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Culturas
La FILMIG reflexiona sobre hacia dónde se dirige la producción cultural migrante en el Estado español
Las autoras migrantes y racializadas difunden su literatura con el boca a boca, tocando a la puerta de las amigas, vendiendo uno a uno cada libro sin la intermediación de terceros. No tienen miles de seguidores en redes sociales, por lo que no encajan en el modelo de negocio de las editoriales que, hoy, priorizan los likes sobre la calidad literaria. Están cansadas de ser la cuota o token de diversidad, pero no tienen más opciones que seguir asumiendo riesgos y aportar en las sociedades en las que tienen arraigo. La Feria Itinerante del Libro Migrante (FILMIG), que se celebra del 15 al 20 de abril en Barcelona, impulsada por Plataforma Cero y apoyada por MigrESS, es la primera iniciativa que convoca a tantas organizaciones que producen desde lo editorial y que da a conocer exclusivamente obras de autoras migrantes y racializadas del Estado español.
Frente a la industria editorial tradicional, denuncian: “Han sabido cómo reducir nuestros relatos a meras experiencias explotables para engrosar sus bolsillos. Lo de ellos es conocimiento y lo nuestro es una herida que se repite a causa del posicionamiento supremacista de lo blanco. Si no hablamos del dolor de nuestras experiencias migratorias o de las racistadas que nos hacen, no nos publican. Pero si acceden, los editores no terminan por comprender el lenguaje en el que nos expresamos”.
El 19 de abril, en el marco de las festividades de Sant Jordi, la FILMIG contará con Vivi Alfonsín, Moha Gerehou, Dagmary Olívar y Silvia Ramírez para discutir la dirección en la que se mueve la producción cultural migrante en España, en la que la producción editorial, particularmente, tiene un peso considerable. “Es un paso muy potente de cara a la consistencia que queremos alcanzar dentro de nuestros procesos de creación de espacios seguros desde el universo editorial, desde los cuales poder posicionar nuestras propias narrativas y crear sistemas alternativos de difusión y distribución”, explica Quinny Martínez, escritora y creadora de Plataforma Cero.
“El sistema se autonutre de los mismos textos en el núcleo más catalán, español, europeo, donde siempre tenemos que estar peleando para entrar”, denuncia Vivi Alfonsín
Para la escritora cubana radicada en Barcelona Vivi Alfonsín (una de las ponentes el día 19, y moderadora de la charla sobre literatura palestina entre Nadia Jabr y Mohamad Bitari el día 15), la creciente importancia de la literatura dentro de toda la producción cultural migrante tiene que ver con “la enorme sequía y vacío de representación que había y sigue habiendo en todas las manifestaciones artísticas. La literatura es interpretada en determinados contextos como un hecho intelectual. Es una de las formas en las que el público receptor europeo valida el conocimiento. El sistema se autonutre de los mismos textos en el núcleo más catalán, español, europeo, donde siempre tenemos que estar peleando para entrar. Pero ahora se está destapando mucho de lo que teníamos retenido entre nosotras”. No obstante, añade que respecto a lo que se les permite contar, “aún hay mucho margen para ganar espacios de pertenencia, tanto en contenido como en forma”.
Quinny Martínez, por su parte, enumera “pésima sintaxis, falta de dominio técnico, estilismos esperpénticos, historias no válidas, glotofobia, desorden en la autogestión”, como algunas de las razones que se aluden para invalidar las escrituras migrantes.
Silvia Ramírez Monroy, artista visual apasionada de los libros como “instrumentos de comunicación, memoria y activación del pensamiento”, empezó en la edición independiente con Meninas Cartoneras Editorial, junto a compañeras chilenas que querían dar difusión en España a la literatura de América Latina por medio de libros artesanales. En los últimos tres años, ha sido responsable de editar casi una veintena de títulos con la editorial de La Parcería, una de las varias iniciativas orientadas, coordinadas o impulsadas por personas migrantes y de la diáspora en Madrid. Para ella, “no solo es importante pensar en lo que significa escribir y publicar desde un lugar de desplazamiento como autoras y autores migrantes, sino también pensar las prácticas literarias y artísticas que se están dando en nuestros países de origen y con las que queremos conectar”. Más que visibilizarlas, “son esas otras epistemologías y otras memorias de las que somos parte las estrategias que pueden transformar el espacio que habitamos”.
