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Cine
Un documental muestra “lo que nos pasó y les pasó a nuestros hijos”: el exilio argentino en Madrid
El documental Partidos nació con la idea de hablar sobre la generación a la que la dictadura militar expulsó de Argentina, pero en su construcción la directora Silvia di Florio encontró otras historias: las de quienes nacieron en el exilio y no tienen las mismas opiniones que sus padres.
Hay un momento de la conversación en el que la directora Silvia di Florio (Buenos Aires, Argentina, 1958) se rompe. Es cuando recuerda cómo en 1989 pisó descalza un arenal en Goya, el pueblo de Corrientes en el que vivió su abuela y se crio su madre, y sintió entonces que había vuelto a su país, a pesar de que su regreso desde el exilio en Suecia se había producido seis años antes.
Ese viaje a Goya fue su primer trabajo relacionado con el cine, de meritoria en la asistencia de dirección de una película. Ahora lleva tres años construyendo Partidos, un documental apoyado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) para cuyo estreno busca financiación y que cuenta algunas historias de la vida del exilio argentino en Madrid: las de quienes vinieron y se quedaron; las de quienes, en cambio, regresaron a su país; y también las de quienes nacieron en el exilio. Historias de añoranza, de identidades, de vidas nuevas, de olores recordados y de una niebla que siempre acompaña.
“La película nació con la idea de hablar sobre la generación a la que echaron de Argentina —explica Di Florio a El Salto—, pero cuando empezamos las entrevistas vimos que había una generación posterior que no decía lo mismo que sus padres y que tenía mucho que contar”.
La directora pone el foco en el sentimiento que atraviesa al exiliado “cuando pierde su identidad y tiene que adoptar otra pero que, permanentemente y a lo largo de la vida, va a quedar partido para siempre entre dos culturas, dos países, dos ciudades, dos músicas, dos sabores, casi entre dos vidas”.
“El que se quedó aquí vive añorando Buenos Aires y el que volvió añora Madrid”, dice la directora Silvia di Florio
Ella lo resume de una forma muy gráfica —“el que se quedó aquí vive añorando Buenos Aires y el que volvió añora Madrid”— y considera que la historia que narra en el documental se repite a lo largo del mundo. También asegura que un exilio siempre son muchos exilios, muchas fotografías, no una sola: “La forma de vivir y de sobrevivir, de expresarse, de integrarse, es diferente en cada persona”.
Lo más importante en este trabajo cinematográfico, indica, es poder compartir con las generaciones más jóvenes “lo que nos pasó y lo que les pasó a nuestros hijos”.
Di Florio llegó a Brasil en 1977, embarazada de siete meses. Allí se reencontró con sus padres, exiliados un año antes. Recuerda que vivió “momentos muy fuertes, al irme y salvar mi vida y la que llevaba dentro. Yo militaba por un mundo mejor, pero militaba sobre todo por la vida”. Un compromiso político que la dictadura militar había declarado especie a extinguir.
Al año de exilio en Brasil, la familia de Di Florio pidió asilo a las Naciones Unidas y llegó a Suecia. “Allí había mucha diferencia cultural, fue un contraste durísimo. Tengo un enorme agradecimiento por Suecia pero la diferencia era tan brutal que me abrumaba criar a mis hijos en un lugar tan abismalmente distinto. Volvimos a Argentina en 1983”. Tardaría seis años, hasta pisar descalza la arena de Goya, en sentir que estaba en su país.
“Yo terminé de formar mi personalidad y mis gustos de hoy en el exilio. Hay olores que reconozco como propios del exilio. La persona exiliada siempre está volviendo”, concluye la directora.
Argentina
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La de Juan Gastaldi es una de las voces que se escuchan en el documental. Nacido en Barcelona en 1954 por casualidad —destino de trabajo paterno—, salió de Argentina en 1978 para no volver. El primer exilio fue en Uruguay, pero el definitivo fue en Madrid. “La decisión que tomamos fue quedarnos pero eso no se toma de la noche a la mañana sino que se va tomando por la vida que vas armando, y con la pérdida de tu lugar de pertenencia, que se va difuminando al tiempo que las relaciones que has generado en el exilio se van haciendo más fuertes: hijos, amigos, una casa, pareja, desarrollo profesional,... Aquel país va pasando a ser una especie de niebla que te acompaña siempre”, rememora.
Gastaldi asegura que hay un momento en el que la persona exiliada sabe que no va a regresar, pero también señala que no se vive como un drama porque “es imposible vivir sumergido en la nostalgia. La sensación de pérdida es cuando vuelves a tu país y ya no te reconoces en él, empiezas a tener tu vida en el otro”.
Partidos también muestra lo que ocurre con quienes nacen en el exilio, los choques que viven quienes tienen dos familias separadas por más de 10.000 kilómetros. Es el caso de los hijos de Gastaldi: una filóloga de 32 años y un sociólogo de 25. “Les hemos transmitido cierto anhelo pero ellos tienen más claro que son españoles”, considera el padre, que abunda en detalles: “Juegan mucho con el lenguaje, sacan el acento argentino cuando quieren pero son españoles. Heredan de nosotros cierta nostalgia y un tema de identidad partidita, no partida, pero a medida que van creciendo consolidan su pertenencia a este lugar”.
Entre padres e hijos del exilio, Gastaldi reconoce que hay un tema de conversación incómodo: el propio exilio, los motivos de la separación. “Mis hijos tienen una armadura teórica para explicarse pero son cosas que se han dicho a medias. Ha habido preguntas, ha habido silencios, ha habido mucho sufrimiento en la explicación porque no hay una receta clara, cada cual va encontrando su tiempo para explicarse, incluso el silencio, aunque no sea lo más sano”.
“Veníamos de la persecución, la desaparición, el asesinato,... Y aquí había un espacio político para expresarse, había ese frenesí de la lucha por las libertades democráticas”, recuerda Juan Gastaldi sobre su llegada a España en 1978
Echando la vista atrás, él considera que el país al que llegó en 1978 era una fiesta, comparado con la Argentina que le había expulsado: “Veníamos de la persecución, la desaparición, el asesinato,... Y aquí había un espacio político para expresarse, había ese frenesí de la lucha por las libertades democráticas. Respirábamos ese momento porque ya lo habíamos vivido antes en Argentina, con el primer gobierno de Cámpora, cuando se fue la dictadura anterior y pensábamos que eran posibles los avances no democráticos sino revolucionarios. Después todo se fue a la mierda”.
Y al final, con una media sonrisa, desvela otro de los miedos que le acompañan como exiliado, la respuesta más difícil de dar: “La pregunta fatal es dónde quieres que te entierren”.