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Comercio justo
El comercio justo reacciona ante el desafío del cambio climático
Sequías, altas temperaturas, inundaciones, fenómenos extremos... las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes para los productores agrícolas de todo el mundo. Esto incluye a quienes elaboran los productos que se distribuyen a través de las redes internacionales de comercio justo. Organizaciones como la World Fair Trade Organization (WFTO) o la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria (Ripess) se dieron cita entre el 16 y el 19 de septiembre en Lima en una cumbre internacional para tratar de buscar respuestas conjuntas a estos desafíos.
En la Cumbre Internacional de Comercio Justo del pasado septiembre en Lima participaron más de 300 personas entre representantes de organizaciones de comercio justo, académicos, activistas u oficiales gubernamentales, entre otros. Todos ellos acudieron en busca de nuevas colaboraciones entre entidades para dar respuesta al desafío de transformar la economía global a través del comercio justo, manteniendo relaciones armónicas entre productores, consumidores y el medio ambiente. Esta ocasión, además, sirvió para celebrar el 30 aniversario de la Organización Internacional para el Comercio Justo (WFTO en sus siglas en inglés).
Cuando esta entidad nació, la prioridad era la solidaridad entre naciones y demostrar que era posible una forma de comercio internacional que respetase valores como el de un pago justo y unas buenas condiciones para los trabajadores. Poco se hablaba entonces de emergencia climática.
“Se tenía en cuenta la protección del medio ambiente, pero no había la misma sensibilización que ahora. No teníamos conciencia de estos cambios irreversibles en el ecosistema que ahora estamos viviendo”, explica Sergi Corbalán, director de la Fair Trade Advocacy Office, una iniciativa conjunta de World Fair Trade Organization y Fairtrade International.
Para Corbalán, en el ámbito del comercio justo, se tiene información de primera mano sobre los impactos del cambio climático porque son los pequeños productores quienes lo sufren y salen perdiendo. Pone el ejemplo de los productores de café en países como Colombia, que tienen que desplazarse a lugares cada vez más altos porque la temperatura ha ido aumentando.
Según el representante de FTAO, la actual situación de emergencia climática marca “un punto de inflexión”, en el que el objetivo ya no es solo “intentar no generar demasiado impacto negativo, sino adaptar el sistema para estar a la altura de las circunstancias”.
Desarrollo local y sistemas de garantía
Coincide con él Alfonso Cotera, miembro de la Mesa de Coordinación Latinoamericana de Comercio Justo, una organización que forma parte de la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria (Ripess). “El impacto ambiental del comercio justo nos obliga a pensar en formas de distribución diferentes a las tradicionales. Por ejemplo, replantearnos si realmente se tiene que exportar un producto, con toda la carga de contaminación que genera el transporte y todo el proceso de distribución”, expone Cotera.
De ahí surge la necesidad de vincular el comercio justo a espacios locales, no solo en los países del sur, sino también en los del norte, a los que tradicionalmente se han exportado desde América Latina productos como el café, el cacao, algunas frutas o los llamados granos andinos (quinoa o kiwicha), entre otros.
“Los productores del sur no pueden estar esperanzados en que el 100 % de su producción sea para la exportación porque esto está generando un problema con su soberanía y su seguridad alimentaria. Tenemos que asegurar la alimentación local, que los habitantes de cada localidad tengan los recursos necesarios para alimentarse”, afirma Cotera.
Admite que las exportaciones de productos han logrado mejorar las condiciones de vida de muchos agricultores y agricultoras y deben continuar, pero con el reto de disminuir las exportaciones para reorientar la producción hacia el desarrollo de cercanía y los procesos de autoconsumo local.
“El intercambio comercial mundial no debe ser satanizado. Es necesario, pero hay que apostar también a intercambios que refuercen los procesos de distribución locales”, remarca Cotera.
Otro de los retos que impone el cambio climático al comercio justo es el de la necesidad de adecuar los sistemas de garantías de los productos, es decir, los criterios y controles por los que pasan estos productos para obtener unos sellos que certifiquen que han sido elaborados de acuerdo con los principios del comercio justo.
“Los sistemas de garantía ya tenían criterios de sostenibilidad del medio ambiente y promoción de la agricultura sostenible”, explica Corbalán. “Pero tras la última cumbre del comercio justo en Lima, se decidió poner más énfasis en el comercio justo como un actor en la lucha contra el cambio climático. Esto implica apoyar a los productores para que puedan adaptarse y contribuir a ser parte de la solución”.
Hacia un debate global sobre economías
Corbalán opina que temas como la relación entre el comercio justo y la adaptación al cambio climático deben vincularse a otras discusiones globales sobre los sistemas de producción, como las de los movimientos por la agroecología y la soberanía alimentaria o los aportes del ecofeminismo. Es por ello que valora la importancia de encuentros entre estas diferentes corrientes alternativas al capitalismo como el Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras (FSMET), que se celebrará en Barcelona del 25 al 28 de junio de 2020.
“Considero que el foro será un proceso fundamental con básicamente tres objetivos: visibilizar las alternativas que existen al modelo capitalista neoliberal actual, crear más cooperación práctica entre ellas y construir conjuntamente una narrativa política alternativa para demostrar que el sistema económico actual no nos lleva a ninguna parte y está diseñado para producir beneficios a corto plazo, dañando a las personas y al planeta”, expresa.
Cotera, por su parte, cree que el reto del FSMET es lograr que no se convierta solo en un espacio donde compartir experiencias, sino que sirva también para “articular estrategias y políticas conjuntas para revertir este proceso de homogeneización económica y depredación de recursos naturales que genera calentamiento global y tensiones sociales y ambientales”.
“Entendamos que el FSMET no debe ser visto como un punto de llegada, sino como un punto de inicio de un proceso y de las relaciones de cooperación entre redes, movimientos y enfoques. Es un punto de partida para avanzar hacia una articulación más amplia, con un impacto social y político mayor que nos lleve a otros escenarios y pensarlo como un proceso, más que como una actividad”, concluye Cotera.