We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Culturas
Cultura contra la impunidad de los crímenes franquistas
Golpes con dos maderas sacuden la Sala Carme Teatre de València y rompen con el silencio. El sonido representa las torturas a las que el militante antifranquista Cipriano Martos Jiménez fue sometido durante las más de 70 horas de interrogatorio en el cuartel de la Guardia Civil de Reus en agosto de 1973. La sala se estremece. El intento de disolución del aparato represivo del régimen costó muchas vidas, aunque algunas no tengan cabida en la memoria colectiva de un pueblo que pasó del “analfabetismo a la televisión”.
Cipriano Martos nació entre 1942 y 1945 en el municipio granadino de Loja, en el seno de una familia sin recursos. Su historia la recuperó en 2018 el periodista de la agencia EFE Roger Mateos a través de un trabajo de investigación en profundidad: Caso Cipriano Martos: Vida y muerte de un militante antifranquista (Anagrama). “Me interesaba mucho el tema de la lucha antifranquista y empecé a investigar sobre el PCE (m-l)”. En el transcurso de las pesquisas, un nombre resuena fuerte entre sus militantes. Se trata de Cipriano Martos, cuya muerte había “atormentado” a sus camaradas.
Con apenas 22 años, el joven granadino emigra a Ca n'Oriach (Sabadell), por el camino trabaja como jornalero en Morón de la Frontera y en las minas de Teruel. En 1964 se une al PCE (m-l) y a partir de 1971 al FRAP (Frente Revolucionario y Antifascista Patriota). Poco a poco se aleja de su familia y amigos para volcarse en la militancia clandestina hasta que el 25 de agosto de 1973 lo detienen en Reus (Tarragona), acusado de una pintada en la ciudad tarraconense y de repartir octavillas sobre la jornada laboral de ocho horas en una fábrica textil de Igualada (Barcelona).
El PCE (m-l) había surgido en 1964 a partir de una escisión estalinista del Partido Comunista de Santiago Carrillo. La organización, inicialmente minoritaria, conseguiría crecer y aumentar sus militantes a partir de la constitución del FRAP en 1971. La agonía política de la dictadura, unida a otros factores político-sociales, propició en los últimos años la creación de organizaciones y partidos políticos desvinculados de la idea de reconciliación nacional y transición pacífica hacia la democracia sin depurar responsabilidades. La tensión en las calles aumentaba y el régimen mantenía su respuesta inmediata de represión y tortura policial durante los interrogatorios.
Organizaciones por los Derechos Humanos, como Comisión por la Paz y la Justicia, denunciaron y listaron sus métodos sanguinarios. Tras la detención en su puesto de trabajo y más de 70 horas de interrogatorio en el cuartel de la Guardia Civil de Reus, los agentes trasladan al detenido al hospital de Sant Joan por una ingesta de ácido sulfúrico. El 17 de septiembre de 1973, tras 21 días entre “terrible sufrimiento”, muere por hemorragia interna. En la versión oficial del régimen, sus captores declararon que el joven granadino había ingerido de forma voluntaria el corrosivo para suicidarse.
La familia de Cipriano no fue avisada tras la detención ni durante el interrogatorio, tampoco a lo largo de los 21 días que Martos estuvo en el hospital
En el libro, Roger Mateos reúne una lista de testimonios y camaradas que conocían su militancia clandestina en el FRAP, también el refrendo de otros detenidos en aquella oscura jornada de verano, testigos directos de las palizas a Cipriano Martos en el calabozo. La familia de Cipriano no fue avisada tras la detención ni durante el interrogatorio, tampoco a lo largo de los 21 días que Martos estuvo en el hospital. Tras su muerte, su madre y dos de sus hermanos viajaron desde Huétor Tájar (Granada) a Reus. A su llegada al hospital, dos agentes de la Guardia Civil impidieron, de forma violenta, que la familia viera el cadáver de Cipriano, que llevaba horas muerto. En un intento por dar sepultura a los restos del fallecido militante, se dirigieron al cementerio de Reus, pero su cuerpo ya había sido lanzado a una fosa común. Entre las pruebas documentales en las que se centra la investigación periodística se encuentra la manipulación de la ficha funeraria, la cual señala al padre del fallecido como responsable de la inhumación, si bien José Mateos no había podido viajar junto al resto de su familia a causa de una enfermedad que le obligó a permanecer en la localidad granadina.
