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Teatro
Bajo las lunas de Lorca
Una noche sin luna se acerca a fragmentos poco conocidos de la obra y la vida de Federico García Lorca. El autor y protagonista de la obra, Juan Diego Botto, junto a su director, Sergio Peris-Mencheta, reflexionan sobre los puntos en común de Lorca con el presente.
Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) y Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 1975) estrenan hoy, 13 de noviembre, en el Teatro Principal de Gasteiz Una noche sin luna, una original propuesta escénica que nos acerca a las facetas más desconocidas del poeta granadino Federico García Lorca. Una sacudida de realidad que pone al espectador frente al espejo en estos tiempos de anemia colectiva. Memoria, identidad, y la defensa de un teatro comprometido con la libertad de expresión.
Es mediodía del 22 de agosto y faltan tres meses para el estreno de “Una noche sin luna”. Las previsiones son que después del verano la pandemia volverá con fuerza y quién sabe si para el 13 de noviembre no estaremos de nuevo confinados. Pese a la incertidumbre, el autor y protagonista de la obra, Juan Diego Botto, junto a su amigo y director, Sergio Peris-Mencheta, se afanan en robarle minutos al tiempo: es el último ensayo que podrán hacer juntos antes de que este último regrese a Estados Unidos, donde desarrolla su carrera actoral desde hacer varios años. El tándem promete tras el éxito cosechado en 2014 con Un trozo invisible de este mundo, obra con la que conquistaron tres premios Max.
Las prisas y la incertidumbre obligan a hacer un montaje teatral —y también periodístico— en diferido (Cospedal dixit). En agosto las fotos para retratar el último momento de encuentro entre ambas piezas de este puzzle interpretativo. Ya habrá tiempo para hacer las entrevistas.
“Es probablemente la experiencia teatral más marciana y difícil que he sufrido. Tanto durante los ensayos, sin poder abrazar, manteniendo la distancia, etc. Como ahora, ensayando por zoom. Pero es lo que hay, resiliencia y teatro van de la mano”, confiesa Peris-Mencheta vía wasap desde Estados Unidos. Y agrega que lo está viviendo “con mucha pena. No te voy a engañar, no ver nacer la función ni estar en los días previos, después de tantos años de pensarla, soñarla, pergeñarla con Juan, es doloroso”.
¿Y para ti Juan, como está siendo?
Juan Diego Botto: Nunca he vivido un proceso tan complicado y tan largo. Es una obra que escribo hace casi cuatro años, recuerdo llamar a Sergio y decirle “tenemos que hacerla rápido porque esta cosa de Vox se va a desinflar”. Recién despuntaba lo de Vox y aunque la obra no habla de eso, tiene un eco claro.
Se fue postergando en el tiempo porque Sergio y yo vivimos en países y continentes distintos, entonces cuadrar fue complicado. Cuando llegó la pandemia solo podíamos ensayar en el mes de agosto que Sergio estaba aquí, con unas medidas de seguridad muy grandes. Además, tuvimos que parar 15 días porque en el otro montaje en el que trabajaba él, hubo un positivo y se confinó.
Entonces ensayaba solo, lo grabábamos por zoom, él lo miraba en su casa en vídeo. Y después, cuando conseguimos retomar, hicimos más o menos el dibujo de la función, pero las luces las estamos haciendo ahora, las grabamos en vídeo, él lo ve y nos dice “no veo bien este momento, no sé si se te ve”. Claro, en vídeo pierde muchos matices.
¿En algún momento evaluaron parar?
Juan Diego Botto: Una vez que arrancamos ya no, llevo mucho tiempo queriendo montar esta obra, son muchos años postergándola. Aparte es como un avión, desde el momento que pasas de un nivel de compromiso, de inversión, debes seguir adelante, ya no puedes parar.
Botto: Hablar de memoria siempre es hablar de identidad, somos lo que recordamos de nosotros mismos. Cuando se nos borra nuestra historia, se nos borra nuestra identidad
¿Qué sea un solo actor facilita este trabajo a la distancia?
Juan Diego Botto: Si bien solamente hay un actor en escena, no queríamos que fuera en detrimento de un espectáculo muy teatral, por lo cual lo que teníamos para apoyarnos era la escenografía y las luces. Así que construimos una escenografía que conceptualmente es muy simple, es un escenario que se va desmontando, se va deconstruyendo hasta construir un montón de cosas, un mundo de metáforas y simbolismos.
Sergio Peris-Mencheta: En estos tiempos a nivel de propuesta, pero sobre todo de apuesta, es más seguro viajar con una función con un solo actor y un equipo reducido, que con casi 20 como es el caso de mi otra dirección “Castelvines y Monteses”.
Una apuesta arriesgada sabiendo de antemano que esta lejanía entre ustedes estaba ahí, más allá del coronavirus.
