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Autogestión
Las setas de Hytasal: plantar cara al desempleo desde la autogestión
Tras el fin de la actividad textil de Hytasal, en Sevilla, 30 de sus antiguos trabajadores están escribiendo un nuevo capítulo en la historia de este espacio industrial emblemático.
Años antes de la la crisis financiera de 2008, las reconversiones y privatizaciones de grandes empresas públicas ya se habían dejado sentir en las ciudades, especialmente en los barrios que nacieron al calor de las concentraciones industriales hoy en desuso, con la pérdida de miles de empleos. En las áreas rurales, el gran desequilibrio en la distribución de la tierra y la temporalidad de la actividad agrícola complican el acceso a un trabajo. Frente a una estructura empresarial que tiende a la concentración, en las periferias aparecen proyectos autogestionados como alternativa a la falta de respuestas laborales.
De telares al cultivo de setas
Tras la puerta de una nave de casi un siglo de antigüedad se abre un espacio con dimensiones similares a las de un hangar. Al fondo, algunas personas realizan su trabajo junto a un par de máquinas y muchas sacas iguales, apiladas en fila. Es un reducto de actividad laboral en el mismo lugar que, medio siglo atrás, empleaba a miles de personas y albergaba 600 telares. Eran los mejores tiempos de Hytasa, una de las empresas más prósperas de Andalucía. Pasó más de una década crítica hasta llegar a su expropiación en 1980, las medidas de corte neoliberal de la década de 1990 y, finalizando el siglo, la suspensión de pagos y posterior reapropiación por parte de las 142 personas que quedaban trabajando para formar Hytasal, una sociedad anónima laboral. En este recorrido, años de adaptación, especialización, crisis y fin de la actividad textil.
Actualmente, siguen 30 de ellas. En el afán por mantener un puesto de trabajo, decidieron la reconversión de la actividad: del textil a la fungicultura. Concretamente, al cultivo de la seta Pleurotus ostreatus, comercializada bajo la marca Los Huertos de Hytasal.
“Nuestro objetivo era trabajar”
Sin haberse certificado aún el cierre definitivo de la textil Hytasal, estas 30 personas, socias y trabajadoras al mismo tiempo, continúan utilizando las mismas instalaciones para desarrollar un nuevo proyecto. Tanto espacio vacío contrasta, de cerca, con la diversidad de vida en algunos espacios. A las personas que trabajan de forma habitual se les ha sumado un equipo de investigación de las universidades de Sevilla y Pablo de Olavide, que toma muestras del sustrato, analiza los factores ambientales y busca fórmulas para mejorar el rendimiento. En un recinto contiguo, bajo las cubiertas de los montículos alineados en el suelo sucede uno de los procesos clave: las lombrices digieren la paja para transformarla en sustrato de cultivo. En otra nave, unas cámaras simulan unas condiciones climáticas óptimas para que los primordios broten por los orificios de las sacas que contienen el sustrato para su crecimiento.
Cuando pusieron fin a más de 70 años de tradición textil en esta fábrica, estas 30 personas que formaban parte de Hytasal nunca hubieran supuesto que el cultivo de setas fuese su tabla de salvación laboral. Clemencia Rufo, presidenta del consejo de Hytasal y socia del nuevo proyecto, recuerda que no fue algo que estuviera planeado de antemano: “Podríamos haber hecho otra cosa, incluso se planteó poner placas fotovoltaicas”. A partir de una convocatoria de proyectos relacionados con agroecología, vieron una oportunidad y comenzaron así con los cursos de formación. “Nuestro objetivo era trabajar”, recalca. A un kilómetro —o menos— se encuentran algunos de los barrios que ciertas encuestas señalan como los más empobrecidos del Estado español. Junto a la nave, miles de metros cuadrados de antiguo espacio industrial en desuso.
“Todas las setas que hemos sacado las hemos vendido: a Mercasevilla, restaurantes, fruterías”, apunta Clemencia. Dos objetivos por cumplir son poder estabilizar la producción e implementar un sistema de envasado adecuado para la exportación. Antes de llegar hasta aquí, “con material de las antiguas instalaciones hicimos cuatro módulos de almacenaje. También fabricamos la máquina para separar el humus de la paja. Lo único que no es reciclado es la cámara frigorífica”. Reutilizaron todo lo posible, algo que se aprecia en la sostenibilidad del proceso: “Los restos que quedan, gracias a las lombrices, se convierten en un subproducto, el humus, para nuevos cultivos. Cerramos el círculo”. Otro de sus objetivos es conseguir que más empresas basadas en la economía circular desarrollen su actividad en las naves colindantes.
Lo que no ha cambiado respecto a la anterior empresa es su filosofía respecto a la propiedad, gestión y toma de decisiones. “Hytasal nace de una conciencia obrera, sindicalista”, comenta Jesús Sánchez, trabajador y consejero del nuevo proyecto empresarial y que también participaba en el anterior. “Todos los beneficios, por estatutos, repercuten nuevamente en la empresa y nadie del consejo de administración cobra por esta labor, sino que cobra por el trabajo que hace en la fábrica”. Clemencia Rufo precisa que en Los Huertos de Hytasal todos tienen “la misma participación en la sociedad”, y apunta otra clave: “Aunque cada persona tenga su espacio y su labor específica, creemos que debemos saber hacer un poco de todo”.
1965-1977. Declive. Apertura de mercados y aumento de la competencia, que afronta con una maquinaria obsoleta. Primeros conflictos laborales.
1978. Suspensión de pagos. Agudización de la lucha sindical. Casi 2.000 personas trabajan aún en Hytasa.
1980. Expropiación.La propiedad de Hytasa pasa al Estado.
1991-1996. Reprivatización parcial y posterior reapropiación estatal tras suspensión de pagos.
1997. Las pérdidas generadas tras la privatización alcanzan miles de millones de pesetas. Suspensión de pagos y ERE para los 542 trabajadores.
1998. Fundación de Hytasal. Son 142 trabajadores de la anterior empresa quienes desarrollan la actividad de forma autogestionada.
1998-2009. Crecimiento, adaptación y especialización. Venta de terrenos y compra de maquinaria. Llegan a facturar un millón de euros en julio de 2009. En eso llegó la crisis.