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Teatro
Sobre participación ciudadana en proyectos culturales, voluntariado y derechos laborales: el caso del Teatro Real e ‘Idomeneo’
El reciente conflicto entre el Teatro Real y algunos sindicatos de actores puede suponer una oportunidad para profundizar en el debate sobre la dignificación de las profesiones artísticas, por un lado, y el de la apertura de los proyectos culturales a la participación ciudadana, por otro. Lejos de ser dos tendencias enfrentadas, debemos entenderlas como dos patas necesarias para una mayor democracia cultural.
El pasado 15 de octubre la Fundación de Amigos del Teatro Real envió un correo electrónico a todos sus asociados informando de que una de las próximas producciones del Teatro Real, la de la ópera Idomeneo de Mozart, que se podrá ver entre febrero y marzo de 2019 (con dirección de Robert Carsen), contaría con la participación de 100 voluntarios/as que se escogerían entre los amigos y amigas del Real que se ofrecieran para ello.
Pocos días después, el asunto saltaba a los medios de comunicación porque diversos sindicatos denunciaban esta actuación como una vulneración de los derechos laborales, ya que, según su visión, esto suponía la sustitución de figurantes profesionales por personal voluntario.
El viernes 16 de noviembre la Fundación remitió un nuevo correo a sus asociados informando de que, debido a la polémica causada, se suspendía esta iniciativa.
He de decir que yo soy “amigo joven” de la Fundación de Amigos y que fui una de las personas que se inscribió rápidamente (en pocos días el cupo ya estaba completo de sobra) porque me pareció interesante la propuesta. También me resultó un poco chocante, pero decidí darle una oportunidad al Teatro, puesto que no estaban claras las condiciones en las que se desarrollaría esta colaboración ni cuál sería el papel de estos voluntarios en la función.
No había querido pronunciarme hasta ahora ya que el asunto tiene múltiples aristas y, a falta de más información, es complicado tener una postura clara. Sin embargo, ahora que la Fundación y el Teatro han dado marcha atrás creo que podemos intentar desenmarañar este debate.
Creo que el error del Teatro y la Fundación fue no conceptualizar de manera correcta este proyecto. El correo inicial se titulaba “¿Quieres participar en una ópera?” y el texto decía lo siguiente:
Como Amigo del Real probablemente siempre has disfrutado de la ópera sentado en tu butaca y, casi con seguridad, alguna vez has pensado cómo sería estar sobre el escenario y vivirla desde dentro. Ahora te ofrecemos la oportunidad de disfrutar de una experiencia única que quizá, nunca imaginaste que podrías realizar: aparecer en escena como voluntario, en las 9 funciones de la ópera Idomeneo de Wolfgang Amadeus Mozart, cuyo estreno está previsto para el 19 de febrero de 2019.
Si te apetece vivir esta oportunidad única, tienes hasta el próximo 22 de octubre para inscribirte y conseguir una de las 100 plazas para ser figurante en las representaciones de Idomeneo.
Para poder participar, deberás adquirir el compromiso (requisito indispensable) de asistir a los 18 ensayos previos que tendrán lugar entre enero y febrero del próximo año, principalmente en las tardes de domingo y lunes para facilitar la asistencia.
A continuación se detallaban las fechas y horarios de ensayos (18 tardes que sumaban 60,5 horas) y representaciones (9 tardes que sumaban 45 horas). Sin conocer los detalles del proyecto, creo que este listado de ensayos era probablemente un máximo de los ensayos que se podrían necesitar, por si acaso, pero quizá al final habrían sido menos realmente. No obstante, efectivamente puede parecer algo muy intensivo y exigente para un “voluntario” que “aparece en escena como figurante”. Quizá estaban confundiendo (conscientemente o no) dos cosas que no son necesariamente lo mismo: “voluntariado” (aparecía en negrita en el cuerpo del mensaje) con “participación” (aparecía en el título). Y al fin y al cabo son dos conceptos que muchas veces se suelen intercambiar o complementar. Creo que hacía falta más información para saber qué se estaba proponiendo realmente.
Sin embargo, en el correo en el que se informa de la cancelación de la iniciativa nos dicen:
Nos ponemos en contacto contigo para en primer lugar, agradecer enormemente tu acogida y disposición a sumarte al Programa de Voluntariado Amigos de Idomeneo. Esta iniciativa había sido concebida desde sus orígenes junto con Robert Carsen como un Community Proyect (sic), de acuerdo con su experiencia en proyectos similares en otros teatros internacionales.
