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Centros sociales
Minuesa: la república de Lavapiés a 25 años de su desalojo
Han pasado 25 años desde el desalojo de Minuesa, un centro social que marcaría el camino para el movimiento de okupación en Madrid.
En mayo se cumplieron los 25 años del desalojo del Centro Social Okupado y Autogestionado Minuesa, situado en la orilla del madrileño barrio de Lavapiés. El 18 de mayo de 1994 más de cien personas encerradas dentro y otros varios cientos más en la calle trataron de resistir al enorme despliegue policial, en estas icónicas historias de resistencia popular que la policía siempre gana. Y Minuesa no iba a ser la excepción. Pero su espectacular desalojo logró, entre otras cosas, una gran repercusión mediática: “Cayó la República de Minuesa” titulaba en portada un diario madrileño al día siguiente. La resistencia no pudo impedir el desalojo, pero no fue en vano: decía la escritora Alice Walker que el secreto de la alegría es la resistencia, y ésta, en el fondo, es una historia alegre que arranca casi una década antes.
El 1 de noviembre de 1985 un grupo de jóvenes okupa un edificio abandonado en la calle Amparo de Lavapiés. La primera experiencia madrileña de este tipo de okupación fue brevísima: 12 días después fue desalojada. Pero allí nace la Asamblea de Okupantes de Madrid.
Fue la prensa la que acuñó el termino despectivo de ‘okupas’ y pronto decidimos tener a gala que la ‘prensa burguesa’ nos denominara así y pasamos a llamarnos Asamblea de Okupas de Madrid. Son los años de plomo de las primeras legislaturas de Felipe González, los años de la Ley Boyer de arrendamientos que abre la espita de la aceleración de la especulación inmobiliaria, de la proliferación de radios libres —y su persecución—, los años del paro juvenil, de la mili obligatoria, de la heroína destruyendo el tejido social de los barrios obreros…Tras la traumática derrota de la izquierda en el referéndum de la OTAN cunde la desmovilización popular y la despolitización, las organizaciones de “vanguardia” marxista y el anarcosindicalismo dividido y peleándose por las siglas entran en fase agónica, y el país se encamina a la epifanía desarrollista y modernizadora de los fastos del 92.
En este Madrid hostil, bastante gris, de caballo, paro, mucha policía y poca diversión, la Asamblea de Okupas se convierte en uno de los pocos grupos juveniles activos políticamente y en el único que no está tutelado por partido o sindicato alguno. En la Asamblea se reunieron y “coevolucionaron” los elementos más concienciados de lo que por aquel entonces se denominaban tribus urbanas: punks, heavys, skinheads antifas, hippies, y también estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (“la facul”), del Liceo Francés, comunistas sin partido, anarquistas sin sindicato, ecologistas sin ONG, feministas sin “barquillo”, antimilitaristas a la izquierda del MOC, gays a los que el COGAM se les quedaba estrecho, animalistas y veganos de la primera hornada… una miscelánea de gentes que encontraron en la Asamblea un ágora en la que desplegar sueños y deseos muy radicales, una paideia autogestionaria desde la que se fue teorizando y organizando eso que dio en llamarse “Autonomía”.
Entre Amparo 83 y la okupación de Arregui y Aruej en el Puente de Vallecas de mayo de 1988 se suceden varias okupaciones que apenas logran sobrevivir unos pocos días antes de ser desalojadas más o menos violentamente por la policía. Aunque en estos años no se logra consolidar un espacio físico en el que albergar los proyectos contraculturales y organizativos que tanto ansiabamos, la Asamblea de Okupas logra mantenerse viva y productiva, participando en las luchas estudiantiles de esta época, en el movimiento pacifista y antimilitarista —primero la lucha por el derecho a la objeción de conciencia y luego por la insumisión—, etc. Así mismo, para contestar a la manipulación informativa se desarrollan medios propios de contrainformación: programas en radios libres, fanzines como Sabotaje y Molotov, con el correr de los años hasta una agencia de noticias alternativa, la UPA,… líneas de fuga fértiles de las que nacería lustros después el periódico Diagonal.
