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Opinión
El 20-N, la mierda, los cierres y el metal
Tras pasar por varias calles con restaurantes y bares cerrados, unos porque la hora no era la adecuada, otros por cierre definitivo, nos aproximamos a la franquicia de hamburguesería. El olor fétido nos anuncia su cercanía y eso que la fábrica de pollos que había enfrente, y que tanto molestaba por sus pestes al barrio cercano al hospital comarcal, cerró hace años. Este matadero trasladó su producción y una parte de sus trabajadores a un pueblo situado a poco más de 100 kilómetros, sin embargo, no recuerdo que en la pestilente nave pretendieran que degustaras sus productos previo pago.
Dentro del presunto restaurante, cual jamón traducido al portugués, unas grandes máquinas a modo de pantalla táctil son necesarias para solicitar el presunto alimento en menaje de plástico, no hay personal para atender. Es curioso, recuerdo que la inauguración del presunto restaurante franquiciado contó con fiesta y jolgorio presidido por la alcaldesa y con una subvención de la Diputación porque se creaban muchos puestos de trabajo y además se iban a mantener durante muchos años. Ya se sabe, dinero público, para crear riqueza privada —«los empresarios son los creadores de empleo y riqueza»— repiten como un mantra los líderes del centro liberal, incluso cuando salen por equivocación de una misa homenaje a su líder espiritual.
Afortunadamente, dada mi condición de simple acompañante, no tuve que deglutir la presunta comida allí servida y, pensando en que ya debía haberse acabado el tiempo subvencionado para crear empleo por parte de la franquicia, me encuentro que la más mítica hamburguesería de barrio de mi municipio está cerrada, parece ser que desde hace meses. Este lugar abría cuatro días a la semana y solamente por las tardes, algo que parece que ya no se concibe, que está desfasado ahora, que con la excusa de modas creadas como los tardeos, e importadas como los viernes negros que se trasforman en semanas y se unen a la navidad juntándose con Halloween y obligando a los ayuntamientos a poner luces dos o tres semanas antes del puente de la «inmaculada constitución» y a los empleados y empleadas a echar más horas que un reloj y a solicitar que abran los demás hasta los domingos tarde, porque si no no pueden hacer la compra navideña, el vestido de Halloween y las compras correspondientes al Black Friday.
La aceituna también se adelanta, ahora parece que se demanda cosecha temprana. Los inmigrantes sin techo ya deambulan por las calles, les falta alojamiento, dinero y abrigo pero no luces ni tiendas abiertas, quizá en esto hayan mejorado un poco su vida con respecto a hace dos o tres lustros. Pero los bolsillos vacíos y los escaparates llenos fueron un acicate en otros tiempos para revueltas sociales.
Los inmigrantes sin techo deambulan por las calles, les falta alojamiento, dinero y abrigo pero no luces ni tiendas abiertas... los bolsillos vacíos y los escaparates llenos fueron un acicate en otros tiempos para revueltas sociales
Hoy nos falta algo, algo que los vientos de poniente, además de arrastrar el fétido olor del presunto restaurante hacía el vecino Linares me recuerda que algunos conservan, los obreros del metal en Cádiz, la organización sindical.
Al principio, las circunstancias de la vida les llevó a trabajar para otros, después se organizaron. Al final, si no queremos comer mierda, tenemos que volver a los principios, organizarse para trabajar menos, tener tiempo y vivir mejor.
Come mierda vitaminada
Come mierda concentrada
Come mierda deliciosa
Come mierda y págala
Come Mierda. La Polla Records.