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Hemeroteca Diagonal
¿Es esto consumo responsable?
La responsabilidad de nuestras acciones pasa también por diferenciar qué comemos de a quién nos comemos.
En estos días de invierno, son muchas las personas que celebran la Navidad y Reyes en España. Según el último estudio que lanzó el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) respecto a la Navidad, el 77,7% de las personas encuestadas hacen regalos a los mayores en Reyes, y el 75.4% invitan a parientes o amigos a casa.
Son fechas agridulces. El 72,3% de los españoles siente en Navidad una especial añoranza de seres queridos que ya no están, o están lejos. Nos gastamos lo que no tenemos. En ocasiones incluso, nos olvidamos de quienes no quieren, o no pueden, celebrar la Navidad (por ejemplo, los cristianos de los campos de refugiados de Grecia, que respondían negativamente cuando los periodistas les preguntaron si pensaban celebrar la Navidad, o el de ese 22,1% de españoles que está por debajo del umbral de riesgo de pobreza).
En días como estos, en ciertos entornos se vuelve más habitual oír hablar de "consumo sostenible" o "responsable". En muchos casos, se trata de simples campañas publicitarias que buscan que las personas que eligen hacer regalos o celebrar reuniones con familia y amistades se decanten por productos que en ocasiones son más sostenibles.
A veces, se trata de noticias que persiguen, ya que vamos a hacer un sobreconsumo (el 50,7% de los españoles afirma que gasta más en Navidad que en otros meses, y en estos días las familias llegarán a tirar a la basura el 25% de su cesta de la compra), que al menos nos movamos entre opciones más saludables para nosotros y el planeta.
Mucho menos habituales son las campañas de activismo que hablan directamente de "decrecimiento", consumir menos, no consumir.Lo cierto es que, en la mayor parte de los casos, lo más responsable, lo más sostenible, sería directamente evitar consumir esos artículos que, posiblemente tras unos momentos de placer, quedarán acumulados en nuestras casas ya saturadas de objetos.
En el caso de la alimentación, la cuestión es más grave. Definitivamente los animales (no humanos) no tendrán paz durante estos días de celebración. Los mataderos aumentan su actividad y realizarán en esta época más sacrificios que en cualquier otro momento del año. La marca El Pozo batió su propio record hace unos días, llegando a ejecutar a 75.300 cerdos. De la anteriormente mencionada encuesta del CIS se desprende que el 89,3% de las personas encuestadas consumen en la cena de Nochebuena gambas o langostinos. El 50%, cordero. Por detrás van el pavo (23,6%) y el besugo (18,9%). Todos estos animales sienten dolor. Los peces, también. ¿Es legítimo, entonces, hablar de responsabilidad al consumir ya no objetos, sino sujetos que sienten todo lo que les hacemos?
¿Pesca y sostenibilidad?
En España, el año pasado consumimos un promedio de 25,90 kg de pescado por persona. A nivel global, la media fue de 20 kg (cifra que se ha duplicado desde los años sesenta, cuando la media era de 9,9 kg por persona).Para 2050, la población mundial habrá incrementado en un 35%, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
¿Cómo alimentar a una población de 9.000 millones de personas con este tipo de hábitos de consumo, en un contexto de cambio climático y competición siempre creciente por los recursos naturales? Recientemente, la FAO publicó un vídeo en el que alertaba de la necesidad de modificar nuestras dietas, recomendando sacar a los animales del plato e introducir vegetales en su lugar.
Para hacer esta advertencia, la organización se basa en la insostenibilidad que supone cultivar para alimentar al 'ganado' en lugar de utilizar esos mismos cereales para alimentar directamente a la población humana (es interesante saber que el 75% de la soja mundial se usa para forraje animal), una apreciación que quedaba clara en el documental Cowspiracy. El secreto de la sostenibilidad.
De acuerdo con las últimas versiones de informe de Naciones Unidas y la FAO, un 85% de los principales bancos pesqueros están sobreexplotados, agotados, plenamente explotados o en recuperación de la explotación. Parece que el dicho 'hay muchos peces en el mar' ha comenzado ya a adquirir un significado irónico e incluso hay quien afirma que podríamos ser la última generación que pueda utilizar a los habitantes marinos como alimento.