Para Ramírez Monroy, lo esencial que tiene que tener una obra para ser publicada en La Parcería es, por una parte, “que en el fondo de su propuesta quiera cambiar o cuestionar algo, que se posicione críticamente frente a los discursos hegemónicos”, y, por otra, “su poética”. Precisamente, en la FILMIG, al día siguiente del conversatorio, la periodista y poeta Susana Ye presentará Crecer como hierbas salvajes, de la poeta china Yan Huang, último título de la colección Lenguas Bífidas de la editorial, que publica a quienes usan tanto el español como su lengua materna en sus escritos.
El libro El Otrx: arte, cultura y migración en la ciudad de Madrid, un mapeo de colectivos culturales que trabajan en la capital desde la diversidad racial y cultural, también fue publicado, en 2021, en La Parcería Edita. El volumen nació desde la coordinación de Dagmary Olívar, gestora cultural venezolana radicada en Almería, y su organización YoSoyElOtro, que entiende la cultura “no solo desde la profesionalización especializada en áreas sectorizadas como artes plásticas, escénicas, literarias, visuales, industrias culturales, sino como las prácticas de las comunidades migrantes per se, porque el ser humano es un ser cultural. Por tanto, siempre ha habido esas manifestaciones en la cultura popular, como los restaurantes, por ejemplo”. No obstante, apunta que, en los últimos años, hay una juventud de nuevas y nuevos españoles de origen migrante que necesitan y reclaman referencias y representaciones en el mundo artístico y cultural y, ante su ausencia, las crean ellos y ellas mismas. YoSoyElOtro considera el mapeo como “un gesto político, un decir que no solo somos trabajadoras, empleadas del hogar, temporeras, sino que también somos poetas, escritoras, serigrafistas, agentes culturales, promotoras intelectuales que están generando una nueva revisión de lo que es la españolidad”.
De hecho, la organización de una feria como la FILMIG en las fechas próximas a Sant Jordi implica una revisión de la catalanidad. En Sant Jordi, el pueblo catalán se implica y se entrega: los libros son los protagonistas, las calles se engalanan y las librerías facturan cifras mucho más elevadas que las del resto del año. No obstante, Quinny Martínez critica que esta festividad se ha centralizado, ha ido abandonando los barrios, y solo los autores más relevantes son visibles. Ante esta situación que se repite año tras año, crear un espacio exclusivo de literatura migrante era necesario.
“Más que una feria literaria, la FILMIG es una apuesta política —reivindica Vivi Alfonsín—, que trata de romper ciertas barreras, como que la Feria del Libro tuviera que desarrollarse en un solo día, y que tuviera que estar planificada por las editoriales y espacios que nos excluyen y que añaden permanentemente el gentilicio junto a la palabra ‘escritora’ o ‘escritor’. Si bien también podemos cuestionar hasta qué punto somos solo autoras y autores migrantes, nuestro espacio propio nunca será del todo catalán o español, pues es un espacio itinerante, como los son nuestras narrativas, como es el propio nombre de la FILMIG”.
“La FILMIG ayuda a pensar a las instituciones que la migración forma parte indiscutible de la realidad social, que la diversidad que hay en las calles se tiene que trasladar también al mundo editorial y cultural”, afirma Dagmary Olívar
En palabras de Dagmary Olívar, “la FILMIG ayuda a pensar a las instituciones que la migración forma parte indiscutible de la realidad social, que la diversidad que hay en las calles se tiene que trasladar también al mundo editorial y cultural”. Por otra parte, tanto a corto como a medio plazo, considera que la prioridad de la asociación YoSoyElOtro es “generar espacios de resistencia, a un nivel también político, de las agendas culturales. Estamos aquí, vivimos aquí, somos parte de esta sociedad, y debemos aparecer en las programaciones culturales”.
Como ejemplo, menciona el retroceso que ha experimentado el Encuentro Cultura y Ciudadanía, organizado por el Ministerio de Cultura. Mientras el VIII Encuentro, organizado en 2022 en Sevilla, pretendía “ser una reflexión —crítica y plural— acerca de la cuestión racial” y contó con una notable presencia de organizaciones y artistas racializadas y migrantes, en el IX Encuentro, celebrado en 2023 en Valladolid, sobre la creación cultural en ciudades de tamaño medio y pequeño, Olívar describe que su participación fue “la cuota” apenas acompañada por tres agentes más en la programación oficial. Añade, por tanto, que “tenemos que seguir en los espacios. A veces con mucho amor, con pedagogía, pero, ante todo, resistir”.