Juan Diego Botto: para mí no podía ser otro porque el nivel de compenetración y facilidad que tuvimos en Un Trozo..., es muy difícil de encontrar entre un actor y un director, y entre un autor y un director. Con Sergio a mí me pasan dos cosas. Vengo con una carga de intensidad importante, ya traigo el drama, traigo el compromiso. Y Sergio es un director muy juguetón, muy inclinado a la comedia, al musical, entonces creo que nos compensamos de una forma muy dinámica.
¿Con qué Lorca nos encontraremos?
Juan Diego Botto: Tocamos los aspectos menos folclóricos, menos conocidos o representativos de Lorca. Episodios de su vida que no son los más nombrados, casi todas las citas tienen que ver con charlas, conferencias, entrevistas, y no tanto con poemas o fragmentos de obras de teatro. Tratamos de centrarnos más en la persona que en la figura literaria.
La pieza va haciendo un recorrido por algunos de los momentos vitales suyos y decisiones que fue tomando. Cómo Lorca fue adquiriendo un compromiso ideológico, político y ético cada vez mayor, multiplicado con la aparición de la República, en el que asume un rol importante a través de la Barraca y cómo eso fue determinante a la hora de su fusilamiento. Y eso de alguna manera queríamos que tuviera valor.
Peris-Mencheta: Para mí sentarte en una butaca en una sala de teatro (y más con la que está cayendo) tiene algo de militancia
En el dossier de promoción advierten que no se trata de una representación arqueológica, sino de rescatar de Lorca aquello que nos interpela en el presente.
Juan Diego Botto: La pieza resuena en dos lugares. Un lugar que es básicamente el de la memoria, que es la tesis fundamental de la función: hablar de memoria siempre es hablar de identidad, somos lo que recordamos de nosotros mismos. Cuando se nos borra nuestra historia, se nos borra nuestra identidad.
Y luego hay como un juego de espejos del pasado y del presente, inevitable y muy provocado, donde jugamos a desdibujar qué es entonces y qué es ahora. ¿Esto podría estar diciéndolo Lorca o podría estar diciéndolo Juan Diego Botto? ¿Esto podría estar diciéndolo un fascista en el 36 o podría estar diciéndolo alguien hoy?
Sergio Peris-Mencheta: parte esencial del teatro (y el arte en general) que me gusta es siempre despertar aspectos que uno tiene adormecidos o cosas que uno no ve o evita ver. Para mí sentarte en una butaca en una sala de teatro (y más con la que está cayendo) tiene algo de militancia.
¿Que no haya registro de voz de Lorca entraña una dificultad especial para representarlo?
Juan Diego Botto: Ni de voz ni de la gestualidad. Hay mucho territorio virgen allí. Hay fotos que averiguas dónde se tomaron y a partir de ahí puedes adivinar una gestualidad, a partir también de comentarios que se hacían de él. Pero parte del reto es ese, la creación del Lorca que nos imaginamos y que a veces se desdibuja y dices ¿ahora quién está hablando? Es la intencionalidad, un poco atrevida, pero a eso estamos jugando, a construir un Lorca en equilibrio entre esa gestualidad, esa sensibilidad, ese pequeño manierismo.
Peris-Mencheta: Botto trae con él más del 50% del trabajo de casa. Las imágenes, las circunstancias, sabe dónde nace la necesidad de decir lo que dice, sabe de la razón de ser del espectáculo mejor que nadie
Sergio Peris-Mencheta: La obra no es un documental donde tratamos de retratarlo. El Lorca que vemos en escena es el nuestro, el que imaginamos, el que necesitaba el relato, el que ayudaba a contar y entender nuestra historia. En general como director me gusta trabajar a partir de la propuesta y de la manera de trabajar del intérprete y de la energía que desprende el elenco. En este caso se da la particularidad de que el actor es también el autor de buena parte del texto y, en todo caso, el que ha decidido que hay que contar esta historia. Botto trae con él más del 50% del trabajo de casa. Las imágenes, las circunstancias, sabe dónde nace la necesidad de decir lo que dice, sabe de la razón de ser del espectáculo mejor que nadie. La conexión entre cerebro, corazón y tripas está desde el primer día de ensayos, yo solo lo he acompañado para que lo disfrute un poco más.
Juan Diego Botto: Ha habido casi nueve meses de trabajo de bibliografía previo, antes de sentarme a escribir la obra. La parte central tiene que ver con la biografía de Ian Gibson, y no solo con el trabajo escrito, sino que hablé con él, conversamos bastante para ver si se me escapaban cosas. Y luego también con entendidos en Lorca, como Luis García Montero y otros especialistas, para intentar descifrar en su trabajo poético, aunque no nos centramos en eso, pistas para entender cómo era él personalmente.