En ese foro también se trabaja y reflexiona sobre un nuevo internacionalismo antiimperialista, en la crítica radical del sistema penitenciario y la represión jurídico-policial —es la época de la leyes antiterroristas, de la excepcionalidad jurídica de la Zona Especial Norte, de la cal y las torturas, de la pesadilla de Intxaurrondo—.
A pesar de la dureza protoneoliberal de estos años de plomo, ya hemos dicho que ésta es una historia alegre y es que el movimiento okupa se caracterizó por una enorme eficiencia a la hora de montar saraos, fiestas y conciertos, son los tiempos del “jaia eta borroka” (fiesta y lucha) y la música está en el embrión mismo del activismo, varios miembros de grupos del punk y el hardcore políticos participan en la asamblea. Los conciertos son momentos de encuentro, de celebración, de propaganda y agitación, pero al mismo tiempo son el principal medio de financiación de un activismo social que, por supuesto, desprecia cualquier subvención o ayuda del Estado —ese enemigo— y que también rechaza la cotización individual tradicional de los partidos y sindicatos. En general, después del referéndum de la OTAN, atenazados entre las fauces de un PSOE que había traicionado todo y a todos, y una izquierda extraparlamentaria derrotada, dividida y sectaria, optamos por reinventar y habitar un área política nueva que empezaba por rechazar todo la herencia de la izquierda autoritaria: la forma partido, las jerarquías, la pureza doctrinal, las votaciones, la política de representación, la división entre teoría y práctica, entre intelectuales y obreras, la separación de lo privado y lo político, la moral sacrificada del militante, la seriedad… Ese área fue la autonomía, que no es enteramente novedosa, ya que bebe de la autonomía obrera de las primeras comisiones obreras, de los comités asamblearios del movimiento estudiantil de los primeros años de transición, de los comandos autónomos anticapitalistas y otros grupos, de las experiencias de los movimientos autónomos de Holanda y Alemania, y muy específicamente de las praxis y teoría de la experiencia italiana que cristaliza en el 77 y que fue muy influyente en el movimiento estudiantil de “la facul” .
Tras participar en Hamburgo en la navidad de 1987-88 en un encuentro europeo del movimiento autónomo con ocasión de celebrar la resistencia victoriosa de las casas okupadas de la Haffenstrasse, se decide que ha llegado el momento de avanzar y superar la etapa de “ensayo”. En mayo del 88 se okupa un enorme edificio en la calle Arregui y Aruej, en Puente de Vallecas, en el que se consigue aguantar tres meses. Tiempo suficiente para que entre mucha más gente al movimiento y se pongan en marcha muchos de los proyectos que se venían diseñando y configurando, la propia Asamblea de Okupas se disuelve en una prolífica y productiva multiplicación de colectivos autónomos: la Liga Dura de las mujeres, el colectivo antiimperialista, el anticárceles, el antimilitarista, el de contrainformación… En esta historia alegre y combativa, los finales siempre contienen muchos principios y así el final traumático de la Kasa Popular de Arregui, con un desalojo inesperado seguido de derribo total del inmueble, desemboca en Minuesa.
Durante ese verano de la utopía en el infierno de Puente de Vallecas, los okupas de Arregui nos habíamos encontrado y hermanado con las obreras y obreros de la imprenta Minuesa que se habían encerrado en su empresa en protesta por su despido colectivo, tras el que no había otra razón que la intención de los patrones de dar un pelotazo urbanístico en plena Ronda de Toledo —un barrio que estaba empezando ese proceso de revalorización capitalista que hoy denominamos bárbaramente gentrificación—. Tras el desalojo de Arregui y ante la necesidad perentoria de techo para algunas de las personas que vivían allí, las obreras nos informan que encima de su imprenta hay pisos vacíos propiedad del mismo patrón… y se van okupando progresivamente los pisos vacíos. También los hay ocupados por inquilinos legales a los que también se quiere expulsar, y así tendremos la primera experiencia de convivencia, no siempre fácil, entre okupas y ‘normales’.