La editora Silvia Ramírez Monroy cita a la antropóloga cubana Aída Bueno Sarduy: “La escuché decir que tenemos que desocupar ciertos espacios, y me quedó sonando porque es cierto que, al mismo tiempo que estamos ocupando más espacios, estamos también desocupando otros al crear y confiar en nuestros propios circuitos, donde no somos exclusivamente nosotros mismos el público (en La Parcería no nos dirigimos solo a un sector de la población, queremos establecer un diálogo social amplio) pero donde estamos poniendo nosotros los parámetros de legitimación”.
La autogestión, por tanto, está siendo esencial en el desarrollo de la producción cultural migrante en el Estado español, y así es también el caso de la FILMIG. Desde Plataforma Cero explican que colaborar con MigrESS ha significado organizar la feria bajo los principios básicos de la ESS (Economía Social y Solidaria), “donde somos dueños de nuestras formas de trabajo”. La portavoz de Plataforma Cero critica que “en el Estado español, lo migrante, como diría Lira Campoamor, es geografía sospechosa” y el acceso a determinados espacios es complicado: “No obstante, tenemos redes sólidas que avalan nuestra autogestión como un proceso de descolonización de las creaciones culturales dentro del Estado español. Por tanto, es incluso una manera de cuidarnos a nosotras mismas. El autocuidado es cultura y nos ayuda a fortalecer los vínculos y a poder gestionar de manera colectiva”.
“Apostar por la autogestión es incómodo para determinados círculos. Venimos a cambiar en parte la forma en la que se han estado haciendo las cosas: las distribuidoras y las editoriales se quedan con márgenes muy considerables dentro de lo que es el precio final de un libro, y esto es algo que también podemos disputar. Nos interesan las librerías como espacios de pensamiento y encuentro, no solo como puntos de venta. No nos interesan las ferias de libros que no son comunitarias. Por eso, la FILMIG aquí tiene un papel fundamental para que nuestra experiencia como escritoras migrantes cambie”, añade Vivi Alfonsín en la misma línea.
Silvia Ramírez Monroy se muestra positiva respecto a la respuesta de las lectoras y la generación de públicos desde espacios como La Parcería o la FILMIG: “Hay mucha gente interesada en escuchar nuestras historias. Por ejemplo, en las presentaciones del poemario de Yan Huang, el público mayoritariamente español se muestra muy agradecido de conocer otras formas de escribir. El problema, más allá de ser migrantes, son las barreras del mercado capitalista. Pero a pesar de los problemas de sostenibilidad que tenemos (en el caso de La Parcería Edita, los costes crecientes de imprimir libros), justamente por ser personas que queremos transformar, buscamos alternativas constantemente para afianzar nuestros proyectos”.
Por su parte, Dagmary Olívar se muestra cautelosa y recuerda, sobre todo a las generaciones más jóvenes, el gran sacrificio detrás del mantenimiento de cualquier proyecto asociativo, cultural o artístico. “Llegar a este momento dulce de visibilización y efervescencia creativa no ha sido gratis, no nos lo han regalado las instituciones. Ha habido un enorme trabajo detrás de muchísimas asociaciones para sostener la comunidad. Hay que recordar nuestra pequeña historia cultural migrante en el Estado español, celebrar lo que tenemos ahora, pero seguir apoyando, asistiendo, colaborando, participando. Solo así subsistiremos”, manifiesta.
El hacer colectivo no está presente solo en la FILMIG desde lo organizativo, sino que en la programación también hay una presencia notable de obras colectivas, como las presentaciones de Yo, mujer migrante el día 18 y Construimos la casa que habitamos el 20. Quinny Martínez lo comenta así: “El hacer colectivo es sinónimo de migración. Solas podemos, pero juntas somos más fuertes. Colectivizar la escritura es un ejercicio político de resistencia que cada vez se materializa en obras tan bellas que provocan a quienes les da miedo ponerse a escribir. Las mujeres, sobre todo, se están revelando cada vez más a sí mismas a través de la escritura, perdiendo el miedo a lanzar una mirada crítica sobre un sistema-mundo patriarcal, homófobo y clasista. Son escrituras viscerales que buscan metacomunicarse para dejar claramente dicho lo escrito. Las nombro como escrituras de resistencia y en plural porque no hay una sola manera de hacerlas”.