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Agricultura
Viaje sin alforjas a las comarcas del tabaco
Un recorrido por la agroindustria tabaquera de la provincia de Cáceres, sus dependencias y sus geografías físicas y políticas.
A mediados de noviembre de este año la Interprofesional del Tabaco paralizaba durante una semana la entrega de hoja de tabaco a las compañías procesadoras en las comarcas cacereñas de la Vera y el Campo Arañuelo —que concentran más del 90% de la producción nacional de este producto— para protestar contra la exclusión de este cultivo del Plan Estratégico Nacional de la nueva Política Agraria Comunitaria (PAC). Este cambio supondría una disminución de las ayudas lineales por hectárea, de modo que dejarían de recibir la mitad de los 30 millones de euros anuales que les llegan en la actualidad.
Basta echar una ojeada a la hemeroteca para comprobar que viene siendo casi un ritual que, a cada nueva reforma de la PAC, el sector tabaquero levante sus quejas y denuncie que se pone en peligro su actividad, y esta vez no iba a ser menos: ASAJA, UPA-UCE y Cooperativas Agroalimentarias de Extremadura —que dicen representar a la totalidad del sector— anuncian nuevas movilizaciones en enero para hacer frente al recorte de subvenciones públicas que compromete la viabilidad de un cultivo cuyos precios de comercialización, como ocurre con otros muchos productos agropecuarios, apenas cubren los costes de producción.
Dejemos a un lado la dudosa y ambigua moralidad de que se empleen recursos públicos para subvencionar el cultivo de una droga superadictiva y nociva para la salud pública, una droga legal que provoca un gasto sanitario enorme que, junto a la pandemia de la obesidad, son los verdaderos enemigos de la sostenibilidad a medio plazo de la sanidad pública. Resulta escandaloso el apoyo cerrado del presidente de la Junta a este sector pese a ser médico y haber suscrito el juramento hipocrático, así como del resto de su gobierno, que debiera velar por la salud pública y, muy al contrario, defiende subvenciones al cultivo que contrastan con la campaña de persecución y culpabilización contra los consumidores finales del tabaco.
ASAJA, UPA-UCE y Cooperativas Agroalimentarias de Extremadura, que dicen representar a la totalidad del sector, anuncian nuevas movilizaciones en enero para hacer frente al recorte de subvenciones públicas que compromete la viabilidad de un cultivo cuyos precios de comercialización, como ocurre con otros muchos productos agropecuarios, apenas cubren los costes de producción
Los agricultores de las comarcas productoras invocan “el carácter estratégico del sector al contribuir a fijar población y a la consecución de objetivos medioambientales que contribuyen a la lucha contra el cambio climático”, y expresan su “deseo de seguir fomentando el uso sostenible de productos fitosanitarios”. Estas proclamadas bondades ambientales y climáticas del tabaco sí que me sorprendieron gratamente, así que a principios de diciembre realicé un breve viaje a las comarcas cacereñas de la Vera y el Campo Arañuelo con la intención de conocer in situ los beneficios ecológicos de este cultivo y conversar con algunas personas de la zona para conocer su opinión al respecto.
Empecé por el principio, es decir, por el embalse de Rosarito que, en su mejor momento de un año benigno hidrológicamente, llega a almacenar los 83 hectómetros cúbicos que riegan las 20.000 hectáreas de regadío existentes en ambas márgenes del río Tiétar, de las cuales unas 11.000 se dedican al tabaco y el resto a otros cultivos como pimiento, espárrago, hortalizas, nogales, chopos y otras especies maderables o peletizables y, cada vez más, a la peste de los olivos y almendros intensivos, a lo que se añade desde hace pocos años un cultivo emergente llamado a ser uno de los sustitutos del tabaco: el cáñamo.
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La evasión fiscal de las tabacaleras
Las big four del tabaco han construido esquemas societarios en países como Irlanda, Reino Unido, Países Bajos, Luxemburgo o Suiza para evadir miles de millones al año.