Botto: Hay pocos placeres tan grandes como estar encima de un escenario contando una historia que crees que merece ser contada, que a ti te emociona y que piensas que puede servir para que alguien reflexiones sobre algo
¿Por qué una noche sin luna, cuando la luna es referencia en la obra de Lorca?
Juan Diego Botto: Cuando estaba cerrando el monólogo final, descubrí por el calendario y me llamó la atención, que la noche que fusilan a Lorca no tenía luna, justo un poeta tan reconocido por la mención de la luna en su poesía. Está aquel poema infantil tan famoso de Lorca cuando habla de ese niño que se ahoga y dice “la luna vino a la fragua con su polisón de nardos”. Y yo lo imaginé buscando que la luna bajara con su polisón de nardos.
Cuando terminé la obra me dije por fin he escrito sobre otra cosa, fíjate, he escrito sobre Lorca. Y al final una cosa que parece una obviedad y que sin embargo a mí me llevó un tiempo entender, es que había escrito una obra sobre un tipo que fue sacado de su casa, secuestrado, fusilado y hecho desaparecer por una dictadura. ¡Otra vez!
Te juro que no quería, no me di cuenta de lo que estaba escribiendo hasta que no lo vi, ni siquiera hasta que lo vi, sino hasta que lo empecé a hacer. Y me fui dando cuenta de los distintos momentos a lo largo de la función donde hay cosas que resuenan no como si estuviera hablando del 36, sino de una historia mucho más cercana.
¿Y cómo controlas la emoción, entonces, al interpretarla?
Juan Diego Botto: Uno tiene que hacerse cargo de lo que ha escrito y ponerle el pecho. Uno hace muchas cosas, en cine en televisión, que son proyectos que disfrutas más o menos y que normalmente te implican poco o lo justo, pero hay pocos placeres tan grandes como estar encima de un escenario contando una historia que crees que merece ser contada, que a ti te emociona y que piensas que puede servir para que alguien reflexione sobre algo. Es de las cosas que yo creo que dan sentido a mi oficio.
La obra es provoca, moviliza. ¿Esperan alguna reacción del público?
Juan Diego Botto: Mentiría si dijera que no me preocupa, bien es cierto que la he escrito yo, que ya lo sabía, me he metido en este lío yo solo, pero incito al espectador a que me responda y eventualmente me van a responder. Y habrá gente que me responda favorablemente y otra que no, pero esa es la propuesta escénica. Como reza el reto que preside la Sala Mirador, “cuando los parlamentos son un teatro, el teatro debe ser un parlamento”. Creo que fomentar el debate, el diálogo, el pensamiento, la crítica, es parte de nuestra tarea como creadores. Y si se genera un debate en el teatro, que venga, que lo sostendremos.
Sergio Peris-Mencheta: También con Un Trozo Invisible... había un riesgo. Hacer y ver teatro implica un compromiso con ver la sombra de uno, seas creador o espectador. Nosotros, en Una Noche sin Luna asumimos esa premisa. Y hasta ahí puedo hablar sin hacer spoilers.
Botto: Es un momento muy hostil para el teatro y los cines, creo que inmerecidamente porque las medidas sanitarias se cumplen estrictamente
Lorca y su Barraca. Entre los pliegues de la memoria ¿también nos podemos encontrar una necesaria reivindicación del teatro en estos tiempos de pandemia y anemia social?
Juan Diego Botto: Lorca fue para mi gusto el mejor dramaturgo español del Siglo XX y un gran defensor y teórico del teatro. Incluso antes de la Barraca él hablaba mucho sobre el teatro, sus problemas, sobre las dificultades, cómo educar a la gente para que vaya al teatro. Y con La Barraca asume un proyecto único en la historia y magnífico que es llevar a la cultura a los pueblos a través del teatro, hacer que gente que jamás ha visto una obra de teatro pueda conocer a Calderón a Lope.
Ese compromiso es algo que merece la pena poner en valor y recordar que ahora mismo muchas compañías y muchas salas lo están pasando mal, que ahora mismo el teatro está muy, muy tocado. Es un momento muy hostil para el teatro y los cines, creo que inmerecidamente porque las medidas sanitarias se cumplen de manera estricta, que se sepa no ha habido positivos, ningún brote. Realmente creo que está pagando los platos rotos de otras cuestiones que nadie se atreve a cerrar y que tienen que ver con la necesidad consumista y que las hace intocables. No tiene sentido ver los metros atestados y los teatros con un aforo del 40%.
Sergio Peris-Mencheta: La Barraca es la voluntad de llevar el teatro allí donde no llega, que en los rincones más remotos de la geografía puedan conocer a Shakespeare o Lope. Hoy en día harían falta más Barracas que nunca para empezar, para poder entender lo trágico de la falta de ellas.