La obra, dirigida por el actor y director catalán David Pintó, pretende ser “un homenaje a su figura y a lo que representó para la lucha antifascista por ser hijo de campesinos pobres”, asegura el actor Joan Valentí Cortés
Casi 50 años después, algunos de los que vivieron su historia se presentan ante el público. La obra, dirigida por el actor y director catalán David Pintó, pretende ser “un homenaje a su figura y a lo que representó para la lucha antifascista por ser hijo de campesinos pobres”, asegura el actor Joan Valentí Cortés, “Nan”. Tanto él como la intérprete Montse Pelfort Valentí eran ajenos a su historia, a pesar de tratarse de uno de los casos “más bestias” que se conocen. Al contario que la detención y posterior asesinato del anarquista y antifascista Salvador Puig Antich, tan solo una semana después, la muerte de Cipriano Martos permaneció silenciada. “Su historia quedó atrapada entre el secreto de quien no quería recordar y la impotencia de los que no querían olvidar”.
A su compañero de militancia Pascual Carrilero Carrilero, el asesinato no le dejaba dormir. Comerciante de profesión, Carrilero conducía el coche la mañana que los detenidos repartían octavillas sobre los derechos laborales en la fábrica Punto Blanco de Igualada. Él también fue brutalmente torturado en el cuartel de la Guardia Civil de Reus en aquella jornada que a Cipriano le costaría la vida. Su hija, Ester Carrilero, ahora forma parte de esta obra teatral homenaje a Cipriano, pero también de reconocimiento a las historias de lucha y resistencia antifranquista.
“Me despierto
a medianoche,
muchas noches
pienso en ti.
No duermo, no puedo
descansar en paz,
no puedo.
Tus asesinos
pasan delante de mí,
me desafían orgullosos,
me humillan.
Te mataron Cipriano
la Guardia Civil,
si pudiera dormir,
pero no puedo,
pensando en ti”.
Pascual Carrilero Carrilero
También forma parte de este espacio de teatro contra la tortura y la impunidad franquista el militante antifranquista Joan Miró. Detenido en la Selva del Camp al mismo tiempo que Cipriano y Pascual Carrilero. Además, también serían apresados Rafael Falcón, Joaquín López, Mª Teresa Feliú, Ignasi Carnicer, Joaquim Masdeu y Joan Domingo, todos ellos acusados de pertenencia al FRAP.
El activista Felipe Moreno fue dirigente del FRAP. Detenido en octubre de 1975, es rápidamente trasladado a la Dirección General de Seguridad de Madrid donde, asegura, sufrió durante 13 días las palizas diarias del torturador Antonio González Pacheco, conocido como Billy El niño. Durante su intervención en la obra relata la estricta clandestinidad a la que los militantes se enfrentaban, hasta el límite de mantener siempre la coartada, te pegaran o no. “Estaba probado que te seguirían torturando para que continuaras cantando”.
La imagen de Dolores rompe con el presente. Su mirada refleja la tristeza de haber silenciado una muerte. Un olvido impuesto por un régimen que impunemente hizo desaparecer a su primo. Dolores emigró a Sabadell hace más de 50 años, aunque no ha perdido el acento andaluz, como tampoco el recuerdo que mantiene viva la memoria de su querido Cipriano. Ella es una de las personas a las que el compromiso político desde la clandestinidad le obligó a renunciar. Convencida de que la mejor justicia que le podrían hacer es reconocer su lucha, su intervención recuerda la bondad de un hombre que murió por luchar contra la dictadura.
