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Argentina
El tuitero que sueña ser emperador
Hace dos semanas Argentina comenzó un viaje hacia lo desconocido: un gobierno presidido por un paleolibertario —fascista de mercado—, creyente con fervor místico en una teoría económica infantil y ultracapitalista. Nunca aplicada. Llegó a la cúpula del poder ejecutivo con —prácticamente— la totalidad de la burguesía y los factores de poder pronunciándose de manera explícita en su contra, desde las cámaras empresariales hasta el Departamento de Estado, pasando por la Iglesia Católica. Arribado a esa posición, comenzó otro proceso: el sector más concentrado del capital local que no lo quería dirigiendo el país, se abalanzó sobre el nuevo gobierno para ocupar posiciones que les permita hacer lo que saben hacer, lo único que les interesa: negocios. En esa captura del gobierno naciente, el poder económico desplazó a buena parte de la cohorte de personajes bizarros que acompañaban al candidato, ahora presidente.
Las posiciones claves en el gabinete se encuentra ocupadas como nunca por las distintas ramas del poder económico; el poder financiero —bancos nacionales y extranjeros, fondos de inversión—, los grandes grupos económicos nacionales (Techint, Eurnekián, Macri), y el agro negocio —el punto donde los terratenientes históricos se maridan con el capital financiero para la explotación agropecuaria— cuyo emblema es Eduardo Elsztain, exsocio de George Soros.
Hay que tener presente que Argentina no cuenta con una burguesía sino con una lumpen-burguesía enfrentada al interés colectivo de la nación que habita, una clase dominante para la cual el país es un territorio para el saqueo y la rapiña
Esos grupos de poder coinciden en restar derechos laborales, achicar el Estado y derogar leyes que permitan el libre funcionamiento de la ley de la selva, lo que ellos gustan llamar “mercado”. Confluyen en la creencia de que la Argentina no es un ámbito propicio para sus actividades porque la rebeldía social es mayor que en otros países y que la tolerable para la bienaventuranza de su plan de negocios. Desde la década del 50, su sueño es retrotraer el país al estado previo al peronismo. Milei les prometió más, llevarlo a 1916, antes del voto masculino universal, cuando la oligarquía terrateniente podía gobernar sin la interferencia de la plebe. Y logró que sea la plebe la que vote semejante proyecto. Por eso la Unión Industrial Argentina, la Asociación Empresaria Argentina y la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) saltan de dos patas de alegría y emitieron declaraciones en apoyo a las medidas del nuevo gobierno.
Detrás del telón de esa coincidencia no reina la armonía entre ellos. Carecen de un proyecto compartido de país, aún de uno donde haya una alta exclusión. Hay que tener presente que Argentina no cuenta con una burguesía sino con una lumpen-burguesía enfrentada al interés colectivo de la nación que habita, una clase dominante para la cual el país es un territorio para el saqueo y la rapiña.
Estos personajes, muchos de los cuales se detestan entre sí y tienen pugnas con décadas de historia, se disputan los negocios y los espacios de poder con zancadillas, codazos y un espinel completo de bajezas e inmoralidades. Quieren un Estado pequeño, excepto en aquello que les concierne ya que todos dependen del Estado que denuestan. Es difícil encontrar un caso donde sus negocios no estén protegidos por la caparazón del Estado que quieren desguazar. Unos porque tienen desgravaciones impositivas, otros porque tiene un mercado cautivo protegido por alguna ley o decreto, otros más porque ese Estado es su cliente principal. No quieren destruir el Estado, quieren uno que les responda sin mediaciones, débil para atender las necesidades de otros sectores sociales, pero fuerte para proteger sus intereses.
Todo el contenido de esa norma manifiestamente inconstitucional está pensado para favorecer al gran capital y perjudicar al 99% de la población del país
El Gobierno de Milei está conformado por la representación directa de esos grupos económicos en el gabinete. ¿Puede un elenco semejante formar un gobierno? ¿Cómo lograr lo coherencia mínima necesaria para la administración de un país sobre la base de ese personal? ¿Qué resultados se pueden obtener cuando los funcionarios no tienen otra brújula que los negocios de la empresa de la que provienen y esa empresa no tiene otro norte que no sea el robo, la rapiña y el saqueo? ¿Se puede estabilizar un capitalismo excluyente con estas bases?
Entre las privatizaciones propuestas, hay una que grafica las características de nuestra burguesía. Argentina se cuenta entre los pocos países que pueden, al mismo tiempo, fabricar satélites y ponerlos en órbita. Casi ninguno del denominado tercer mundo. Es un tema que no interesa al empresariado nacional pero tiene la mayor atención por parte de Estados Unidos. Un desarrollo tecnológico que se acerca, sin cruzarlas, a las líneas rojas que Washington traza acerca del comportamiento de países que considera vasallos. Arsat, la empresa en cuestión, amenaza ser privatizada y Elon Musk afila los colmillos. Mientras tanto, a la burguesía argentina la tiene sin cuidado, un empresario argentino promedio prefiere tener casinos y salas de bingo antes que fabricar satélites. ¡Es mucho menos complicado!
Hay una particularidad detrás de estas reformas: fueron elaboradas para otro gobierno y Milei las compró llave en mano
La trama de intereses de esos empresarios es la que se encuentra detrás del megadecreto y de las leyes propuestas por Milei. Todo el contenido de esa norma manifiestamente inconstitucional está pensado para favorecer al gran capital y perjudicar al 99% de la población del país. A su vez hay una particularidad detrás de estas reformas: fueron elaboradas para otro gobierno y Milei las compró llave en mano. Fue escrito por Federico Sturzenegger y los equipos legales de las empresas beneficiadas, y estaba pensada para el gobierno de Patricia Bullrich. Dicho de otro modo, el plan de gobierno que Milei aplica fue rechazado por el pueblo argentino, que lo relegó a la tercera posición en las elecciones generales. Ese plan es adoptado por el gobierno electo, ya que después de haber ganado las elecciones carecía de uno. ¡Tan flagrante es la irresponsabilidad del tuitero en ejercicio de la presidencia! Milei fue coherente, sí, con su filosofía más profunda: todo se puede comprar y vender en el mercado, es solo un problema de precios. También un plan de gobierno.
Más significativa es la conclusión que podemos sacar acerca de lo que es la democracia capitalista. Un entramado institucional mediante el cual el capital compra gobiernos bastardeando las elecciones por las cuales fueron elegidos. A través de ese mecanismo, un programa perdedor bien puede ser adoptado por la fuerza ganadora si el suyo fuera inaplicable.
Si no hemos perdido la memoria, sabemos hace más de un siglo, que la democracia capitalista es la dictadura del capital. Pero la gramática de la expresión invierte el contenido real: democracia es sustantivo y capitalista su adjetivo. En la realidad, el peso relativo es inverso: lo sustantivo es el carácter capitalista y el adjetivo —perfectamente superficial aunque sirva para llenar minutos de televisión—, es democracia. Cuando esa forma de gobierno no permite realizar adecuadamente los intereses capitalistas se la reemplaza por formas autoritarias, y quienes se llenaron la boca defendiendo la democracia, no dudarán un minuto en pasar a militar el nuevo autoritarismo. Por eso las cámaras empresarias en la Argentina hoy festejan: Milei aplica un programa ultra capitalista para arrasar con los derechos del 99% de la población y no repara en si la forma es o no democrática. Ellos sacaron sus conclusiones. Resta que saquemos las nuestras.