We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Ciencia
¿Incienso espiritual o cortinas de humo?
La autora responde a las críticas hacia su anterior artículo Espiritualidad Marterchef: terapias para la sociedad del rendimiento. Como seres humanos no debemos renunciar a la espiritualidad pero debemos elegir bien al servicio de qué valores la construimos, sostiene.
Intentar adentrarse en temas de cierta complejidad humana en el estrecho marco de un artículo, siempre obliga a realizar un esbozo de situación a grandes rasgos. Esta manera de ordenar la argumentación, sin recalar en exceso en los matices, siempre puede acarrear alguna polémica, al entender muchas personas que el análisis es demasiado superficial, o que se omiten determinadas claves.
Esto es lo que parece haber ocurrido con mi anterior artículo Espiritualidad Masterchef: terapias para la sociedad del rendimiento. Agradezco las observaciones que algunas lectoras hicieron al artículo y , aunque no estoy de acuerdo con ellas, aportan puntos de vista muy esclarecedores para lo que considero un debate muy necesario en este tiempo que nos ha tocado vivir; debate al que modestamente me gustaría seguir contribuyendo mediante alguna reflexión que se me quedó en el tintero.
No tengo la menor duda, de que una parte nada despreciable de las personas que se dedican a desarrollar terapias alternativas, creen en lo que hacen; creen contribuir al bienestar de las personas proporcionándoles en primera instancia, tranquilidad, sosiego y cierta cobertura espiritual. Muchas terapias, además, hacen de la función espiritual un núcleo importante de su actividad , cuando no, su razón de ser. Sin embargo, conviene antes de proseguir, poner las cartas boca arriba: no conozco a nadie que no cobre por estos servicios de asesoría sensible. Podríamos decir que estas religiosidades vaporosas de la llamada Era de Acuario (New Age), conceptualizan las necesidades del bienestar emocional y espiritual como un valor de uso con su correspondiente traducción a un valor de cambio.
Estamos por tanto, delante de un nicho de negocio que requiere hacer de esta espiritualidad un fetiche estético y pseudofilosófico. A pesar del orientalismo con el que muchas veces se presentan, no debemos de olvidar el origen estadounidense de una gran parte de estas propuestas, vinculado a una mirada protestante, para la cual, espiritualidad y actividad económica no sólo no están reñidas sino que se retroalimentan.
El mencionado barniz orientalista, a través de decoraciones, lecturas o diferentes liturgias sensoriales, aparece como garantía para adentrarnos por la buena senda de la sabiduría; esos pasos que nos van a permitir centrarnos y establecer comunicación con nuestro “yo interior”, al margen de un mundo conflictivo cuyas claves nos cuesta cada vez más comprender. Sin embargo, convendría hacernos una pregunta ¿es posible la espiritualidad y el equilibrio emocional al margen de la dimensión social de la persona?
El barniz orientalista, a través de decoraciones, lecturas o liturgias sensoriales, aparece como garantía para adentrarnos por la buena senda de la sabiduría. Sin embargo, ¿es posible la espiritualidad y el equilibrio emocional al margen de la dimensión social de la persona?
La idealización de religiones como el budismo permiten este tipo de pensamiento oasis que tanto fomenta el aislamiento con nuestros semejantes, construyendo una falsa colectividad de iniciados. Además, sobre el supuesto carácter pacífico e inmaculado del budismo conviene no llamarse a engaño: las matanzas de la población tamil en Sri Lanka o las masacres actuales de la minoría rohingya en Myanmar acreditan, tomando a Buda como estandarte, una brutalidad sobre el terreno nada diferente a las desarrolladas en nombre de otras religiones.
El estereotipo de lo asiático asociado a poblaciones que gestionan sus emociones en pos de la armonía espiritual y el pacifismo, oculta una realidad de conflictos durísimos en los que la vida de millones de personas es sacrificada en nombre del crecimiento económico, las macroinfraestructuras o las industrias extractivas. Sugiero, para tener un conocimiento más próximo al contexto real, leer la obra periodística y literaria de Arundhati Roy sobre la India; su obra y su activismo, aparte de haberle acarreado numerosas amenazas de muerte, nos regalan un baño de realidad que nos obliga a preguntarnos en qué tipo de “artefactos” psico-espirituales, de supuesta procedencia oriental, confiamos nuestros legítimos deseos de bienestar.
La espiritualidad es una manera subjetiva de hacer trascender la conciencia, expresando una necesidad que en el fondo es una afirmación profunda del ser humano, algo que también encontramos en el arte ,en ese sentido, arte y espiritualidad comparten una misma esfera, en la que se tiende a buscar cierta autonomía, pero que nunca puede ser entendida esta al margen del desarrollo histórico y social. Al igual que el arte, la espiritualidad puede ser convertida en mercancía, pero si esta transformación se opera, por el camino perderá necesariamente gran parte de su significación humana y sensible.
Como seres humanos ni podemos ni debemos renunciar a la espiritualidad, pero como construcción humana, debemos elegir bien los materiales y al servicio de qué valores la construimos.
Quemar incienso en nuestros hogares es sin duda una liturgia que perfuma y relaja, pero no podemos olvidar que los botes de humo que lanza el poder contra los que se oponen a la mercantilización de tantas y tantas esferas de nuestra vida, también nos interpelan.