores de carbono del planeta desmilitarizaran sus relaciones y formaran una alianza para afrontar el mayor desafío al que se ha enfrentado jamás la humanidad. De lo contrario, el auge y la caída de las grandes potencias podrían convertirse en cosa del pasado. Y, sin embargo, pocos son los políticos estadounidenses que lo apoyarían.
En un planeta que arde antes de lo previsto -y en el que, se mire como se mire, la humanidad está sobrepasando algunos de los límites establecidos para la vida misma-, ¿no es hora de volver a centrarnos de manera importante en la nueva Guerra Caliente que tiene a este planeta en sus garras? ¿No es hora de que los líderes estadounidenses y chinos se dejen de posturas bélicas y se enfrenten juntos a un mundo en peligro desesperado, por el bien, aunque sólo sea, de todos nuestros hijos y nietos, que no se merecen el planeta que les estamos calentando de una forma tan devastadoramente rápida?
Traducción de Raúl Sánchez Saura.