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Alimentación
El consumo de alimentos como práctica democrática: “Cada vez que compro, voto”
La Asociación Paisaje, Ecología y Género lanza la campaña «Comer y cambiar, todo es empezar: Modelos prácticos de alimentación y consumo que nos cuidan y cuidan el planeta», en la que denuncia la insostenibilidad del actual modelo de consumo de alimentos y propone alternativas para alimentarse sin devorar el planeta.
Cada modelo económico genera un modelo de consumo
El neoliberalismo desarrolla el propio, de modo que toda actividad productiva, incluida la alimentación, responde fielmente al patrón imperante.Hay dos palabras que, por si solas, definen el modelo productivo hegemónico: «Mucho» y «deprisa».
Hoy se producen pollos de carne aptos para el consumo en 42 días. Mientras tanto, se diseñan razas de vacas cuyos terneros engordan casi dos kilos cada día (1850 gr/día), y vacas lecheras de alta producción que dan 65 litros diarios (20.000 litros al año).
La agricultura industrial ya ha conseguido que una sola hectárea produzca más de 100 toneladas de tomates, y tomates como esos se transportan de Canarias a Holanda por vía aérea con un gasto energético de 3580 kcal por kilo enviado, cuando el contenido energético de un kilo de tomates es tan solo de 120 kcal.
A nivel mundial se usan 1 trillón de bolsas de plástico al año, lo que supone el gasto de 100 millones de barriles de petróleo, que se acumulan en las 5 grandes islas de plástico detectadas en los océanos hasta el momento.
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¿Qué se esconde tras los muros de los mataderos?
Las cifras asustan
Producir «Mucho y deprisa» se alcanza rompiendo las reglas del juego del planeta, de la vida y del sentido común. Se consigue haciendo trampas, cogiendo de allí para traer aquí, y no contabilizando ni la energía gastada en el proceso ni la reposición del daño ambiental y humano.Los excesos se pagan y ya los estamos pagando
El número de intoxicados al año por pesticidas usados en la agricultura ronda los 5 millones y las personas fallecidas las 200.000. La mayoría de los agroquímicos son cancerígenos, bioacumulativos, provocan esterilidad, mutaciones genéticas y alergias o alteraciones en el sistema inmunológico, incluso en dosis bajas. Son tóxicos por contacto, ingestión o inhalación.Nicolás Olea (catedrático de la Universidad de Granada) reconoce el vínculo entre los disruptores endocrinos y las sustancias que se utilizan en la producción de alimentos.
La depredación de recursos y de salud ambiental tenía que llegar a afectar a la calidad de vida de las personas, toda vez que pertenecemos al mismo sistema planetario.
Por cada euro que paga el consumidor en alimentos, la sociedad está obligada a gastar dos en compensar el deterioro ocasionado en la salud planetaria y en la humana.
Antiespecismo
Antiespecismo “En el futuro el especismo será tan cuestionado como otras formas de discriminación”
El libro Thanatia: The Destiny Of The Earth's Mineral Resources - A Thermodynamic Cradle-to-cradle Assessment nos ilustra con verdades inapelables como que la energía nuclear va a desaparecer, no porque los gobiernos se vuelvan ecologistas, sino porque ya no queda uranio. Igualmente esa agricultura esquilmante no podrá ser reeditada ahora que nos quedamos sin el fósforo, pieza clave de los fertilizantes convencionales, sobre los que se basa la producción industrial de alimentos.
Esto no da más de sí
El hecho de alimentarse es una acción transversal que influye sobre infinidad de aspectos humanos y planetarios, y toca directamente cada uno de los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible adoptados el 25 de septiembre de 2015 por los 193 estados miembros de las Naciones Unidas para guiar las acciones de la comunidad internacional antes del 2030.Ante este panorama, la ONGD Paisaje, Ecología y Género (y la Agencia Extremeña de cooperación internacional para el desarrollo) decidimos pasar a la acción y lanzar la campaña informativa y también optimista: «Comer y cambiar, todo es empezar. Modelos prácticos de alimentación y consumo que nos cuidan y cuidan el planeta».
El primer objetivo de la campaña consiste en facilitar tanta información como se pueda para mostrar hasta qué punto algo tan aparentemente inocente como es el hecho de comer tiene unas consecuencias a menudo no deseadas, y como se ve, gravísimas.
Pero aún más importante que establecer el diagnóstico de la situación, es proporcionar herramientas concretas para revertir ese impacto sobre la salud ambiental y humana.
