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Deportes
Regalos del feminismo
Sería injusto pensar que quienes logran sus éxitos no tengan mérito ni hayan realizado un enorme esfuerzo para alcanzar lo conseguido. Veo a Pau Gasol, Cristiano Ronaldo, Novack Djokovic, Fernando Alonso, Mbappé o Carlos Alcaraz y me es imposible no saber el increíble talento y las horas de renuncias, entrenamientos y sacrificios que hay en sus sonados éxitos.
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Opinión La lucha de las mujeres le sienta muy bien al fútbol
Pero no es menos injusto creer que eso basta, que Sí Se quiere se puede, por mucho que lo tarareaba cuando lo entonaba “El Desván del Duende” o que no influyen en el camino el deporte que eliges y, más aún, tu clase social, el salario de tu padre y de tu madre, dónde vives o tu sexo.
Terminaba la entrevista de Ana Pastor a Rafa Nadal y justo empezaba Órdago a Chica en Canal Extremadura Radio para poder escuchar la voz y la historia de una jugadora que es leyenda en el fútbol femenino placentino y, lamentablemente, poco más. No será por talento, méritos y esfuerzos.
Terminaba la entrevista de Ana Pastor a Rafa Nadal y justo empezaba Órdago a Chica en Canal Extremadura Radio para poder escuchar la voz y la historia de una jugadora que es leyenda en el fútbol femenino placentino y, lamentablemente, poco más. No será por talento, méritos y esfuerzos
Si conozco a Koko no es por su trayectoria, por sus 25 años jugando al fútbol en cada uno de los equipos femenino que han surgido en Plasencia, ni siquiera por su influencia en el fútbol de mi ciudad. Si conozco a Koko es porque coincidí con ella en las pistas del barrio, en los campos y calles que ocupábamos.
Imponía, quizá más por los mitos y rumores que por la realidad. En el carisma y el descaro, nosotros somos líderes y ellas intimidan o son marimachos. Ser chica y jugar al fútbol con el pelo corto no debía ser fácil en los 90. Bueno, tampoco lo es ahora. Yo recuerdo los comentarios homófobos, supongo que por su estética porque realmente ni yo ni nadie sabíamos quién era ella, con quien se besaba. También viví, y callé, cómo muchos chicos se negaban a que jugara. Esa rabia machista al saber que una chica te ganaba. Si alguno quería era porque había caído en su equipo. Porque ella ganaba. No sólo ganaba, te bailaba.
Esa rabia machista al saber que una chica te ganaba. Si alguno quería era porque había caído en su equipo. Porque ella ganaba. No sólo ganaba, te bailaba
Si Koko hubiera sido un chico, ¿quién sería hoy Koko? Si Koko no hubiera sido de barrio pobre, porque La Data es un barrio obrero y pobre, si Koko se hubiera podido federar a los 10 años como hice yo y no ya cuando tenía casi 18, ¿quién sería hoy Koko? Ya te digo que una estrella del fútbol nacional. O, al menos, muchas más opciones hubiera tenido de llegar a serlo. O, al menos, se habría ganado la vida con el balón en los pies. Mucho mejor que Álex Alegría, del mismo pueblo que hoy sigue viendo como el fútbol le permite comer, más o menos bien y puede contar anécdotas del fútbol profesional.
Si Koko no hubiera sido de barrio pobre, porque La Data es un barrio obrero y pobre, si Koko se hubiera podido federar a los 10 años como hice yo y no ya cuando tenía casi 18, ¿quién sería hoy Koko?
Koko, no. Y Koko es mucho mejor. Quizá, de no haber salido de su barrio, de su encanto, de su juego callejero e imprevisible, quizá ahí radique su encanto. Su encanto o esa romantización de mierda (perdónenme, pero es que una romantización de mierda) de la futbolista de barrio, referente para su club y para parte de su ciudad y poco más. No me irán a decir que no es una romantización de mierda ese aplauso que no suena, esa mirada de admiración callada, esa fascinación por un trabajo no remunerado por simple afición y constancia mientras llena por millones, disculpen la aparente demagogia, otros bolsillos. Porque el talento de Koko, en un mercado como el del fútbol masculino, hubiera dejado muchos ceros a la derecha de su cuenta.
Comunicación
Masculinidad El caso Rubiales
Como toque de balón, ni a Aitana ni a Putellas la he visto hacer lo que hace ella. Pero ella no sólo era chica, no sólo era de barrio obrero y pobre, de bajo poder adquisitivo. Ella también era de Extremadura, de una pequeña tierra alejada y rural. Si mezclas tantos factores de discriminación, y cierta racialización, te quedas con una deportista que podía ser leyenda pero que acaba en esa romantización de mierda de jugadora de barro, sacrificio y esfuerzo en la que el gran mérito es seguir jugando con 43 años por amor y pasión. Y gratis, claro. Porque ella no juega al fútbol, ella lo regala desde hace 25 años.
Serán esos los regalos que hace el feminismo y la lucha por la igualdad. Como para no desconfiar de quienes apelan a la meritocracia y a la cultura del esfuerzo.