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Antifascismo
Guadiana SIN caudillo. Extremadura antifascista
Este 24 de noviembre tendrá lugar en la plaza mayor de Guadiana a las 17:00 una manifestación para reivindicar el cambio definitivo del nombre del pueblo que apunta también contra la condición “xenófoba y cavernaria” del partido VOX.
Guadiana (sin caudillo) es un pueblo de nueva colonización, surgido en el marco del Plan Badajoz, cuyo alcalde ultraderechista Antonio Pozo no cesa de manifestar cuan agradecidos debemos de estar por esa gran empresa técnica y económica, reguero de prosperidad y hasta de justicia social. Forma junto al diputado Juan Antonio Morales un peculiar dúo que ha conducido a VOX a la entrada en la política institucional extremeña sin refrendo electoral, mediante la escisión respecto de un PP que les permitió recoger premios de la Fundación Francisco Franco o expresar sus exabruptos nostálgicos.
La política agraria del régimen franquista vino acompañada de una discursiva que apunta a la intervención estatal sin cuestionar la prolongación de la gran propiedad y sus intereses encarnados en el criminal alzamiento del 18 de julio. Toda la problemática estructural del latifundismo, la desindustrialización, la dura sobrexplotación de los jornaleros o la expulsión creciente de los yunteros, pretendía ser solucionada con la salida técnica del regadío, elevado a tótem que solucionaría la cuestión agraria sin modificar el grueso de una distribución de la tierra manifiestamente injusta. La redención social vendría, supuestamente, de la extensión de tierras irrigadas, no de la reforma agraria.
VOX es una síntesis entre la vieja ultraderecha abiertamente franquista y los nuevos ultras que están recorriendo Europa
Los proyectos de irrigación estatal impulsados en Badajoz, y en menor medida en Cáceres, vinieron precedidos y estuvieron enmarcados en el auténtico corazón de la economía franquista: la incólume defensa de los intereses de los terratenientes efectuada a costa de frenar ese impulso de cambio radical, de profunda justicia, implicado en una reforma agraria que desde la victoria del Frente Popular y el 25 de Marzo se venía desarrollando por abajo, protagonizada por la democracia popular de los jornaleros y yunteros. Un ansia de liberación y progreso liquidado no solo a base de devoluciones de tierra a los viejos propietarios, sino también con el fusilamiento de más de 10.000 colonos, sindicalistas, campesinos humildes y gentes de izquierda. Crímenes que dejaron un poso de terror para la clase obrera extremeña que debilitó el hilo rojo de los años republicanos de lucha.
El proceso colonizador no cambió la estructura social existente en Extremadura. Procesos de acaparamientos de tierras por los grandes propietarios se encontraron presentes hasta en los mismos inicios del plan Badajoz, y a la altura de 1970 ya controlaban el 35,47% de las tierras irrigadas en una tendencia a la concentración de la propiedad que no cesa de crecer hasta la actualidad. Apenas un 24% de las tierras se destinaron a unos cuantos miles de pequeños colonos. La intensa explotación que acompañó a las grandes obras para la implantación del regadío, el vasto esfuerzo humano y económico, acabó suponiendo, de forma principal, beneficios para las nuevas y viejas élites.
La auténtica salida al problema de la tierra en Extremadura no fueron los planes de regadío y colonización sino la emigración en masa de extremeños para servir como mano de obra barata en los focos industriales y en el extranjero. Emigración que acompañaba a la marginación productiva y demográfica de una Extremadura con un rol reservado al extractivismo y la exportación de energías que tan bien retratara la obra Extremadura saqueada.
Este 24 de noviembre tendrá lugar en la plaza mayor de Guadiana a las 17:00 una manifestación para reivindicar el cambio definitivo del nombre del pueblo que apunta también contra la condición “xenófoba y cavernaria” del partido VOX
Como para todos los pueblos de España, el franquismo supuso en esta región la imposición dictatorial de los intereses oligárquicos. Pero aquí implicó, además, la liquidación de la reforma agraria y el vaciamiento demográfico semi- forzoso. Bajo el marco de esta herencia histórica aparece ahora la actividad de VOX, que es continuidad de la reacción egoísta y asesina liquidadora de la democracia republicana y del movimiento obrero. Su nexo explícito con el fascismo más extremo nos lo recuerda el inefable Ortega Lara cuando afirma que la “la memoria histórica es el resentimiento de aquellos que provocaron una guerra, la perdieron y ochenta años después la quieren volver a ganar”. VOX es una síntesis entre la vieja ultraderecha abiertamente franquista y los nuevos ultras que están recorriendo Europa promoviendo una xenofobia que divide a las clases populares, desvía la atención de los culpables de los graves problemas sociales y amenaza con arrasar elementales derechos democráticos.
Este 24 de noviembre tendrá lugar en la plaza mayor de Guadiana a las 17:00 una manifestación para reivindicar el cambio definitivo del nombre del pueblo que apunta también contra la condición “xenófoba y cavernaria” del partido VOX. Es necesario que los antifascistas extremeños participemos de forma masiva en esta movilización como ha ocurrida recientemente en Altsasu o en Murcia; no hay que dar tregua a la bestia, no hay que normalizar la actividad de la ultraderecha. Con estas acciones no les damos más importancia de que la que tienen, como han afirmado algunos ideólogos de izquierda, sino que mostramos que hay unas fuerzas democráticas dispuestas a hacerles frente antes de que nos encontremos con la ofensiva de agresiones y represión que siempre acompaña al auge de estos grupos.
Es necesario que los antifascistas extremeños participemos de forma masiva en esta movilización como ha ocurrida recientemente en Altsasu o en Murcia
Pero una denuncia consecuente del peligro que encierra VOX no puede limitarse al rechazo a este partido. Estas formaciones surgen toleradas y amparadas por el propio régimen del 78, que es, en buena medida, una continuidad de aquel del 39. No podemos olvidar como aquí la ultraderecha ha sido empleada –también por el PSOE- como complemento de la represión y refuerzo de la guerra sucia, gozando de una amplia impunidad para cometer sus fechorías. Un mero vistazo a las sentencias de la Audiencia Nacional o al informe anual de la Fiscalía General del Estado ponen de manifiesto que la represión política se encuentra reservada a la izquierda.
En última instancia, una línea política antifascista deberá responder no solo a los VOX sino también al Estado que los ampara, y a los ACS, BBVA, Acciona, Endesa y demás monopolios que ejercen como auténticos detentadores del poder y no dudarán en prestar soporte a las tendencias más reaccionarias si lo consideran necesario para mantener su dominio. Ser antifascista implica también denunciar a la corona impuesta por Franco, la práctica de la tortura, la falta de libertades, los recortes en derechos sociales y laborales... Implica apostar por transformaciones sociales, económicas y políticas profundas.
Hace apenas semanas, hemos visto como Bolsonaro ganaba las elecciones brasileñas con el respaldo del grueso de los grandes empresarios. Es la enésima advertencia de que el fascismo es un hijo del capitalismo y que este problema debe ser afrontado desde su raíz.
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Es muy importante reflexionar y analizar por qué un sector de la población extremeña puede votar a vox o partidos similares. Tratarlo de modo simple puede llevar a ampliar la base social de estos partidos de la derecha más rancia. No hay que descuidar a este electorado y ofrecerles alternativas sólidas desde la izquierda