Para alcanzar estos dos objetivos se ha analizado toda la escala de valor del hecho alimentario: la producción, la distribución y el mercado, la preparación de alimentos y su consumo y el manejo de residuos.
La responsabilidad mayor en el cambio de hábitos es, sin duda, personal, pero los espacios de actuación son diversos. Proponemos así acciones en el ámbito doméstico, empresarial, en el tercer sector y en las administraciones públicas.
Necesitamos, como sociedad, captar la atención de nuestra ciudadanía para coordinarnos en estos momentos históricos de urgencia socioambiental. Para despegar juntas hacia opciones viables y divertidas.
El mapeo de actores nacionales e internacionales, las entrevistas, los vídeos temáticos, el Rincón de la agro-rima de la web de la campaña son otras herramientas de acercamiento a la encrucijada socioambiental con colorido, luminosidad y creatividad, tan necesarias. Como aportaba Gustavo Duch para ese Rincón: «Para comer menos carne y más verdura, voto por una moción de censura»
La agroecología, la agricultura de presupuesto cero, los circuitos cortos de comercialización, las cooperativas de consumo, las dietas con productos de temporada y poca proteína de origen animal, el compostaje individual y comunitario, etcétera, forman parte de las propuestas clave que deberemos ir incorporando a nuestras vidas para recomponer una sociedad que garantice un futuro digno para las próximas generaciones.
El profesor Nicolás Martín Sosa decía «Cada vez que compro, voto». La compra debe transformarse en un claro acto electoral, en el que elegir cada alimento es votar. Elegir es validar un método productivo frente a otro, es apoyar la justicia social o no hacerlo, es luchar por la salud ambiental o ignorarla. Entregar nuestro voto inconscientemente, tendrá su efecto boomerang. Podremos hacerlo, pero no será un acto profundamente democrático, ni sano, ni inteligente, ni audaz.
Quizás la cuchara acabe siendo nuestra arma más liberadora.
No tiene sentido esperar, hay que empezar a Comer y cambiar.
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En este artículo se nos cuenta en qué consiste la campaña lanzada por la ONGD Paisaje, Ecología y Género y la Agencia Extremeña de cooperación internacional para el desarrollo, y yo alabo este esfuerzo informador y deseo sinceramente que tenga algún efecto en los poderes públicos. Pero no puedo pasar por alto lo que también se dice en él cuando se nos trata de convencer de que “La compra debe transformarse en un claro acto electoral, en el que elegir cada alimento es votar. Elegir es validar un método productivo frente a otro, es apoyar la justicia social o no hacerlo, es luchar por la salud ambiental o ignorarla. Entregar nuestro voto inconscientemente, tendrá su efecto boomerang. Podremos hacerlo, pero no será un acto profundamente democrático, ni sano, ni inteligente, ni audaz.”
Yo no creo que cada vez que compremos votemos, ni en sentido literal ni figurado. En sentido literal no es verdad por razones obvias. El mercado no es el parlamento ni el lugar donde se realiza un referéndum, por varios motivos, pero principalmente porque las distintas alternativas de un mismo producto no se presentan con las razones por delante (en los parlamentos y referéndums tampoco suele ser así, pero esto es, al menos, lo que debe ocurrir en democracia), sino con una información muy limitada e, incluso, sesgada. Si lo que nos está proponiendo Mario Morales Villarroel, el autor de este artículo, es que vayamos a hacer la compra con toda la información de esta campaña en mente (lo cual es factible, pues tampoco se necesita mucha capacidad intelectual para ello) para poder hacerla -la compra, digo- de forma democrática, en fin, habrá que responderle que lo fundamental en democracia es poder contrastar opiniones y datos con libertad. Esto, que es de sobra conocido por todos, nos lleva a pensar que, a pesar de toda la buena voluntad que hayan puesto en elaborar esta campaña informativa y a pesar de lo correcto de muchas de sus propuestas, siempre nos quedará la duda, si hacemos la compra con estas propuestas en mente y no otras, de si lo que estamos haciendo es lo mejor para todos. Quiero decir que quizás algunas de sus propuestas serían descartadas a favor de otras más adecuadas después de una auténtica deliberación democrática.
Además, es perfectamente legal que la información se presente sesgada en los mercados, así que, si queremos cambiar las reglas de funcionamiento de los mismos, no debemos acudir a los propios mercados (por supuesto, aquí están incluídos los mercados ecológicos, locales, de proximidad, etc), como nos propone Mario, sino al parlamento a intentar cambiar las leyes a través de nuestros representantes. Ya sé que esto es un ideal y que nuestra democracia, como todas las de los países de nuestro entorno, es muy imperfecta, pero no deberíamos errar el tiro apelando a la responsabilidad individual a la hora de comprar.