En Candeleda, que es la “capital del Rosarito”, me fue muy difícil sacar algo en claro de la historia de la construcción del embalse, más allá del manido “lo hizo Franco”, pero consultando documentación pude conocer que el Rosarito no lo hizo el dictador sino que se proyectó durante la II República, en el marco de los tanteos de una reforma agraria moderada del ministro Indalecio Prieto frente a las reivindicaciones de una reforma agraria más profunda de la UGT y del también socialista Largo Caballero. En los inicios de su construcción, en 1939, se empleó mano de obra forzada de las brigadas penitenciarias acampadas en asentamientos a pie de obra que poco tenían que envidiar a un campo de concentración. Tampoco conseguí sacar nada a nadie sobre el desalojo e inundación del pueblo de Portoloboso, cuyas ruinas yacen bajo las aguas. El embalse de Rosarito es, hoy en día, un muy publicitado lugar de hibernación de miles de grullas y otras muchas aves acuáticas, y se ha convertido en un ecosistema visitado por ornitólogos, amantes de la naturaleza, excursionistas, veraneantes, pescadores, cazadores y también por irresponsables que dejan sus orillas llena de basuras en un espectáculo lamentable que los ayuntamientos ribereños no se molestan en limpiar. El lugar es bello, muy bello, pero viendo el reflejo de las cumbres de Gredos en el agua no pude dejar de pensar en el ecosistema de ribera destruido, en el pueblo de Portoloboso inundado con esa crueldad líquida pero inexorable que el desarrollismo (franquista, sí, pero anteriormente liberal, y posteriormente neoliberal) desató contra el agro español… Este precio ambiental, cultural, histórico y arqueológico no se suele incluir en los análisis de coste/beneficio del cultivo de tabaco.
La planta se riega por aspersión y requiere los mayores aportes en la fase de floración (de mediados de julio a agosto, en plena canícula) que necesita niveles de humedad entre el 80 y 90 % , y para ello se le aportan volúmenes de riego de 20-25 litros por metro cuadrado 2 veces por semana
Las obras de construcción del dique del embalse, de los canales de riego ambas orillas del Tiétar y de las acequias de distribución del agua se prolongaron durante 2 décadas. A ello se unió la fundación de los pueblos de colonización, cuya historia no podemos abarcar en este artículo, y la roturación de tierras feraces que conllevaron la tala y deforestación de lo que hasta entonces habían sido estupendos bosques y dehesas y la alteración irreversible de los ecosistemas de ribera, en un proceso de intensificación agraria tutelado y administrado por el franquismo, que empleó capitales y fuerza de trabajo humana y animal en una movilización sin precedentes en la historia de estas comarcas del norte de Cáceres, un proceso de industrialización agrícola que provocó la quiebra de la agroganadería tradicional y de las economías campesinas de autosuficiencia.
Cuando se hace un balance de lo que significa socioambientalmente el cultivo del tabaco, se debiera tener en cuenta esta mochila histórica que arrastra. También hay que considerar la enorme huella o coste hídrico, porque este cultivo es de los más intensivos en gasto de agua, ya que la planta se riega por aspersión y requiere los mayores aportes en la fase de floración (de mediados de julio a agosto, en plena canícula) que necesita niveles de humedad entre el 80 y 90 % , y para ello se le aportan volúmenes de riego de 20-25 litros por metro cuadrado 2 veces por semana. Estos riegos por aspersión requieren bombeo para lograr presión, por lo que hay que añadir aquí otro gasto energético en gasóleo e infraestructura de almacenamiento y conducción de agua.
Casi que todavía no hemos empezado a cultivar y ya tenemos una buena mochila de costes ambientales, históricos, sociales, hídricos y energéticos en el debe de este cultivo que tan alegremente se vindica por nuestros gobernantes comarcales y regionales.