Poco después del cierre definitivo de la imprenta y de la victoria parcial pero clara de sus trabajadoras y trabajadores, con su apoyo se okupa también ese inmenso espacio para poner en funcionamiento un centro de cultura popular que luego, a imitación de experiencias italianas similares —muy en concreto en León Cavalo de Milán— acabaríamos por llamar pomposamente Centro Social Okupado y Autogestionado. En sus casi cinco años de funcionamiento el C.S.O.A. Minuesa llegó a ser un espacio contracultural diverso, antagónico, por el que pasaron miles de personas, abierto al barrio a veces, ensimismado en su cultura de resistencia otras. Un espacio muy difícil de gestionar, conflictivo y disruptor de cara hacia afuera y hacia dentro doloroso y alegre, un espacio y un tiempo de intenso crecimiento personal y político para los que estuvimos por allí. Fue un experimento socio-comunitario, de transformación de la vida cotidiana, en el que se generaron procesos de autogestión cultural y laboral. Minuesa fue la oportunidad de materializar muchas de las intuiciones que veníamos forjando colectivamente como herramientas de autoconstrucción: que la política no es representación —tomar y hacer en vez de pedir y protestar—, que la revolución no es un acto sino un proceso, que los medios y los fines están relacionados dialécticamente, que lo privado es político, que la política es la producción de lo común y reproducción de la vida cotidiana, que no se puede esperar nada —bueno— del Estado, de los partidos, de los sindicatos de concertación… Son años muy fríos en aquel Madrid y en aquella España tan moderna, tan europea; los años de la primera Guerra del Golfo, de los inmigrantes sin papeles perseguidos por el racismo institucional, años de alertas antifascistas en torno al 20N, de ataques nazis a los puestos de Tirso de Molina, de los asesinatos de Lucrecia, de Guillem Agulló, los años de la orgía del 92 y del 500 Centenario.
Son años de mucha soledad política, a los okupas la izquierda nos ignoraba o nos despreciaba, la prensa nos calificaba como tribu urbana, los nazis salían a cazar “guarros”, nos hubiéramos sentido muy solas si no hubiésemos tejido una red muy amplia y tupida de afectos y complicidades con gentes del movimiento okupa de Sevilla, Valencia, Galiza, Catalunya y muy señaladamente Euskadi; también con Alemania e Italia, una auténtica internacional autónoma no formal, pero horizontal y efectiva. Tampoco faltaron apoyos, solidaridades y cariños luminosos dentro del propio Madrid de esa época: las Madres contra la Droga, las tiendas de campaña de Orcasitas, la Escuela Popular de la Prospe, los comités de solidaridad con Latinoamérica, los troskos, los del Ateneo Libertario de Lavapiés o Tetúan, la juventud de los barrios, las gentes inquietas de la universidad… En esos años de la “república de Minuesa” se bailó mucho, se celebró bastante y demás a veces, se conspiró, se escuchó buena música —además de la otra—, se experimentó, se amó, se odió, se hizo un huerto urbano, un comedor popular, un gimnasio, talleres de serigrafía, clases de árabe o euskera, fiestas de Sin Isidro, cientos de conciertos y eventos, o actos de la Contracumbre del 92. Y nos divertimos tanto como incordiamos al Madrid oficial de la época y a la izquierda acomodadita o esclerótica. Por supuesto, nos equivocamos mucho, pero eso se lo vamos a dejar a la legión de críticos “que siempre están sentados” parafraseando a La Polla Records.