Las organizaciones que elaboran guías para consumir 'pescado sostenible' prestan atención a esta sobrepesca. También tienen en cuenta los métodos utilizados para pescar en cuanto al daño que causan al hábitat y al número de capturas no deseadas que pueden producir, incluso, en ocasiones, tienen en cuenta la gestión de residuos.
Lo que no tienen en cuenta estas guías es el dolor que experimentan estos animales cuando son capturados.
Los peces también sienten dolor
Los peces son los seres vertebrados más utilizados por los humanos. Tanto, que en el lenguaje los desproveemos de su individualidad al calcularlos por toneladas en lugar de por individuos. Hablamos de 'cultivo', como si fuesen plantas. Son el 'animal de compañía' más utilizado y también son vastamente empleados en investigación 'científica'. Nos cuesta mucho empatizar con los peces, probablemente debido a la gran brecha que existe entre la percepción de la inteligencia de los peces por parte de los humanos y la realidad científica.La realidad es que los peces experimentan dolor de forma similar a la del resto de vertebrados. Sus habilidades cognitivas a menudo igualan o superan a las de otros vertebrados. Ya en 2012, neurocientíficos de renombradas instituciones, en presencia también de Stephen Hawking, firmaron la Declaración de Cambridge, manifiesto en el que se afirma la existencia de conciencia en diversos animales no humanos. Libros como 'What a fish knows' (Jonathan Balcombe, 2016), nos muestran que los peces "realizan rituales de cortejo elaborados, desarrollan vínculos de por vida con otros peces, hacen planes, cazan de forma cooperativa, usan herramientas, tienen preferencias, se engañan unos a otros y castigan a los malhechores".
Es, por cierto, falso el mito de que los peces tengan una memoria de solo 3 segundos. Los autores de una investigación de 2014 en la Universidad MacEwan (Canadá) descubrieron que estos animales pueden recordar contextos, lugares y asociaciones hasta 12 días después; relevante a pesar de no llegar a compararse con la memoria de sus vecinos los delfines, que según un estudio de la Universidad de Chicago (EEUU), son capaces de reconocer el silbido de un antiguo compañero de manada después de 20 años de haberse separado.
También las langostas, cangrejos y otros crustáceos tienen sistema nervioso y son capaces igualmente de sentir dolor, según científicos como el neurobiólogo Tom Abrams (Universidad de Pennsylvania), la bióloga marina Jelle Atemao (Universidad de Boston), o el profesor Bob Elwood (Universidad Queens de Belfast), por citar unos pocos; solo hay que leer los resultados de los numerosos estudios realizados al respecto, que indican que cuando se las hierve vivas son conscientes de todo el procedimiento.
Las investigaciones van más allá y demuestran la agencia de los peces y el resto de los animales (Sarah McFarland - Ryan Hediger, 2009; Jason Hribal, 2010, 2014; Rosamund Young, 2013, etc.). No son marginales los estudios que afirman que las amistades en el reino animal son un fenómeno real.
Tal y como explica Barbara J. King (profesora de antropología en la Universidad W&M, Williamsburg, EE UU) con relación a este vídeo que se hizo viral la pasada primavera y que muestra cómo un pez erizo se queda junto a otro mientras un buzo le libera de la red en la que había quedado atrapado; cada vez más, los académicos que investigan la conducta animal reconocen la capacidad de establecer vínculos duraderos entre animales, más allá de los mamíferos y aves; tanto entre seres de la misma especie como con cuidadores humanos. La propia J. King es autora de un libro (How Animals Grieve, 2013) en el que narra la capacidad de amar que tienen muchos animales, hasta el punto de manifestar dolor cuando sus seres queridos mueren.
Es por todo esto que son cada vez más las personas que consideran que no se puede hablar de alimentación responsable y sostenible sin recomendar dejar de consumir productos de origen animal. Al menos no en un contexto en el que acceder a frutas, verduras, legumbres, cereales y semillas es saludable y económico. Es una realidad que puede resultar inconveniente, sobre todo para los lobbies de la industria alimentaria. Si estamos dispuestos a mojarnos por la sostenibilidad, dejar de consumir hoy peces (y el resto animales) puede ser el principio de unas relaciones más conscientes, realistas y empáticas con el resto de seres con los que compartimos el planeta.
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