Se calcula que una planta de tabaco recibe unos 20 tratamientos químicos masivos e indiscriminados solo en el terreno desde su trasplante a su recolección, más los tratamientos en los semilleros y los que se añaden después en el proceso de elaboración
Descendiendo ora por la margen derecha, ora por la margen izquierda del Tiétar, voy conociendo que el proceso de cultivo es también muy intensivo en el uso de fitosanitarios: ya desde los semilleros las plantas reciben cada dos semanas dosis de fungicidas e insecticidas, y paralelamente se hacen labores de desinfección química de los suelos que recibirán las plantas. Sin ánimo de ser exhaustivo (para disimular la intención de mi curiosidad no tomaba notas, ni grababa delante de las personas que me relataban los procesos) señalaremos que se emplean sustancias muy tóxicas (algunas prohibidas por su toxicidad) como dicloropropeno, cloripicrina, tetatriocarbonato sódico, etc., que se inyectan en el suelo en labores muy profundas. Después del trasplante viene una lluvia —nunca mejor dicho, pues muchos tratamientos se aplican en el agua de riego— de fertilizantes sintéticos, herbicidas, nematicidas, insecticidas, desbrotadores y fungicidas. La lista de productos produce hasta vértigo: glifosato, pendimetalina, oxiflurofen, napromida, clomazona, glufosinato amónico y otros herbicidas; fungicidas como metalaxil, bupirimato, clortalonil, etc; insecticidas como cipermetrina, detalmetrina, esfenvalerato, tiametoxan, oxifluorfen, etc. Como muchos de estos fitotóxicos se aplican en el riego por aspersión, acaban cayendo en las aguas de las canalizaciones, en las cunetas y en los arroyos y cursos de agua que bajan al Tiétar desde la cara sur de Gredos, pero ¿de qué extrañarse si la propia Confederación Hidrográfica del Tajo rocía con herbicidas las cunetas de las carreteras de acceso a las zonas regables y las propias márgenes de los canales, de modo que estos venenos caen directamente en las aguas de riego, llegando así también a los cultivos alimentarios como el famoso pimentón e ingresando en la cadena alimentaria? Se calcula que una planta de tabaco recibe unos 20 tratamientos químicos masivos e indiscriminados solo en el terreno desde su trasplante a su recolección, más los tratamientos en los semilleros y los que se añaden después en el proceso de elaboración del producto final, que serían merecedores de otro artículo. El negocio para la industria agroquímica está servido y en la zona florecen las empresas comercializadoras del muy variado arsenal de fitosanitarios, agrotóxicos y fertilizantes de síntesis.
Medio ambiente
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En dos décadas, la superficie dedicada a la agricultura intensiva ha aumentado un 21%. Un incremento que lleva aparejado el liderazgo del Estado español en la Unión Europea en cuanto al uso de pesticidas y también que el 85% del agua consumida se destine a regar campos e invernaderos.
No falta quien observa que las comarcas tabaqueras tienen una alta incidencia de enfermedades como el cáncer, las malformaciones fetales, las alergias y otras, incidencia que es silenciada por las autoridades sanitarias, y señalan al uso masivo de agroquímicos como la causa de esta situación. Otras personas consultadas minimizan este impacto y señalan a la cercana Central Nuclear de Almaraz como la causa de este exceso de morbilidad… Probablemente ambas opiniones tengan razón al mismo tiempo. En cualquier caso, no puede negarse que hay graves contaminaciones de agua, de tierra y de aire derivados del empleo de agroquímicos, maquinaria, etc., que no permiten presumir al sector “de un uso sostenible de productos fitosanitarios”.
Durante la fase de secado y curado de la planta del tabaco se emplean estufas de gas propano y cada vez más de biomasa, que durante los meses de otoño emiten gases de efecto invernadero y hacen irrespirable en días anticiclónicos el aire del valle del Tiétar, otro costo ambiental y otra afección sanitaria de la que prefieren no hablar los defensores del cultivo. En cuanto al argumento de que éste contribuye a la lucha contra el cambio climático, es cierto que el tabaco es una planta con un espectacular desarrollo vegetativo que fija CO2, pero se emplean tantos recursos fósiles en la maquinaria, en el laboreo del suelo, en el bombeo de agua, en los fertilizantes, en el procesamiento, que se convierte en un sector netamente emisor de CO2 y enemigo, por tanto, del clima, por no hablar de que el destino final va a ser quemado difusamente por los fumadores, con lo que la ganancia en carbono fijado en el cultivo es devuelta a la atmósfera después.