Aquella república en el centro de Madrid no podía durar, el último año fue el del surrealismo de convivir pared con pared con una recién inaugurada macrocomisaría de la Policía Nacional. El 18 de mayo se consumó el desalojo del que quedó el testimonio en un vídeo autogestionado bastante digno que se puede buscar en la red.
Todo desalojo en el movimiento okupa es un trauma, un momento contradictorio en el que, por un lado, se trunca un proyecto, pero se da visibilidad al conflicto de la vivienda y se acumulan fuerzas. El desalojo de Minuesa provocó desgarraduras internas y conflictos sin final, y sin embargo fue el inicio de otras historias hermosas, de otras líneas de fuga: okupaciones de vivienda en el barrio de Estrecho, en Vallekas, o en Lavapiés, okupaciones de centro sociales —Pacisa y sus secuelas—, luego el primer Laboratorio, cooperativas como el Achuri, la okupación de Ariztkuren en Navarra, que a su vez desemboca en Solidari@s con Itoitz y el corte de los cables… Vidas que continúan, luchas que se retoman, proyectos que recomienzan sobre las cenizas de los anteriores, pequeñas hazañas insumisas y desobedientes, contribuciones al cambio social, afluentes que luego, con el correr de los años, pueden acabar desembocando en los mares del movimiento antiglobalización, en el Prestige, en las movilizaciones contra la guerra, en el 15M, en las huelgas del 8M y otras primaveras de la utopía por venir. Como decía al principio, la resistencia es el secreto de la alegría, Minuesa fue definitivamente una historia alegre.
(PD: sirva este artículo de agradecimiento a todas las personas que por allí pasaron, y especialmente in memoriam de Amparo).
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Un texto lúcido y potente. Parte esencial de la historia de Madrid y sus movimientos. Conviene releerlo de vez en cuando para saber dónde ubicarnos en el presente y continuar el relato que narra Fernando. Muchas gracias por este fragmento de historia.
Aunque tarde acabo de leer el articulo, para los jóvenes que no vivieron aquellos años recomendaría la lectura del libro donde se recopilaron la experiencia de bastantes de las okupas de Madrid desde 1975 -2011, por sus protagonistas y donde colabore durante mas de 1 año titulado:
Seminario de historia política y social de las Okupaciones en Madrid-Metrópolis de Miguel Martinez
Lo podeis bajar de internet http://www.miguelangelmartinez.net/?Okupa-Madrid-1985-2011-Memoria
Gracias por artículos así, que lejos de reivindicar un autoreferencialismo, nos ayuda a las que hemos llegado hace no mucho tiempo a entender de donde venimos y a poder articular mejor como continuamos. Gracias a las que un día decidísteis empezar para que años más tarde otras tuviéramos sitios a los que llegar, en esta mierda de mundo que hicisteis infinitamente más interesante.
Un excelente repaso a nuestra historia Fernando. Un placer leerte otra vez
Buen artículo. Gracias.
El tema de la coordinadora de colectivos Lucha Autónoma, también sería interesante desarrolar.
Una propuesta, nada más.
Un saludo.
Pedazo de artículo Fernando. Impresionante. Que hubiese sido de esta mierda de ciudad sin vosotrxs... :)
"Nadie hablará de nosotras cuando estemos muertas" me responde una lectora y compañera. Y tiene toda la razón en reprochármelo, en la precipitación con la que escribí esto para salir en fecha, olvidé imperdonable mente relatar que toda esta historia hubiera sido imposible si a la banda de desarrapad@s que fuimos no nos hubiera acogido la Fundación Aurora Intermitente, una banda entrañable de anarquistas heterodoxas que tuvieron a bien tolerar que ls okupas les ocupasemos su espléndido local en la calle Hortaleza, fueron nuestro soporte material, espiritual e ideológico en un tiempo en que nadie en la izquierda adulta madrileña daba un duro por nuestra banda ruidosa, humeante y enragé.