El recorrido de sus verdugos
El Estado español nunca depuró responsabilidades por las atrocidades cometidas por los cuerpos y fuerzas de seguridad implicados en la muerte de Cipriano. Por lo contario, condecoró a muchos de los responsables, hoy acusados de genocidio y crímenes de lesa humanidad en la macro querella argentina iniciada por víctimas del franquismo y familiares en el año 2010.
El historiador Pablo Alcántara Pérez compara la Transición española con el caso de Portugal en La Brigada Político Social y “el Modelo de Impunidad Español”: del franquismo a nuestros días. Y espeta que, de los 4.418 agentes que formaban la policía política de la dictadura salazarista, 2.323 fueron juzgados por delitos de torturas y de participación en la represión de la dictadura, de los cuales 344 fueron condenados. En España, la Ley de Amnistía de 1977 consiguió que los delitos cometidos durante la dictadura por las “autoridades, funcionarios y agentes del orden público” quedaran perdonados. Así, quienes formaron parte del aparato represivo del franquismo desde 1936 hasta 1977 pasaron a integrarse en el sistema democrático.
Es el caso de Braulio Ramo Ferreruela. Teniente de la Guardia Civil de Salou cuando en 1973 detienen y torturan a Cipriano Martos. En el atestado correspondiente al día de su detención, Ramo Ferreruela aparece como instructor del caso y mando accidental de la 1ª compañía de Reus. Ya en democracia, Ferreruela se posicionó como coronel jefe de la comandancia de Barcelona, siendo uno de los responsables de la seguridad de los Juegos Olímpicos de 1992 y recibiendo los anillos de oro concedidos por el comité olímpico internacional. Murió en 1998 de forma natural, condecorado con la cruz y Real Orden de San Hermenegildo, con la del Orden del Mérito Militar, la cruz de plata de la Guardia Civil y los Anillos Olímpicos de Oro.
En el documento también aparecen el Brigada del Servicio de Información de Tarragona Juan Sánchez Pérez, el guardia segundo Eleuterio León García, el cabo primero José Carrasco Ortega, el guardia primero de Reus Francisco Melo Macarro y los guardias segundos Julián Segura Pozo y Manuel Reina Pérez. Todos incluidos en la querella presentada ante la justicia argentina por su hermano Antonio Martos en 2014.
Martos había emigrado en 1969 a Ca n'Oriach con su hermano, aunque hacía meses que no sabía nada de él. Una llamada de su madre le alertó: Cipriano había muerto en una de las casi 70 camas de beneficencia del Hospital Universitari de Sant Joan de Reus. Custodiado las 24 horas por una pareja de guardias civiles, su corazón dejó de latir a las 22:15 del 17 de septiembre de 1973. Lo que pasó entre su detención y su muerte continúa siendo un misterio que la democracia pudo esclarecer, pero significaba cuestionar una “modélica” Transición.
La oportunidad recae ahora frente a la jurisprudencia internacional, pero se trata de un tema “incómodo”, asegura el autor del libro, Roger Mateos. “La ley de Amnistía del 77 es el pilar sobre el que se sustenta la Transición y el sistema democrático y cuestionarlo puede remover cimientos”. Por el momento, su indagación forma parte de una pequeña reparación, aunque no será nunca toda la que Antonio y su familia merecían.
“Aceptó ser una pieza más en el tablón de la resistencia. Un peón. Prometió fidelidad a unos estatutos que anulaban su libertad, en nombre de una causa superior y siguió el itinerario marcado por el partido hasta ir a parar a Reus. Lo fue, salvajemente torturado y cruelmente asesinado. Fue allí, entre un cuartel y un hospital, donde murió la persona y nació la leyenda. Unos intentaron eliminar su rastro. Otros quisieron dignificarlo. Posiblemente, lo único que hacía falta era amenizarlo, recordar su vida y rendirse a la modestia de un hombre digno”.
Molotov: Vida i mort de Cipriano Martos militant antifranquista.