En la actualidad se ha mecanizado el proceso con las máquinas repeladoras, con lo que han logrado que sea un cultivo que no genera ya más empleo que otros posibles cultivos de regadío y sí, en cambio, incremente el consumo de recurso fósiles y de emisiones contaminantes asociadas
El otro argumento más socorrido que emplean sus apologetas es que el tabaco fija población y contribuye a que no se abandonen los pueblos, y es cierto que este cultivo era muy intensivo en mano de obra, sobre todo en la fase de recolección, cuando esta se hacía a mano, si bien se trataba de un empleo temporal, duro y muy precario que no por casualidad era realizado principalmente por población migrante en condiciones de sobreexplotación. Pero eso va siendo cosa del pasado; en la actualidad se ha mecanizado el proceso con las máquinas repeladoras, con lo que han logrado que sea un cultivo que no genera ya más empleo que otros posibles cultivos de regadío y sí, en cambio, incremente el consumo de recurso fósiles y de emisiones contaminantes asociadas.
Es muy ilustrativo que la absoluta totalidad de las personas que me han brindado estos datos y relatos críticos sobre el sector tabaquero hayan insistido en preservar su anonimato por miedo. No es por casualidad: cuando consulto los resultados de las últimas elecciones generales de tres de las localidades más tabaqueras veo que Vox es la tercera fuerza en Losar de la Vera (uno de los pocos pueblos de la zona en los que Vox tiene concejales) pisándole los talones a la segunda y a la primera. En Talayuela, que se autodefine como “la capital del tabaco” y que tuvo en el pasado una agrupación xenófoba (Iniciativa Habitable) con representación en el ayuntamiento (cuyos líderes militan hoy en Ciudadanos), es la primera fuerza y en Tiétar (antes “del Caudillo”) es la segunda. Se trata de lo que algunos sociólogos llaman “paradoja del Ejido”: allí dónde la riqueza depende más de la mano de obra migrante es dónde más se incuba el racismo y la xenofobia.
Coronavirus
El virus del racismo en el Campo Arañuelo
A pesar de la solidaridad mostrada por la población migrante durante el estado de alarma, el precario equilibrio de la convivencia en la comarca altoextremeña del Campo Arañuelo pende de un hilo.
Termino mi visita en un oscuro bar del corazón de la zona regable de la margen derecha. En la televisión está el programa de “Jara y Sedal”, no se permite el consumo en barra y escucho las conversaciones de dos mesas de parroquianos que tienen pinta de ser agricultores. Estamos en plena “crisis” migratoria en Canarias y los comentarios oscilan entre los que apuestan por hundir las pateras y que se ahoguen los inmigrantes y los que insultan al Coletas… Por supuesto me callo, pago y me marcho compungido y abrumado a mi comarca sin agricultura industrial, sin otro regadío que el tradicional, que está más despoblada pero donde se respira menos toxicidad ambiental y espiritual.
Nada más lejos de mi intención que contribuir a culpabilizar y estigmatizar más a las personas que fuman, pero si este relato contribuye en algo a darles razones para dejar de hacerlo ya habrá merecido la pena el tiempo y el gasóleo gastado en este viaje para el que, definitivamente, no hacían falta alforjas.
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Si el cultivo de tabaco es tan dependiente de las subvenciones y ayudas públicas es que quizás no es tan rentable ni sostenible desde el punto de vista económico, lo que de ningún modo es medio ambientalmente sostenible, no sólo es un emisor neto de gases de efecto inbernadero, es destructor de la fertilidad de la tierra, gran consumidor de agua y tremendamente contaminante de suelos y acuíferos por el uso intensivo de fitosanitarios y pesticidas peligrosísimos. Y eso por no decir que la poca "rentabilidad" social en cuanto a los beneficios de unas pocas miles de familias se difumina por los efectos sanitarios destructivos del producto, que es causante de muchos tipos de cáncer y genera un gasto sanitario inasumible que también se debería contabilizar para hacer balance de las "bondades" del tabaco que este artículo promueve. Afirmar que las tierras del campo arañuelo no tienen una alternativa más ecológica y socialmente rentable que producir veneno con uso intensivo de venenos roza la falacia.