No obstante, debemos comunicarte que en esta ocasión, dadas las inquietudes surgidas en diferentes colectivos profesionales, como es el colectivo de actores, el Teatro Real ha reconsiderado la posibilidad de llevar a cabo esta iniciativa al objeto de no herir sensibilidades profesionales de un colectivo y profesión al que esta institución tiene pleno respeto y consideración.
Agradecemos de antemano tu comprensión y el valioso apoyo que como Amigo prestas al Teatro Real, así como la gran acogida que siempre muestras a diferentes actividades que os proponemos cada temporada, esperando que, en el futuro, si las circunstancias son propicias podamos ofreceros alguna otra iniciativa que os permita participar de algún modo en el proceso de creación.
A pesar del anglicismo innecesario, parece que ahora apuntaban a que esta iniciativa se trataba de un “proyecto comunitario”. Eso ya suena mejor. Aunque ya sabemos que, a veces, cosas que no son se disfrazan de palabras que suenan mejor, como aficionado del Teatro Real y de la ópera, y como asociado de la Fundación de Amigos, me gustaría pensar que este era realmente el espíritu del proyecto.
Y efectivamente es algo que se hace en muchos otros teatros o instituciones del mundo, y de España, y que yo defiendo como buenas prácticas. En el contexto madrileño, por ejemplo, las Naves Matadero (Centro Internacional de Artes Vivas) ha venido desarrollando en el último año y medio varios proyectos participados, en los que artistas profesionales y debidamente remunerados “reclutaban” a ciudadanos/as normales y corrientes (no profesionales de las artes escénicas) para desarrollar proyectos de creación escénica, a veces con una participación más ligera o superficial, pero otras veces convirtiéndose en auténticos protagonistas de obras que luego se mostraban en escena, en varias sesiones, y con venta de entradas (aunque seguro que no tan caras como las de Teatro Real, pero ese es otro debate). Por suerte, nadie (tampoco ningún sindicato, que yo sepa) se ha manifestado contra estos proyectos (espero encarecidamente no estar ahora yo contribuyendo a que empiecen a criticarlas; nada más lejos de mi intención). Lo mismo sucede con instituciones que llevan años desarrollando cultura participada en la ciudad, como Intermediae en Matadero o Medialab-Prado.
En los últimos años el Ayuntamiento de Madrid ha intensificado estas apuestas por la cultura participada y ciudadana que sí han despertado algunas críticas de ciertas partes del sector cultural, pero que creo que yerran el tiro profundamente si creen que esta es la causa de la precariedad laboral que sufre el sector.
Se trata de proyectos que ofrecen a cualquier ciudadano la posibilidad de desarrollar su faceta creativa o artística en muchos casos oculta, especialmente en un contexto como el español donde las enseñanzas artísticas brillan por su ausencia en el sistema educativo general.
Hay una delgada y subjetiva línea que separa la explotación laboral del voluntariado y el voluntariado de la participación ciudadana.
Desde luego que yo no quería “aparecer como figurante”, puesto que no soy actor ni figurante profesional (o con aspiraciones de serlo). No defiendo en modo alguno el “intrusismo profesional” ni la sustitución de profesionales por voluntarios, y creo que hay que luchar con firmeza contra la precariedad laboral, también específicamente en el mundo de la cultura. Soy simplemente un amante de la ópera y de la cultura al que le encantaría poder aprender más de cómo se hace una ópera “por dentro” y participar de ella como un ciudadano más. Creo que ahí hay un matiz diferencial muy importante. Y no es solo una cuestión de lenguaje para adornar las cosas. Para quienes nos creemos el discurso de la democracia cultural, la participación ciudadana, la difuminación de la frontera entre creadores/espectadores y la apertura de las instituciones culturales (y más aún de algunas que, como el Teatro Real, durante mucho tiempo han parecido estar bastante cerradas sobre sí mismas), este tipo de proyectos son muy necesarios. Eso implicaría, entre otras cosas, abrirlo más allá de los Amigos del Real, por ejemplo.
Quizá este conflicto le pueda servir al Teatro Real y su Fundación de Amigos paras darse cuenta de que deben abrirse a nuevos lenguajes creativos y nuevas formas de gestión cultural, pero hacerlo de manera genuina y honesta. No digo que en este caso no lo estuvieran haciendo, pero desde luego parece que no lo han comunicado de manera correcta. Yo les habría dado el voto de confianza para salir de dudas, pero desgraciadamente no va a ser posible en esta ocasión.