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Derecho a la vivienda
El primer desahucio
En realidad, no era el primer desahucio. Desde el estallido de la burbuja en 2007 se habían producido nada menos que medio millón de ejecuciones hipotecarias, pero algo en el ambiente decía que esta vez iba a ser diferente.
Había algo de espíritu inaugural en el momento. El medio centenar de activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que había viajado en autobús hasta La Bisbal del Penedés, en Tarragona, empezaba a darse cuenta de que estaba cambiando el significado de la palabra “desahucio”. Le estaban quitado la pátina de inevitabilidad, de condena contra la que no se puede luchar.
Se notaba en la cara de la secretaria del juzgado, escondida detrás de sus gafas de sol, rodeada de cámaras y personas con carteles por el derecho a la vivienda. Se notaba en la emoción contenida de las cuatro mujeres que se interpusieron en el camino de la comitiva judicial y le espetaron: “Las revoluciones han comenzado así, diciendo ‘no’ a personas como usted”. Era el 3 de noviembre de 2010 y la PAH había conseguido detener el primer desahucio. “Hoy nos sentimos más fuertes que ellos”, decía la PAH en un comunicado.
Entre los activistas reunidos para defender la casa de Lluis Martí y de su hijo de nueve años estaba Ada Colau, luego alcaldesa de Barcelona
Entre los activistas reunidos para defender la casa de Lluis Martí y de su hijo de nueve años estaba Ada Colau, luego alcaldesa de Barcelona. “Ustedes valorarán, pero nuestra idea es no apartarnos de la puerta, ¿vale?”, le decía a la cara a un mosso. En la acción también estaba Lucía Delgado, hoy portavoz de PAH Barcelona y de las pocas fundadoras que siguen en la organización.
Según cuenta esta activista a El Salto, en los dos primeros años de la PAH, el trabajo de la plataforma se centró en el asesoramiento colectivo. Aunque desde el inicio tenían en mente seguir los pasos del movimiento por la vivienda en Estados Unidos, que había conseguido paralizar desahucios, lo difícil era encontrar una familia que quisiera enfrentarse al banco. Para ello, dice Delgado, no solo había que “vencer el miedo y la vergüenza”, sino que era necesaria mucha inventiva: era algo que no se había hecho hasta entonces, “no entraba en el imaginario, no cabía la posibilidad de detener un desahucio”.
Lluis Martí tenía un pequeño taller mecánico de motos y Catalunya Caixa quería quedarse con su casa, donde vivía con su hijo. Además de dejarle en la calle, le pedía 100.000 euros. Este trabajador sin experiencia asociativa oyó hablar de la PAH, se acercó a una reunión en Barcelona y decidió “que lucharía hasta el final”, según afirmó en una entrevista publicada en 2014. “Hasta que no llegó una persona que dijo que no se iría de su casa, no pudimos organizar lo que sería la campaña Stop Desahucios”, cuenta Delgado.
Seis intentos de desahucio después, Lluis Martí y su hijo consiguieron la dación en pago y un alquiler social, “una victoria redonda”, como la llama Lucía Delgado. Martí se convirtió en uno de los referentes de la PAH en el Baix Penedès, la primera comarca donde todos sus ayuntamientos se declararon libres de desahucios. Solo en 2012, la PAH comarcal había detenido 30 ejecuciones hipotecarias. Un “éxito del 100%”, según el propio Martí.
Desde el primer desahucio parado de La Bisbal del Penedés, el modelo y los protocolos de la campaña de Stop Desahucios se han utilizado e inspirado para detener decenas de miles de ejecuciones hipotecarias en toda España. Solo en Barcelona, la PAH ha paralizado más de mil desahucios, calcula Lucía Delgado. “Ahora el imaginario es otro, la gente sabe que se pueden parar los desahucios, algo que se consiguió básicamente gracias al desahucio de Lluis”, dice Lucía Delgado.