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Centros de menores
Cuando España detiene a madres y encierra a sus hijas
Son las 21:30 de la noche. La nevera está vacía. Suena el teléfono, la persona que iba a cuidar de tu hija hoy no puede venir. Tu tripa ruge, te estremeces, deseas con fuerza que ese sonido no se reproduzca en el estómago de tu pequeña, que duerme a tu lado entre mantas que cobijan angustias. Lo haces, lo tienes que hacer, sabes que si hoy no vas a trabajar en el único club que te proporciona algo de sustento perderás el empleo. Empleo, una palabra que suena lejana e inalcanzable para una persona sin papeles.
No tienes derecho a ser, a estar, a recibir una nómina. A poder justificar tu ausencia de tu puesto con un papel firmado por el médico. Te levantas de la cama con cuidado para no despertar a la pequeña. Te vistes en la penumbra, te lavas la cara. Cierras la puerta con una mezcla de sigilo y pesadumbre. Al cerrarse emite un sonido contradictorio: se cierra para cuidar a la que tienes que abandonar. A las 4:30 estarás de vuelta y cruzas los dedos para que la pequeña siga abrazada por el sueño.
Luego llegará la policía a buscarte a tu trabajo. Tu espalda saldrá en un vídeo grabado en comisaría con las manos esposadas. Te conducen dos agentes ante un hipotético riesgo de fuga. Eres un peligro para el Estado, ese que no te da papeles, ese que no te deja trabajar en un puesto de 8 a 15 que te permita conciliar. Ese que te obliga a salir de hurtadillas de tu casa para poder llenar la nevera. Ese que te ha abandonado. Ese que ha abandonado a tu hija.
Te sientan frente a una funcionaria. Su mano en el ratón no tiembla. Autómata, abre y cierra ventanas mientras sus ojos se posan sobre la pantalla. No te mira. Te informa de que tu hija ha sido conducida a un centro de menores. Que lo que has hecho está mal. Que está penado por la ley. Que te dejan en libertad con cargos. No añade más valoraciones.
Sí, acabas de escuchar que te han detenido a ti y también han detenido a tu hija. La han conducido a un lugar frío, ajeno, impersonal, precarizado. Instituciones de gestión externalizada que acumulan cientos de denuncias por maltrato infantil a base de pastillas. Lejos del lecho materno, lejos de tus canciones, de tus cuentos, de tu olor, de tus dedos. Lejos de tus tripas, que ahora rujen por ira.
La opinión pública pondrá los terceros barrotes de esta historia. Te llamarán mala madre, irresponsable. Te hablarán desde lugares lejanos. Te gritarán desde una esquina anónima por haber dejado a tu hija sola. Sentirás el eco populista de quien opina desde el privilegio. Se inventarán historias, especularán. “Posiblemente no sea la primera vez, por eso han llamado los vecinos a la policía”, dictaminarán. Un jurado popular se dará golpes en el pecho mientras redacta la sentencia. Tampoco ayuda lo que se ha publicado sobre ti, todo basado en la versión policial. No eres, no existes, no cuentas, no tienes ni derecho a ser fuente de tu propia historia.
Y tú sigues sola, sin ayuda. Has regresado a tu habitación después de unos días en el calabozo. No entiendes nada, no sabes qué pasos dar, solo quieres abrazar esas mantas que aún huelen a tu pequeña. Piensas en tu país, Colombia, ese del que escapaste ante la violencia que te amenazaba. Sientes que en España la violencia es otra, pero hoy es de mayor intensidad que la pistola amenazante de un narco. Y la sostiene el Estado. ¿Quién te salvará de un lugar dónde detienen a madres y encarcelan a sus hijas? De fondo, el rugido de tus tripas, que esperas que resuene en la conciencia de algunos. Ojalá mañana llueva empatía y se protejan los derechos humanos. Esto pasa irremediablemente porque el gobierno —dicen que el más progresista de la historia— de papeles para todas. Hay que dignificar todas las vidas, porque todas merecen ser, estar, llenar neveras sin riesgo. Y no hay tiempo que perder.
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Espero que alguna organización de ayuda se haya puesto en contacto con ella ...
Tenemos una sociedad muy miserable, débil y complaciente con los ricos y poderosos pero cruel y machacadora con las personas pobres y en situación de debilidad.
Vergüenza!!!