Respecto a la concepción figurada de la compra como voto individual, esta no es, ni más ni menos, que “votar la realidad”, es decir, querer cambiar la realidad con la suma de acciones (“votos”) individuales. Pero aquí la metáfora del voto entra en contradicción con lo que quiere expresar. En efecto, se pretende cambiar la realidad por la vía de los hechos, mediante la acción (coordinada o no) de muchos actores individuales, mientras que la democracia es la forma de cambiar las cosas por la vía del derecho, que exige la exposición pública de motivos y su debate previo antes de llevar a cabo cualquier acción.
Aquí es donde se equivoca también anonimander, al interpretar literalmente la apelación al voto y a la democracia del artículo. En realidad, la interpretación figurada de la compra como un voto es la más adecuada, creo yo, y también la más alejada de la democracia que, por otro lado, tanto y tan equivocadamente critica esta persona. Y que conste que no creo que vivamos en la mejor de las democracias posibles, ni mucho menos, pero tampoco creo que haya que tirar a la basura la que tenemos, sino más bien mejorarla mucho.
Intentar persuadir a la gente de que cada vez que compra vota es lo mismo que hacen las empresas que se anuncian con eslóganes del tipo “Tú puedes cambiar el mundo”. De nuevo, la suma de acciones de individuos que creen saber muy bien lo que hay que hacer para mejorar las cosas. Tan bien lo saben, que no es necesario el escrutinio público. Tan convencidos están de que hacen el bien, que apelan a la conciencia moral. Y finalmente la conciencia moral parece ser lo más valioso, al margen incluso de sus consecuencias prácticas, tal y como lo expresa cándidamente Xil en su respuesta a anonimander cuando dice “seguiremos aportando nuestro granito, al margen de los resultados”.
El artículo es interesante y necesario, aunque el titular me parece de pena. Y lo digo porque votar, a estas alturas, y en este país, me parece de todo menos democrático. Y porque ,especulando con el argumento, siguiendo la lógica de su contrario, cuando votas compras. Votar en este sistema es apoyar las mismas políticas que nos traen los problemas relatados en el artículo, echar la papeleta es comprar sin verdadero criterio la representatividad de los partidos, delegar en los que apoyan el statu quo. Defender el espejismo democrático es apuntalar la base del problema, es aceptar sin más la delegación absurda de la administración de nuestras vidas y hacernos creer que las acciones personales de cuatro gatos concienciados, entre los que creo encontrarme, podrán cambiar algo, cuando la masa mayoritaria seguirá yendo en coche a comprar a la gran superficie el fin de semana y no reparará en este artículo ni en sus catastróficas cifras. Partir de la base de que la llamada equivocadamente democracia es un punto de partida, el menos malo de los sistemas, es aceptar la continuidad del problema. Esa democracia y su papá Estado nos mantienen en la inmovilidad, en el frenesí del trabajo precario, en los carros del súper llenos de productos procesados de las multinacionales de la alimentación, del marketing y del consumo de basura. Naciones Unidas , Unión Europea y consenso democrático. Tanta unión ilusa y falsa como falsa es la representatividad. Votar es apoyar el sistema. La subversión empieza por no apoyarlo. El producto local ecológico, la compostera y los grupos de consumo autogestionado son un parche, una ilusión que se queda en eso. Qué hacer, no lo sé. Qué no hacer: Votar.
T entiendo; a veces la desesperanza nos puede...
Pero cuando recuperes la fuerza e ilusión, seguiremos aportando nuestro granito, al margen de los resultados. Mientras tanto, haz lo que puedas ♡
El tema que plantean es de importancia capital, de transcendencia vital, y los datos que aportan en la introducción inapelables. El aleccionamiento positivista sobre democracia y voto implícitos en el título del artículo ya es otro cantar. Consumir es un acto político -vivir debiera serlo-; la analogía entre votar y comprar, y la aceptación/admiración del significante «democracia» me parecen ufanos.
Estoy de acuerdo en que las decisiones individuales sean el primer paso para intentar cambiar la situación pero el problema es mucho más estructural! No debemos proyectar cargas de conciencia en los ciudadanos sino en las grandes corporaciones, AAPP...
Cuando se dice que no tenemos remedio y que el mundo no tiene arreglo, está bien que nos recuerden que la decisión personal y diaria entre el consumo responsable o el derroche agonista es lo que marca la diferencia entre la solución y el desastre.
Cuanto comes, tanto contaminas.