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Alimentación
Navidad, una oportunidad de cambio (Parte I)
La campaña «Comer y cambiar, todo es empezar: Modelos prácticos de alimentación y consumo que nos cuidan y cuidan el planeta», de la Asociación Paisaje, Ecología y Género, denuncia la insostenibilidad del actual modelo alimentario, que se ve incrementada en fechas tan consumistas como la Navidad.
Durante las fechas navideñas las costumbres alimentarias que practicamos a lo largo del año se alteran. Nos transformamos, de hecho, en consumidores compulsivos. Casi triplicamos el desembolso que hacemos solo en alimentos: 27 % frente al 10 % habitual que supone la comida en el total de gastos. Como promedio, España compra en Navidad como si tuviera 126 millones de personas en vez de los 47 que somos. Es decir, compramos mucho.
Además, los productos que más se adquieren en las navidades se concentran en dulces, bombones, sidra, cava, champán, gambas y langostinos congelados, jamón ibérico, ahumados y carne de ovino, según el estudio realizado por Kantar World Panel. El marisco (39 %) se sitúa como el alimento destacado, seguido de las carnes (cordero, pavo o cochinillo con un 24 %) y dulces navideños como turrones y mazapanes (20 %). Por tanto, compramos principalmente proteína de origen animal y azúcares refinados.
Es decir, compramos mal.
Hay una base psicológica que justifica este exceso en el volumen y en la composición de la dieta. Antaño la alimentación cotidiana era escasa en proteínas y azúcares, de modo que en los momentos festivos se rompía la dieta con alimentos extraordinarios.
Pero esta realidad hoy ya no es válida para la mayor parte de los ciudadanos. Carnes, pescados, alcoholes y dulces ya no son excepcionales en el día a día. La costumbre de potenciarlos en estas fiestas es solo una herencia histórica, por cierto, nada saludable.
Por otra parte hay que tener en cuenta dónde compramos los alimentos. El estudio La situación de la gran distribución en el mercado de consumo, publicado por EAE Business School en abril de este mismo año, extrae que los alimentos «... se adquieren a través de hipermercados (12,9 %) y de supermercados y autoservicio (47 %), mientras que las tiendas de descuento tienen una cuota del 15,8 % y los establecimientos tradicionales el 14,6%[…] el resto de canales y las ventas online representan una fracción baja en comparación con las demás alternativas[…] El sector de la distribución en España –continúa el informe– está dominado por un grupo de grandes cadenas que acaparan la mayoría del gasto de los consumidores. El líder indiscutible es Mercadona, que en el año 2017 obtuvo un 24,1 % de la cuota de mercado en valor. Le siguen de lejos Carrefour y el Grupo Día que tuvieron un 8,7 % y un 8,2 %, respectivamente». Esta concentración en la distribución da a estos grupos una posición muy ventajosa a la hora de negociar con los productores de alimentos, en su mayoría pequeños, con lo que acaban fijando los precios, aunque éstos sean ruinosos para agricultores y ganaderos.
Por todo ello, las Navidades son un buen momento para comenzar a cambiar los hábitos de esa alimentación errónea para nuestra salud, desproporcionada para nuestras necesidades y nefasta por sus consecuencias ambientales. Comprar mucho y mal no es ni inteligente, ni moderno, ni responsable.
El primer paso consiste en reconocer que nuestros actos deben dirigirse hacia el objetivo de la sostenibilidad que permitirá asegurarnos productos de calidad máxima y modelos de producción viables a lo largo del tiempo.
Los conceptos clave son pocos y sencillos:
- Elegir alimentos de proximidad.
- Comprar a través de circuitos cortos de comercialización, como grupos de consumo y venta directa.
- Escoger alimentos de temporada frescos.
- Comprar materias primas, frente a los alimentos precocinados, y cocinarlas en casa.
- Adoptar dietas variadas y bajas en productos de origen animal.
- Reconducir nuestra compra hacia los alimentos de producción ecológica.
Resumiendo: compra sano, compra cercano y compra al paisano. Mejor dicho, a la paisana, que la mujer soporta a nivel global la mayor responsabilidad en la producción agrícola familiar además de ser líder destacadísima de la economía de los cuidados y la conciliación (el 80 % de los alimentos a nivel global están producidos por mujeres).
Con estas decisiones reducimos enormemente nuestro impacto ambiental, mejoramos nuestra dieta y apostamos por la salud nuestra y de las personas que producen nuestros alimentos.
Enormes metas para tan poco esfuerzo.
Hemeroteca Diagonal
¿Es esto consumo responsable?
La responsabilidad de nuestras acciones pasa también por diferenciar qué comemos de a quién nos comemos.
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Habría que dejar -sobre todo para personas no creyentes- de celebrar la Navidad como tal.
Así se pondría la primera piedra para sustituir una tradición religiosa por lo que fue en origen: la celebración del Solsticio de invierno.
Esa fiesta tendría otros ritos más ligados a la tierra.
Fundamental cambiar nuestras prácticas de consumo y en este artículo se dan consejo fáciles para llevarlo a cabo